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Los bancose ae apalancan con dinero negro mexicano
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Edición 300

LOS BANCOS, ESOS GIGANTES CON PIES DE BARRO

Se apalancan con dinero

negro mexicano
ÉRIC TOUSSAINT*

 

“EN MUCHOS ASPECTOS, la estabilidad aparente de nuestro comercio y de nuestro sistema financiero a escala mundial reafirman el sencillo principio enunciado por Adam Smith en 1776 y corroborado por la historia: El libre comercio de individuos que trabajan en interés propio conduce a una economía estable y en crecimiento” Alan Greenspan.


Eric

LA INNOVACIÓN FINANCIERA que Alan Greenspan presentó como la panacea ha fracasado, provocando graves estragos económicos y sociales, sin olvidar los ataques que tanto la dictadura de los mercados como los dictados de la Troika europea suponen para los derechos democráticos de los ciudadanos. Los tratados europeos y la política específica de los sucesivos gobiernos menoscaban progresivamente los derechos democráticos conquistados por los pueblos: El poder legislativo está sometido al ejecutivo, el Parlamento Europeo es la hoja de parra de la Comisión Europea, se respeta cada vez menos la elección de los votantes… Los gobiernos se atrincheran tras los tratados para entonar desde allí la cantinela de Margaret Thatcher: No hay alternativa a la austeridad y al pago de la deuda.

Y mientras tanto, hacen todo lo posible para, por un lado, socavar los derechos económicos y sociales conquistados en el transcurso del siglo XX, y para, por otro lado, impedir que sobrevenga una nueva y mayor crisis del sector bancario. Sin embargo, no toman ninguna medida apremiante seria para imponer una nueva disciplina a los bancos y a otras instituciones financieras. Los bancos no han saneado realmente sus cuentas desde 2007-2008.

Aún peor, se muestran muy diligentes en el desarrollo de nuevas burbujas y en la fabricación de nuevos productos estructurados. En esta parte de la serie, se pasa revista a las acrobacias que hacen los bancos para financiarse, a su dependencia casi total de las ayudas públicas, a las burbujas especulativas en evolución, a las innovaciones en materia de especulación financiera, a los efectos desastrosos producidos por el sistema bancario actual, en particular en lo referente a la crisis alimentaria, así como los nuevos riesgos que corre la población por culpa de su forma de funcionar.

Problemas de financiación a medio y largo plazo

Consideremos en primer lugar el tema de la financiación; es decir, teniendo en cuenta el pasivo de los bancos. Los bancos tienen serios problemas. Los inversores institucionales (fondos de pensiones, aseguradoras, bancos, fondos soberanos…) no confían en ellos, y dudan si comprar las obligaciones (covered bonds) que los bancos emiten para financiarse a largo plazo de forma estable. Y aunque algunos bancos como BNP Paribas y Société Générale (los dos mayores bancos franceses), o incluso el BBVA (el segundo mayor banco en España), han conseguido vender obligaciones, la cantidad total emitida en 2012 parece tan baja como en los años anteriores. Según el Financial Times, sería incluso el peor año desde 2002.

Así que, como en los mercados no encuentran suficiente financiación a largo plazo, dependen de forma vital del crédito a tres años concedido por el BCE por un montante de un billón de euros a un interés del 1% , y de forma más general de la activos líquidos que los poderes públicos de los países más industrializados ponen a su disposición a través de los bancos centrales (empezando por la Reserva Federal, el BCE, el Banco de Inglaterra, el Banco Nacional de Suiza y el Banco Central Japonés.)

Problemas de financiación a corto plazo

Dejando aparte los depósitos de sus clientes, cuyo volumen no aumenta apenas por culpa de la crisis, los bancos tienen que encontrar una gran parte de su financiación en el corto plazo. Según el informe Liikanen, los grandes bancos europeos necesitan siete billones para financiarse en el día a día. El montante de las deudas bancarias a muy corto plazo ha aumentado mucho entre 1998 y 2007, pasando de un billón y medio a seis billones.

De 2010 a 2012 se ha mantenido en ¡siete billones! ¿Dónde encuentran esta financiación a corto plazo? Ya no lo encuentran, o muy poco, en el mercado interbancario porque los bancos desconfían demasiado unos de otros como para prestarse dinero. Dependen entonces de los Money Market Funds (MMF), que cuentan con 2,7 billones de dólares para operaciones a un día, cuya disponibilidad varía a merced de la crisis en Europa. Los MMF cerraron el grifo a partir de junio de 2011 y lo reabrieron cuando el BCE realizó un préstamo de un billón. En cualquier momento pueden volver a cerrar el grifo o restringir en gran medida el flujo. En tal caso, la fuente más segura de financiación son otra vez los bancos centrales. En adelante, El BCE presta dinero de forma masiva al 0,75 por ciento (interés en vigor desde mayo de 2012.)

