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Cuando el tecolote

canta, el indio muere

Michoacán como ominoso referente de la sucesión presidencial

Cuando estamos a menos de siete meses en que en las urnas debe definirse la sucesión presidencial en México, la primera pregunta es sobre si no estamos ya inmersos en el ciclo sicológico que perturba a los poderosos en vías de perder poder, fuero y privilegios consustanciales; entre éstos, la inmunidad. La reacción indicativa de la alienación en el poderoso creyente, es invocar a la divinidad como último refugio a la sensación de impotencia ante riesgos ciertos de ajuste de cuentas político. La conciencia personal es un implacable vigilante del que no se puede huir ileso.

Jefe de Estado laico ensaliva anillo papal

Puesta en curso la sucesión presidencial adelantada, Vicente Fox resintió la renuncia de su secretario particular Alfonso Durazo, redactada con acento sublevado e insolente. A bote pronto, al ex presidente sólo se le ocurrió decir que también Cristo había sido víctima de la traición de uno de los apóstoles. Qué tal. Lejos de apoltronarse en su actitud mesiánica, Fox convirtió a Los Pinos en tronera de beligerante en la campaña presidencial de 2006. Meses después, la sacra rota de Roma le diagnosticó narcisismo, por decirlo suavemente.

 

El pasado 1 de diciembre, en ocasión del final del quinto año de su mandato, el presidente designado Felipe Calderón Hinojosa, quien durante su mandato ha sufrido el síndrome de la soledad, pronunció un mensaje cargado de agradecimientos, entre ellos primero a Dios por haberle permitido “servir a México”. Dios sabe por qué hace las cosas y también Dios sabe por qué nos llama a cada uno a enfrentar determinadas circunstancias, a exigirnos a cada uno que pongamos nuestros talentos. Qué tal: Romance del predestinado, el anterior, y no el canto del cisne. Por optimismo no paramos.

 

Se refería el michoacano al supuesto bíblico de las plagas de Egipto que él, dijo, ha tenido que enfrentar durante su gobierno, en cuyo caso no dejó claro si asume el papel del Faraón o de José, el vidente judío cautivo que anunció calamidades por venir para el pueblo egipcio, apelando a la metáfora de las vacas flacas.

Benedicto XVI anuncia su visita electoral.

Pretendiendo un tono coloquial ante sus escuchas, Calderón Hinojosa se refirió a la crisis económica mundial, a la influenza y la sequía. “Ah, se me olvidaba: nos ha tocado enfrentar el peor flagelo que ha visto México en mucho tiempo, que es la violencia y la ferocidad de los criminales”, recurso exclamatorio infantil éste, cuando es la muletilla recurrente en cuanta aparición pública se le agenda, que no son pocas.

 

Escapismos metafísicos en la hora postrera, queden como constancia del desasosiego personal ante el agotamiento de un sexenio en que las promesas de campaña electoral han caducado con más penas que gloria para la sociedad mexicana.

 

Si episodios como los apuntados pueden pasar sin más al inventario del esoterismo, más graves son otros ominosos signos oratorios que a la mejor son expresión de un subconsciente alterado ante la proximidad  del final de los días de vino y gloria, inminencia que podría  tentar a la toma de peligrosos atajos.

 

Buque insignia

desfondado

 

En menos de 48 horas, dos veces Calderón Hinojosa puso su boque insignia desfondado -la guerra contra el crimen organizado- a navegar en el proceloso océano de las elecciones generales del próximo 2012. Los observadores y analistas de este proceso han empezado a preguntarse si no se está ya en busca de coartadas para el descarrilamiento de los mandatos constitucionales que rigen ese imperativo cambio de guardia.

José María Aznar.

El pasado 4 de diciembre, en el marco de su balance quinquenal, el presidente designado denunció, sin más elementos de convicción, la “palmaria y evidente” intervención del crimen organizado en los procesos electorales. Como si estos procesos fueran función del Ejecutivo y no de los órganos de competencia autónomos, el mandatario estableció como una suerte de condicionante que para ganar su guerra “es necesario que todas las fuerzas políticas expresen con claridad, sin dobles discursos, sin regateos, su repudio unánime al crimen organizado y su repudio unánime a la violencia que genera. Aquí no hay espacio para las mezquindades ni para cálculos políticos, porque hablamos de un mal que representa una amenaza clara, cada vez más obvia, a la democracia nacional”.

