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Los alcanzó el Armageddón
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Edición 215

El mundo que vivimos


LA ABRUMADORA MAYORÍA de los hombres de la tierra han vivido siempre en crisis, pocas veces se enteran si hay rachas positivas, bonanzas en la economía de sus naciones o si el mundo está en su sitio o tiene las patas para arriba. Naturalmente que cuando hay crisis, esos mismos sufridos de siempre sienten que el agua les llega al cuello, pero con toda seguridad son los menos alarmados, porque su estado natural de existencia es la desgracia.


   Ningún poderoso, ningún monopolio, casi ningún gobernante y partido político se ponen a pensar en aquéllos y sus crisis cotidianas, pero cuando ellos mismo provocan una crisis mundial, pareciera que ha llegado al “armageddón”. Se lesiona el mercado y, en consecuencia,  ahora sí, los privilegiados de siempre. La crisis se vuelve histeria, los políticos y los medios de comunicación no parecen tener otro tema. La enajenación crece entre los que tienen el privilegio de acceder a las comunicaciones y hasta se reportan multimillonarios que eligen el suicidio ante la perspectiva de ver disminuida su riqueza.
   La crisis  que recorre el mundo no es nueva,  sobre todo para la mayoría desposeída de la tierra. Sin embrago, la catástrofe no nos llega del cielo, es el resultado de las acciones de los hombres, en particular, de los que ahora quieren dar recetas y  vestir el atuendo de  misioneros de la salvación.
   Hace apenas unas semanas, un grupo de los hombres más ricos del mundo hizo una cumbre de poderosos en Cartagena para hablar de este asunto, cuando en realidad sus riquezas, por lo regular, son el producto del trabajo y la miseria de millones de seres humanos a quienes han espoleado sin misericordia.
   En Estados Unidos, los republicanos que apoyaron a J.W. Bush en una de las administraciones más despiadada e irresponsable que se haya conocido en aquel país, quieren presentarse ahora como veladores de los intereses ciudadanos, cuestionan el plan de recuperación del presidente Obama y hablan del endeudamiento futuro. Son los mismo que aprobaron la guerra en Irak, cuyo costo para su propio país es alarmante, sin contar el costo de vidas que ha tenido su guerra hegemónica, sin inventariar las pérdidas irrecuperable de una cultura milenaria, aplastada por las bombas y los cañones que ellos aplaudieron. ¿Chistes del mundo que vivimos?
   Es una vergüenza que los narcotraficantes se hayan extendido por el planeta como plaga inextinguible, muchas veces con el apoyo de gobernantes y autoridades estatales y ahora no se encuentre otra alternativa que la guerra militar para acallarlos, con pocas posibilidades de éxito y muchos muertos por medio. No debe entenderse que cuestionamos las acciones contra ese mal, pero éste no será el camino para extirparlo, tampoco tiene mucho que ver con la delincuencia común que es flagelo de la ciudadanía. Los asaltos en las calles, las casas, los automóviles, etc. no tienen que ver con el negocio de las drogas; sí con el hambre y la ignorancia. Sin embargo, es justamente lo que más afecta a las personas, ahuyenta a los turistas y lesiona la economía y la cultura de un pueblo que en otros tiempos se identificó como ejemplo de hospitalidad solidaria, si nos referimos a los mexicanos y a otras comunidades de la región. Pareciera, sin embargo, que esa delincuencia doméstica, por llamarle de alguna forma, que anda por las calles y las visten de inseguridad y desasosiego ciudadano, es mal menor o inexistente.
   En Estados Unidos han aparecido recientemente los estafadores más “célebres” de la historia, la administración republicana lo propició, lo toleró y probablemente dentro del propio gobierno hubo quienes recibieron jugosas compensaciones, pero no hay todavía un político en el banquillo de los acusados. La guerra injustificada en Irak, las víctimas inocentes, las torturas  despiadadas a los presos y el desastre económico mundial son para ellos menos “trascendentes” que la aprobación de un ministro en la suprema corte de justicia, digamos a modo de ejemplo. El cerebro gris de la anterior administración fue sin dudas el vicepresidente Cheney, un  cínico personaje ligado a los intereses más negros de aquella sociedad; ahora se dedica a defender con energía la política nefasta que compartió con Bush y atacar la nueva administración. ¿No es una vergüenza? Es todavía más vergonzoso que los gobiernos tengan que acudir al rescate de los bancos voraces y las inescrupulosas empresas  monopolistas. Las sumas que representa ese rescate acabarían de un golpe con  los pobres de la tierra.