La conclusión es clara: Sin el préstamo de un billón a tres años, al que se suman los préstamos habituales del BCE y de los bancos centrales del eurosistema (a los que habría que añadir, por cierto, el Banco de Inglaterra y el Banco Nacional de Suiza), un buen número de los grandes bancos europeos se verían amenazados por la asfixia y la quiebra.

Es una prueba adicional de que los bancos no han saneado sus cuentas. Tienen que financiarse a corto plazo de forma masiva, mientras que en lo que respecta a sus activos, poseen productos con plazo de vencimiento largo cuyo valor es completamente aleatorio. En muchos casos, el valor de los activos registrado en el balance no se concretará al vencimiento del contrato y los bancos tendrán que registrar una pérdida que ponga en riesgo todo su capital propio.

No hay financiación a través de la Bolsa

La vía de captación de capital a través de la Bolsa también se encuentra atascada. El precio de las acciones de los bancos se ha divido por cinco de media desde 2007. Los inversores institucionales (aseguradoras, fondos de pensiones, otros fondos de inversión, bancos...) tienen grandes dudas a la hora de comprar acciones de sociedades que atraviesan, todas ellas, dificultades. Es además una prueba adicional de la distancia abismal que hay entre el funcionamiento teórico del capitalismo según sus promotores y la realidad.

En teoría, la Bolsa debe permitir la captación de capital a largo plazo (se considera que las acciones son inversiones a largo plazo que deben conservarse al menos ocho años) para las empresas que cotizan en ella. De hecho no funciona así, porque la Bolsa ha dejado hace tiempo de ser el lugar donde las empresas se financian para convertirse en un espacio de pura especulación. Por esta razón los bancos necesitan una recapitalización financiera a través de los poderes públicos.

Por otra parte, siempre según la teoría, otra función de la Bolsa es indicar el valor real de las empresas mediante la evolución del precio de sus acciones. Desde este punto de vista, la caída media del 80 por ciento del valor bursátil de los bancos constituye un diagnóstico muy molesto para sus directores y para los propagandistas del sistema capitalista.

Podemos añadir que los bancos utilizan una parte de la liquidez que ponen a su disposición los bancos centrales para recomprar sus propias acciones. Esta medida tiene dos objetivos: Intentar impedir que continúe la caída de la cotización por una parte y remunerar a los accionistas por otra.

Bancos financiados con el dinero del narcotráfico

Otra fuente de financiación de los bancos proviene del dinero del narcotráfico. El 26 de enero de 2009, Antonio María Costa, Director de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), declaró a la revista austriaca en línea profil.at que algunos créditos interbancarios se habían financiado recientemente “con dinero procedente del narcotráfico y otras actividades ilícitas”. Últimamente, en diciembre de 2012, el HSBC (Reino Unido, segundo banco mundial en cuanto a activos) aceptó pagar una multa récord de mil 920 millones a las autoridades estadounidenses para que archivasen las diligencias en su contra precisamente por blanqueo de dinero que le habían confiado los cárteles mexicanos de la droga.

Bombas de relojería en los activos de los bancos europeos y estadounidenses

Como se indica más arriba, los bancos tienen entre sus activos una gran cantidad de productos financieros que constituyen auténticas bombas de relojería cuyo detonador ya ha empezado a correr.

En Europa, ¡no se han pagado el 70 por ciento de los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles comerciales (CMBS) que vencieron en 2012! Se trata de productos creados entre 2004 y 2006, justo antes de que estallara la crisis de las hipotecas basura (subprime), con vencimiento entre 2012 y 2014. Según la agencia de calificación Fitch, solamente se han pagado 24 de los 122 CMBS con fecha de vencimiento en los primeros once meses de 2012.

En 2013-2014, los contratos que llegan a vencimiento representan un importe de 31 mil 900 millones de euros. En 2012, JP Morgan, el mayor banco de Estados Unidos, ha perdido cinco mil 800 millones de dólares en este mercado en Europa a través de su oficina en Londres y por las iniciativas desafortunadas de uno de sus jefes apodado la Ballena. ¡Esto no impide al Deutsche Bank y al Royal Bank of Scotland volver a crear nuevos CMBS para el mercado europeo! ¿Por qué se lanzan estos bancos a este tipo de operaciones? Porque el alto riesgo que conllevan se traduce en una rentabilidad netamente superior a la de otros títulos o a la de otros productos. Tema para seguir de cerca.

En los balances de los bancos de Europa y de los Estados Unidos todavía hay billones de dólares en bonos de titulización hipotecaria (MBS, mortgage backed securities), en particular MBS de alto riesgo, o de otras categorías de bonos de titulización de activos (ABS, asset backed securities). Los bancos que intentan deshacerse de ellos normalmente no lo consiguen, a no ser que asuman una pérdida muy importante. A finales de diciembre de 2011, los MBS se vendían al 43 por ciento de su valor pero había muy pocos compradores|. Los bancos son sistemáticamente discretos en lo que respecta al volumen exacto de MBS que todavía están incluidos en sus balances, y lo son todavía más en cuanto a los productos no registrados en los mismos.

