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Edición 252

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Repetición más allá de los regüeldos

(Maximatos y maximatadas)

Rebasar el término sexenal en la cúspide ósea de Polakia, ha sido la pretensión de más de un polako sin varsovias, algunos -sin connotación dual- calculan el ardor de los camotes, sacando a la intemperie oscuros polichinelas que proponen cambios de apariencia anodina: algún gobernador interino al que de inmediato pretenden “constitucionalizar” en la extensión del virreinato, permitir una parlamentaria reelección seguidita, na’más pa’medir el agua infernal y rigurosa de la camotera. Y alueguito, si las yemas tentadoras no se tatemaron... acudir al reformatorio y reformar la torcedura del “Sufragio efectivo no reelección”.

 

Don Jelipe más gris que furibundo atardecer de imecas

Don Jelipe sacó a ©orear sus corifeos: que diputados, senadores, asambleístas puedan ser reelegidos, patria, curul y dietas os reclaman, los proponentes canturrean. No se trata de artimañas para que su patrón redoble el cargo y re-doble sin dianas ni tambores ciudadanos. Tiene la paradójica claridad de su grisura, sabe don Jelipe que es más plúmbeo que suspendido borbollón de imecas, no se trata aquí de maximatos o maximatadas; uno que otro adalid de la continuidá, de otras siglas y mismita esencia asimismo, a sí mismo, plantea lo mesmo, repetir camaralmente en ráfagas sucedáneas, pese a la maroma antiquísima y perfecta de caer de una diputación, a una senaduría, de lo local a lo federal, en brincadera que cae bien apoltronada.

 

PARAPINO

El 68 lo contempla

 

La táctica jelipiana estriba en cubrirse lo más posible las espaldas, las que un titipuchal de guaruras amuralla, por las que cobra bonos de seguridad, bonificaciones en boga y en bola que se autoajudican Profetas del Calcio desde el templo de cualquier membrete, el señor Garnier, verbigracia y vebidesgracia, priísta virrey tabasqueño que se agenció un bonote de casi medio millón de pesos que denominó “Bono de fatiga”, fatigadísimo de tanto ver en tele la inundación y la tragedia, la misma que a él bonificó.

Repetir en la gran silla ha sido la intención de más de un arrellanado, repetir sin regüeldos, sin eructos... o, si lo de Sufragio efectivo, no reelección, no logra ser evaporado, inspirarse en don Plutarco, no en sus Vidas paralelas sino en las máximas Calles de don Elías.

 

Aquel primer Madrazo

Antes que don Jelipe, Gustavo Díaz Ordaz tanteó la camoteril hervidera con juglares de alquiler, quienes voceaban la canija necesidá de que diputados y senadores se reeligieran más inmediatos e instantáneos que una tacita de Nescafé. ¡Cuán infernal hervía la camotiza! El Sufragio efectivo, no reelección, en todos los cargos y en todas las cargadas... pesa en los pueblos una historia fresquesita. El primer quemón lo sufrió el macabro don Gustavo ¡del mismo presidente del PRI, Carlos Madrazo Becerra! Presidente contra presidente en duelo ganado por un sonoro y reverendo señor Madrazo.

 

Díaz Ordaz y Madrazo Becerra de antaño se conocían: diputados e integrantes los dos del Partido “Revolucionario” Institucional, ambos parlamentarios en la misma legislatura, a mitad de los 40’s, durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho. Don Carlos presidía la Cámara, la que perdió con todo y fuero en punición a chivos expiatorios, por fraude en documentación de trabajadores inmigrantes hacia Estados Unidos. Don Gustavo votó en contra de don Carlos, sin metáforas le aplicó el superlativo de su mismísimo apellido.

 

¡Nueve meses estuvo Madrazo Becerra en prisión, en Lecumberri!, de donde muchos suponían saldría a la vida política más congelado que un iceberg. Alcanzó, empero, la gubernatura de Tabasco sin aplicarse bonos a lo Garnier y, en el ’65, obtuvo la dirigencia priísta, un añito después de la asunción al ejecutivo federal del macabro don Gustavo.

 

El señor Díaz Ordaz y el señor Madrazo de nuevo atados en los paradójicos mecates de la vida y del azar. Don Gustavo tentaleaba la acuática graduación de los camotes, a través del titular de la cámara diputadil: Alfonso Martínez Domínguez, el que sería nombrado y re-nombrado por su afición a la cetrería, al adiestramiento y manejo de halcones que lo rebautizarían don Halconso. La reelección de legisladores era el buscapiés que sólo halló sus mismos tropezones.