 

La alegoría escénica no puede pasarse de lado: El discurso calderoniano tuvo su tribuna en el campo militar Marte, al que fue llamada la alta burocracia federal que, por alguna causa dominical no explicada, no ocupó parte de las graderías que se montaron ex profeso.

 

La narcoguerra,

“causa nacional”

 

El categórico emplazamiento a que “todas” las fuerzas políticas se pronuncien “unánimemente” sobre el asunto no paró ahí. El 6 de diciembre, en un acto partidista de homenaje luctuoso al fallecido secretario de Gobernación José Francisco Blake Mora, Calderón Hinojosa fue más explicito:  Exigió a los partidos políticos y particularmente al suyo, convertir su guerra en causa nacional y reprochó a la sociedad no reaccionar ante el reto de la delincuencia organizada.

 

En ese segundo lance, el mandatario ya aludió como prueba “palmaria y evidente” de la intromisión criminal en las elecciones, el caso de Michoacán -en las que participó su hermana Luisa María como candidata a gobernadora- y si dejó entre corchetes a quién beneficia esa intromisión, no tuvo reparo en señalar que a quien perjudica es al Partido Acción Nacional (PAN). Antes, aseguró, el crimen organizado  amenazaba con quitar apoyos; “hoy amenaza a la gente que si vota por el PAN le quita la vida, y eso no se puede tolerar ni puede pasar como un episodio más”. En ese acto, en el que participaron los precandidatos presidenciales panistas Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero Arroyo, Calderón Hinojosa declaró héroe y mártir al alcalde de La Piedad, Ricardo Guzmán, asesinado ante de las elecciones del 13 de noviembre.

 

El fallido ensayo de

un 2012 sin contienda

 

Que Michoacán sea la “patria chica” del presidente designado y Luisa María Calderón Hinojosa la candidata panista derrotada, no son datos menores. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que en Michoacán se pretendió un ensayo atentatorio contra la Constitución con la tentativa de tácitamente cancelar la elección de gobernador vía la iniciativa -al parecer consultada en Los Pinos- de que partidos y aspirantes a la gobernación pactaran “civilizadamente” la presentación de un candidato único -común- con la peregrina excusa evitar conflictos y sustraer el proceso constitucional de la acción del crimen organizado. La temeraria y fallida maniobra PSP -por si pega- tuvo una lectura capciosa por parte de algunos contendientes y analistas: Si se establece el perverso precedente, será factible apelar al método para la sucesión presidencial.

El FMI busca candidato de este tamaño.

No es esa una especulación descabellada. Después de todo, no sólo consejeros del Instituto Federal Electoral (IFE), sino la Secretaría de Gobernación y “líderes de opinión” compañeros de viaje han tomado como sistema la advertencia de que las campañas de 2012 deben ser blindadas contra la intromisión de los cárteles de la droga, al menos en el aspecto del financiamiento, dando por sentado que habría aspirantes dispuestos a ceder a esa tentación, y afirmando, de otro lado, que hay desencanto en la democracia y que el marco legal es insuficiente para contener la compra y coacción del voto. En otra vertiente se mueven aquellos que impulsan la anulación de las boletas electorales el día de los comicios, otra forma de inhibir la participación decisoria en el proceso.

 

Los partidos purgan

su proceso interno

 

Esa perniciosa tendencia se prefigura ya en el interior de los partidos nacionales en los que, so capa de evitar rupturas internas y “llegar fuertes” al momento de la verdad, se pactan alianzas extralógicas y se eliminan aspirantes para favorecer candidaturas “de unidad”, como ha ocurrido ya en el Partido Revolucionario Institucional y el Partido de la Revolución Democrática y coaligados con ambas formaciones, mientras que en el Partido Acción Nacional se ha descartado a cuatro aspirantes y se presiona a los tres sobrevivientes para que al menos uno decline y sólo dos lleguen a la final. Es el caso que, en ese procedimiento eliminatorio dictado por la arbitrariedad estatutaria, para nada se hace referencia expresa a la intervención del narco.

