Edición 396 |
Solo, contra su oposición, contra su propia administración y contra sus aliados, ‎el presidente estadounidense Donald Trump no parece en condiciones de cumplir los ‎compromisos que habÃa contraÃdo durante su campaña electoral.
Donald Trump, solo contra todos
Thierry Meyssan
Tres años después de ‎su elección, la Cámara de Representantes ha iniciado contra Trump un proceso para destituirlo… por luchar contra la corrupción de sus adversarios en Washington. ‎
EL PRINCIPALcompromiso de campaña de Donald Trump –poner fin a la estrategia militar ofensiva ‎Rumsfeld/Cebrowski y sustituirla por una polÃtica jacksoniana de cooperación– ‎se enfrenta hoy a una poderosa oposición interna, en Estados Unidos, y externa, de parte de los ‎aliados de Estados Unidos. Más que nunca antes, el presidente Trump se ve solo, totalmente ‎solo, ante la clase polÃtica de ambos lados del Atlántico. ‎
‎Todo estaba decidido de antemano
Al igual que en el caso de su predecesor, Barack Obama, todo parecÃa decidido de antemano. ‎
Desde su elección, en 2009, Obama fue saludado como “el primer presidente negro de ‎Estados Unidos†y luego resultó ser incapaz de resolver los problemas de la comunidad negra ‎estadounidense, incluso permitió que la violencia policial contra los negros alcanzara niveles ‎nunca vistos antes de sus dos mandatos. Durante los primeros dÃas de su primer mandato, el ‎Comité Nobel otorgó a Barack Obama el Nobel de la Paz para “recompensar sus esfuerzos†“por ‎un mundo sin armas nuclearesâ€, tema que Obama abandonó de inmediato.
Los resultados de ‎sus dos mandatos presidenciales son exactamente lo contrario de lo que habÃa prometido ‎durante sus dos campañas electorales… pero Barack Obama sigue siendo popular en el mundo ‎entero. No importa que permitiera que las grandes transnacionales sacrificaran empleos en ‎Estados Unidos para fabricar sus productos a menor costo en China, ni que la administración ‎Obama haya mantenido la cárcel ilegal de Estados Unidos en Guantánamo, ni sus miles de ‎asesinatos selectivos o la destrucción de Libia.
Un criptofascista ‎
‎‎Por el contrario, desde que fue electo, incluso antes de que entrara en la Casa Blanca, en 2017, ‎Donald Trump fue caracterizado como un narcisista manÃaco-depresivo, de personalidad débil y ‎autoritaria y como un criptofascista. Cuando llegó a la Casa Blanca, la prensa exhortaba a su ‎eliminación fÃsica y el Partido Demócrata lo acusaba de ser un espÃa ruso. Los demócratas ‎lograron poner en marcha una investigación contra Trump y su equipo, con la posibilidad de ‎destituirlo. El principal consejero de Trump, el general Michael Flynn, fue obligado a dimitir, sólo ‎‎24 dÃas después de su nominación, e incluso fue arrestado. Cuando el partido de Trump perdió las ‎elecciones legislativas llamadas midterm –en noviembre de 2018–, en la Cámara de ‎Representantes, el presidente se vio obligado a negociar con algunos de sus opositores. Llegó a ‎un acuerdo con el Pentágono, autorizando ciertas acciones militares a condición de que ‎no llevaran el paÃs a una espiral bélica, y obtuvo a cambio el cierre de la investigación sobre sus ‎supuestas relaciones con Rusia. ‎
Durante ocho meses, Trump trató entonces de poner fin al proceso de destrucción en el Gran ‎Medio Oriente y al inicio de un proceso similar en la Cuenca del Caribe. Exactamente el ‎mismo dÃa que Trump esperaba poder anunciar desde la tribuna de la Asamblea General de ‎la ONU que por fin se concretarÃa la paz, el United States Institute for Peace (USIP) –que es ‎esencialmente lo mismo que la NED, sólo que no depende del Departamento de Estado sino del Departamento ‎de Defensa–, publicó su informe sobre Siria, informe donde aconseja al presidente reactivar ‎la guerra contra ese paÃs. Y también exactamente el mismo dÃa, la presidente de la Cámara de ‎Representantes, Nancy Pelosi, anunciaba el inicio de un procedimiento de impeachment contra ‎el presidente Trump, ahora con un pretexto diferente: haber solicitado la ayuda del nuevo ‎gobierno de Ucrania contra la corrupción del clan Clinton. ‎