 

El primer Madrazo, ¡el presidente del PRI!, se opuso a la reelegible intentona. Sus argumentos estaban desprovistos de la melódica melcocha: El Sufragio efectivo, no reelección, es mucho más que un slogan al calce de textos burocráticos; la Constitución del ’17, con todo y sus acápites de beneficio popular.... mantiene vertederos, mañosas desviaciones, que tornan nugatorios sus preceptos; el pueblo combate por la profundidad revolucionaria, de la que los sucedáneos gobiernos se apartan hasta ubicarse en la otra orilla. Con palabras distintas pero mismo fondo, se expresó el líder partidario, quien además propuso impuestos progresivos, quitarles exenciones a oligarcas de acá y acullá. Don Gustavo tembló tanto que no pudo aplacar su temblorina ni en el frondoso regazo de su Tigresa. La salida del señor Madrazo del Partido “Revolucionario” Institucional, era más inminente que tapiz de hojarasca al arribo de noviembre.

 

Carlos Alberto Madrazo Becerra renunció al PRI, inundado en caudal de calumnias que a cubetadas de saliva le arrojaban los más que parlamentarios, parlamentados, conducidos por el futuro don Halconso, bajo ordenamiento del siempre macabro don Gustavo.

 

Otra vez muchos creyeron que la vida política del tabasqueño había culminado. Pero no, aquél convocó a la creación de Patria Nueva, partido en embrión que rapidísimo embarnecía, con adherentes de variado signo que con el tiempo algunos portarían un titpuchal de siglas: Jesús Reyes Heroles, Francisco José Paoli, José Agustín y Fernando Ortiz Pinchetti, Luis Porte Petit, Roberto Rodríguez Baños, José Luis Mejías, Eduardo López Bentacourt, César del Ángel, Gilberto Loyo, José Rojo Gómez...

 

Aún no nacía Patria Nueva y ya crecía su probabilísima militancia. Hay un nombre de muy posible integración: Elena Garro, la polígrafa famosa desde entonces, la que denunciaría a Carlos Madrazo de azuzar y dirigir al movimiento estudiantil, en una monumental invención lejos de las letras, escritora de prestigio e importantes nexos, de la que se podría prefigurar que fuese todo, menos ¡informante!  de la Dirección Federal de Seguridad y cuya única elucubración de que se convirtiera en bellísima y lamentable oreja, era el rumor y el rumiar de que se hallaba prendada y prendida a Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la DFS más inquisitorial que Torquemada. Incluso un número de Política, quincenario de Manuel Marcué Pardiñas, publicó que la autora de Recuerdos del porvenir, fue acusada por la hermana de César del Ángel, líder de los 400 Pueblos (y las 400 Camisetas)... perseguido entonces por esa represora agencia policial, a quien la creadora engañó, entregándolo a Gutiérrez Barrios y a sus oficiantes expertos en el alkazeltzer, el pocito y la picana. Y Matarazo no llamó, es otro de los libros de esta artista  en más de un sentido excepcional, escrito en una especie de “desmadracista” catarsis; de Matarazo a Madrazo casi no hay pseudónimo, sólo la mujer, sola la mujer, desde su autoexilio parisino.

 

El señor Madrazo Becerra no fue guía del estudiantado, no es menester hacer de don Carlos Alberto una estampita, lo real consiste en que sí concitó interés su convocatoria y que representantes escolares y magisteriales de escuelas públicas y privadas respondieron a su llamado. Las fracturas en el poder, cuando son auténticas y motivadas no en  lo personal ni en la grilla... suelen atraer, imantan, y en ocasiones impulsan transformaciones que aterrizan más allá de la epidermis.

 

Madrazo, entre otras críticas, se pronunció contra la “Disolución Social” que a destajo y a tajos de carne abierta imponía el gobierno de Díaz Ordaz. Patria Nueva aumentaba expectativas al igual que la temblorina aquélla del macabro don Gustavo... hasta 1969, en que se desplomó una nave de Mexicana de Aviación, con varias personas, entre éstas don Carlos Alberto, su esposa Graciela Pintado y Rafael “Pelón” Osuna, tenista que compitió en la única final de Copa Davis de un equipo mexicano. Como haría Luis Téllez y el avionazo en Reforma, voceros hablablablarían de “accidente” cuyos escuchas sólo creyeron en la veracidad de las comillas. Lea, susurraron muchos, LEA con cuidado y hallará al autor intelectual aposentado en Bucareli.

 

 

2PAERAPINO

En pos de una Máxima Guayabera

En las teorías de por qué el índice sucesor recayó en Luis Echeverría Álvarez, está su papel de secretario de Gobernación en lo referente al 68 y al “accidente” aquél que se desplomó con todo y Patria Nueva, rol y directísima complicidad que en la versión y perversión del macabro don Gustavo le cubriría las espaldas como guarurasombra que  repele todos los reclamos.

