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Edición 358

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Los asesinatos y desapariciones de periodistas a lo largo de México nos obligan hacer una profunda reflexión. Sin duda, estos hechos reprobables hacen más evidente la crisis de derechos humanos que se vive en la nación. En algunas partes del territorio no hay Estado de Derecho; por tanto, no puede haber libertad de expresión.

Michoacán forma parte de la zona de guerra entre el Estado y el crimen organizado; cuando uno ha pasado la frontera de Uruapan uno corre el riesgo que le suceda cualquier cosa; lo curioso es que cuando uno anda en la carretera es lo último que piensa. Quien se dedica a este oficio lo hace bajo su propio riesgo, porque sabe que no existen condiciones para ejercerlo.

En este sentido, coincido con el periodista Gabriel Envila Fisher de que vivimos en un momento de mucha oscuridad, donde no sabemos qué integrante de la clase política forma parte del crimen organizado. Por tanto, los comunicólogos no deberíamos entrevistarlos en un largo tiempo, mientras se calman las cosas.

Podríamos dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a enfocarnos en otros temas que resultan igual o más importantes, como son las organizaciones feministas que luchan por lograr justicia por los feminicidios, o los migrantes que tratan de organizarse para poder ser tomados en cuenta en la vida orgánica de los partidos políticos, o los paisanos que regresan después de haber sido deportados; ni que decir de los desastres ecológicos que hay en la entidad; en fin, temas no faltarían.

 

Nomás cuídate

No vale la pena arriesgar la vida por los pocos pesos que se ganan en este oficio. ¿Qué objeto tiene recibir amenazas veladas por parte de los políticos, quienes con una sonrisa suelen decirte “cuídate”? Uno todavía, como no creyéndolo, se auto cuestiona en silencio: ¿De qué, del sol porque puede provocar cáncer?  ¿De ti, o de lo que escribo?  Hay una infinidad de preguntas. Sin embargo, no se puede vivir con miedo y todo queda en el olvido, o lo que es peor se vuelve algo normal.

No obstante, si en Morelia existe tensión en el gremio, en Tierra Caliente las cosas son más complicadas. En Apatzingán existen zonas de silencios, ahí quienes se dedican a este negocio saben con precisión lo que sucede y no lo escriben; incluso, cuidan mucho lo que publican en redes sociales.

Sin duda, el ‘levantón’ que le dieron en el municipio de Múgica a Salvador Adame Pardo, periodista y dueño del canal 4TV, el pasado 18 de mayo, es reprobable. Los 13 comunicadores que se dedican a escribir en distintos medios de comunicación han manifestado que han sido amenazados en algún momento, y la mayoría de las veces han sido funcionarios que están involucrados en el crimen organizado.

La tragedia impactó en la capital del estado y, por segunda vez en menos de 15 días, los periodistas salieron a las calles mostrando su rabia e impotencia.

 

Se conocerá la verdad

El gobernador se vio obligado a dar discursos y aseguró que se conocerá la verdad de los hechos, “sea cual sea” y afirmó que para ello ha dado la instrucción a las áreas de seguridad y procuración de justicia. Paralelamente en el Congreso se pretende aprobar una ley para proteger a los periodistas.

En este contexto no es exagerado lo que afirmó Amnistía Internacional México, que aseguró que ser periodista en México parece más una sentencia a muerte que una profesión, debido al constante derramamiento de sangre.

Esta postura la asumió en relación al homicidio del periodista Javier Valdez, el 15 de mayo. La organización humanitaria sentenció que las autoridades prefieren hacer caso omiso a los homicidios o agresiones a la prensa, generando un profundo vacío que afecta el ejercicio de la libertad de expresión en el país que se ha convertido en una zona de alto riesgo para quien ama este trabajo.



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