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Ediciòn 282

¿HAY VIDA DESPUÉS DE LAS ENCUESTAS?
ABRAHAM GARCÍA IBARRA


Gordillo: Entre el ocaso y la resurrección

 

AUNQUE NUESTRO OXIDADO pero previsor sistema político nos pinta un transparente horizonte electoral, en cuyo cenit esplende de una vez y para siempre la estrella del verdadero Mesías tricolor, todavía no se ha hecho la lectura a fondo de las profecías mayas como para afirmar definitivamente: Padre de la Patria habemus.


Elba1
Qué tiempos aquellos


En el caos cósmico que han provocado los 16 infalibles dioses legitimadores del dedo cibernético, que sustituye al antiguo incuestionable dígitus presidencial, todavía gravitan algunos meteoritos como aquellos a los que se atribuye la extinción de los dinosaurios. Por supuesto, esas piedra siderales errantes apenas se someten a las leyes de la física; mucho menos a las normas jurídicas. ¿Para qué hablar de las éticas?

Aterrizando, pues: Aunque el heterogéneo pero cerrado bloque que cataliza en un pacto no escrito las diversas poderosas parcialidades para las que no valen constituciones ni códigos impresos, opera como círculo rojo una serie de movimientos que desafía los dictámenes de facto de empedernidos mandones -corporativos electrónicos y sus satélites las encuestadoras-, que pretenden exhibir como inútil e innecesario el descomunal gasto público destinado a simular el mandato popular para la formación de los poderes constitucionales.

El primer reto histórico atendido por ese círculo rojo, aun con instrumentos precarios pero con acerada voluntad contestataria,  fue desmontar la tentativa de implantar un sistema bipartidista, copia de los modelos estadunidense y británico. Que el engendro bicéfalo haya terminado fundido en una simbiosis anti natura de un solo cuerpo, no resta mérito al resultado de la perseverante lucha contra la dictadura perfecta: No existe más el monolitismo tricolor; se cebó la intención de limitar a dos el número de beligerantes y por las estrechas rendijas que dejó el régimen electoral se introdujeron nuevos actores, algunos cooptados de inmediato, otros en continuada resistencia, a pesar de asustadas penalizaciones, que no escatimaron la acción directa de la eliminación.

Cuando, a golpes de terquedad, logró abrirse el abanico partidista, el sistema siempre tuvo bajo la manga la carta que puso marca a la casa desde 1929: El fraude electoral, hasta consagrarlo como fraude patriótico. El disparejo piso de la lucha de los contrarios, sin embargo, avanzó en su resane, si bien 16 albañiles disfrazados de ciudadanos o arropados en magistrada toga se encargaron de suplir a los diseñadores de carruseles, ratones locos y operaciones tamal que, a pulso, se habían ganado el título de mapaches. Éstos, eventualmente, eran sancionables: Los suplentes son inatacables y definitivos. Y a esto le llaman democracia: 16 sujetos, pues, sobre la voluntad (2006) de 40 millones 657 mil 57 votantes “válidos”, después de haber rasurado a 900 mil 373 anulados, suma en la que cabe más de tres veces la diferencia que se le adjudicó al presidente designado.

Ahora, las mismas estructuras fácticas e institucionales, repiten la película de las semanas previas al 2 de julio de 2006: Con cuatro personajes en pugna, las tendencias en la intención del voto son irreversibles, nos dicen, aunque los chocantes escrutadores y los calificadores finales nos ofrezcan el espectáculo bochornoso de litigar entre si la propuesta de conteos rápidos suscrita por el IFE, que no aclara satisfactoriamente si dicho conteo lo hará por sus propios medios, que los tiene, o será objeto de nuevo oneroso contrato: ¿Para quién, que sea confiable, no para el contratante, sino para la sociedad?

Por ese carril transita el oficialismo electoral, en una ruta deliberadamente sórdida. Falta saber qué peso adquirirán las instancias oficiosas que no aceptan ceñirse el corsé tejido por los consejeros electorales: Las organizaciones de activistas de promoción del voto, paralelas a los partidos registrados; los observatorios que se autodenominan independientes y las ingobernables redes sociales. Luego vendrán los observadores internacionales. Etcétera.

El cuadro no está completo si no se incluye a otros protagonistas. Sin ánimo de agotar el reparto, mencionemos dos: Manuel Clouthier Carrillo, primero excluido por el partido que lo hizo diputado federal, y luego por los del fallo inatacable. Y “la maestra” Elba Esther Gordillo Morales, quien, activa en el conflicto gremial, sin embargo, hasta ahora, ha optado por un  bajo perfil en el escenario electoral.

Clouthier Carrillo -hijo del misteriosamente muerto Maquío, candidato presidencial del PAN en 1988-, al ser desplazado como aspirante por los órganos de competencia, amagó con su participación en la campaña. Maquío padre manejaba una figura bastante plástica para describir al adversario: ¿Cuándo has visto que la puerca suelte la mazorca que trae en el hocico?

