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Edición 295
Escrito por Abraham García Ibarra   
Viernes, 07 de Diciembre de 2012 15:30

LA HORA DE LA VERDAD


Pacificar México,

imperativo rector


Piedra sobre piedra, el Estado liberal diseñado por la reforma juarista del siglo XIX -que, dijo Justo Sierra, no desamortizó las conciencias de la reacción-, y su extensión como Estado Social de Derecho, imaginado por los hombres armados y los constituyentes de 1917, han sido desmontados durante las últimas tres décadas, en un proceso sin solución de continuidad que ha dejado, literalmente, un México de números rojos en todos los órdenes de la vida nacional.

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¿La noche quedó atrás?

En política no existen las casualidades. Resulta harto sintomático que, el pasado 1 de diciembre, las estampas más socorridas en las pantallas televisivas fueran las del Hemiciclo a Juárez, apenas unas horas antes redescubierto en toda magnificencia en la remozada Alameda Central, luego revestido de mugre por los provocadores, y las del vandalismo en las avenidas 5 de Mayo y Francisco I. Madero del Centro Histórico de la Ciudad de México.

La larga y fallida marcha hacia la democracia

La sucesión del poder político en el México independiente, puede datarse a partir de la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, el 27 de septiembre de 1821.

Entre El místico de la autoridad Porfirio Díaz, que duró en el cargo 30 años, tres meses y 20 días con rango de dictador, y Pedro Lascurain, que en 45 minutos jugó el papel de comodín para dar paso a la sanguinaria usurpación de Victoriano Huerta, sin embargo legitimada por el Poder Legislativo. Entre un emperador frustrado (Agustín de Iturbide), un pretendido Alteza Serenísima (Antonio López de Santa Anna) y un emperador extranjero terminado en el paredón (Maximiliano), pasando por las exóticas Junta de Notables y Regencias, los mexicanos han tenido -desde Iturbide y Guadalupe Victoria; éste de extracción constitucional en 1824, a Felipe Calderón Hinojosa- 74 gobernantes.

Once mandatarios civilistas le preceden

Enrique Peña Nieto -aceptando  dicho conteo, acaso cuestionable- sería el gobernante número 75. El dozavo del periodo civilista iniciado por Miguel Alemán Valdés, si bien Felipe Calderón Hinojosa exhibió una descarnada vocación castrense. Es el mandatario número 23 con título de abogado. Hasta antes de que llegaran los tecnócratas al poder, sólo a Francisco Javier Echeverría (1838-1841) se le reconocía especialidad en asuntos económicos. Peña Nieto sucede a trece presidentes de la República que, desde diciembre de 1934 -Lázaro Cárdenas del Río- han logrado completar su periodo de seis años.

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Cárdenas: su memoria pervive

Cárdenas del Río emprendió su mandato proclamando el primer Plan Sexenal de gobierno, al que fue lealmente congruente. José López Portillo retomó la idea de la planificación estatal lanzando en los últimos meses de su periodo el Plan Global de Desarrollo; iniciativa que Miguel de la Madrid continuó con la reforma constitucional que dio soporte al primer Plan Nacional de Desarrollo.

El estilo personal de gobernar

Desde que Cárdenas del Río fortaleció el perfil del Estado nacional, tanto a él como a sus sucesores hasta 1988 les bastó jurar la Constitución como síntesis y programa del gran Pacto federal. Sólo Carlos Salinas de Gortari de Gortari, de origen legal violentamente controvertido, en las primeras horas de su sexenio sintió la urgencia de suscribir una excepcional Alianza estratégica con el Partido Acción Nacional (PAN), para obtener de éste la legitimidad de gestión.

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López Mateos, un gran patriota

Del variado origen de esos mandatarios, de facto o constitucionales (38 generales entre ellos), y de su cultura variopinta, viene el esfuerzo de historiadores mexicanos -entre ellos Daniel Cosío Villegas- para caracterizarlos por su estilo personal de gobernar. Este es el enigma por descifrar en Peña Nieto, pues no es lo mismo el palacio de Gobierno de Toluca, que la fascinante residencia de Los Pinos. El poder supremo, no pocas veces en grado absoluto -producto de las facultades metaconstitucionales de las que hablaba el doctor Jorge Carpizo- suele desdoblar la personalidad del individuo y descubrir vocaciones antes soterradas. Es sentencia clásica la de que el poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe absolutamente.

