La verdadera agenda de riesgo del 2012 CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
MIENTRAS LOS PARTIDOS y sus candidatos presidenciales se han metido en un juego del gato y el ratón entre ellos para aprovechar sus errores, el país ha entrado ya en la parte decisiva del proceso electoral presidencial y legislativo sin tener tres de las informaciones que definen las expectativas sociales: El diagnóstico del colapso del régimen priista, las propuestas para reconstruir la viabilidad de México como nación y los acuerdos fundamentales para las reformas que saquen al país del hoyo negro en que se encuentra.
LO PATÉTICO DE LOS POLÍTICOS y medios es que se meten en discusiones sobre si se llenó o no el estadio azul para la toma de protesta de Josefina Vázquez Mota o si el escenario de Enrique Peña Nieto fue de set de televisión o si López Obrador acarrea o no seguidores, cuando el país se localiza en la peligrosa orilla del abismo de la falta de expectativas. Pero a ello contribuyen los candidatos y sus partidos con la ausencia de discursos realistas.
La agenda de riesgos de México es bastante delicada. Se apuntan los cinco principales: 1.- El agotamiento del modelo priísta de nación. Se necesita la reforma del sistema político, el modelo de desarrollo y el pacto constitucional. Con ese modelo priísta, el país sólo puede crecer 3%, cuando sus necesidades exigen 6.5%. El modelo vigente apenas puede responder a las necesidades del 45% de la población toal.
2.- La crisis de seguridad ha revelado no tanto las fallas o aciertos de la estrategia de gobierno, sino la realidad contundente de que la estructura de poder del crimen organizado se metió a las entrañas de la sociedad, el Estado y la vida cotidiana y se apoderó de espacios territoriales de la soberanía del Estado. El problema no es de derechos humanos o de víctimas sino de que los cárteles compraron autoridades, sectores sociales y dirigentes políticos.
3.- La presión de los Estados Unidos quiere regresar a México, como en los tiempos priístas, en el patio trasero de sus intereses geoestratégicos y de seguridad nacional. La visita del vicepresidente Joe Biden sirvió para recordatorio de que los intereses de los EU están primero y para ofrecer el lamentable espectáculo de los tres candidatos presidenciales haciendo cola para prometerle al vecino lo que quería escuchar: la lógica de la subordinación.
4.- La crisis de gobernabilidad es producto del equilibrio político y de las dos derrotas presidenciales priístas porque dinamizó la lista de exigencias de reformas inst itucionales, pero ante la lenta y a veces nula decisión de modernización institucional del PAN en la presidencia de la República. Esta crisis ha llevado a la desarticulación política sin que los partidos sean en canal de la sociedad y a la desinstitucionalización.
5.- La crisis económica internacional exige una mayor participación de México en las reformas financieras, pero ninguna fuerza política tiene claro hacia qué rumbo. La geopolítica financiera de México ha dejado espacios vacíos que son llenados por los grupos financieros dominantes para mantener sus intereses. Al final, México está a la espera de que los EU reactiven su crecimiento, pero con la realidad de que ese jalón apenas dinamizará el crecimiento limitado de la economía mexicano y por tanto dejará la acumulación de nuevos rezagos sociales. Las elecciones suelen ser la oportunidad para que partidos y candidatos ofrezcan definiciones de fondo y propuestas de salida de las crisis, pero la del 2012 parece tener una agenda limitada y mezquina de intereses de grupo.
México-EU 2012, ¿más de lo mismo? CARLOS RAMÌREZ HERNÀNDEZ
SI LOS CAMBIOS EN LA GEOPOLÍTICA han obligado a las naciones a replantear su política exterior, México ha dejado escapar la oportunidad de redefinir su agenda estratégica con los Estados Unidos.
A PESAR DE LA VECINDAD, las dos naciones tienen enfoques diferentes de seguridad nacional: la imperial en Washington y la soberana en México. Pero los políticos mexicanos siguen funcionando la relación con la Casa Blanca como en los tiempos priístas: En la oscuridad. La visita del vicepresidente estadunidense Joe Biden estuvo marcada por su reunión con los cuatro precandidatos presidenciales, cada uno de ellos, sin duda, buscando el plácet político como parte de sus propias campañas. Eso sí, cada uno de los cuatro dio a conocer su propia versión sobre el contenido de sus conversaciones. El mensaje no pudo ser más pesimista: Los Estados Unidos, como en el pasado priísta, siguen siendo el sector (in)visible del sistema político cuya aduana estadunidense hay necesariamente que cruzar legalmente. Y los candidatos mexicanos, sobre todo los tres que tienen posibilidades de ganar, no han entendido que uno de los puntos principales de la soberanía política del Estado radica justamente en la autonomía de gestión frente a la dominación geopolítica de Washington.
Los precandidatos presidenciales mexicanos se reunieron con Biden con la clara intención de buscar la aprobación de la Casa Blanca. No es ningún secreto suponer que Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador trataron de convencer a Biden de que son, cada uno, candidatos confiables para los EU, es decir, que no se colocan en ningu no de los rangos radicales que generarían alguna objeción pública o privada del imperio. Sin embargo, la relación de México con los Estados Unidos es el punto que redefine los puntos clave de la seguridad estratégica mexicana: La soberanía, la seguridad nacional y, de manera sobresaliente, los intereses geopolíticos mexicanos que suelen cruzarse con los intereses imperiales de la gran potencia del norte. El acoso de Washington sobre México ha sido constante y mayor ante los peligros que asechan a la seguridad nacional de los EU: El petróleo, el narcotráfico, los indocumentados mexicanos, el avance de Irán y China en América Latina y el regreso a la bipolaridad del poder con Rusia.
Los EU, en el ciclo Obama que podría interrumpirse en las elecciones de noviembre, están en un proceso de redefinición estratégica. La crisis económica, el fortalecimiento de China y Rusia y el desafío de Irán y Afganistán han encontrado a un Obama más preocupado por la pobreza interna y por tanto convertido en un populista al estilo latinoamericano que en un estratega de seguridad nacional ante el reacomodo del mundo como en los setentas con el acercamiento de Washingtona China.
De ahí la importancia clave para México que representa la relación especial con los Estados Unidos pero ya no como en el pasado priísta, de sometimiento y elusión, sino de definiciones estratégicas. Por eso fue una mala noticia ver a los tres precandidatos presidenciales haciendo cola para estrechar la mano del poderoso vecino y poner su mejor cara para obtener el beneplácito de la Casa Blanca. La alternancia partidista en la presidencia de México fue la oportunidad para replantear la relación bilateral con los EU pero los dos gobiernos panistas prefirieron la distancia, aunque ante la imposibilidad de lograrlo por la vecindad fronteriza. Y ahora los tres precandidatos principales se sometieron a las reglas de la diplomacia dominante de Washington.
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