Edición 227 |
MEMORIAS PARA EL MUSEO DEL HORROR
“Vivir la vida peligrosamente”
* Mensajes desde el más allá de Mussolini a Felippine
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
(Exclusivo para Voces del Periodista)
“Los muertos están tapados. Sólo se ven sus manos rígidas,
ennegrecidas por el fango de las trincheras.
Los zappatori tienden a los muertos en camillas de ramas y sacos…
Nosotros seguimos charlando. Nos ponemos a silbar y cantar.
En el camino de las mulas hay un rastro de sangre y sesos.
En lo alto (de la loma) hay todavía unos diez cadáveres… uno está decapitado”.
Benito Mussolini
“Nosotros también hemos sido muy favorecidos.
Se necesitaba un hombre como el que
ha puesto en nuestro camino”
Benito Mussolini.
Cardenal Achille Ratti, convertido en Pío XI.
Como Arzobispo de Milán, había permitido
a los fascistasentrar a la catedral con su atuendo guerrero,
con sus banderas y estandartes desplegados.
La cabra siempre tira al monte
El fascismo mussoliniano se “institucionalizó” en el Club para
Veinte años después, en nuestro país, el Partido Acción Nacional (PAN) se incubó en los exquisitos salones del Banco de Londres y México. Esta institución se fundó en México, con 500 mil libras esterlinas de capital exhibido, como filial de The London Bank of México and South American LTD, en 1864, durante el fallido imperio de Maximiliano de Habsburgo.
En febrero de 1929, el papa Pío XI y El Duce firmaron el Tratado de Letrán, con el que aparentemente quedó zanjada
En México, en el mismo 1929, el clero belicoso que desencadenó
Don Alejandro no nombra específicamente a esos grupos, pero no desconocía que en ellos militaban miembros de
En Monterrey, en febrero de 1976, abortó
Pero el huevo de la serpiente ya se había roto. En noviembre de 1920, el periódico
Una gran víbora mordiéndose la cola
Expulsado del Partido Socialista Italiano y de la dirección del periódico Avanti!, Mussolini fundó el propio: Il popolo d’Italia (¿financiado por el “oro francés”? que dio aliento a los Fasci di combattimento. Aunque ya era un delirante predicador del individualismo anarquista, sus resabios socialistas lo indujeron a buscar de nuevo el contacto con las masas, solidarizándose con las primeras huelgas obreras de la postguerra y la toma violenta de las fábricas. De una de ellas dijo era “una huelga creadora que no interrumpía la producción”.
Aquella referencia temporal sirve para ilustrar el cambio de piel, que no de entraña, de Mussolini. Apenas tres años después de su oportunista elogio a la huelga obrera, en agosto de 1922, antes de
Vale acentuar un hecho: La prensa que entonces ovacionaba a los escuadrones fascistas era controlada por el trust siderúrgico de L’Ansaldo. Simultáneamente, las bandas negras se ensañaban lanzando bombas incendiarias contra las instalaciones del periódico genovés Il Lavoro, órgano local del Partido Socialista del diputado Giacomo Matteotti, crítico acérrimo de Mussolini. Ya constituido el fascismo en mayoría en el Cámara de Diputados, el 30 de mayo de 1924 Matteotti, imponiéndose sobre la provocación de la chusma, pronunció un quemante discurso en el que denunció que Mussolini había amenazado previamente con que no se sentiría comprometido con el resultado de las elecciones del 6 de abril anterior y, si fuese necesario por la fuerza, permanecería en el poder usurpado (“Haiga sido como haiga sido”). Cuando Mattiotti abandonaba el palacio legislativo, recomendó a un amigo suyo: “Prepárate a escribir mi nota necrológica”.
El 10 de junio no se olvida, el culto, brillante y valeroso diputado Matteotti “desapareció”. A los días, se dio por sentado que cinco matarifes de Mussolini habían dado cuenta de la vida de su insobornable adversario. Jinete en la tormenta, frente a las acusaciones que se hicieron a sus compinches por ese crimen, Mussolini respondió con esta desquiciada oración para los bronces: “Si el Fascismo se ha convertido en una banda de delincuentes, yo soy el jefe de esa banda. Si toda la violencia que se ha cometido ha sido resultado de un determinado clima histórico, político y moral, mía es la responsabilidad…” ¿Qué dijo Gustavo Díaz Ordaz después de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968?
