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Edición 413

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LA CONQUISTA DE LA NATURALEZA

Juan José Agustín Reyes Rodríguez

En esta ocasión haré unas breves reflexiones sobre parte del actuar de la humanidad, con respecto a la naturaleza, a nuestra tierra, al planeta que habitamos. No pretendo mencionar datos numéricos o cifras oficiales que han publicado los organismos internacionales o los gobiernos nacional, o de otros países. Simplemente son apenas unas cuantas consideraciones sobre mi percepción de lo que he vivido o conocido.

NUESTRO PLANETA es un punto infinitesimal en el universo. Lo hemos considerado como si fuera ilimitado y a nuestra disposición. El hombre se ha asignado el papel del conquistador de la naturaleza; se ha atribuido usar y expoliar sus recursos naturales como si estos no tuvieran fin. Esa visión podría haber sido aceptable hace algunos milenios, donde la población se perdía en la inmensa riqueza de la naturaleza, porque además supongo que los primeros pobladores vivían en cierta armonía con ella, sus necesidades eran de sobrevivencia, de satisfacer sus necesidades básicas de casa, vestido y sustento.

Conforme se fue poblando la tierra y se comenzaron a establecer las primeras jerarquías de los grupos y las sociedades que se fueron formando, se definieron las primeras reglas o normas, por usos y costumbres para pasar después a leyes, reglamentos y disposiciones de carácter legal o formal.

Como ha sucedido en todas las legislaciones que se han establecido, responden a criterios, intereses, conocimiento y experiencias de quienes dominan o tienen el poder con esa capacidad de imponerse.

Las necesidades de poder han rebasado la convivencia humana y por siglos unos actores de la sociedad han tenido como propósito el dominio de otros componentes de la humanidad, a través de la conquista armada e invasora de territorios más allá de sus propias tierras. Lo mismo ha sucedido con la invasión cultural, religiosa y económica, financiera, industrial, política y recientemente con los instrumentos de la tecnología digital, para mencionar algunos conceptos.

La paradoja

El mundo dio un giro muy importante a partir de la llamada revolución industrial a partir del siglo XIX hasta la fecha, que se ha cambiado por la revolución tecnológica y científica, con todos los avances que hay cada día y que nos asombran más y más.

No cabe duda de que el ingenio humano es grandioso. La humanidad en breve podría ser testigo de la colonización de Marte al mismo tiempo de la destrucción de la Tierra. ¡Qué paradójico!

El territorio nacional, que es menos de la mitad del que fue robado por el imperio americano a mediados del siglo XIX, con la pseudo independencia de Texas en 1836 y el robo de parte de los actuales territorios del Suroeste de la Unión Americana; el total de los actuales estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y partes de Arizona, Colorado, Wyoming. Kansas y Oklahoma en la invasión de Estados Unidos a México entre 1846 y 1848, lo que constituye más de la mitad del territorio que teníamos. Pero como todo imperio que nace crece y desaparece, en algunos años esos territorios regresarán a su origen. El imperio Romano duró 500 años, el americano está por llegar a tres siglos y ya va de bajada. Es cuestión de tiempo.

La Tierra originalmente estaba cubierta de bosques, selvas, manglares, chaparrales, praderas y otros tipos de vegetación forestal. Estos eran los espacios donde convivía el hombre con la naturaleza, con la fauna, la flora, el agua, el aire, el paisaje. Con el desarrollo de la agricultura, la ganadería, las industrias, el crecimiento urbano, los ferrocarriles, la minería, las presas , los distritos de riego, las carreteras, los mega proyectos, los crecimientos turísticos, precisamente encima de los atractivos naturales, entre otras acciones del hombre, se ha atentado contra la naturaleza, porque no es solamente materia de vivir, sino de explotar los recursos naturales sin medida y con una visión meramente materialista y donde el dios dinero es lo que cuenta.

Ha habido voces que han alertado contra este ecocidio que la humanidad está haciendo a nuestra tierra; sin embargo, son voces que claman en el desierto, que a veces son oídas, pero sin ser escuchadas. La naturaleza ya ha dado numerosos avisos previniéndonos para parar esa devastación. Uno de los signos más claros y que mucha gente no reconoce, es el Cambio Climático, que está de moda. Se están presentando cambios de temperatura como uno de los indicadores más claros, ya que el aumento de esta provoca el derretimiento de los polos y de los glaciares de los volcanes —lo podemos atestiguar con el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl—, la elevación del nivel del mar, la presencia de ciclones, huracanes y tifones (que son lo mismo con diferentes nombres) más frecuentes, con mayor intensidad y poder de destrucción, las sequías, las inundaciones, el deslave de cerros, entre los más relevantes. Mientras no se reconozca la importancia que tienen los recursos forestales para paliar los efectos del cambio climático y se sigan destruyendo, esos problemas se irán agravando.

La diversidad del país

México es digno representante de estos impactos sobre la naturaleza. Con un vasto territorio de cerca de dos millones de kilómetros cuadrados, con más de diez mil kilómetros de costas, con alturas desde el nivel del mar hasta los 5,636 metros de altura en el Parque Nacional Pico de Orizaba, por lo que contamos con todos los climas, diversidad de vegetación y de fauna y de las culturas originarias asentadas en esos territorios; seguimos devastando esa riqueza que la naturaleza nos entregó. México está o estaba entre los cuatro países con mayor biodiversidad en el planeta; desgraciadamente también estamos en los primeros lugares de pérdida de vegetación forestal, que es hábitat de flora, fauna y gente, es el principal receptor y regulador del agua de lluvia y fuente de bienes materiales y servicios ambientales para la sociedad.

México tenía el 72 por ciento de su territorio cubierto de vegetación forestal a principios del siglo pasado, según el Inventario Nacional Forestal que se levantó a mediados del mismo. Sin embargo, ahora ha habido una devastación de esa superficie por las mismas razones ya mencionadas, siendo la devastación más grave la minería a cielo abierto, tanto de metales como materiales pétreos; la ganadería extensiva; la infraestructura industrial, urbana, turística y vial; y sobre todo los mega proyectos, cuya visión es principalmente monetarista y con un toque de “ecológico” ¡para taparle el ojo al macho!

La tierra ha sido pródiga con el ser humano; sin embargo, parece que ya se cansó y nos está dando avisos muy claros, como el que estamos viviendo en la actualidad con la pandemia. Qué maravilla fue haber visto animales silvestres deambulando por los pueblos, las carreteras y las ciudades, mientras la gente permanecía “enjaulada y con bozal”, como se vieron muchos cartones donde los animales silvestres veían a la gente a resguardo del Corona Virus. Esto fue algo verdadera inédito.

¿Y qué pasa con las comunidades originarias, en donde se han impactado sus territorios? Ha habido protestas, amparos improcedentes, devastación de sus recursos naturales, asesinatos y amenazas a los líderes y pueblos inconformes y defensores de su tierra, recursos y aguas; despojos de sus tierras y desplazados por los grupos poderosos económica y políticamente. ¿Podremos ver justicia para esos pueblos afectados por los conquistadores modernos de la naturaleza?



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