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Edición 424

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DOSSIER: GEOPOLÍTICA Y MULTIPOLARIDAD

GEOPOLÍTICA DE LA DESTRUCCIÓN

DEL VIEJO ORDEN Y LAS GUERRAS FUTURAS

Salvador González Briceño

En el afán de imponer el NOM, la elite del poder atenta contra la Humanidad impulsando meras acciones de guerra

Antes, en el viejo orden geopolítico mundial de Guerra Fría, era común escuchar que para entender los acontecimientos había que encontrar la cuadratura al círculo: “cuadrar” las cosas o enmarcarlos. De ese modo llenábamos las paredes de recortes. Y la cabeza de esquemas mentales sistematizados, pero aislados “sobre la mesa” como fichas de dominó.

EL PRELUDIO fue la caída del Muro de Berlín. La catástrofe: el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y con ello la ruptura del viejo orden bipolar, en el que se enmarcó el mundo. Era la pérdida del “equilibrio” entre las dos potencias ganadoras en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la URSS, que prevaleció durante la posguerra.

De la lucha de los contrarios —capitalista vs. socialista—, se pasó a la hegemonía de una potencia y el poder degeneró en unilateralidad. EE.UU. se consolidó como el poder único, dominante y exitoso. Era el resurgir del lastre imperial estadounidense.

Luego entonces, el orden de posguerra de Guerra Fría quedó atrás; no así en las garras del poder sobreviviente. La confrontación entre potencias y sistemas económicos quedó relativamente “superada”, alimentada por una serie de otros factores que justificaban la confrontación, como las carreras atómicas y la espacial.

Fue el evento geopolítico de la mayor trascendencia, por la decadencia del contrapeso al imperio estadounidense y, claro, la entrada en vigor del avasallamiento contra el mundo por el poder dominante.

Se subestimó en su momento, pero a la postre fue lo que resultó: el retiro de cierto proteccionismo geopolítico de la URSS para una parte del mundo vs. el vasallaje de EE.UU. como potencia. Ganó el segundo.

Por suerte, pronto quedaría al desnudo, con los autoatentados a las Torres Gemelas de Nueva York, que representaron su propio desplome imperial. Tampoco se calculó así, por todos quienes ponen las cosas “sobre la mesa” —de inteligencia y seguridad nacional—, pero ese fue el resultado. Se les fue de las manos. Y de los cálculos.

Es decir, con las Torres Gemelas comenzó el declive de la unipolaridad estadounidense y de mando único.

Sin el viejo orden de la Guerra Fría, también las antiguas herramientas usadas para la contención —se supone— quedarían en desuso, como la amenaza nuclear y la propia OTAN. Pero no fue así. En un afán de sobrevivencia a sus propias condiciones internas desastrosas, EE.UU. sigue imponiendo por la fuerza ambas lógicas, la disuasiva y usando a la OTAN ahora contra Rusia.

Geopolítica en todo

Pero las cosas no quedan solo en eso, qué va. Porque la geopolítica se ha metido hasta los hogares y en todo el mundo. Veamos.

Pues nada, que al comienzo del siglo XXI estamos presenciando dos grandes acontecimientos geopolíticos que se han hecho presentes: por un lado, la debacle económica imperial estadounidense; por otro, el resurgir de dos grandes contrapesos para los propios EE.UU. como China y Rusia.

Qué decir de la pandemia y la vacunación que son dos caras de la misma moneda: guerra bacteriológica con miras dobles, por un lado, eliminar población porque los señores de la elite mundial así lo deciden, atentando contra la humanidad; por el otro, que la amenaza apunta modificar los códigos de conducta social e individual a nivel global.

Y qué con la genética. Lo que quedará más pronto que tarde son los “efectos colaterales” de la dichosa guerra, digo de las vacunas que, demostrado está, no funcionan para lo que se anuncian con bongo y platillo por la OMS y las grandes farmacéuticas, salvo la dominación geopolítica mundial de las potencias productoras, distribuidoras y vendedoras. A juzgar por el negocio que representan, salvo honrosas excepciones.