El robusto empresario sinaloense inauguró, aún antes de ser candidato presidencial, la estrategia de resistencia civil. No quedan claras las luces sobre las tácticas de lucha de su hijo. Éste ha sido invitado por otros “candidatos independientes” a los que el IFE negó el registro, a una acción unitaria para romper el cerco de la exclusión. En cuanto a Clouthier Carrillo, podemos dejarla de ese tamaño.

Elba Esther se cocina aparte. Aunque su astuto e impúdico pragmatismo oportunista parece hacerla suficientemente predecible en sus saltos de la “institucionalidad” convenenciera a la disidencia chantajista, no da señales de cómo actuará en las semanas que restan a la fecha fatal. Expulsada del PRI por facturas por pagar desde la campaña presidencial de 2000, abultadas en la de 2006, que le ganaron la calificación de traidora por sus correligionarios, tuvo no obstante fichas suficientes para maniobrar en el asalto a la dirigencia nacional tricolor, venciendo toda resistencia para colocar en la presidencia a su chalán, el ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, obviamente vía arreglo con quien, al menos desde 2009, se le reconoce en el interior del partido como indisputable factótum, Enrique Peña Nieto.

Con Moreira a su servicio, Elba Esther pudo concretar el pacto PRI-Partido Nueva Alianza (Panal), del que posee la franquicia, para transitar juntos hacia la sucesión presidencial, después de que en algunos estados electorales “la maestra” había tirado sus dados sin discriminar siglas. Aquí empezó a caerle la azotea encima al coahuilense, fracturándole a la postre el convenio con el Panal, pero fue hasta debatirse en el dominio público el escándalo de la monstruosa deuda del gobierno de aquel estado, cuando definitivamente el presidente del CEN se convirtió en sujeto desechable.

A la propia Elba Esther, su condición de chapulín le hizo perder el favor de Los Pinos, que empezó a secarle sus fuentes de poder político y de financiamiento, surtidas desde la administración calderonista. Le quedó, ya no tan intacta, su tronera personal desde que Carlos Salinas de Gortari se la endosó: El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Hacia éste, la chiapaneca movió su correa de trasmisión, no sin consecuencia: Sus aliados de ayer le montaron una campaña fílmica que la coloca como la peor rémora a la calidad de la educación en México.

 

Manuel Clouthier Carrillo
Manuel Clouthier Carrillo

 

So capa de la revisión anual de las condiciones generales de trabajo SEP-SNTE, Los Pinos ordenó que se le hiciera sentir a Elba Esther el frío del machete, regateándole la satisfacción a sus desenfrenadas exigencias, comenzando por el incremento salarial al magisterio y beneficios adicionales siempre tasados en miles de millones de pesos. En pleno jaloneo, a militantes del SNTE se les allanó la toma de nota para un sindicato disidente, pero a cambio logró un empate cuando a la Federación Democrática de Trabajadores del Estado, desprendimiento de la FSTSE por ella urdido, una resolución judicial le acreditó un asiento en el consejo técnico del Issste, de cuya dirección a trasmano la chiapaneca había sido desplazada.

Cuando parecía arrinconada, en una movida aparentemente fuera de agenda, Elba Esther mostró el músculo hace varias semanas con una plural movilización magisterial en el Distrito Federal y en algunas capitales de los estados, en la que, pareciendo dejar de lado el conflicto por el control del SNTE, contingentes de éste y del antigordillismo histórico encuadrado en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Eduación (CNTE), y otros movimientos, se unificaron contra la evaluación universal de los maestros. Elba Esther politizó el tema y ganó transitoriamente al lograr que ese procedimiento se recorra hasta después de las elecciones de julio.

En espera del Día del Maestro (15 de mayo), de regreso al terreno electoral, Elba Esther apuesta en una nueva jugada: Convoca a los cuatro candidatos presidenciales a un diálogo con el SNTE para debatir no sólo una política educativa, sino todo el plan de gobierno.

El continente de esa agenda, es lo de menos: Lo que fascina es el contenido: De aceptar, ¿bajo qué condiciones lo hará la ex secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota, enemistada durante su gestión con la cacique magisterial? De aceptar, ¿por fin Enrique Peña Nieto aceptará el beso del diablo de quien lo ha venido apapachando desde la pasada elección de gobernador en el Estado de México? De aceptar, ¿el entusiasmado Gabriel Quadri de la Torre escuchará la insinuación de que decline y ceda su capital encuestístico a favor de Peña Nieto? Andrés Manuel López Obrador, ¿aceptará?

No es que Elba Esther vaya a gastar el resto de la pólvora en infiernillos. El asunto es saber si no llega al 1 de julio con la pólvora mojada. (Abraham García Ibarra)  



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