 

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Los CLO, otro producto estructurado confeccionado en los prolegómenos de la crisis de las subprime, provocan inquietud al atraer a bancos europeos particularmente agresivos, como el Royal Bank of Scotland, al terreno de las altas rentabilidades asociadas con la toma de riesgos. CLO significa collateral loans obligations. Los CLO se vendieron para proporcionar dinero a los inversores que querían comprar empresas endeudándose y recurriendo al máximo al efecto palanca (es lo que se conoce como LBO).

Estos CLO llegan a su fecha de vencimiento y quienes los tienen se preguntan cómo van a conseguir reembolsarlos. El mercado de los CLO en Europa sufre de anemia extrema pero ha vuelto a despegar en los Estados Unidos, donde en 2012 se hicieron ventas por valor de 39.000 millones de dólares. Algunos bancos europeos los compran porque, dado el riesgo que suponen, la rentabilidad es elevada. ¡Cuidado con la caja!

Se preparan nuevas bombas

JP Morgan y otros grandes bancos se proponen crear, para el crédito ligado al comercio internacional, productos estructurados comparables a los CDO de crédito hipotecario basura (subprime).

Conviene recordar que los Collateral Debt Obligations (CDO) se diseñaron a partir de una mezcla de créditos hipotecarios de distinta calidad. Los bancos que confeccionaron los CDO tenían como objetivo deshacerse de créditos hipotecarios mediante titulización (es decir, transformando un crédito en un título de fácil reventa)|. JP Morgan quiere hacer lo mismo remplazando los créditos hipotecarios por créditos a la exportación. JP Morgan fue quien a partir de 1994 comenzó la creación de los precursores de los CDO.

El mercado de créditos a la exportación representa diez billones de dólares al año. JP Morgan quiere convencer a los bancos que conceden créditos ligados al comercio internacional para que coloquen esos créditos en un producto estructurado para revenderlo como un CDO. El objetivo oficial es aligerar el peso de los activos a fin de disminuir el efecto palanca de forma que se pueda cumplir con las nuevas exigencias de las autoridades en cuanto al aumento de fondos propios.

En realidad, para JP Morgan y el resto de los grandes bancos que buscan innovar, se trata de crear un apetito nuevo por un producto innovador en un mercado importante y sacar provecho de ello. También aquí, si la estrategia de JP Morgan funciona, la probabilidad de provocar estragos es elevada porque existe el riesgo de que se genere una nueva burbuja.

La carrera desenfrenada por obtener resultados provoca pérdidas

Algunos ejemplos muestran la magnitud de los riesgos que siguen tomando los bancos. Por supuesto, entre ellos está la pérdida registrada por Société Générale en Francia (cuatro mil 900 millones de euros) consecuencia de las vicisitudes de uno de sus brókeres, Jérôme Kerviel. Se podría decir que el asunto data de enero de 2008 y que los bancos aprendieron la lección, pero no es así en absoluto. En septiembre de 2011, el banco suizo UBS anunció que había sufrido una pérdida de dos 300 millones de dólares a causa de operaciones no autorizadas realizadas por Kweku Adoboli, un administrador del equipo de Global Synthetic Equities Trading en Londres. Sin irnos de Londres, como se menciona más arriba, la Ballena de JP Morgan hizo perder a “su” banco cinco mil 800 millones de dólares. Y estos ejemplos sólo representan la punta del iceberg.

Se ha formado una burbuja especulativa en el sector de las obligaciones societarias

Numerosos observadores de los mercados financieros y una cantidad considerable de gestores de fondos consideran que se ha desarrollado una burbuja especulativa en el sector de los llamados corporate bonds, que son las obligaciones emitidas por las grandes empresas para financiarse. Se trata de una burbuja en el sector del endeudamiento de las grandes empresas privadas, que supone un mercado de 9,2 billones de dólares.

¿Por qué una burbuja? La rentabilidad que los bancos y otros inversores institucionales obtienen de los bonos del tesoro de los Estados Unidos y de la deuda soberana de las principales potencias económicas de la UE está en mínimos históricos, así que los inversores institucionales se buscan un sector con rendimientos más elevados y en apariencia carente de riesgo: las obligaciones emitidas por las empresas no financieras ofrecen en 2011 un rendimiento del orden del 4,5 por ciento, lo que las hace muy atractivas. Una razón adicional es que los bancos prefieren comprar obligaciones antes que abrir una línea de crédito, porque pueden revender los títulos en el mercado secundario. La avalancha de compradores provocó en 2012 una fuerte caída de la rentabilidad de estos títulos, que pasó del 4,5 por ciento al principio de 2012 al 2,7 por ciento en septiembre del mismo año.