Hay semejanzas “maravillosas”
Aquel criminal episodio, nos remite no sólo a la memoria de nuestro senador Belisario Domínguez, victimado en octubre 1913 por el usurpador Victoriano Huerta con el beneplácito de los diputados del Partido Católico Nacional y de ministros de
Es -esa- una de las característica más acusadas del Estado totalitario, contumaz pretendiente del pensamiento único. Mussolini, feroz impulsor del corporativismo, se ensañó contra los sindicatos indeseables e incómodos para sus fines, pero apadrinó organizaciones sociales adhesivas a su “estilo personal de gobernar”. Su consigna: Vivir la vida peligrosamente, se cumplió en su propia persona. El 29 de abril de 1945, en el Piazzale Loreto de Milán, el espectáculo no podía ser más grotesco y cruel: Vestido con las botas y los pantalones negros de montar del uniforme fascista, su cadáver se exhibió colgado de los pies al lado del de su amante Clarettta Petacci, y los de otros cuatro acompañantes
Pero el fascismo sin el fascista Mussolini, no sucumbió. Se reprodujo en otras latitudes. Unos cuantos meses después de la macabra estampa arriba expuesta, en México tuvimos el reflejo de su densa sombra tentacular: la primera presidencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ejerciendo una forma de “democracia selectiva” para reconocer a la representación de la clase trabajadora organizada, le “dio bote” a la dirigencia sindical de los ferrocarrileros, inaugurando lo que hoy se conoce como charrismo, que tiene su figura más acabada en la actual burocracia taibolera de
La cuota ruin de la tecnoburocracia
En el arranque de la “postmodernidad” priista -la tecnoburocrática-, Carlos Salinas de Gortari fue aclamado por El quinazo, que a la larga dio certificado de probidad sindical petrolera al inamovible semoviente Carlos Romero Deschamps; “asegundando” con la cabeza del cacique magisterial potosino Carlos Jonguitud Barrios, entregada en bandeja de plata -dicho con mayor propiedad, de oro, mucho oro- a una nueva Salomé: la muy presentable “maestra” doña Elba Esther Gordillo Morales. Ernesto Zedillo Ponce de León hizo manifiesta su predilección por El macaco ferrocarrilero Víctor Flores Morales, manso mozo de estribos que le aceitó los rieles para la privatización de los “caballos de acero” nacionales, sólo para trasegarlos al amo extranjero, que compensó al ex presidente su obsequiosidad canalla con su mesada en dólares envenenados.
El PAN, ansioso de apropiarse del monopolio de la oposición, condenó no pocas de aquellas acciones represivas del fascismo priista -así lo adjetivó: de “fascista”-, pero al leopardo le es difícil borrar sus manchas. De origen, el PAN se puso a la defensiva contra las imputaciones de placenta mussoliniana, hitleriana y hasta hiroitiana, las parientes, pues, del Eje, que le asestaban sus detractores. Más difícil -contra documentos no hay defensa, si no es la de la hipocresía tartufiana-, le resulta al PAN salir ileso de otras confirmaciones: Con independencia de los postulantes de La nueva edad media americana, hay textos de sus militantes que expresan su rendida admiración por el falangismo franquista (recalentado por el peninsular promotor electoral de Calderón, José María Aznar y López-, y hasta prosélitos del portugués Antonio de Oliveira Salazar. Quién sabe si en él se inspira el hoy diputado Francisco Xavier Salazar Sáenz, ex secretario de Trabajo de Vicente Fox y procer de Pasta de Conchos, iniciador de la incesante persecución contra los líderes del sindicato minero, fabricante de “dirigentes” esquiroles, comisario custodio del contratismo de protección empresarial, y promotor de la trampa de las outsourcing para liberar a las patronales del cumplimiento de la ley del trabajo.
Más certera puntería tendríamos, si afirmamos que el modelo del panismo patronal es una burda pero lineal imitación de los bestiales bandos que el primate uniformado, Augusto Pinochet (un Mussolini austral sin la fuerza de convocatoria del “hombre que
A propósito del maese Abascal Carranza -un macho ilustrado en las escrituras bíblicas-, su enfermiza obsesión era que la mujer permaneciera cautiva tras las sagradas rejas del hogar, ajena a la polución del mundo exterior, ay, tan inmoral, disolvente y contaminante. María Antonieta Macciocchi nos recuerda (“Las mujeres y el recorrido del fascismo”) que “el desprecio que -en su virilidad/ femenina y su feminidad/ masculina- Il Condottiere, Mussolini, sentía respecto de las mujeres, aparece desde el principio en una (farragosa) declaración muy significativa que hizo a un periodista francés, Maurice de Valèffe, corresponsal del Journal (12 de noviembre de 1922): “Se me atribuye la intención de limitar el sufragio universal. ¡No! Cada ciudadana conservará su derecho de voto al Parlamento de Roma, (pero) le confesaré también que no otorgaré el derecho de voto a las mujeres. Es inútil. En Alemania e Inglaterra las electoras votan como los hombres ( y por los hombres). Entonces ¿para qué? (…) mi opción sobre su participación en asunto de Estado es opuesta a todo feminismo. Naturalmente, la mujer no debe ser una esclava, pero si yo le otorgo el derecho a de voto, la gente se burlará de mí. En nuestro Estado, la mujer no debe contar”.
