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Edición 361

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Hace 72 años:

El resplandor que inició una era

Héctor Chavarría

NUEVA Y ATERRADORA, LA ERA ATÓMICA irrumpió con un brillo devastador que acabó con una guerra, e inicio una confrontación entre potencias capaz de mantener en vilo al mundo, ante la amenaza de total destrucción

“Mi nombre es Ozymandias, ¡rey de reyes!

¡Mirad mis obras, poderosos, y desesperad!”

Percy Bysshe Shelley

AQUEL DÍA, se inició como cualquier otro para el Japón en guerra y único sobreviviente del Eje Berlín-Roma-Tokio; la Tierra giró hacia el sol de oeste a este, como lo había hecho desde millones de años antes y en país del Sol Naciente se dio curso al día 7 de agosto, pues Japón está un día “adelante” por la línea de cambio de fecha.

         Esa mañana luminosa del 6 de agosto de 1945, el bombardero B-29 Enola Gay volaba hacia su objetivo primario en una misión que podría parecer de rutina, pero no lo era; el aparato iba solo, a mayor altitud que la normal, su tripulación había sido provista de unos lentes especiales que debían colocarse tan pronto soltaran la única y enorme bomba que transportaban a la cual alguien travieso había bautizado como “Little Boy” (muchachito).

         En un momento dado, a causa de las malas condiciones atmosféricas sobre su blanco primario, el bombardero cambió su rumbo, hacia el blanco secundario, en el cual la visibilidad era la adecuada.

         Los encargados de esa específica tarea, en el área despresurizada del avión armaron la espoleta de retardo de Little Boy, como los habían entrenado, cuando les informaron que iban a arrojar sobre los japoneses en paracaídas una bomba “experimental”.

         En la ciudad de Hiroshima el día transcurría normal, era una ciudad que no había sufrido bombardeos, no era un complejo industrial o militar y albergaba a muchos refugiados por los bombardeos que ya habían cobrado miles de vidas. La gente no tuvo aviso de la aproximación del bombardero que iba hacia la ciudad; su blanco secundario.

         Sobre Hiroshima y apuntando al centro de la misma, la escotilla de bombas fue abierta y Little Boy inició su descenso en paracaídas, el B-29 libre de su carga, se alejó a toda la velocidad de que era capaz, como le había sido ordenado a su piloto; toda la tripulación se colocó los lentes oscuros especiales. Se les había ordenado también que observaran y filmaran lo que ocurriría luego.

         Posiblemente hubo personas ahí abajo que miraron el gran paracaídas y el bulto que sostenía, mientras bajaba hacia ellos, sin imaginar lo que era.

         La espoleta de retardo de Little Boy terminó su cuenta regresiva a unos cientos de metros sobre la ciudad.

         Hubo un súbito y enceguecedor brillo verde al que siguió un “hongo” gigantesco; Hiroshima, por accidente meteorológico, se había sacado la rifa del tigre

         Miles de personas murieron de manera instantánea, en la zona cero, simplemente desintegradas, otros quedaron heridos de muerte y algunos, los menos afortunados, contaminados por la radiación y condenados a una muerte lenta.

         A bordo del B-29 el coronel Paul W. Tibbets, piloto y comandante, se dice murmuró por el intercomunicador abierto: ¡Dios mío! ¿Qué hemos hecho? Aunque él nunca lo admitió.

       resplandor2  Tres días después, el 9 de agosto, 10 en Japón, otra vez por accidente de meteorología, algo similar ocurriría sobre la ciudad de Nagasaki, otro blanco secundario en aquella ocasión fue otro B-29 llamado Bockscar y la bomba fue de plutonio, había sido bautizada como “Fat Man” (hombre gordo).

El 15 de agosto, Japón se rindió incondicionalmente. La Segunda Guerra Mundial había terminado.

Y, se había iniciado la Era Atómica: “Mi nombre es Ozymandias, ¡rey de reyes! ¡Mirad mis obras, poderosos, y desesperad!”, como escribió el poeta Percy Bysshe Shelley.

Nada sería igual a partir de entonces

Los Álamos laboratorio atómico militar en Nuevo México

La creación en Nuevo México del centro atómico de Los Álamos, en 1942, se sumó a las particularidades y contrastes de las regiones desérticas del sudoeste de los Estados Unidos.