Una empresa grande como Nestlé pudo emitir obligaciones a cuatro años por un importe de 500 millones de euros prometiendo un interés anual de tan solo un 0,75 por ciento. Se trata de un caso excepcional, pero indica que hay un fuerte desplazamiento hacia las obligaciones societarias. La demanda de títulos es tal, que, según JP Morgan, la rentabilidad de los bonos de alto riesgo (bonos basura, o junk bonds en inglés) estaba en caída libre durante el verano de 2012, pasando de un 6,9 por ciento a un 5,4 por ciento. Si la tendencia continua, existe el riesgo de que los inversores institucionales abandonen el mercado para buscar otro sector donde conseguir una mayor rentabilidad.

El hambre de rentabilidad es tal que las empresas consiguen emitir bonos de pago en especie (bonos PIK, Pay in Kind) que vivieron su momento de gloria antes de 2006-2007 y se quedaron sin compradores hasta 2012. Se trata de un título con el que el pago de intereses solamente se produce en el momento de la devolución del capital. Evidentemente, la rentabilidad prometida es elevada, ¡pero se corre el gran riesgo de que la empresa que ha recibido el capital ni sea capaz de devolverlo, ni se encuentre en condiciones de pagar los intereses al vencimiento del contrato! Efectivamente, hay motivo para preguntarse como prestamista si es prudente conceder una suma de dinero a una empresa que no está en condiciones de pagar los intereses antes de la finalización del contrato. De nuevo, el hambre de rentabilidad y la disponibilidad de liquidez (gracias a los préstamos de los bancos centrales) dan pie a un gran entusiasmo por este tipo de productos de alto riesgo.

La penuria de las colaterales

Hasta el 2007-2008, los mercados financieros se desenvolvieron en un clima de opulencia. Los banqueros y otros inversores institucionales se prestaban capital mutuamente y compraban productos financieros estructurados sin verificar si el vendedor o el comprador disponían de activos suficientes para asumir la responsabilidad de sus actos y cumplir con su parte del contrato una vez llegado su vencimiento. Por ejemplo, hay banqueros que pagaron primas de pólizas a Lehman Brothers y a AIG para protegerse del riesgo de impago sin verificar de antemano si Lehman o AIG tenían con qué indemnizarles en caso de que se produjese la contingencia cubierta por el seguro.

En la mayoría de las transacciones, el prestatario debe presentar un activo como garantía. Es lo que se ha dado en llamar un colateral. Lo que ocurría de forma sistemática, y lo que sigue ocurriendo, es que un mismo colateral sirve a la vez de garantía en varias transacciones. A pide un préstamo a B y presenta como garantía un colateral. B pide un préstamo a C y presenta como garantía el mismo colateral, y así sucesivamente. Si se rompe la cadena en un punto, se corre el riesgo de no encontrar el colateral.

Mientras duraba la euforia y no era necesario comprobar si el colateral estaba realmente disponible, los negocios seguían su curso acostumbrado. Después de 2008, las cosas no funcionan como antes y cada vez es más frecuente que la parte que exige un colateral quiera estar segura de que estará disponible en caso de necesidad, que su valor se ha tasado y validado y que es de buena calidad. Los colaterales circulan menos y se rechazan aquellos que son menos seguros.

En efecto, resulta razonable no aceptar como colateral un activo tóxico del tipo CDO subprime. Esto ha abocado a un principio de penuria de colaterales. La entidad financiera Dexia, en 2011 y 2012, sufrió una insuficiencia de colaterales de calidad, lo que la impidió encontrar la financiación que necesitaba. En 2012, recibió un préstamo de cerca de 35 mil millones de euros del BCE a un 1 por ciento dentro del marco del LTRO. Los préstamos enormes del BCE no fueron suficientes y Dexia se dirigió de nuevo a los estados belga y francés en octubre-noviembre de 2012 a fin de obtener 5.000 millones de euros de recapitalización.

Según el Financial Times, los bancos españoles se han convertido en expertos en la creación de colaterales. Confeccionan productos estructurados ABS a partir de créditos hipotecarios dudosos o de otros créditos no mucho más seguros, después se los colocan al BCE como colaterales para conseguir liquidez. Así, el BCE acepta colaterales de baja calidad que han sido expresamente diseñados para él. Lo cual es una nueva prueba del servilismo del BCE respecto a los banqueros.

A propósito de los colaterales, también aquí hay que denunciar las mentiras referentes a que la deuda soberana constituye, por principio, una fuente de problemas para los bancos. La deuda soberana es un colateral mucho más seguro que la mayoría de las obligaciones privadas. Por otra parte, los banqueros no se privan de utilizarlos como colaterales de primera calidad para recibir capital prestado del BCE.