Por eso y más es que todo ha cambiado. Es por lo mismo que la geopolítica ha invadido nuestros hogares —y nuestra convivencia—, se ha metido hasta nuestras mentes y más lo hará en tanto continúen los avances tecnológicos, verbigracia el 5 o 6G a todos los países, como sucede ya en China y otros países.

Qué va con la transhumanización y con la realidad virtual convertida en “realidad palpable”. Con la biotecnología que está traqueando el ADN de la población, de la mano de las guerras que están cambiando de logística, como ocurre ya con las guerras bacteriológicos llamadas covid-19, vacunación y el reciente Ómicron.

Y con ellos la geopolítica se convirtió en la herramienta preferente de los países, pero primordialmente de organismos —como las grandes empresas tecnológicas que hoy están financiando todo el desarrollo de punta—, internacionales todos, porque todo esto es escenario de guerra por diferentes frentes.

Es decir, la geopolítica está siendo utilizada por las potencias y sus líderes, como la mejor herramienta para la ofensiva y pretendida imposición del Nuevo Orden Mundial, toda vez que la destrucción del Viejo Orden Mundial se encuentra en un proceso acelerado, como lo hemos descrito ya.

Se trata de la elite del poder mundial, los mil billonarios, comenzando por las cabezas visibles de los países que acuden a la destrucción bacteriológica, con EE.UU. al frente de los mundos anglosajón y occidental; la Organización Mundial de la Salud, las fundaciones Rockefeller y Bill y Melinda Gates, entre otros.

Además del principal promotor Klaus Schwab presidente del Foro Económico Mundial (FEM). El dicho principal de Schwab es “el gran reinicio”, como solución a la crisis mundial atribuida a la pandemia, cuando es solo secuela de la crisis económica con el imperio estadounidense el frente.

Las patrañas de “salvar al planeta”, de “economías más justas”, “futuro mercado de trabajo” y “cambio en el modelo empresarial” y “mejora de las políticas sanitarias”, mero engaños para la imposición del NOM.

De la mano de los otros “avances tecnológicos”, sí, pero para la dominación y el control del Gran Hermano, no para el bienestar general de la humanidad. Y con la geopolítica como herramienta en tanto se trata de meros escenarios de guerra, por diferentes vías.

Imposición, uso de la guerra fría

Luego entonces, aprovechando la destrucción del mundo con el Viejo Orden, lo que viene está siendo planeado y operado para que responda al “gran reinicio” del FEM. Y con sus fines perversos, están planeando —como dioses—, decidir quién vive y no, qué genoma debe subsistir o no, qué países pueden resurgir o quiénes se van al basurero de la historia.

Asoman también, las grandes farmacéuticas, las empresas de la guerra y los que controlan ya el mundo de las finanzas que se alimentan de todos los negocios ilícitos, del dinero “rápido”.

Y los gobiernos que no entienden lo que está ocurriendo, solo aplican las políticas de los países antes llamados “desarrollados” —hoy en plena crisis sistémica, porque las economías “reales” operan con ineficacia—, presionados desde luego por las herramientas e instrumentos del Viejo Orden, todos armatostes de la otrora hegemonía imperial anglosajona: la OTAN, BM, FMI, BCE, Reserva Federal, entre otros.

Esto es, se trata de, el contexto de la mal llamada “nueva guerra fría”, pero sí que resulta amenazante. Porque como lo han reconocido muchos analistas, incluso estadounidenses, el imperio requiere otros acontecimientos como Pearl Harbor u otras Torres Gemelas. Otra vez, escenarios de guerra para sobrevivir.

En tanto se aplica una serie de acciones, encabezadas en su mayoría por las empresas tecnológicas, amenazantes de la humanidad entera, por varias vías, para impulsar su pretendido NOM.

Por eso la “fabricada” ofensiva contra los países competidores: China y Rusia. Porque solo así se meten a tirabuzón los acontecimientos a escenarios caducos ya, pero al fin pretendidamente útiles de guerra fría.