Por consiguiente, ya es poco probable que Donald Trump logre hacer realidad su programa de ‎gobierno antes del final de su mandato y cuando ya se inicia la campaña electoral en la cual ‎supuestamente él buscarÃa la reelección. Sin embargo, sus partidarios señalan que Trump ‎se vuelve particularmente eficaz cuando está acorralado. ‎
No abundan los medios de difusión que hayan explicado en qué consiste el “jacksonismoâ€, una ideologÃa que nadie habÃa promovido desde ‎los tiempos de la Guerra de Secesión. Casi toda la prensa ha preferido afirmar durante dos años ‎que Donald Trump es simplemente un tipo incoherente e imprevisible, en vez de reconocer que ‎actúa en función de una visión del mundo diferente a la del establishment estadounidense. ‎
En todo caso, Trump ya ha logrado traer de vuelta a Estados Unidos numerosos empleos que ‎las transnacionales habÃan desplazado al extranjero para incrementar sus ganancias. Y también ‎ha logrado poner fin al masivo respaldo que el Departamento de Estado y el Departamento ‎de Defensa aportaban a los ejércitos de yihadistas en el Gran Medio Oriente, aunque aún ‎se mantienen algunos programas de la ayuda estadounidense a esos elementos. ‎
En realidad, poco importa lo que Barack Obama y Donald Trump hayan hecho como presidentes. ‎Sólo se hablará de ellos en función de cómo los presentaron los medios de difusión cuando ‎llegaron al poder. ‎
‎El papel del Estado Profundo
‎Hoy ya es evidente que la oposición al presidente Donald Trump se compone no sólo de la ‎mayor parte de la élite polÃtica estadounidense sino también de gran parte de los dirigentes de ‎los paÃses aliados de Estados Unidos. Esto puede parecer extraño ya que esos dirigentes ‎extranjeros tendrÃan mucho que ganar si Trump lograse alcanzar sus objetivos. Pero no es asà ‎como funciona la polÃtica. Uno tras otro, esos dirigentes extranjeros han llegado a la conclusión ‎de que nadie puede modificar la polÃtica de Estados Unidos y de que el interés de sus propios ‎paÃses ante el poderÃo de Estados Unidos no era hundirse junto a un Donald Trump aislado en su ‎propio paÃs sino mantenerse fieles a la polÃtica destructiva de George W. Bush y de
de miles de funcionarios de la administración, ‎mueven los hilos y por qué se oponen al proyecto de Trump. El “Estado Profundo†‎‎(Deep State), cuya polÃtica Barack Obama. ‎
Queda por averiguar quiénes, entre las decenas Trump no logra desactivar, no es quizás más que un fenómeno ‎sociológico pero también es muy probable que represente intereses estructurados. Trump creÃa ‎haber negociado con el gobierno alternativo, estructura estadounidense creada preventivamente ‎para asumir el control del paÃs en caso de conflicto nuclear. Es evidente que estaba equivocado.
‎Lecciones de esta historia
‎De toda esta historia se pueden sacar dos lecciones:‎
Primeramente, todos los historiadores están de acuerdo en que George W. Bush no ejerció ‎realmente su presidencia sino que se sometÃa a las decisiones de quienes le rodeaban, en primer ‎lugar al vicepresidente Dick Cheney. Es igualmente evidente que Barack Obama tenÃa muy ‎poco poder, fuera de ordenar asesinatos selectivos. Ahora puede verse que Donald Trump ‎no está en condiciones de modificar la polÃtica de Estados Unidos. Todo eso indica que desde el ‎‎11 de septiembre de 2001, la función de presidente de Estados Unidos es casi exclusivamente ‎mediática. Y si no es el presidente quien decide la polÃtica, quienes lo hacen desde la sombra ‎son individuos no electos por el pueblo.
La segunda lección es que los aliados de Estados Unidos no obedecen al presidente de ‎Estados Unidos sino al Estado Profundo estadounidense. Son juguetes de un actor invisible. ‎Sólo Rusia y China son verdaderamente independientes. Rusia es el único de estos tres Estados ‎cuyo presidente es democráticamente electo y ejerce el poder en nombre de su pueblo. China ‎dispone de un sistema transparente, aunque sólo los miembros del partido único participan en la ‎vida polÃtica del paÃs. Pero el sistema de Estados Unidos es completamente opaco. ‎
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