La deuda soberana

Precisamente, volvamos al tema de la deuda soberana. Hasta aquí, la deuda de los distintos países no ha provocado ningún desastre bancario. Sin embargo, está claro que, en países como España e Italia, los bancos están aumentado fuertemente la compra de títulos de deuda emitida por sus gobiernos. Tienen dos buenas razones para proceder de esta forma: por una parte, disponen de gran liquidez a través de los préstamos del banco central a un tipo de interés muy bajo (entre un 0,75 y un 1 por ciento); por otra parte, los títulos de sus países son muy lucrativos (entre el 4 y el 7 por ciento). Pero la política de austeridad es tan brutal, que resulta incierto que los gobiernos español e italiano vayan a encontrarse siempre en condiciones de pagarla. No supone un problema en un futuro cercano, pero no se pueden excluir dificultades en lo sucesivo.

La deuda soberana no es el talón de Aquiles de los bancos privados

Los principales medios de comunicación respaldan permanentemente el discurso de los banqueros y de los gobernantes sobre el peligro que representa la deuda soberana. Para aportar toda la claridad posible sobre el tema, a fin de desmontar el argumento de la deuda soberana y que quienes ostentan el poder no puedan servirse de él para imponer políticas antisociales, es esencial presentar contraargumentos. Por ello, en esta serie, se aportan datos a este respecto. En un informe reciente publicado por el FMI|, se encuentra un gráfico sobre la proporción que representa la deuda soberana en los activos de los bancos privados de seis países clave. Según el gráfico, las deudas del gobierno solamente representan el 2% de los activos de los bancos británicos, el 5 por ciento de los activos de los bancos franceses, el 6 por ciento de los activos de los bancos de los Estados Unidos y de Alemania, el 12 por ciento de los activos de los bancos italianos. Japón es el único de los seis países mencionados en el que la deuda del gobierno representa una parte importante de los activos bancarios, esto es, un 25 por ciento. No todos los días el FMI arrima el ascua a nuestra sardina. La conclusión que sacamos, y que el FMI se guarda mucho de sacar, es que es mucho más fácil anular la deuda pública ilegítima…

La banca en la sombra o Shadow banking

Una de las principales causas de la fragilidad de los bancos la constituyen sus actividades fuera de balance que, en algunos casos, pueden sobrepasar ampliamente el volumen oficial registrado en sus balances. Los grandes bancos siguen creando y utilizando entidades con fines especiales (Spécial Purpose Vehicles, MMF), que no son consideradas como bancos y no están sometidas a la reglamentación bancaria (ya de por sí no muy estricta.)

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Hasta ahora, estas entidades específicas pueden operar sin ningún control o, en el caso de los MMF, con un control muy suave, concediendo préstamos a los bancos o realizando toda clase de actividades especulativas con multitud de derivados o de activos físicos (materias primas, productos agrícolas) en el mercado de futuros o en el mercado extrabursátil (OTC), que no está regulado. La opacidad es total o casi total. Los bancos no están obligados a declarar en sus cuentas las actividades de entidades no bancarias creadas por ellos.

Las actividades más peligrosas son las llevadas a cabo por los llamados Special Purpose Vehicles porque son las que pasan más inadvertidas. Si las pérdidas de una de estas entidades la llevasen a la quiebra, los acreedores forzarán al banco que la creó a que registre finalmente la pérdida en sus cuentas, lo que podría engullir su capital y provocar su propia quiebra (o bien que otro banco o los poderes públicos lo recompren, o bien que los poderes públicos lo rescaten). Esto es lo que ocurrió después de 2008 con Lehman Brothers, Merrill Lynch, Bear Stearn, el Royal Bank of Scotland, Dexia, Fortis y varios bancos más.

La burbuja especulativa de las commodities

A través de sus actividades de negociación en los diferentes mercados (trading en inglés), los bancos son los principales especuladores en los mercados no regulados y de futuros de materias primas y productos agrícolas porque disponen de medios de financiación netamente superiores a los del resto de protagonistas. En la página web de los premios Commodity business awards se puede encontrar una lista de bancos y de corredores que desempeñan un papel de primera línea en el mercado de las commodities (ya sea en el mercado donde se compran y se venden físicamente, o en el mercado de derivados que utilizan las commodities como valor subyacente.)

Entre estos bancos, los que aparecen con más frecuencia son BNP Paribas, Morgan Stanley, Crédit Suisse, Deutsche Bank y Société Générale. Además, los bancos intentan dotarse de instrumentos para controlar directamente los stocks de materias primas. Es el caso de Crédit Suisse que está asociado a Glencore, la mayor sociedad de corretaje de materias primas en el mundo.

Por su parte, JP Morgan quiere hacerse con un stock de cobre que llegaría a las 61 mil 800 toneladas para conseguir influenciar en la cotización. Se trata de actores con papel protagonista en el desarrollo de la burbuja especulativa que se ha formado en el mercado de commodities. Cuando estalle la burbuja, el efecto boomerang provocará nuevos estragos en la salud de los bancos, por no mencionar las consecuencias para la población de los países del sur exportadores de materias primas, lo que es mucho más grave.