   Los millones  de  niños que siguen muriendo en el planeta ni siquiera saben qué significa la palabra crisis, aunque son víctimas de ella, porque nacieron y probablemente mueran en ella. El hambre y las enfermedades extienden sus tentáculos mortales cada día. Los sistemas sociales creados por el hombre, sin excepciones, ni siquiera se han acercado a las soluciones elementales de los pueblos.
   En lugar  de encontrar soluciones, la mayoría de los políticos se dedican a generar insultos y descalificaciones contra sus adversarios y a hacerles concesiones a los monopolios o ideologías, a veces trasnochadas, mientras debilitan el poder y la acción del Estado en detrimento de los desposeídos de la tierra. La clase política pierde cada vez credibilidad, porque ensordece ante los reclamos populares. Para mayor desgracia, cuando aparece un líder genuino hasta sus correligionarios se encargan de aplastarlo. Con la ayuda “desinteresada”, claro está, de los medios, las instituciones oficiales y el poder que se oculta detrás de las bambalinas.
En Centro América, por ejemplo, existe un ejército de jóvenes criminales agrupados en las Maras, desde Honduras a México, con especial arraigo en El Salvador.
   Esta tropa peligrosa crece cada día como consecuencia del olvido, la incultura y la pobreza a que han sido confinados. En el crimen esos miles de jóvenes no sólo encuentran un modo de sobrevivir, también de objetivación personal, porque la ignorancia, casi siempre, es ceguera y convierte a los hombres en presas de la barbarie sin que tengan conciencia clara de que se hunden en ella.
   Una parte insignificante de los recursos que se invierten en guerras, por ejemplo, la de Irak, sería suficiente para que desapareciera ese mal. Los adolescentes que ingresan en las Maras no tienen muchas opciones, la miseria y la falta de educación los arrastran al sitio donde ganan significación personal y dinero, aunque sea el modo más atroz de significarse. El remedio no es su liquidación física, no es la eliminación de tal o cual personaje o banda, el asunto consiste en extirpar el mal del abandono social, la ignorancia y el desempleo. Ésta es una verdad sabida por todo mundo, pero es más cómodo cerrar los ojos. Uno podría preguntarse ¿Por qué la cumbre de los poderosos de Cartagena no se plantea estos asuntos? Algunos de ellos tienen inversiones poderosas en esa región del mundo. ¿Por qué no es tema central en las cumbres de La Américas y de la OEA y la ONU?
En México, donde viven y cosechan fortunas algunos de los hombres más ricos del mundo, hay más de seis millones de analfabetos absolutos y de 30 millones de analfabetos funcionales. Estamos hablando de un país de recursos naturales excepcionales. Los políticos y los partidos todavía tienen el “finísimo humor” de preguntarse porqué  la gente no quiere ir a las urnas. ¿Por qué no creen en ellos, ni en el discurso oficial ni en ningún discurso de perfil político? Todavía son capaces de creer que con la guerra a los capos de la droga dan respuestas a los olvidados de siempre. A esos, desgraciadamente les importa un comino el mundo de los carteles de la droga y sus consecuencias. Los infelices que integran esas grandes legiones de desposeídos, probablemente son potenciales o actuales aliados del comercio de la droga ¿Quién los lleva hasta allí? Que lo respondan los hombres del poder, los monopolios que acopias las riquezas y las instituciones internacionales, supuestamente constituidas para defender la humanidad.
   La Oficina contra Droga y Delito de la ONU desarrolla un programa, más bien una gestión, para apoyar un pacto centroamericano para intercambiar información y otros aspectos que ayuden a combatir al flagelo. Uno podría preguntarse si no sería más efectivo que la ONU invirtiera sus recursos en apoyar a  las miles de familias que están vinculadas al cultivo de la coca, sin otra alternativa económica; esa podría ser una medida efectiva, pero la más importante, aunque lo haga en buena medida, sería dedicar más recursos a la educación, la cultura y la ciencia. Todo esto a través de organismos e instituciones civiles que garanticen la eficiencia y transparencia en el uso de esos recursos. No se trata de taparle “huecos” a los Estados y gobiernos, el asunto es garantizar masivamente la educación de niños y adolescentes y el pan de cada día a las familias hundidas en la pobreza. Lo único que nos sobra en este mundo que vivimos son proyectos y discursos.