¿Tiene alguna significación a futuro la descendencia o ascendencia del patriota del Estado de México, don Isidro Fabela; o el estudio Álvaro Obregón y el presidencialismo moderno?, tema de la tesis profesional de Peña Nieto? ¿O la tiene el impulso que a la noble doctrina internacional de México imprimió el también mexiquense Adolfo López Mateos (1958-1964)? Sólo existen profetas del pasado.

Respetar la historia y la ley

Con independencia de los compromisos específicos firmados por Peña Nieto en campaña electoral, el 1 de diciembre pasado se inició la etapa de los enunciados. El Pacto por México ha de conservarse entre corchetes, habida cuenta que las representaciones partidistas suscriptoras de la contraparte están expuestas a ajustes nominales en el corto plazo en las direcciones nacionales del PRI, PAN y PRD.

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El ilustre Don Isidro Fabela

El cuadrante histórico aceptado por Peña Nieto para emprender su azarosa travesía, se remite al legado prehispánico, colonial, independiente, revolucionario y democrático. Somos herederos de una tradición milenaria, que sabré respetar y conservar, anunció desde Palacio Nacional el Presidente, como imperativo rector de su gobierno, ceñido al estricto apego a la ley.

Para sustanciar los derechos y deberes establecidos teóricamente por la Constitución en hechos políticos concretos, Peña Nieto trazó cinco ejes fundamentales de acción: 1) pacificar México, 2) revertir la exclusión socioeconómica, 3) sustraer de las manos de los grupos privilegiados la renta de la riqueza nacional y hacerla llegar a los bolsillos de los menos favorecidos, 4) recuperar la educación como fórmula socialmente igualadora, y 5) restaurar la diplomacia activa para rescatar el honor de México como Estado solidario en el entorno global.

Mandamientos:

 

  • Programa nacional de prevención del delito;
  • luz verde a la ley de víctimas;
  • reforma de la Justicia Penal;
  • cruzada nacional contra el hambre;
  • seguro de vida para amas de casa;
  • recuperación del régimen de seguridad social, partiendo del establecimiento de un sistema de pensión desde los 60 años de vida;
  • servicio magisterial con base en el mérito profesional y elevar a rango constitucional el sistema de evaluación educativa;
  • impulso a la infraestructura como palanca del crecimiento económico y de la competitividad;
  • nuevo sistema de transporte ferroviario;
  • revisión del régimen de concesiones del Estado en materia de telecomunicaciones y operación televisiva;
  • Nueva ley de deuda pública;
  • Cero déficit en la gestión del presupuesto federal
  • Austeridad en el ejercicio del gasto federal.

 

Desafíos del nuevo gabinete

Sobre la integralidad de la visión constitucional, social, económica y política del diseño del nuevo gobierno, pesarán retos concretos al jefe del Poder Ejecutivo, al través de los secretarios de Estado encargados de despacho, a saber:

Desde el punto de vista estrictamente valorativo en el terreno político, el primer potencial de conflicto se identifica en el proyecto educativo. El nuevo secretario de Educación Pública, Emilio Chayffet Chemor se encontrará con la resistencia sistemática del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, asumido como patrimonio personal por la vitalicia presidenta, ahora usufructuaria de un nuevo tipo de control del liderazgo, Elba Esther Gordillo Morales, quien mantiene facturas por cobrar al titular de la SEP desde que fue desplazada en 2004 de la coordinación de la bancada priista, por arreglos inconsultos con Los Pinos en materia de orden fiscal.

Al menos desde la gestión de Ernesto Zedillo Ponce de León como secretario de Educación, la beligerante dirigente magisterial ha sido acusada de pretender ser factotum en el diseño y gestión de la política educativa. En el ejercicio del cacicazgo sindical, Gordillo Morales no ha estado sola. A partir de 1997, y después de la muerte del líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Fidel Velázquez, ha tenido como aliado, entre otros, al secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, Carlos Romero Deschamps, quien pretendía, a su vez, hacerse del mando de la poderosa central obrera.