Volviendo al tema del papel fundamental de la especulación en el alza exagerada
de los precios de los alimentos y del petróleo en 2007-2008

La especulación en los principales mercados de Estados Unidos, donde se negocian los precios mundiales de los bienes primarios (productos agrícolas y materias primas), ha tenido un papel fundamental en el aumento brutal de los precios de los alimentos en 2007-2008. Esta subida de precios conllevó un fuerte aumento del número de personas que pasan hambre, cuyo número había crecido en más de 140 millones en un año, situando la cifra total por encima de los mil millones (una persona de cada siete). Los actores principales de esta especulación no son francotiradores, sino los inversores institucionales: bancos, fondos de pensiones, fondos de inversiones, sociedades de seguros. Los fondos de inversión libre (hedge funds en inglés) y los fondos soberanos también tuvieron su parte aunque su peso es muy inferior al de los inversores institucionales

Michael W. Masters, quien dirigía desde hacía 12 años un hedge fund en Wall Street, nos dió la prueba en un testimonio que presentó ante una comisión del Congreso en Washington, el 20 de mayo de 2008. Ante esta comisión encargada de investigar sobre la posible influencia de la especulación en el aumento de precio de los productos básicos, declaró: «Ustedes han planteado la pregunta: ¿Los inversores institucionales contribuyen a la inflación del precio de los alimentos y la energía? Mi respuesta inequívoca es sí».

En este testimonio, con plena autoridad, explica que el aumento del precio de los alimentos y la energía no es debido a una insuficiente oferta sino a un aumento brutal de la demanda proveniente de los nuevos actores que especulan en el mercado de futuros de los bienes primarios (commodities), donde se compran estos «futuros».

En este tipo de mercado, los participantes compran la producción futura: la cosecha de trigo que se hará dentro de uno o dos años, el petróleo que se extraerá en 3 o 6 meses. En tiempos «normales», los principales participantes de estos mercados son, por ejemplo, compañías aéreas que compran el petróleo que necesitarán o firmas de productos alimentarios que compran cereales.

Michael W. Masters demuestra que, en Estados Unidos, los capitales asignados por los inversores institucionales al segmento «index trading» de bienes primarios de los mercados a plazos pasaron de 13.000 millones de dólares a fines de 2003 a 260.000 millones de dólares en marzo de 2008 . Los precios de 25 productos primarios cotizados en estos mercados subieron un 183% durante el mismo período. Masters explica que se trata de un mercado estrecho.

Es suficiente que algunos inversores institucionales como los fondos de pensiones o los bancos asignen el 2 % de sus activos para trastornar la situación. El precio de los bienes primarios en el mercado de futuros repercute inmediatamente sobre el precio actual de esos bienes. Masters demuestra que los inversores institucionales compraron enormes cantidades de maíz y de trigo entre 2007 y 2008, lo que produjo la explosión de precios.

Se debe señalar que en 2008 el órgano de control de los mercados de futuros, la Commodity Futures Trading Commission (CFTC) consideró que los inversores institucionales no pueden ser considerados como especuladores. La CFTC los considera como participantes comerciales en los mercados (commercial market participants).

Eso le permite afirmar que la especulación no tiene un papel significativo en el aumento desmesurado de los precios. Michael W. Masters realiza una crítica muy seria de la CFTC, pero sobre todo lo hace Michael Greenberger, profesor de derecho en la universidad de Maryland, quien declara ante una comisión del senado, el 3 de junio de 2008. Greenberger, que fue director de un departamento de la CFTC desde 1997 hasta 1999, critica el laxismo de los dirigentes que esconden la cabeza como el avestruz para no ver la manipulación de los precios de la energía debido a los inversores institucionales. Este profesor cita una serie de declaraciones de dirigentes de la CFTC dignas de figurar en una antología de la hipocresía y del cretinismo. Greenberger considera que entre el 80 y el 90 % de las transacciones en las bolsas de Estados Unidos dentro del sector de la energía son especulativas.

El 22 de septiembre de 2008, en plena tormenta financiera en Estados Unidos, mientras el presidente Bush anunciaba un plan de salvamento de los bancos de 700 mil millones de dólares, el precio de la soja aumentaba en forma espectacular, ¡un 61,5  por ciento!

Jacques Berthelot demuestra también la función crucial que tuvo la especulación de los bancos en el aumento de los precios. Da el ejemplo de un banco belga, el KBC, que desarrolló una campaña publicitaria para vender un nuevo producto comercial: una inversión de ahorristas en seis materias primas agrícolas. Para convencer a los clientes de invertir en su fondo de inversión «KBC-Life MI Security Food Prices », la publicidad del KBC afirma: «¡Sacad ventaja del alza de precios de los productos alimentarios!». Esta publicidad presenta como una «oportunidad» la «penuria de agua y de tierras agrícolas explotables», que tiene como consecuencia «una escasez y una consecuente alza de precios de los productos alimentarios básicos».

