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Edición 380 | ||||
Escrito por Jorge Guillermo Cano | ||||
Martes, 05 de Febrero de 2019 14:57 | ||||
APUNTE ¿Se irá el dinosaurio? Jorge Guillermo Cano CULIACÁN DEL CAOS VIAL, los retenes, baches y topes, Sinaloa. Por muchas razones, 2018 fue un año que tendrá lugar en los pormenores históricos por diversas causas y, la principal, la culminación de un proceso electoral cuyo desenlace estuvo signado, sin sombra de duda, por la indignación ciudadana ante un sistema a todas luces inequitativo, injusto, corrupto y prepotente. RESPONDER al justo y enérgico reclamo de la población, cambiar en serio, dejarse de retórica barata y actuar en efectivo beneficio de las clases históricamente oprimidas, es el reto de los gobiernos emergentes. En el 2018 México se acercó a tocar fondo en la problemática económica y financiera (lo que significaría que lo peor ha pasado y los tiempos venideros, cuando menos, no pueden ser más malos) pero no hay certeza de que así sea y el ambiente de incertidumbre, con los riegos inherentes de reeditar traumáticas experiencias recientes, sigue presente. Y seguirá, si se pretende gobernar preservando las bases del sistema que nos ha hundido como pueblo. Gobernar con “equidad” para pobres y ricos, al mismo tiempo, es una falacia. Porque sigue ahí Sucede que las causas de origen que desencadenaron la crisis permanecen; que las grandes asimetrías sociales están ahí y que las fuentes de la legítima inconformidad: inequidad mayoritaria y privilegios selectivos, continúan inamovibles. En consecuencia, el nuevo año no implica, por sí y de manera obligada, probabilidades reales de cambio, en tanto el modelo neoliberal siga operando a plenitud con todo lo que acarrea y de sobra conocido. Sin embargo, como es natural y entendible, 2019 sí abre expectativas de transformaciones sobre la base de modificar el modelo económico y establecer nuevas relaciones democráticas en el país. Para cambiar en serio La necesidad de los cambios efectivos (sobre las bases del sistema) parece ser una idea que cada vez cobra más adeptos, se avanza en el convencimiento de que de su aceptación o rechazo depende la conservación del pacto social en México. A estas alturas no es dable seguir apostando al proverbial aguante del pueblo mexicano y a su paciencia de siglos. No entenderlo así equivale a negar una realidad que ya se ha expresado en toda su dramática dimensión y, si no se atienden los reclamos históricos, las causas de fondo pueden desencadenar reacciones imprevisibles. ¿Seguirá el capital haciendo su agosto? Un balance somero del 2018, incluso sin consignación estadística, pone en evidencia que la inconformidad social se puede desbordar. Como país, andamos bastante mal en lo económico (pese a todo lo que se pueda decir en contrario desde la oficialidad) y ello impacta las de por sí difíciles condiciones de vida de la mayoría de los mexicanos. Pero la carga de la crisis es diferenciada y para unos pocos grandes potentados sigue siendo un gran negocio. Si el gobierno tiene el firme propósito de salir al paso de las desigualdades, los rezagos y las carencias, entonces no hay duda que tendrá que establecer claras definiciones de política interna y externa, revisando a profundidad la posición del gobierno mexicano frente a la globalización comercial y financiera en un mundo injusto y desigual. El interés general, primero Los compromisos gubernamentales debieran atender la naturaleza específica de los problemas en función del interés social general, pero hasta ahora (fuera de la correspondencia casi mecánica con los requerimientos del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los acreedores de todo el mundo) lo que tenemos es una magnificación del interés privado, en detrimento de la mayoría de la población. Además, está la crisis socio-política; los asesinatos políticos, sin solución a la vista, cuyo seguimiento está plagado de irregularidades, ineptitudes y torpezas. Por otra parte, el mantenimiento de las prácticas tradicionales en las relaciones de poder, aún en la prometida transformación, que ya se está convirtiendo en una constante de la nueva correlación de fuerzas. Con optimismo realista En este concierto de altibajos y promesas, las universidades pueden tener un papel de gran importancia; procesar la crítica social y, al nivel interno, hacer un lugar a la autocrítica y al propio reconocimiento. La simulación y las inercias perniciosas, ya se sabe, están en todas partes. En todo caso, siempre podemos apostar a la capacidad del pueblo mexicano para superar sus traumas históricos, pero, al contrario que desde el “optimismo por decreto”, sobre la base de un realismo obligado como indispensable condición. Lo otro sería un optimismo trasnochado, impropio de los tiempos que vivimos. Así vemos el arranque de este 2019, año crucial para la definición del destino político, económico y cultural del país. Sinaloa en la tanda En lo que toca a Sinaloa, el panorama para el 2019 no es muy distinto al del resto del país. Acaso la nueva composición de las fuerzas políticas en el estado, los riesgos de la intolerancia que conlleva el triunfalismo, establece alguna diferencia más o menos relevante. No hay, sin embargo, determinaciones fatales, de una vez y para siempre y, en todo caso, se puede fincar la esperanza en la recuperación de la actoría social, en la organización libre y a la vez comprometida con los cambios más urgentes; en la participación consciente, a partir de la discusión reflexiva sobre la problemática socio-económica y política. A eso seguimos apostando, conscientes de que la esperanza muere al último, pero también muere y, entonces, a buscar la salida, la que sea. Entre banqueros te veas Existen muchas razones de peso (y de pesos) para que los ahorradores se estén alejando de la banca comercial y prescindan de sus servicios. Una primera evidencia es que los bancos lucran con el dinero ajeno, en proporción desmedida y sin un sentido social del ahorro interno nacional. En consecuencia, ello ha derivado en una clara pérdida de confianza en los bancos, que han venido operando con un estatuto de privilegio que deja a los usuarios en la indefensión (en caso de controversia) y que las condiciones impuestas, todavía, son unilaterales, abusivas y rayan en la usura. La llevada y traída Condusef prácticamente nada resuelve y qué decir de la Profeco, inhabilitada para abordar asuntos (los desmanes bancarios contra los clientes) que en estricto le competen, pues se trata de la prestación de un “servicio” por el que se paga. Se hace necesaria, como hace tiempo lo planteaba “El Barzón”, la integración de un amplio frente de deudores, cuya presencia tenga posibilidades reales de interlocución y actoría social. En estricto: usura y agio En México se da la mayor disparidad entre los intereses que se pagan al ahorrador y los que se cobran por préstamos; las comisiones son excesivas y lo que pasa con las tarjetas de crédito sería inadmisible en cualquier otro país del mundo. La banca juega con dados cargados, a ciencia y paciencia de las autoridades hacendarias. No es gratuito que el capital extranjero que está en el negocio bancario gane más en nuestro país que en sus matrices de Europa, Estados Unidos y Canadá. En el colmo, muchos bancos siguen cobrando al usuario hasta por disponer de su propio dinero a más de que, con frecuencia, no tienen acceso oportuno a sus fondos. Las dudas surgen y ponen en cuestión la rectitud con que se deben manejar los recursos depositados. En tanto, el gobierno, hasta ahora (vamos a ver qué pasa en la “cuarta transformación”) no parece dispuesto a regular los márgenes de ganancia de las corporaciones financieras que, en la práctica, disfrutan de manga ancha en todos los sentidos. De esa manera, la modernidad (así no pase de lo declarativo) instalada en una bancarización que en muchos aspectos es innecesaria, a más de onerosa para el usuario, tiene evidentes beneficiarios (los banqueros, los dueños del dinero y sus socios en la oficialidad) en un esquema de inequidades que no se corrige hasta ahora. Tamborazos
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