En tanto las amenazas de pandemia continúan, para asfixiar a las economías y que en resumen se vean obligadas adoptar las condiciones de los viejos instrumentos de guerra fría, como los rescates con préstamos a intereses elevados, los propios rescates bancarios y empresariales y sobre todo de los mismos países que podrían caer en pleno caos.

De paso la destrucción de la humanidad, así como el control que pasa por la robotización, la transhumanización y la realidad virtual en pocas palabras.

Por eso es que ahora todo está de revés, y el mundo de cabeza. Por eso es que las explicaciones ya no están en el pasado, como la cuadratura del círculo. Porque ahora todo es circular, ni más ni menos.

Y la explicación al caos mundial del siglo XXI hay que buscarla precisamente en lo circular de todo, porque la cuadratura se acabó. Ya no tiene pies ni cabeza.

Hay que estar muy alertas, claro está, porque ahora los principios son poco claros, así como los fines. Cómo el círculo. ¿Por dónde comenzar? He ahí el dilema. Por eso la geopolítica es más vigente que nunca, por los preceptos de las guerras.

El reto es para su contra parte, para la geopolítica crítica. Hoy asistimos a lo circular de las cosas, aquello que apunta más allá de lo múltiple y hasta de lo complejo y lo “desarrollado” de la filosofía, porque lo que sigue es eso y más, dejémoslo en Multiverso por ahora.

¿Qué distancia hay desde la Guerra Fría hasta esto? TODA. Y solo apuntando arriba se puede desglosar el resto, todo lo demás. Sin ello nos quedaremos en las ramas, tratando de encontrar el primer lado del cuadrado —ni siquiera del cubo—, cuando ya todo es circular, por no decir esférico. Como cambiar de los escenarios a lo Multivariado.

Es por ello que la geopolítica del poder se metió a todo, y a nuestras vidas. Porque la elite del poder mundial quiere el control total. Y sin alternativas. Por eso urge el Gran Despertar —en lugar del “gran reinicio” de los promotores del NOM— de la Humanidad. Urge, antes de que las guerras por diferentes vías cumplan su cometido. ¡Ni Dios mande!, como decía la abuela.

 

 

IMPEDIR GUERRA NUCLEAR, UN ACUERDO

SOBRE LAS RODILLAS ENTRE POTENCIAS NUCLEARES

Hay países ingenuos que le apuestan a la confianza de que un conflicto nuclear sería inevitable en lo sucesivo

UN ACUERDO que en primer lugar evidencia la multipolaridad en el mundo del siglo XXI, es el reciente donde Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia, potencias nucleares que presuntamente se comprometieron a evitar la guerra entre estados con capacidad nuclear.

Dado a conocer los primeros días de año nuevo en Naciones Unidas, además del mundo multipolar aceptado particularmente por Estados Unidos, evidencia que efectivamente la bipolaridad se acabó, y por tanto los escenarios de Guerra Fría con un enemigo enfrente, son cosas del pasado.

Terminada la confrontación EE.UU.-URSS vigente desde el fin de la Segunda Guerra, quedan fuera de foco las Fake News que ponen a la heredera de aquella, a Rusia, como el “nuevo” enemigo de una “neoguerra fría” ficticia que EE.UU. requiere para seguir presionando tanto a la (des)Unión Europea —para seguir dominando la zona euro—, como a todo país que le disputan una hegemonía también perdida y dispersa entre el mundo multipolar de hoy.

Si es que se lleva realmente a cabo impedir —más les vale— una guerra nuclear entre las principales potencias, así como “evitar una mayor propagación del armamento nuclear”, ¿será que las cinco potencias aspiran a “trabajar con todos los países solo para crear una atmósfera de seguridad y no sea pretexto para desarmarlos?

¿Se dejarán presionar Irán, Corea del Norte, India, Pakistán —y el socio de EE.UU. —, Israel, que no han suscrito dicho “acuerdo”, para obligarlos a desistir del armamento nuclear que ya poseen, así como desarrollo de la energía nuclear con fines de su propio desarrollo, con los peligros que ello implica?