Entretanto, por parte de la justicia americana, se da la razón a los especuladores. Esto es lo que denuncia Paul Jorion en un artículo de opinión publicado en Le Monde. Cuestiona la decisión de un tribunal de Washington que el 29 de septiembre de 2012 invalidó medidas tomadas por la CFTC «que pretendían poner techo al volumen de posiciones que puede tomar un participante en el mercado de futuros de materias primas, a fin de que no pueda desequilibrarlo por sí mismo».

La especulación con las divisas|

Igualmente, los bancos son los principales actores en el mercado de divisas. Mantienen una inestabilidad permanente en los tipos de cambio. Alrededor de un 98 por ciento de los cambios de divisas se hacen con fines especulativos. Solamente el dos por ciento de las transacciones diarias con divisas tienen que ver con inversiones, con el comercio de mercancías y servicios asociados a la economía real, con remesas, créditos o con devoluciones de deuda… El volumen diario de transacciones en el mercado de divisas oscila entre ¡tres y cuatro billones de dólares! Los bancos, de igual forma, apuestan fuertemente por los derivados de divisas, que pueden provocar pérdidas considerables, por no hablar del perjuicio causado a la sociedad por la inestabilidad de las monedas.

Hace ya más de treinta años, James Tobin, antiguo consejero de John F. Kennedy, propuso echar arena, aunque sólo fuese unos granos, en los engranajes de la especulación internacional. A pesar de los discursos grandilocuentes de algunos jefes de Estado, la lacra de la especulación con las divisas se ha agravado. El lobby de los banqueros y de otros inversores institucionales ha conseguido que no entre ni un grano de arena que pudiese perturbar sus actividades destinadas a obtener beneficios. La decisión tomada en enero de 2013 por once gobiernos de la zona euro de imponer una tasa sobre las transacciones financieras por una milésima parte de su importe es totalmente insuficiente.

La negociación de alta frecuencia

La negociación de alta frecuencia (high frequency trading en inglés) permite colocar órdenes en el mercado en 0,1 milisegundo (es decir, ¡en la diezmilésima parte de un segundo!). El proyecto de ley para regulación y separación de actividades bancarias («Loi de régulation et de séparation des activités bancaires» es su nombre en francés), presentado el 19 diciembre de 2012 en la Asamblea Nacional francesa por Pierre Moscovici, ministro de Economía y Finanzas, contiene una descripción interesante de la negociación de alta frecuencia: «El trading de alta frecuencia es una procedimiento de negociación delegado a ordenadores regidos por algoritmos informáticos que combinan la extracción de la información de mercado, su análisis y la colocación de órdenes a una frecuencia cada vez mayor.

“De esta forma pueden enviar a las plataformas bursátiles hasta varios miles de órdenes por segundo, contribuyendo ocasionalmente a su saturación. Los riesgos son elevados en caso de que errores en el código provoquen una aberración en los movimientos financieros (fueron el origen de la situación que casi llevó a la quiebra al Knight Capital Group en agosto de 2012, por ejemplo). En 2011, el Trading de Alta Frecuencia representaba más del 60% de las órdenes sobre acciones colocadas en la bolsa de París, de las cuales sólo alrededor del 33% se tradujeron en una transacción».

La negociación de alta frecuencia está claramente vinculada a una actuación especulativa: manipular los mercados financieros a fin de influir en los precios y conseguir con ello un beneficio. Las principales técnicas de manipulación están catalogadas por los especialistas. El denominado Quote stuffing consiste en inflar la cotización con órdenes completamente inútiles a fin de forzar a la competencia a analizar esas miles de órdenes.

 

Warren Buffet.
Warren Buffet.

Se trata de ralentizar a los competidores confundiéndoles. El sistema que emite estas órdenes las ignora, y de todas formas no se ejecutarán, exceptuando los mejores pares compra/venta. Esto puede suponer una ventaja en situaciones en las que cada milisegundo cuenta. Si quieren vender un paquete de acciones al mayor precio posible, los corredores de alta frecuencia pueden utilizar la técnica llamada Layering. Se trata de colocar una serie de órdenes de compra hasta un determinado nivel para ir creando de esta forma capas (layers) de órdenes.

Una vez se completa el nivel, la estrategia consiste en vender masivamente y anular al mismo tiempo todas las órdenes de compra restantes que se habían colocado. La idea del layering se apoya en la esperanza de que otros participantes, atraídos por el diferencial, acudan a completar el libro de pedidos en el lado de compra, y después sorprenderles invirtiendo la tendencia.

