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Edición 371
Escrito por Jorge Guillermo Cano   
Jueves, 26 de Abril de 2018 09:06

 7371

APUNTE

De nuevo, los Gatopardos

  • Como cambiar de camisa
  • Prometen hasta parar la lluvia
  • El sistema ni se acongoja
  • Consejitos parcelados

Jorge Guillermo Cano

CULIACÁN DEL CAOS VIAL, los baches y los topes, Sinaloa.Cuando la Revolución Rusa, los bolcheviques solían decir que sus contrarios, los mencheviques, llegaban a las sesiones en el Palacio de Invierno de San Petersburgo (que de nuevo se llama así, luego que le quitaron el nombre de Leningrado) y al entrar dejaban colgado en el perchero su gabán de burgueses para ponerse el de socialistas revolucionarios. Al salir hacían exactamente lo contrario.

En México, las historias de políticos que hacen de la simulación y el engaño oportunista su modus operandi nutren la anecdótica. No habría mayor problema si no fuera por las consecuencias que acarrean esas conductas al pueblo en su conjunto.

Al margen de acuerdos o desacuerdos, lo incuestionable es que los políticos de todo el mundo, y desde luego en nuestro país, han alimentado con sus desviaciones la desconfianza popular.

(Y hay qué decir que esa simulación se da también en movimientos y actorías que incurren en despropósitos cuando de la foto oficial se trata. El contrasentido se percibe y la incredulidad aumenta en un pueblo que ya no sabe si hay algún sector al que se le pueda tener confianza).

La difícil decisión electoral

La credibilidad se pone en cuestión desde el momento en que un político, jalado por las coyunturas electorales, dice y asegura hacer y compartir lo que nunca antes hizo. Peor aun cuando trata de justificar, antes que admitir, sus prácticas previas.

De esa manera se funda la presunción de una moral que se acomoda según le vaya al actor en la feria; que se esgrime desde el discurso de la oportunidad y la manipulación de principios que, siendo recobrables, no están en realidad en el convencimiento de los declarantes.

Precisamente ese manipular propósitos recuperables es lo que hace difícil, complejo y espinoso de suyo, dimensionar justamente personas, perspectivas y propuestas emergentes.

Lo anterior viene a cuento porque, en mi opinión, eso es lo que está sucediendo una vez más en el entorno político nacional, particularmente en el PRI, sin descargo de las demás agrupaciones políticas.

En consecuencia, la ciudadanía tendrá que aplicarse en los meses que vienen para ubicar a cada quien en su lugar, evaluar y discernir entre opciones que, faltaba más, todas se autocalifican como las mejores, dignas y democráticas.

Lo que está en juego, cada vez se entiende con mayor claridad, va mucho más allá de una elección.

El príncipe de Salina

Los lectores de esta columna recordarán que aquí nos referimos con cierta frecuencia al llamado “gatopardismo” para ilustrar nuestra realidad nacional, pletórica de confusiones y despropósitos. En ocasiones de manera directa, otras con símiles, comparaciones y metáforas.

Pues bien, Giuseppe Tomasi de Lampedusa es el autor de la novela “El gatopardo”, cuyos personajes principales son el príncipe siciliano Don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, y su familia (de 1860 a 1910) en Sicilia. Centrales son don Fabrizio, su sobrino Tancredi, su hija Concetta y otros familiares, así como don Calogero Sedara y su hija Angélica.

El alegato central de la obra es que las viejas prácticas permanecen luego de cambios supuestamente revolucionarios. La historia se desarrolla en los tiempos de Garibaldi y Víctor Manuel, cuando Italia es sacudida por la modernidad política y, al fin de cuentas, el sistema y sus inequidades continúa sin cambios de fondo.

Cambiar todo para quedar igual

La obra es rica en profundas reflexiones y las citas más conocidas, quizás por su alto contenido crítico, se refieren al cambiarlo todo para nada cambiar, expresión perfectamente aplicable a los tiempos actuales.

“Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”, le dice Tancredi a su tío De Salina, que está muy preocupado por la agitación republicana. Y así es, luego de “negociaciones punteadas con innocuos tiros de fusil... todo seguirá lo mismo, pero todo estará cambiado”.

“Sucederán muchas cosas, pero todo habrá sido una comedia, una ruidosa y romántica comedia con alguna manchita de sangre sobre el bufonesco disfraz”, agrega el pragmático político moderno; se librarán “batallas en las que se lucha hasta que todo queda como estuvo”.

Vea el lector si no viene a cuento Lampedusa, ahora con otros actores en escena, los de la actualidad mexicana.

Y la misma gata

Ya lo hemos dicho: en México (y en todas partes) la oferta política debe diferenciarse y los partidos tomar distancia de aquello que, dado el caso, critican acremente a los opuestos. Se puede, y así pasa, que un partido maneje una “estrategia” determinada en un estado y en otro enarbole exactamente lo contrario, pero ello no resulta admisible en el plano de la ética.

         Y si de la presidencia, el Senado y la Cámara se tratan, lo mismo. Lo estamos viendo con palmaria claridad.

         Cuando, en la práctica, las diferencias se reducen a situaciones coyunturales y los acomodos electorales dictan semejanzas (al modo del bipartidismo estadunidense) la ciudadanía se ve encajonada en una oferta reducida de origen. No se puede, entonces, escoger entre alternativas verdaderamente distintas.