Desde donde amigo vengo

Al socaire de una nueva cultura laboral impulsada desde la Confederación Patronal de la República Mexicana, Gordillo Morales y Romero Deschamps compartieron con otros dirigentes sindicales de industria y servicios la iniciativa de la Unión Nacional de Trabajadores, que sobre la marcha abandonarían, pero hace apenas tres años anunciaron un nuevo frente sindical alternativo al cetemismo, que se desvaneció en la perspectiva de la sucesión presidencial.

En el marco de la desvencijada reforma laboral propuesta por Calderón Hinojosa para transparentar el ejercicio sindical y exigir la rendición de cuentas, Gordillo Morales y Romero Deschamps se acompasaron para hacer una demostración de fuerza, haciendo coincidir reuniones nacionales de sus sindicatos a fin de renovar y fortalecer sus cacicazgos. Lograron disuadir al Congreso de la Unión a dejar la reforma mocha.

Adicionalmente, Romero Deschamps, ahora senador, querrá ser factor en la eventual reforma energética (sin definición inmediata en las ofertas peñistas), en cuyo caso pondrá a prueba a los nuevos secretario de Energía y directores generales de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, cuyo estatus relacionado como empresas del Estado, está inscrito en los compromisos programáticos fundamentales del PRI.

De frente a la Alianza Energética del Norte

A propósito del sector energético, el desafío subyacente se agiganta para los nuevos secretarios de Hacienda y Crédito (fisco) Público y de Relaciones Exteriores (diplomacia), expuestos a las cínicas presiones externas al amparo de la Alianza Energética de América del Norte, a la que las presidencias panistas se afiliaron; y la reciente amenaza expresa de Washington, de hacerse de los hidrocarburos de México y Canadá. El sector se recibe bajo putrefactos tufos de entreguismo y corrupción.

El relanzamiento del potencial productivo del país y de reconciliación social, liberándolo de la obsesión del gerentismo y la especulación neoliberales, implica desafíos a la capacidad y voluntad políticas de los nuevos secretarios del Trabajo, de Reforma Agraria y de Agricultura, Desarrollo Rural y Alimentación. Las dos primeras dependencias han sido despojadas por la tecnoburocracia de su carácter tutelar de los derechos de la clase trabajadora, y han sido las plataformas de prestación del ejército de reserva a los cárteles del crimen organizado.

En Trabajo, queda el hoyo negro cavado por el calderonismo y el reto de la instrumentación de una incendiaria reforma laboral, suspendida por el Poder Legislativo en su acción más contundente para la democratización de los reglas de contratación colectiva y de limpieza sindical.

En Reforma Agraria, Calderón Hinojosa quiso dejar vía libre a la expropiación de la propiedad rural (ejido y comunidades agrarias), enviando de última hora una iniciativa de reforma a la ley respectiva, con la que culminaría la contrarreforma depredadora heredada del salinismo, que encuentra su sentido en el hecho de que, sobre suelo y en el subsuelo del territorio nacional se encuentra el potencial energético, y su régimen de tenencia está en la mira al menos desde fines del siglo pasado, en que se lanzó el proyecto privatizador contenido en el estudio El sur también existe, patrocinado por el Banco Interamericano de Desarrollo y la Secretaría de Hacienda zedillista.

Nueva sociedad para un nuevo hombre

En el sector Salud, incluyendo el régimen de Seguridad Social, endosado en sus líneas financieras estratégicas a administradoras privadas,  contra toda iniciativa de reforma al Sistema propuesta y defendida por especialistas independientes, de autoridad académica algunos, voceros de la Secretaría de Salud calderoniana, todavía una semana antes del cambio de gobierno, antepusieron una tardía reforma gerencial al improvisado e insuficiente Seguro Popular.

La pacificación de México, que ha de pasar por las zonas críticas arriba descritas,  toca al gabinete de Seguridad Nacional y, básicamente, a sus erosionados y atrofiados aparatos de Defensa Nacional y Marina Armada, menguados en su autoridad, prestigio y confianza en aras de la glorificación de una corrupta Secretaría de Seguridad Pública.

Del hombre nuevo en una nueva sociedad hablaban los viejos utopistas. De este tamaño es el reto del que fue partido casi único y que, ahora que retorna al poder presidencial, ya no lo es. (Abraham García Ibarra)



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