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Edición 399
Escrito por Michel Chossudovsky   
Jueves, 28 de Noviembre de 2019 17:16

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Durmiendo con el Tercer Reich: La “alianza” inconfesable entre Estados Unidos y la Alemania nazi contra la URSS

Michel Chossudovsky

La Alemania nazi dependía de los envíos de petróleo de la Standard Oil

Prescott Bush era socio de Brown Brothers Harriman & Co., y director de la Union Banking Corporation, muy ligada a intereses de corporaciones alemanas, incluida la Thyssen Steel, una importante empresa involucrada en la industria armamentística del Tercer Reich.

“… [Nuevos documentos, desclasificados en 2003], revelan que incluso después de que Estados Unidos entró en la guerra [el 8 de diciembre de 1941], cuando ya se contaba con información relevante sobre los planes y políticas de los nazis, él [Prescott Bush] trabajó y se benefició de compañías que estaban estrechamente relacionadas con negocios alemanes que financiaron el ascenso de Hitler al poder. También se ha revelado que el dinero ganado gracias a estos arreglos contribuyó a generar la fortuna de la familia Bush, y establecer su dinastía política”(The Guardian, 25 de septiembre de 2004).

Sin el apoyo de Estados Unidos a la Alemania nazi, el Tercer Reich no habría podido llevar adelante la guerra contra la Unión Soviética. La producción de petróleo de Alemania era insuficiente para lanzar una gran ofensiva militar.

A lo largo de la guerra, el Tercer Reich se apoyó en los envíos de petróleo crudo que la Standard Oil estadounidense hacía de manera regular, una empresa propiedad de la familia Rockefeller.

A principios de la década de 1940 los principales países productores eran: Estados Unidos (que representaba la mitad de la producción mundial de petróleo), la Unión Soviética, Venezuela, Irán, Indonesia y Rumania.

Sin el suministro constante de petróleo, Alemania no habría podido llevar a cabo la Operación Barbarroja, lanzada el 22 de junio de 1941. La invasión de la Unión Soviética tenía por objetivo alcanzar y tomar el control de los recursos petroleros que la Unión Soviética tenía en el Cáucaso y la región del mar Caspio: el petróleo de Bakú.

La pregunta inconfesable es: ¿De dónde obtuvo petróleo Alemania?

Antes de diciembre de 1941, el petróleo de Texas se enviaba a la Alemania nazi de forma regular.

Si bien Alemania pudo transformar el carbón en combustible, la producción sintética resultaba insuficiente. Además, los recursos petroleros de Ploesti en Rumania (bajo control nazi hasta 1944) eran de un nivel mínimo. La Alemania nazi dependía en gran medida de los envíos de petróleo de la Standard Oil de Estados Unidos.

El ataque a Pearl Harbor (el 7 de diciembre de 1941) ocurrió apenas seis meses después del lanzamiento de la Operación Barbarroja (julio de 1941). Estados Unidos entra entonces en la Segunda Guerra Mundial, declarando la guerra a Japón y los países del Eje.

La Ley de Comercio con el Enemigo (1917) implementada oficialmente después del ingreso de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial no impidió que la Standard Oil de New Jersey vendiera petróleo a la Alemania nazi. Esto, a pesar de que la Standard Oil fue investigada por el Senado en 1942.

Si bien se redujeron los envíos directos de petróleo de Estados Unidos, la Standard Oil vendió petróleo estadounidense a través de terceros países. El petróleo norteamericano se envió a una Francia bajo ocupación a través de Suiza, y desde Francia se envió a Alemania:

“…durante la Segunda Guerra Mundial, la Standard Oil, según los arreglos que Teagle había supervisado, continuó suministrando petróleo a la Alemania nazi. Los envíos pasaban por España, las colonias de la Francia de Vichy en las Indias Orientales y Suiza”.

Cabe señalar que gran parte de la demanda de petróleo de la Alemania nazi se satisfizo con envíos realizados desde Venezuela, que en ese momento era una colonia estadounidense de facto.

El presidente de Venezuela, auspiciado por Estados Unidos (en tiempos de guerra), el general Isaías Medina Angarita (mayo de 1941 – octubre de 1945) estuvo allí para proteger los intereses petroleros estadounidenses, así como el “comercio con el enemigo” desde el inicio de la entrada de Washington en la Segunda Guerra Mundial en diciembre de 1941:

John D. Rockefeller Jr. tenía una participación mayoritaria en la Standard Oil, y el segundo mayor accionista era la compañía química de origen alemán, IG Farben, a través de la cual la empresa vendió a los nazis gasolina y lubricantes por un valor de 20 millones de dólares. La sucursal de esa compañía en Venezuela, por su parte, envió mensualmente 13,000 toneladas de petróleo crudo a Alemania, que la robusta industria química del Tercer Reich convertía inmediatamente en gasolina.

Mientras el gobierno de Medina Angarita, presionado por Washington inmediatamente después de Pearl Harbor (el 7 de diciembre de 1941), permaneció neutral de manera oficial (alineado de facto con Estados Unidos, al tiempo que rompía sus relaciones con la Alemania nazi), los envíos de petróleo de Venezuela a Alemania no se interrumpieron. En un inesperado viraje (bordeando el ridículo), Venezuela terminó declarando la guerra a Alemania en febrero de 1945, cuando la guerra estaba a punto de terminar.