¿Diferencias de a de veras?

Se entiende, desde luego, que los imperativos del “nuevo orden internacional”, las reglas emergentes de la globalización económica y las condiciones impuestas por la expansión natural de los mercados, impliquen adecuaciones políticas, por así decirlo, necesarias.

         Si un partido quisiera trascender esas limitaciones y formular una oferta política radicalmente distinta (lo que, en todo caso, es difícil pero no imposible) enfrentaría, por supuesto, problemas grandes para su aceptación por aquello de los miedos instalados.

         Pero lo que sí es factible, cuando menos, es marcar diferencias efectivas en lo que toca a las prácticas viciadas de hacer política. Deslindarse, se diría, de todo aquello que ha pervertido la política convirtiéndola en descarnado juego por el acceso al poder.

         Que se ha intentado se puede admitir, que se trate de una diferencia de fondo, es otra cosa, discutible de suyo.

Lo que no conviene

La razón de fondo que justifica la presencia de consejeros ciudadanos en los órganos electorales, es la necesidad de contar con representantes independientes de las instancias oficiales, de los grupos de interés privado y de los partidos políticos.

         Opinión política siempre habrá y resulta ingenuo reclamar asepsia en ese sentido. La disyuntiva consiste en aplicar un criterio que privilegie y respete los intereses ciudadanos o, al contrario, sumarse a las posiciones de parte. Lo primero es difícil, pero no imposible y hasta en los propios partidos se reconoce a personas capaces de ejercer su autonomía.

         Por supuesto, las coincidencias y discrepancias no son gratuitas y, en el caso de Sinaloa, ello se vio desde las propuestas que se hicieron para integrar el primer Consejo Estatal Electoral, después en la forma en que se decidió su conformación (evidentemente negociada) con las cuotas que saltaron a la vista.

Los consejitos sesgados

El reto de Consejos tales, y particularmente de sus consejeros ciudadanos, es superar las parcelaciones y evitar que ese espacio se convierta en un anexo de las confrontaciones (y negociaciones) oficiales, privadas y partidistas. El riesgo de esto último es grande y bien se haría en reconocerlo para mejor enfrentarlo, si fuera el caso.

Quien esto escribe fue consejero ciudadano suplente del primer consejo estatal electoral de Sinaloa. En un principio fue propuesto para presidente, pero lo platicaron diputados de todos los partidos con representación en el congresito y la conclusión fue unánime: “no nos conviene, a ninguno, a ese no lo vamos a poder cooptar ni comprar”.

Para no quedar en evidencia extrema, los insignes, sin preguntarme, me nombraron suplente que, por supuesto, nunca sería propietario. Así que no hablo de oídas. Por lo demás, es algo que está en diametral oposición a lo que considero recuperable para lo que de vida nos quede.

Un espacio obligado

Al escribir cosas como estas es que, a veces, en un medio donde con demasiada frecuencia los espacios de poder imponen sus propias reglas, logrando “inhibir” la crítica, pasamos de críticos a criticados (lo que, por cierto no está mal, si el intelecto hablara).

         Pero tal función, la crítica razonada, es un contrapeso obligado a los espacios del poder, a la simulación y los despropósitos, en toda sociedad que se respete. Me refiero, desde luego, a la que arriesga juicios y cuyos emisores están dispuestos a confrontar admitiendo la verdad relativa de sus opiniones.

         Pero hay quienes aprovechan los espacios de la crítica para tergiversar a sabiendas, confundir en la búsqueda de explicaciones y propalar, ante argumentos debidamente sustentados, descalificaciones y superficialidades. Es decir, hacen exactamente lo que a otros etiquetan.

         En el esquema más general, el funcionario público tiempo ha que perdió de vista su condición original de servidor, de sujeto dependiente de la comunidad (nacional, estatal o local). Humanos a fin de cuentas (en el más terrenal de los sentidos) convierten la crítica que reciben en cuestión de agravio.

         Véase si no la reacción del chihuahuense gobernador, Javier Corral Jurado, a las críticas fundadas del diario “La Jornada”. A falta de argumentos, el ataque de banqueta.

Tamborazos

-Las y los “plurinominales” son la expresión más plástica de la inoperancia de las militancias en prácticamente todos los partidos. La partidocracia en todo su esplendor que supone el desprecio a los ingenuos que todavía creen en esos métodos “democráticos”.

-La comisionada presidenta del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai), Ximena Puente de la Mora, va en el sexto lugar de la lista de plurinominales del PRI por la quinta circunscripción.

-Durante la gestión de doña Ximena se implementó la cacareada Plataforma Nacional de Transparencia (PNT) que la Auditoría Superior de la Federación ha calificado de “deficiente y con trabas para que los mexicanos tengan acceso a la información”. Ya se sabe por qué (como en Sinaloa, aunque no les hayan dado otro hueso).

-Sigue la inefable GNP de los Bailleres rehuyendo su responsabilidad en el caso del siniestro número 62992342, ocurrido en la ciudad de Culiacán el 19 de agosto de 2016, “cuando ni siquiera pagó la grúa para llevar el carro al taller”, se nos informa. Para eso cuentan con la complicidad de condusefes, profecos y juzgados.

-Su correspondencia: Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla .

 

 


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