Porque el acuerdo mismo entre los “cinco” también es excluyente y/o no tiene otro fin que la supremacía nuclear de los países suscritos, especialmente un quinteto dominado por los anglosajones si suman a Francia de su lado, para conservar mayoría en caso de votos frente a Rusia y China.

Es decir, que a primera vista el dicho acuerdo lleva —lo menos— gato encerrado. Y de resultar cierto, en una visión ligeramente de prospectiva, una de las primeras secuelas del mismo será la presión en cascada principalmente contra Irán y Corea del Norte, posibles aliados rusos o chinos, para obligarlos a suscribir acuerdos de desarme nuclear y abandono su industria atómica.

No obstante, otra secuela de dicho acuerdo, que suena haber sido suscrito sobre las rodillas o con fines muy claros (contra terceros), menos abandonar el uso ni el abuso de las bombas nucleares ni de la energía atómica por parte de los principales poseedores —hoy firmantes—, sea como factor disuasivo o altamente contaminante, es ganar tiempo.

A países como Rusia y China les conviene, como para ganar tiempo en los escenarios de confrontación de ambos contra los estadounidenses, particularmente a través de la OTAN, pero tampoco obsta que las amenazas terrestres y de guerra hibrida sigan vigentes.

El acuerdo no es garantía, es artimaña

El abandono de la amenaza nuclear, así sea solo como factor disuasivo, no impide al brazo armado del imperio estadounidense en su declaratoria de “principal enemigo” de neoguerra fría, que en Europa del Este continúen las presiones “por otros medios” contra al corazón del Heartland de Mackinder que posee Rusia.

Por eso decimos que se trata, si bien no abiertamente, sí de una treta más de los anglosajones para dos cosas: 1) amarrar de manos a Rusia para que no despliegue armamento nuclear en la zona de Ucrania, punto caliente por la movilización de tropas de la OTAN en estos momentos; 2) seguir al acoso por otros medios, como la movilización de tropas y otras infraestructuras militares que pondrán a prueba a la propia Rusia.

De igual manera, eso distrae al país de Putin de sus actividades geopolíticas pro europeas, como el gasoducto Nord Stream 2 y el atraso en su desarrollo al ser obligado a gastar en armamento militar para la defensa territorial y nacional de las amenazas de la OTAN.

El dicho acuerdo es, por tanto, una artimaña de EE.UU., porque al final de cuentas nada garantiza que, por un lado, evite seguir utilizando las armas nucleares como disuasión, y al mismo tiempo para presionar al resto de países al desarme y, en última instancia a seguir siendo dominantes en el control y uso nuclear del armamento nuclear, así como de la industria para el desarrollo que conlleva su utilidad.

Del resto de países, como los mencionados, y no firmantes del acuerdo de las cinco potencias —el ejercicio real de la multipolaridad en materia nuclear—, dependerá que se dejen presionar y hasta obligar a dejar de lado este tipo de energía con fines de desarrollo y garantía de seguridad y no injerencia en sus asuntos internos. Como una de las herramientas para tales fines, porque tampoco son los únicos.

Lo contrario —que el dicho acuerdo sea realmente bienintencionado—, sería, que dichos países: Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia, encabecen realmente en desarme nuclear total. El mundo sin armas nucleares, que es una demanda no de ahora sino desde los bombardeos a Japón por Estados Unidos que dieron fin a la Segunda Guerra.

Eso si sería un Acuerdo, en toda la extensión de la palabra. Y el reciente no es el caso. Es decir, que el armamento nuclear ha sido y seguirá siendo una herramienta de disuasión y de poderío armado contra los no poseedores. No obstante, que este mismo artilugio sigue siendo tema de una Guerra Fría que ya perdió su razón de ser.

Sin embargo, a un pasado inexistente se aferra un imperio en decadencia y cuyos coletazos no obstante siguen siendo peligrosos. Claro que el contrapeso está a la vista, y los garantes de la multipolaridad están entre los firmantes del “acuerdo nuclear” firmado sobre las rodillas. Con todo y despertó grandes expectativas entre los firmantes. Se verá.



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