Sin los envíos de petróleo de la Standard Oil y los Rockefeller, la Alemania nazi no habría podido llevar adelante su agenda militar. Sin combustible, el frente occidental del Tercer Reich bajo la Operación Barbarroja probablemente no habría existido, con lo cual, se habrían salvado millones de vidas. El frente occidental, incluida la ocupación militar de Francia, Bélgica y los Países Bajos, también se habría visto afectada.

El gobierno de Franklin D. Roosevelt pudo haber implementado fuertes sanciones contra la Standard Oil, con la firme determinación de imponer un bloqueo en contra de la Alemania nazi.

Pero Estados Unidos no buscaba garantizar la paz: el objetivo de Washington era no solo destruir a la Unión Soviética, sino socavar el papel de Gran Bretaña como potencia imperial.

No nos hagamos ilusiones. Sin los envíos de petróleo de la Standard Oil estadounidense y sus subsidiarias, la construcción imperial de la Alemania nazi no se habría podido llevar a cabo.

Sencillamente porque no puedes librar una guerra sin combustible.

Estados Unidos se la pasó “durmiendo con el enemigo” durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo que Estados Unidos buscaba era la destrucción de la Unión Soviética.

 

Visión de futuro 2019

Recientemente, la Unión Europea ha adoptado una resolución sobre la “Importancia del día de recordar para el futuro de Europa”, que refuerza una declaración anterior (23 de septiembre de 2008),

La resolución sostiene que la Segunda Guerra Mundial:

“Se inició como resultado inmediato del Tratado nazi-soviético sobre la no agresión del 23 de agosto de 1939…y sus protocolos secretos, mediante los cuales dos regímenes totalitarios que compartían el objetivo de conquistar el mundo dividieron a Europa en dos zonas de influencia”

Esta es una afirmación absurda que distorsiona la historia, pues da a entender que la Alemania nazi y la Unión Soviética eran aliados.

Niega el hecho de que la Unión Soviética fue objeto de una agresión nazi que produjo la muerte de más de 25 millones de personas (más un 10% de la población).

La resolución deja a un lado las realidades de la historia. La verdad es que la Unión Soviética desempeñó un papel central en la derrota tanto de la Alemania nazi como de Japón. Además, existe amplia evidencia de que Estados Unidos estaba durmiendo con el enemigo en buena medida porque buscaba destruir a la Unión Soviética y matar a su población.

Los envíos de petróleo de los Estados Unidos a la Alemania nazi (hasta 1944) eran para apoyar la Operación Barbarroja de Hitler, que produjo millones de muertes. En este sentido, Estados Unidos fue cómplice de crímenes de guerra al apoyar las ofensivas militares de la Alemania nazi.

Un panorama más amplio de la cooperación nazi-estadounidense

Vender combustible a la Alemania nazi fue una de las varias estrategias impulsadas por Estados Unidos.

Estados Unidos continuó haciendo negocios con las corporaciones nazis incluso después de Pearl Harbor.

No se hizo intento alguno para que Ford pusiera fin a sus negocios con los alemanes cuando Francia estaba ocupada, tampoco se prohibió al Chase Bank o al Morgan Bank mantener sucursales abiertas en París. Incluso el Reichsbank y el Ministerio de Economía nazi prometieron a hombres de negocios norteamericanos que sus propiedades no se verían afectadas luego de que el Führer saliera victorioso.

Por lo tanto, los jefes de las multinacionales, como hoy los conocemos, tenían seis puntos en cada una de las caras del cubo de dados. Esto es, no importaba quien ganara la guerra, los poderes que realmente estaban a cargo de las naciones no se verían perjudicados.

“Borrar del mapa a la Unión Soviética”

Ya en 1942 (en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial), se había puesto sobre la mesa la opción de lanzar un ataque nuclear contra la Unión Soviética. De acuerdo con un documento confidencial (desclasificado) publicado el 15 de septiembre de 1945 (cinco semanas después de Hiroshima):

El Pentágono había contemplado volar la Unión Soviética. Con un ataque nuclear coordinado y dirigido contra las principales áreas urbanas…El Pentágono calculó que se necesitarían un total de 204 bombas atómicas para “borrar del mapa a la Unión Soviética”. Los blancos del ataque nuclear eran 66 de las principales ciudades.

Una sola de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 provocó la muerte de más de 100,000 personas.

Imaginemos por un momento lo que habría pasado si se hubieran arrojado 204 bombas en las principales zonas urbanas de la Unión Soviética. Semejante proyecto diabólico orquestado mientras Estados Unidos y la Unión Soviética eran aliados conllevaba un genocidio.

 

Michel Chossudovsky: Profesor emérito de Economía de la Universidad de Ottawa, es fundador y director del Centro de Investigación sobre la Globalización (Global Research). Sus escritos se han publicado en más de 20 idiomas, es un activista antiglobalización y antibélico. Ha actuado como profesor visitante en organizaciones académicas en Europa del Este, América Latina y el Sudeste asiático, además de asesor de gobiernos en países en desarrollo y consultor de organizaciones internacionales como el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ha sido galardonado con la Medalla de Oro de la República de Serbia por sus escritos sobre la guerra de agresión de la OTAN contra Yugoslavia (2014).

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