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Edición 298

Fuera de la botella

LUIS ESCOBAR L. DELLAMARY

 

¿QUÉ ES UNA PALABRA? ¿Qué son varias palabras cuando se articulan juntas? La respuesta es simplemente otra pregunta ¿qué palabras, dónde, proferidas desde qué visión de la realidad compartida?

Cano2

JORGE GUILLERMO CANO, usa las palabras para las intenciones más diversas, observa la política, sugiere rumbos, advierte arenas movedizas; habla de sí, construye espacios reflexivos. Es periodista y académico, la confluencia de estas dos carreras, forjan letras sopesadas pero críticas, ligeras y atrevidas.

En una búsqueda por definir qué es una palabra en la presente obra, encuentro en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, que una acepción del vocablo ‘palabra’ es el “empeño que hace alguien de su fe y probidad en testimonio de lo que afirmaâ€. Y en efecto, en la lectura de este libro, uno sabe desde el inicio que él empeña su palabra.

El Mensaje, su más reciente libro, es una vereda que vuelve hacia sí misma. Una canción con una sola nota, un solo verso; donde la profundidad de sus imágenes sucede en la experiencia revivida. Donde la persona, el yo en esa cadencia que inventa espacio y tiempo, se ve y no hace más, aunque nos dice todo.

La desnudez de su narrativa psicológica, es más que una metáfora, en realidad se trata de una voz que no puede ocultar nada. Un habla tan consciente de sí misma que vuelve la privacidad de las palabras, un acto público donde todos somos protagónicos, donde cada uno de nosotros -lectores- estamos de pie en el estrado del tiempo.

Leer estos relatos ha sido una experiencia de la experiencia, sentirse invitado sin reservas, a ser un personaje que los pudo haber escrito. Compartir, en este sentido, el mismo drama, no es una tragedia en común. Se trata en cambio del ritmo palpitante de la vida, el silencio precavido que se vuelve la más clara forma de comunicación.

Sus temas; el espejo, los deseos y el conflicto que da significado, se vuelven súbitamente uno sólo. No el transcurso del tiempo que es la más obvia de todas las mentiras, sino la mortalidad que se deja ver en cada vuelta.

Jorge Guillermo Cano

Las letras de Cano son diestras, caben en la palma de la mano. Construyen un lector que se relaja -confianzudo- porque se trata de vocablos que nunca nos traicionan.

Cuando toca la frontera, geopolítica y dimensión alternativa, abre el diálogo que se oye hoy más que nunca. Identidad, aceptación y rechazo, delinean al mundo que nos rodea. Las personas son intercambiables, sus asuntos internos son internacionales.

Carlos Fuentes escribió en la Frontera de Cristal, en otra intervención de esta misma alegoría: “Entonces veo lo que debo ver. Veo una raya a mis pies. Una raya luminosa, pintada con un color fosforescente. Una línea. Una división. Una raya pintada. Brilla en la noche. Es lo único que brilla. ¿Qué es? ¿Qué separa? ¿Qué divide?â€

Una mirada desde adentro que es origen del mundo que mira desde afuera. La frontera es finalmente, responde Cano: ser otro, beber hasta la sobriedad cuando la consciencia “se convierte en un argumento de la muerteâ€. Volcar la identidad hacia lo que aparenta negar lo que somos, es el pivote de un real descubrimiento; la vida es ambas cosas, no porque esté fortuitamente conformada de actos a la luz y actos a la sombra, sino porque existe -existimos- en virtud de esta tensión entre lo sagrado y lo profano.

Y a pesar de que los límites están desdibujados, el autor tiene presente su calidad humana, sabe que en ningún extremo es posible respirar, conversa con un Rilke que le dice que “la belleza es el principio de lo terrible que aun justamente soportamos, y nos admira porque precisamente desdeña destruirnosâ€.

Por eso el mensaje que articula es íntegramente social. Por empatía, porque baja la cortina de humo que anteponemos todos, a nuestros momentos más indispensables; y a diferencia de la mayoría, él se atreve. A decir, a maldecir, a poner en palabras el nudo gordiano de cuando no se sabe que decir.

La relación con lo otro, así, no es pura premisa antropológica, es experiencia, es memoria; reconocimiento de una pertenencia, la de esta realidad con la que juega.

Lo permisivo y al mismo tiempo transgresor, es la dialéctica que equilibra nuestra cotidianeidad. Esta danza existencial, se percibe en la lectura de los relatos y aforismos que integran el libro. Hábilmente -pero también porque lo biográfico manda- en sus páginas encontramos personajes que son uno, el hombre que habita en el mundo oscilante del alcohol, de las contradicciones, de la vida.

Viñetas abiertas de par en par como “Las barbas de tu vecino†y “Los grandes avancesâ€, son relatos contiguos que mejor dicho convergen, en el punto donde los significados hacen una pausa; lo único que importa es el tiempo, el que todavía se tiene.

Por su parte “Nada más un brinco†y “Tomando aguaâ€, son relatos de batalla; la del azar que es la cadencia del libre albedrío. Ambientados –como el libro en su conjunto- en una cotidianeidad de la que nadie escapa, muestran dos de tantas formas en las que cada uno de nosotros,  somos simplemente el resto de la historia.

Cano desviste lo que el romanticismo lleva siglos ajuareando. En su búsqueda retoma encrucijadas. En “Porqué escribir†reflexión que abre camino y más adelante en “La estrategiaâ€, ofrece una respuesta personal al enigma que presentan las palabras.

¿Por qué escribir, poblando un terreno efímero, recurrentemente lleva al escritor de los pasajes bucólicos de Proust o de los laberintos voluntarios de Elizondo, a la propia mano que agita la pluma o el teclado?

¿Por qué volver hacía sí mismas las palabras?

Para Cano la respuesta a esta pregunta, hace la única parada del itinerario de Pessoa pues “el único misterio, es no haber misterio algunoâ€. Las palabras son el medio, la escritura es el espejo que sostiene las miradas. El lector se vuelve la voz que deletrea, y luego el ciego que camina, hacia un lugar donde hacen ruido los pasos de otra vida.

La fuerza de la imagen de El Mensaje es deudora de una efectiva honestidad, que no puede ser forjada más que al calor del tránsito, sin meter las manos, y sin cerrar los ojos.

¿Pero cuál es el mensaje? En el relato que da nombre a esta obra, quedan confrontados el fin y los principios. Nos habla de la muerte, del accidente que retoma el rumbo, de la memoria que colecciona golpes, de la costumbre que nos llena de sentido.

Cano, sin embargo, deja claro que hay un fiel en la balanza, que el mensaje -susurrado, enmohecido, desesperado o simple- es que seguimos vivos.

 

(Cano, J. G., El Mensaje, relatos y aforismos,
Servicios Editoriales Once Ríos, México, 2012, 128 pp.)



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