Siguiendo a la misma autora, en el primer Congreso de los Fasci femeninos de las tres Venecias (1 de junio de 1923), “el discurso de Mussolini -de una trivialidad tan lastimosa como bullanguera en el que el lenguaje se infla y se desinfla como una tripa de buey- es una perfecta ilustración de su concepción de la mujer: para presentarles su propia imagen y la del fascismo, se dirige a ellas como a animales de corral, a pesar de llamarlas ¿Señoras!. “Un análisis de los diferentes niveles de este discurso revela: a) que todas las referencias de Mussolini para explicar la política a las mujeres están sacadas del Bestiario (como si ellas fueran gallinas, monos…); b) toda la violencia física del matón de taberna y de
Ocho décadas después, el también perturbado Vicente Fox hasta se sintió elegante galán, motejando a las mexicanas como “lavadoras de dos patas” y el panista poblano Francisco Fraile “adulándolas” con aquello de que “jala más un par de tetas, que los bueyes la carreta”. Pura masculinidad/ femenina, pues.
“¿Por qué hemos sido vencidos?
Dicho lo cual, volvamos al punto de partida para cerrar este espacio con una carta (“¿Por qué hemos sido vencidos”?) dirigida desde Moscú, en 1923, por luminoso Antonio Gramsci al periódico Voce Della Gioventu de Milán, sin embargo poco conocida hasta 1973, casualmente año del golpe de Estado pinochetezco contra Salvador Allende:
“¿Por qué ha sido vencida la clase obrera? ¿Por qué no estaba unida? ¿Por qué el fascismo consiguió hundir en la derrota, no sólo física sino también ideológicamente, al partido socialista que era el partido tradicional del pueblo trabajador? ¿Por qué el partido comunista no se desarrolló rápidamente en los años 21.22 y no consiguió reagrupar a su alrededor a la mayoría del proletariado y de las masas campesinas? ¿Por qué los partidos proletarios italianos han sido siempre débiles desde un punto de vista revolucionario? ¿Por qué caían en la bancarrota cuando debían pasar de la palabra a la acción?
“No conocían el terreno sobre el que debían actuar y sobre el que habrían debido entablar la batalla. ¡Reflexionad sobre ello!. Después de más de treinta años de existencia, el partido socialista no ha producido ni un solo libro que estudiara la estructura económica y social de Italia. Basta plantearnos esta cuestión para constatar nuestra ignorancia y desorientación. Es preciso hacer una crítica implacable de nuestra debilidad. Es preciso preguntarse primeramente las razones por la que perdimos lo que éramos, el objetivo que nos habíamos marcado… He aquí la principal razón de la derrota del partido revolucionario italiano: No haber tenido ideología, no haber comunicado con las masas, no haber fortalecido la conciencia de los militantes con la ayuda de los principios tanto morales como psicológicos. ¿Cómo podemos extrañarnos entonces de que algunos obreros se convirtieran en fascistas”.
Un llamado de ultratumba a las sedicentes izquierdas mexicanas para esta hora en que
Los intelectuales y el fascismo
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
AVE DE TEMPESTADES, duro y tupido le llovió a Carlos Fuentes cuando se dio la licencia de proclamar proféticamente la opción: “Echeverría o el fascismo”. Algunos de sus bravos linchadores terminaron como boca de ganso lo mismo de Carlos Salinas de Gortari y de Vicente Fox, que ahora de Felipe Calderón. Fatalidad de los intelectuales que no nacen y duermen su infancia sobre paños de seda o lana de merino: un pupilo de su gurú repite de éste la sabia receta de que, en tal caso (y aun sin tal caso), deben acogerse al mecenazgo del Estado; esto es, del gobierno, independientemente de los colores y la calidad de éste. Viene a cuento el tópico, porque aún parece estar a debate la contribución de los intelectuales italianos a la explosión y encumbramiento del fascismo mussoliniano, sin medir las consecuencias. La figura más dramática parecería encarnarla el filósofo liberal Giovanni Gentile, integrado al primer gabinete fascista, acaso porque, como le sucedió a Mussolini un año después en Milán, fue ejecutado por partisanos comunistas en Florencia, un mes después de que, como presidente de
“Mujeres asesinas”
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
DÍAS ANTES DE SU NEBULOSA muerte en noviembre de 2008, el malogrado delfín del calderonismo, Juan Camilo Mouriño Terrazo, en
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