Este centro atómico, el primero que poseyó Norteamérica, se instaló en medio de un vasto territorio en el que los indígenas americanos intentaban preservar las tradiciones vigentes en los pueblos, y donde se conservan también las reliquias procedentes de las más viejas comunidades humanas de América del Norte, como ocurre en Santa Fe.

resplandor3Los Álamos había sido hasta entonces un terreno de camping. El lugar fue elegido por su situación, que era ideal para la instalación de un centro de investigaciones nucleares y para la fabricación de armas atómicas. En efecto, Los Álamos se encuentra sobre una meseta a una altura de 2.200 m, al noroeste de Santa Fe.

El suelo es pedregoso y estéril, y el clima muy seco. El secreto de las experiencias atómicas se vio favorecido por la inhóspita naturaleza y el alejamiento de los centros habitados. Por otra parte, Nuevo México y los estados vecinos poseían las riquezas minerales indispensables para el proyecto, principalmente en metales no ferrosos.

Un principio difícil y una traición

Los primeros científicos y técnicos que trabajaron en Los Álamos tuvieron que contentarse al principio con barracas de madera y tiendas, pero esta situación duró muy poco, porque el personal científico gozó rápidamente de todas las comodidades que puede ofrecer una gran ciudad: se construyeron barrios residenciales, centros comerciales, terrenos de juego y cines.

Se ha afirmado que Los Álamos era la “ciudad más sabia” del mundo, debido al gran número de hombres de ciencia reunidos en ella.

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Sin embargo, la vida de éstos no era nada envidiable, pues estaban continuamente bajo la vigilancia más o menos discreta de agentes de los servicios secretos. Esta vigilancia se reforzó de manera exponencial años más tarde, después de la traición de Klaus Fuchs, un científico inglés de origen alemán, comunista en secreto.

Fuchs había llegado a Los Álamos en 1943, como miembro de la comisión atómica británica. Científico joven —había nacido en 1911—, Klaus Fuchs tuvo parte importante en investigaciones secretas de los EE.UU. y, cuando hubo adquirido los conocimientos necesarios, reuniendo las informaciones que deseaba, volvió a Gran Bretaña, donde continuó sus trabajos en el Atomic Research Center de Harwell.

En 1950 fue detenido acusado de espionaje a favor de la Unión Soviética, desde que trabajaba en Los Álamos y condenado a 14 años de cárcel. Fue puesto en libertad en 1959 antes de haber cumplido la condena completa, e inmediatamente se trasladó a la Alemania Oriental, donde obtuvo la nacionalidad y le fue confiada la dirección del centro de investigaciones atómicas de Alemania del Este.

Tres “artefactos”

Las investigaciones científicas realizadas en Los Álamos estaban confiadas al “Nuclear Research and Atomic Weapons Laboratory”, que dependía de la universidad de California.

En la “ciudad más sabia” se procedió muy pronto al montaje de tres artefactos nucleares cuyos elementos se fabricaban en otros sitios por cuestión de secreto militar; dos eran de plutonio y uno de uranio: éste venía de Hanford, Washington y el uranio 235 de Oak Ridge, en Tennessee.

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Faltaba probar si tales “artefactos” eran operativos o sólo habían sido un colosal esfuerzo y gasto de dinero.

Así pues, la primera bomba atómica hizo explosión el 16 de julio de 1945, a las 0530 horas de la mañana, en el desierto de Nuevo México, exactamente en Trinity, cerca de Alamogordo, a unos centenares de kilómetros al sur de Los Álamos. La prueba fue un éxito y disipó en parte los temores previos a la detonación; algunos sospechaban que el artefacto podría incendiar la atmósfera, provocando una reacción en cadena de consecuencias catastróficas. En aquellos momentos nadie pensó que se estaba iniciando una nueva era, el secreto había sido tan riguroso que ni siquiera los habitantes de los alrededores parecieron enterarse de lo que había ocurrido aquella mañana.

Julius Robert Oppenheimer el físico teórico estadounidense más a menudo nombrada como “padre de la bomba atómica” debido a su destacada participación como director civil en el Proyecto Manhattan. Al asistir a la detonación de la primera bomba nuclear en la Prueba Trinity, en Nuevo México, declararía que le vinieron a la mente las palabras del Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.

Es casi seguro que algunas personas tuvieron que percibir el intenso brillo de la explosión y tal vez sentir algunos de sus efectos, pero nadie dijo algo y no pareció que tales eventos fueran relacionados con lo que ocurriría pocos días después, en agosto de ese año y que pondría fin a la guerra con el Imperio de Japón Italia había caído en abril, Alemania se había rendido en mayo y los aliados, concentrando fuerzas, preparaban la invasión al archipiélago japonés.