   En este “jodido paraíso” que nos ha tocado vivir puede que sobren también las buenas intenciones, pero andan muy lentas y los hambrientos de la Tierra necesitan comer antes de que se detenga frente a sus puertas el carruaje maltrecho de esas intenciones generosas.
   Le ha sido difícil a gobiernos y organismos internacionales entender que el lenguaje de las ametralladoras no resuelve ciertas “patologías sociales”, cuyos únicos remedios son el pan y las letras. Tal vez no les conviene entenderlo. Así es este mundo que vivimos.
   El asunto de las drogas tiene varios planos, su base misma ha estado ligada a los cultivadores, muchas veces campesinos, indígenas olvidados y usados a cambio de migajas. Esos tienen poco que ver con las grandes fortunas que genera el producto. Los capos, vinculados muchas veces con la política, existen, entre otras razones, porque existe el “paraíso del consumo”, Estados Unidos, es un buen ejemplo. La mayoría de los consumidores son también víctimas en buena medida; la responsabilidad se encuentra en quienes han propiciado y permitido ese consumo masificado. Pero así es el mundo que vivimos.
   En otro orden de cosas y para colmo de desgracia, en los tiempos de las comunicaciones globalizadas y de la pluralidad de medios, la verdadera información se encuentra mutilada en muy alto grado. Reina la confusión y en nombre de las libertades pululan las mediocridades informativas. Con frecuencia escuchamos a comunicadores decir que su papel no consiste en buscar la verdad, sino en ofrecer la noticia, tal cual la ofrecen las entidades interesadas. Junto a los mercenarios de la información, que pueden estar también aquí, estos noticiosos no comprometidos son los mejores aliados de quienes cultivan la ignorancia como recurso de dominación. Los promulgadores del gobierno mundial que pretenden esclavizar al individuo cercenando su identidad y convirtiéndolo en reo de bancos, tarjetas, mercados y endeudamientos constantes, tienen en estos personajes de la comunicación sus más leales lacayos.
   Cada vez resulta más fácil inflar o desinflar figuras en beneficio de los monopolios y los centros internacionales de poder. Buena parte de los medios a su servicio cuentan con la suficiente habilidad y adiestramiento adecuado para vender la mediocridad como sabiduría o como paliativo cuando convine. Con relativa facilidad estos medios convierten a un delincuente en héroe o a un héroe en delincuente.     
   Éste es el mundo que vivimos.  Junto a los problemas que representa el disloque de la naturaleza, profundamente agredida por nosotros mismos, pareciera que no es posible un mundo peor, sin embargo, puede  ocurrir, aunque quiero pensar que estamos tocando fondo y esta crisis servirá para que la humanidad empiece a moverse hacia un cambio favorable. Parece inevitable encontrar un punto más amable para la vida de millones de personas que han llegado a la desesperación en todo el planeta; 100 millones de hambrientos, 50 millones de desempleados y entre 50 y 80 que este años estarán en la extrema pobreza. Las paradojas  y el desastre actuales pueden ser, precisamente, el anuncio del cambio ineludible, porque las crisis extremas son siempre el caldo de cultivo para los movimientos sociales.
   Como parte de esa paradoja, el parlamento europeo da un giro hacia la derecha, gracias a la abstención masiva, pero América Latina se mueve  hacia la izquierda;  lo más asombroso, tal vez esperanzador, es la figura que encabeza el gobierno de Estados Unidos. Un carisma arrollador y un discurso de alto nivel humanístico caracterizan a Barak Obama. Es difícil escucharlo y pensar que se trata del presidente del país que ha protagonizado algunas de las prácticas políticas más detestables de los tiempos modernos. Soy de los que creo que ese liderazgo puede significar el inicio, lento, pero comienzo finalmente, de una nueva era y un restablecimiento humano de este mundo que vivimos, que pudiera ser una reformulación más humana del capitalismo. El “gobierno” del mercado y los centros financieros han sido los artífices de la catástrofe. Obama quiere ponerle freno a un mal difícilmente controlable. Hay que preguntarse: ¿Lo dejarán concretar sus proyectos de cambio? ¿Qué tramará en este momento el poder en la sombra?  
               


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