Edición 267 |
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Inició el carrusel preelectoral mexicano
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Como cada agonÃa sexenal, los partidos polÃticos y los aspirantes a altos cargos, especialmente la primera magistratura nacional, han comenzado las hostilidades verborréicas y mediáticas, llevando al pueblo de México sus mensajes cargados de propuestas, proyectos, crÃticas y posiciones, a cuales más de diversas y encontradas, pues sólo confluyen o coinciden en un solo objetivo: ganar votos, el apoyo de sus poderosos grupos managers y dar una imagen de “ser el bueno o la buena para la grandeâ€.
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Este rito polÃtico, de tan repetitivo, parece el guión de una obra de teatro en el cual, como siempre también, no ganará el que traga más saliva, sino el que traiga los mejores padrinazgos (léase el gobierno de los E.U., los empresarios, industriales y la cúpula de alguna confesión religiosa de mayorÃas); los desastres de las cinco o seis últimas administraciones han dejado muy amargas experiencias a una sociedad poco politizada, la cual no parece entender que quienes alcanzan el poder gubernamental, en sus tres niveles, finalmente sólo atienden a sus intereses y el de los grupos que les respaldan o manejan, lo que se puede traducir, en lenguaje llano y popular, en que sólo llenan sus bolsillos y buscan amarrar más conexiones dentro del poder para continuar ejerciendo con su pragmatismo insultante su adhesión a la enorme ubre del estado.
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Hoy, la carrera por la silla que tan mal ha ocupado el presidente Calderón, pues le ha quedado demasiado grande, ha iniciado con los clásicos piquetes de ojos, patadas en las espinillas, denuestos, descalificaciones, bravatas y una feria interminable de discursos demagógicos mediante los cuales, cada aspirante, de cada partido, asegura tener la fórmula para componer a la nación, corregir el rumbo y traer paz, progreso y justicia, entre otras promesas, para un pueblo hincado, harto y a punto del estallido social. Lo que no quieren o no pueden, es entender que con esos discursos cagados de melifluas fórmulas retóricas, lo único que dejan en claro es que el gobernante en agonÃa (en este caso el abogado michoacano del “haiga como haiga sidoâ€) no supo hacer nada y deja al paÃs en una situación de emergencia, de desigualdad, violencia desencadenada, injusticia rampante, corrupción agravada y pobreza en avance incontenible.
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Asà es, la carrera por la primera magistratura de la nación ha iniciado, y la oferta polÃtica es, por decirlo de una manera benigna, muy pobre, muy desgastada, muy repetitiva porque de una manera u otra, si continúa la derecha o retorna el priÃsmo, poco o nada van a cambiar las cosas en una nación que urge de respuestas contundentes y resultados efectivos, no de sustituciones de funcionarios y cambios de poder. México necesita justicia, fuentes de trabajo, equidad social, mejora distributiva, seguridad real y una serie de factores que están lejos de las verdaderas miras y proyectos de los polÃticos, sus partidos y sus socios o aliados. Si no esto no tiene nada de verdad y fundamento, el tiempo, como siempre, nos lo demostrará.
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