 

Desde los tiempos del “partido casi único”, la sucesión presidencial mexicana no ha estado exenta de la intromisión extranjera, pero ésta se ha vuelto obviedad desde 1988. Entonces se supo que, a raíz de la caída del sistema (de cómputo de la votación), la empresa trasnacional responsable, bajo el supuesto de defender la calidad de su tecnología, dispuso de los discos de la información electoral del 6 de julio y los depositó en resguardo de una fundación californiana para “lo que pudiera ofrecerse” cuando se viera la orientación del nuevo gobierno. A decir verdad -en el entonces de la era reaganiana-, tanques pensantes cercanos a la Casa Blanca aconsejaban impulsar política y financieramente una opción “democrática” contraria al priato.

 

Factor Vaticano, PP,

FMI y otros acosos

Ahora, como desde finales de los noventa del siglo pasado, el factor vaticano se hace presente con vistas a la sucesión de 2012. Con fanfarrias se anuncia ya la visita a México el año próximo del papa Benedicto XVI, como en los momentos preelectorales lo hizo puntualmente Juan Pablo II. En 2006, apareció ostensible la intromisión directa del franquista Partido Popular (PP) español en favor del candidato presidencial del PAN, según vimos como facilitador electoral a José María Aznar. Si la injerencia del PP se produjo estando éste fuera del poder, nada indica que no esté dispuesto a repetirla con el poder recuperado recientemente. La coincidencia de la presencia de la panista Josefina Vázquez Mota en Madrid en la pasada fecha electoral para la foto con Mariano Rajoy no fue casual ni gratuita.

 

Por si fuera poco, la oportunidad se la han pintado calva a la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), la francesa Christine Legarde, quien vino a México única y exclusivamente a bendecir la conducción económica del calderonato, como insinuando que la estafeta debe depositarse en manos de alguien que “sí sepa como hacerlo” en el seguimiento del camino correcto. Como Ernesto Zedillo en su ocasión, su tocayo el panista Ernesto Cordero Arroyo ha reorientado su discurso tratando de convencer de que él sí sabe como hacerlo. No olvidar que el FMI ha estado participando en el modelo golpista adoptado en Europa para instalar en mandos nacionales a probados financistas de derecha. Contra esas acechanzas extranjeras, los consejeros del IFE no previenen medida cautelar alguna; ellos, tan celosos guardianes del proceso sucesorio respecto del narcotráfico.

 

Subrayado especial amerita el espectro de la injerencia estadunidense. En la línea de Calderón Hinojosa o con línea a Calderón Hinojosa, Washington porfía en que el próximo presidente de México -haiga sido como haiga sido- debe asumir como compromiso inquebrantable la continuación de la guerra narca. Sobran los testimonios de prueba desde la administración de Barack Obama y desde El Capitolio.

 

Si hasta el pasado sexenio la misión intervencionista en México estuvo encomendada a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y apéndices concurrentes, en el sexenio calderoniano esa encomienda ha sido asignada a la Agencia Antinarcóticos (DEA) y otras de similar calaña que se mueven en territorio nacional como Pedro por su casa. Activos, armas, compra de informantes, disimulo ante el contrabando y lavado de dólares producto del narco protegido en casa, etcétera, son ya moneda corriente en las operaciones de dicho organismo instalado en nuestro país. ¿Qué le impedirá actuar en el teatro de la sucesión presidencial, si los actores en escena no tienen voluntad real de pintar su raya y, por el contrario, se placean en Washington, Nueva York o California en busca de la sanción imperial a sus aspiraciones?

 

Hace poco más de un cuarto de siglo, desde Chihuahua se postulaba el fraude patriótico como argumento válido para que “el peligro para México”, encarnado por una oposición galopante, no mandara al PRI al basurero de la historia. Hoy parece escribirse la partitura del golpe patriótico para impedir el retorno de los brujos, sin compadecerse de los mexicanos que, al estilo polaco, piensan que estábamos mejor cuando estábamos peor. Vaya opciones para quienes sueñan con un cambio. Con razón se prefiere entretener a las galerías con las sólidas vocaciones literarias de los cultos precandidatos a todo puesto público que aparezca en la agenda.

 

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