Una invasión que se antojaba bastante difícil y cuyo precio para el éxito se contabilizaba en aproximadamente un millón y medio de bajas militares de los aliados y, luego de ver los resultados en Okinawa, un mínimo de ocho millones de muertos, civiles y militares por la parte japonesa.

Imperativo estratégico

resplandor5Luego de la conferencia de Yalta, entre Roosevelt, Churchill y Stalin, el ya enfermo presidente de los EE.UU. supo que ante su evidente debilidad los soviéticos se preparaban para adueñarse de buena parte del mundo.

         Entonces era imperativo acelerar el proyecto Manhattan en Los Álamos, un asunto tan secreto que ni siquiera el vicepresidente estadunidense estaba enterado; un esfuerzo para construir “La Bomba” que se había iniciado cuando Albert Einstein advirtió en una carta al presidente Roosevelt sobre la posibilidad cierta (en el papel), de fabricar La Bomba y el peligro real de que los alemanes ya la estuvieran creando, esto de acuerdo a la información de científicos que habían escapado de países ocupados por los nazis.

         Pero Roosevelt murió, el 12 de abril de 1945, antes de que se hiciera la prueba definitiva del primer artefacto nuclear. Al asumir el cargo de presidente Harry S. Truman, fue informado de inmediato del Proyecto Manhattan ya en su fase final. Cuando Truman hombre muy religioso, se enteró de la prueba exitosa del 16 de julio, al parecer se horrorizó y expresó su deseo de que aquello no fuera utilizado contra personas y se les hiciera una demostración a los japoneses, a fin de hacerlos buscar una paz negociada.

         Los del alto mando militar hicieron ver al presidente que los EE.UU. sólo tenían dos bombas más, que los japoneses —quienes habían iniciado la guerra—, seguramente no harían caso de la demostración, de la cantidad de bajas que costaría invadirles y derrotarles, acarreando un año más de conflicto y que —más importante aún—, la URSS le había declarado la guerra al Japón ocupando Manchuria y con seguridad, trataría de apropiarse muchos más territorios, como ya lo había hecho en Europa. Eso, más que otra cosa decidió a Truman para autorizar el uso de Las Bombas y con ello se ganó también la rifa del tigre, pues la sombra de esa decisión ejecutiva le acompañaría por el resto de su vida, al igual que algunos de los militares que bajo órdenes, cumplieron con la tarea.

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Los resultados

Hubo 246,000 muertos japoneses a causa de las dos bombas —menos de los que ya habían causado los seis meses de bombardeos convencionales—;        a pesar de haber visto el poder destructivo de las nuevas armas y, como se había pronosticado, los militares japoneses se negaron al principio a rendirse y sólo lo hicieron por orden del emperador, quien por primera vez en siglos se dirigió personalmente a la población.

El avance soviético fue frenado y sus intenciones de ocupar Japón luego de la rendición fueron evitadas. Truman fue tildado de asesino. Teóricamente y en el papel, usar las bombas salvó a casi 10 millones de personas que habrían muerto de llevarse a cabo la invasión convencional. Antes de otra cosa el mundo se llenó de júbilo ante el fin de la guerra y casi de inmediato comenzó a preocuparse por el inicio de la “guerra fría”. En EE.UU. se dieron los prolegómenos de la “cacería de brujas” contra personas progresistas acusadas de “comunistas”.

resplandor4Menos de tres años después la URSS ya tenía armas nucleares, la guerra fría inició una carrera por el poder en un frágil equilibrio que tuvo al mundo al borde del terror, perdida para siempre la inocencia. Los “rojos” hicieron su muro en Alemania, similar al que el obseso Trump quiere hacer en la frontera con México. Como una consecuencia del conflicto de poder, los hombres llegaron a la Luna. La carrera armamentista para la destrucción masiva, llevó al absurdo de poder aniquilar varias veces la vida del planeta, cuando con una sería más que suficiente. Después de la II G.M. las guerras que siguieron fueron llamados “conflictos de baja intensidad” aunque como Vietnam duraran años y costaran miles de vidas.

         Ahora, como si se tratara de una maldición el líder de Corea del Norte parece querer revivir aquel fantasma del pasado.

         Si, el 6 de agosto de 1945, el mundo perdió la inocencia y se inauguró con aquel cegador resplandor, la era del terror atómico



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