Ver Otros Artículos de Este Autor

Edición 373

 3733

    ITINERARIO 2018

La pesadilla

no ha quedado atrás

Abraham García Ibarra

 

EN EL CONTEO RÁPIDO, procesado el 1 de julio por el INE con base en una muestra de poco más de siete mil casillas (de 156 mil), las proyecciones en la elección presidencial estimaron una participación ciudadana cercana a los 57 millones de votantes, de los que entre 29 y 30 millones habrían sufragado por el líder y candidato presidencial del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador.

El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) validó aquellas tendencias. Las juntas escrutadoras, entre el 4 y 8 de julio, han definido los resultados matemáticos que pasan en estos días a la instancia jurisdiccional que hará el cómputo final y hará la declaratoria de presidente electo. Queda mucha agua por correr debajo de los puentes.

La misma noche de la jornada dominical, los contendientes por la Presidencia de México, José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez asumieron su derrota y felicitaron al candidato triunfante.

En esas mismas horas, el presidente Enrique Peña Nieto y los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y Felipe Calderón dieron por buenos los resultados, los describieron como producto de un libre ejercicio democrático y enviaron parabienes al político tabasqueño.

Líderes de opinión mexicanos y agentes del sector privado nacionales y extranjeros, que se caracterizaron como detractores sistemáticos de López Obrador parecieron rendirse ante la fuerza de los hechos, pero marcaron entre corchetes sus reservas, particularmente en torno a sus reiterados compromisos de gobierno y la viabilidad de su cumplimiento.

         López Obrador, que ha confirmado objetivos y fines de una cuarta transformación histórica, le puso marca a la casa: La reconciliación nacional.

Desde la misma noche electoral, dignatarios extranjeros, sobre todo el inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, adelantaron su reconocimiento al candidato triunfante e hicieron votos por una colaboración constructiva, una vez que asuma su condición de jefe Estado y de Gobierno.

Se abre, pues, la fase culminante del proceso de 2018 en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, cuyos magistrados ostentan la facultad de instancia final, y sus sentencias son definitivas e inatacables.

 

Sin sorpresa, el ánimo fluctúa entre la euforia y el espasmo

Aunque desde diciembre de 2017 las tendencias de la sucesión presidencial empezaron a perfilarse en las precampañas y se dieron como irreversibles al final de las campañas el 27 de junio, no habiendo sorpresa el 1 de julio, sin embargo, el desenlace se produjo entre el espasmo de los adversarios y la euforia de los seguidores del candidato que anunció “la tercera es la vencida”.

Con las expectativas en ascenso de López Obrador, dado los expedientes de 2006 y 2012, juiciosos analistas políticos advirtieron que la potencial pugnacidad de los beligerantes tendría que ser desmontada con una votación masiva y una diferencia de al menos 10 por ciento de los resultados entre el ganador y el segundo contendiente. El margen fue superado con creces.

No se puede pasar por alto una puntual observación. Los intereses que, desde que se inició el proceso de sucesión, hicieron patente su temor al cambio, a la vista de los resultados del 1 de julio prefirieron otorgar todo el mérito a “las instituciones electorales” que arbitran el conflicto electoral.

El punto se señala porque, todavía horas antes de que se iniciara la jornada dominical, por lo menos dos consejeros electorales pretendieron arrancar al Consejo General del INE una acción sancionadora contra Morena, esgrimiendo el supuesto del desvío de recursos de un fideicomiso creado para el auxilio de los damnificados de los sismos de septiembre de 2017, al financiamiento de las campañas morenistas.

Es de subrayarse la intencionalidad de esos consejeros y los comentaristas que le hicieron eco y exaltan la imparcialidad de las instituciones electorales, porque parecen dejar de lado la multitudinaria voluntad de los mexicanos que en las urnas expresaron su hartazgo por el actual estado de cosas. La energía social fue el actor determinante que impuso la realidad política con el sufragio masivo y plural.

 

La larva que se presenta como un reptil: La polarización

En esa misma dirección, algunos politólogos remisos, en paneles televisivos de análisis de las elecciones y a la vista de las proporciones de votación en favor del partido y candidatos triunfantes (53 por ciento versus 47 por ciento según tendencias confirmadas), concluyeron que la sociedad mexicana ha quedado “peligrosamente dividida”. Se implantó, señalaron, la polarización política y social.

Es, esa, una conclusión maliciosa en voz de quienes se dicen defensores de la democracia. ¿Qué democracia pasada por las urnas no deja un saldo natural de vencedores y vencidos? Es la civilidad, que asume que el conflicto es, per se, la naturaleza de la democracia, la que rompe cualquier tipo de riesgos.

Es obvio, sin embargo, que “la polarización” será en lo que viene el recurso de descalificación que primará la expectativa de cambio, haciendo abstracción de que la existencia de dos Méxicos está presente y lacerante desde que en se inauguró el Estado neoliberal, contra el que se emitió el voto de castigo en 2018.

Cuando en 2006 López Obrador se movilizó en resistencia contra el resultado electoral, se le acusó de “sembrador de odio” y de dividir a los mexicanos. Ahora que se le reconoce la victoria, lo vuelven a tipificar como “peligro para México”, aun cuando convoca a la reconciliación y declara categórico que no ejercerá una dictadura.

 

Sistema monolítico y violencia política

Dos elementos, vale destacar en este balance preliminar de la sucesión presidencial.

El primero: El sistema, y más específicamente el establishment, tiene profundas raíces en la realidad política mexicana, regida teóricamente por el modelo presidencialista.

No es suficiente el voluntarismo personal para modificar de la noche a la mañana una situación que, de cierto -dejado de lado el mito-, hace del presidente rehén de los intereses creados: “O cabresteas o te ahorcas”.

El segundo ingrediente es aún más grave: La tácita supremacía de los poderes fácticos sobre los poderes constitucionales que, como lo hemos visto desde septiembre pasado, han desencadenado furiosamente la violencia política, fase superior de la violencia criminal.

No bastan 57 millones de votos contados, ni casi 30 millones en favor de un partido y sus candidatos, para que cuenten sustancialmente y por ensalmo para exorcizar el espectro de la violencia.

 

El reto de convertir los votos en fuerza orgánica operante

El triunfo de Morena y López Obrador es producto de la convergencia de un amplio abanico de intereses políticos, económicos, sociales, culturales y religiosos, antitéticos, que se convocaron y concertaron ocasionalmente en una circunstancia específica. La elección presidencial.

Si se atiende al clásico que concluyó que la construcción de una nación es el plebiscito de todos los días, el candidato triunfante ha quedado ante el desafío de hacer de la expresión electoral una fuerza orgánica que dé poder ejecutivo real al poder emanado de las urnas.

Esa es la obra que está apenas por comenzar: Seamos realistas y no nos quedemos anclados en el sueño de una noche de verano. Es cuanto. 

 



More articles by this author

ITINERARIO 2021 La “izquierda” que camina al basurero de la historiaITINERARIO 2021 La “izquierda” que camina al basurero de la historia
  ITINERARIO 2021 La “izquierda” que camina al basurero de la historia Abraham...
ITINERARIO 2021 Destino manifiesto de la 4-T: El caos “Izquierda” mortalmente tóxica; no es biodegradable
  ITINERARIO 2021 Destino manifiesto de la 4-T: El caos “Izquierda” mortalmente...