Lunes, 08 de Diciembre de 2014 10:32 | 
Author: Héctor Chavarría | 
| Edición 328 |
En la década de los 50 transitaba por las calles de la ciudad de Mérida un individuo pedigüeño, con la cara destrozada y carente de la mandíbula inferior, era Wenceslao Moguel Herrera, un hombre conocido como “el fusilado”.
En 1937, Robert L. Ripley, conocido como el Rey de las curiosidades y lo asombroso, llevaba a su exitoso programa radiofónico de la NBC Ripley’s Believe It or Not (Aunque usted no lo crea) al que se consideraba como único ser humano conocido que había sido fusilado y recibido nueve balazos, incluido el tiro de gracia en la nuca y a pesar de ello había logrado sobrevivir. Tras colocarse frente al micrófono y ser presentado por Ripley comenzó a relatar la sorprendente historia que protagonizó dos décadas atrás, cuando todavía era un joven adolescente. El relato se remonta a la época más convulsa de la historia de Yucatán, Wenceslao, originario del pueblo de Halachó, se había alistado para luchar en las tropas rebeldes de Argumedo, contra las fuerzas federales carrancistas.
El 16 de marzo de 1915, los revolucionarios fueron aplastados con contundencia por el numerosísimo ejército nacional que les triplicaba en tamaño, matando a un gran número de rebeldes, siendo la mayoría todavía jóvenes imberbes. Aquellos que lograron salir con vida fueron apresados fueron condenados a morir. Para aligerar la ejecución de los rebeldes se optó por ahorcar a unos cuantos y fusilar al resto. A Wenceslao le tocó estar frente al pelotón de fusilamiento en la última tanda. Tras la orden de disparar, su cuerpo recibió el impacto de ocho balas y una vez abatido en el suelo llegó el ‘tiro de gracia’; el disparo que habitualmente se le da a los ejecutados para asegurar su muerte.
Pero el joven, a pesar de las nueve heridas de bala no murió, tan solo quedó desmayado y fue amontonado junto a los cadáveres. La orden de retirarse hizo que los cuerpos sin vida de los ejecutados quedasen sin ser enterrados, por lo que durante la madrugada Wenceslao despertó de su desmayo y herido de gravedad se fue arrastrando hasta llegar a un domicilio cercano, donde le atendieron y llamaron con urgencia al médico local. Ninguna de las balas había tocado órgano vital alguno y la trayectoria del tiro de gracia se desvió hacia la mandíbula, dejándosela totalmente destrozada.
Tras un largo periodo de recuperación, el joven Wenceslao se marchó de la población en que se encontraba y se perdió el rastro de él hasta que a mediados de los años treinta su increíble historia comenzó a ser conocida y llegó hasta oídos de Ripley, quien además de tener el programa radiofónico, al estilo de Barnum, había creado un museo en el que coleccionaba todo aquello sorprendente que iba encontrando alrededor del planeta.
Durante un tiempo, ‘el fusilado de Halachó’, tal y como fue conocido Wenceslao se dedicó a conceder entrevistas y a recorrer algunas poblaciones norteamericanas en las que explicaba su impresionante historia en teatros y cafés locales. Después de eso poco más se supo de su vida posterior. Quien esto escribe alcanzó a conocerlo en Mérida, siendo apenas un niño. Algunas fuentes indican que falleció a los 70 años de edad y otras a los 85, su historia es parcialmente contada en la canción ‘El Fusilado’ cantada por el grupo británico Chumbawamba.
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