 

Es sabido y consabido que el don Luis de escritorio, el pre-presidente, fue muy distinto en verbo y colorido al que llegó al pináculo. En lo que su regente don Halconso le preparaba su Jueves de Corpus y sus verdes masacraban comunidades en Guerrero y otras latitudes... el señor Echeverría le tupió con fervor a la demagogia, en sus labios reverdeció la Revolución Mexicana, hizo a GDO único y omnisciente responsable de la matanza, se puso a sudar victorioso una guayabera, salpicándola “¡Arriba y adelante!”.

 

Uno que otro de sus súbditos le insinuaron incidiera en reformar la Constitución, para reelegirse. La revista Sucesos, de Gustavo Alatriste, desde la portada a todo color y a todo ruego... suplicaba  la echeverriana reelección. Don Luis los desoyó con altivez. El agua camotense aquélla se hallaba en plena en ebullición, lo procedente consistía en alargar el poder por vía del neomaximato, por vía de una Máxima Guayabera, ¡por vía de Dios! La ONU era lo conducente... y hacia su Secretaría General -como si fuera Santaclós-redactó su Cartita de Derechos y Deberes. No fructificó. Sólo quedaba perdurar por interpósito delfín que luego-luego malagradecido le mostró colmillotes de perro en su colina. Carlos Salinas de Gortari se miraría en el luisiano reflejo: había que intentar la reelección por medio de una vocinglería de botargas, si eso no funcionaba: neomaximatarse, pero a la segurita, con las azufrinas bendiciones del imperialismo, si tampoco así se conseguía... pues el delfinesco recurso, pero eso sí, previamente desdentado, más chimuelo que un manojo de zacate.

 

¿Eres tú, Carlos?

 

Hay clarividentes que en videncia extemporánea, vieron cómo el señor Colosio, en Lomas Taurinas, al sentir el cilindro de un revólver próximo a su sien, preguntó ¿Eres tú, Carlos?, y es que Salinas de Gortari, desde la niñez más temprana, tenía por índice un gatillo que pólvora maullaba, a los cinco añitos, él, con su hermanito Raulito y un amiguito en fogosos diminutivos fusilaron a su trabajadora doméstica ¡de once años! en la casa del patriarca Raúl Salinas Lozano, quien muy a lo Creel, sospechosivamente, dejó una escopeta al alcance de los tres querubines, más eficientes que un completito pelotón.¡Qué puntería de infantes sin infantería! ¿Quién les enseñó a disparar y soportar la retrocarga, la “patada”, que un arma de tales características causa hasta en hombro y hombre adulto ? ¿Por qué, como la ley establece, no se produjo un seguimiento y atención psiquiátrica al trío de angelitos hasta su mayoría de edad? ¿Acaso porque papaíto era secretario de Estado y presidenciable? ¿A qué se debe que de la víctima no haya quedado ni nombre, apenas una “N” de apócrifo ninguneo? ¿Tuvo la pequeñita como, se ha manejado, un hijo, medio hermano de Carlitos y Raulito, que obtendría una medalla de oro otra y otra de plata en olímpica marchita?

 

Familiarizado con armas, como si fueran índice de su índice y fuego de su fuego, siempre estuvo CSG, ganador por cierto, ya que arribita se trató de medallas, de una de plata en Juegos Panamericanos, en materia ecuestre. Incluso un caballo suyo que se negó a brincar un obstáculo durante una práctica fue matado a balazos por el iracundo Carlitos. Familiarizado siempre estuvo con el armamento y el poder. Por eso, tras la usurpación del ’88, dispuso que botargas se desgañitaran por la reforma al 83 constitucional que prohíbe la reelección presidencial, en una copia con variantes del presidente Alemán quien sacó a la intemperie sus títeres membretados en Asociación Artículo 39, precepto de la Constitución referente a que el pueblo “...tiene el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno” ¿Y qué mejor forma que la reforma paque don Miguelito morara perpetuo en Los Pinos sin embargos, sin peros, sin caseros?

 

Pese a que algún reproductor de boletines se puso en pro de la reelección saliniana, Federico Arreola, por ejemplo, quien ahora está en las filas contrarias al innombrable... don Calos sintió la camotense quemazón. Neomaximato, por intermedio de la Organización Internacional de Comercio, fue la solución que resultó irresoluble: los zapatistas le abollaron su coronita de hojalata, que los gringos le habían regalado para que cubriera su altísima nada serenísima desnudez.

pinopaez76yahoo.com.mx

 


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