El 6 de mayo de 2010, la Bolsa de Wall Street vivió un «flash crash» típicamente provocado por la negociación de alta frecuencia que comprendía en particular una operación de Quote stuffing. Ese día, el índice Dow Jones perdió alrededor de 998,52 puntos (antes de volver a ganar 600) entre las 14h42 y las 14h52. Una bajada de 9,2 por ciento en el período de 10 minutos no tenía precedente histórico. Este incidente destapó la trascendencia de la negociación de alta frecuencia, que representa grosso modo dos tercios de las transacciones bursátiles en Wall Street.

En el futuro se producirán sin duda más accidentes de este tipo. Los grandes bancos que recurren activamente a la negociación de alta frecuencia se oponen a su prohibición o a que sea sometida a un control estricto bajo pretexto de mantener la mayor fluidez posible en los mercados financieros.

La negociación por cuenta propia

La negociación por cuenta propia de los bancos, llamado «proprietary trading» en el argot de las finanzas anglosajonas, es de capital importancia para ellos. Esta actividad les proporciona una gran parte de sus ingresos y de sus beneficios pero conlleva riesgos muy significativos. Este tipo de negociación consiste en utilizar los recursos del banco (fondos propios, depósitos de clientes, créditos), para tomar posiciones (de compra o de venta) en los distintos mercados financieros: acciones, tipos de interés, divisas, mercados de derivados, futuros u opciones sobre estos instrumentos, mercados de futuros de materias primas y productos agrícolas (incluidos los alimentos), mercado inmobiliario.

Es una actividad claramente especulativa porque de lo que se trata es de aprovecharse de las variaciones de los precios a corto plazo, provocadas en gran medida por sus propias actuaciones. Un ejemplo de este tipo de actividades especulativas lo proporciona la pérdida de 4.900 millones de euros registrada en 2008 por Société Générale como consecuencia de los manejos de uno de sus agentes, Jérôme Kerviel, que había tomado posiciones por valor de cerca de 50 mil millones de euros.

En el caso de los sinsabores de JP Morgan, la Ballena de Londres, responsable de su departamento de «proprietary trading», había comprometido fondos del banco por un importe de 100 mil millones de dólares. Las cantidades puestas en juego por los bancos en el caso del «proprietary trading» son tales que las pérdidas que pueden generar suponen una amenaza para su propia supervivencia.

La venta en corto, una práctica especulativa más

La venta en corto (short-selling en inglés) consiste en vender un título sin estar en posesión de él en el momento de la venta, pero con la intención de comprarlo posteriormente, antes de entregárselo al comprador. Para el Banco de Francia: «Se puede dividir esta práctica en dos categorías: • el covered short-selling (venta en corto cubierta): Se trata del caso en que el vendedor toma prestado el título a cuya venta se ha comprometido antes de realizar la operación de venta en corto (o bien ha llegado a un acuerdo que le asegura que podrá tomar prestado el título). Realiza la venta del título que ha tomado en préstamo y se compromete a entregar un título de la misma naturaleza al prestamista; • el naked short-selling o uncovered short-selling (venta en corto descubierta): se trata del caso en que el vendedor ni tiene el título en préstamo, ni tampoco ha llegado a un acuerdo que le garantice el préstamo antes de la venta del título en cuestión. Por lo tanto, el vendedor deberá comprar un título idéntico que pueda entregar al comprador».

Según la Federación Bancaria Francesa, «el mecanismo de venta en corto es útil para el buen funcionamiento de los mercados.(…) Aumenta de esta forma la liquidez del mercado ». ¡Ver para creer!

¿Quién utiliza la venta en corto y por qué?

Un gran número de participantes en los mercados ponen en práctica la venta en corto, entre ellos los bancos, los hedge funds, los gestores de fondos tradicionales (fondos de pensiones, compañías de seguros…).

Es una actividad puramente especulativa: el banquero que recurre a ellos, o cualquier otro inversor institucional, prevé una bajada del precio del título vendido. Si en el momento de la entrega del título su previsión resulta acertada, lo comprará a un precio inferior al precio de venta y conseguirá de esa forma un beneficio financiero. Este tipo de prácticas contribuye a la inestabilidad de los mercados. Durante el verano de 2011, la venta en corto amplificó la caída brutal de la cotización de las acciones bancarias. Se entiende entonces por qué, por distintas razones, se debería simple y llanamente prohibir estas actividades.

El efecto de palanca

Debido a la utilización sistemática del efecto de palanca1, los fondos propios son muy bajos en relación a los compromisos a los que tienen que hacer frente. Por otra parte y desde su punto de vista, este es el objetivo buscado: tener la menor cantidad de fondos propios en relación proporcional al balance. En efecto, incluso si el beneficio global es bajo calculado en porcentaje sobre los activos, puede dar lugar a un rendimiento elevado en relación a los fondos propios si estos son reducidos.

Supongamos un beneficio de mil 200 millones de euros para un volumen de activos de 100.000 millones. Esto supone un beneficio del 1,2 por ciento. Sin embargo, si los fondos propios ascienden a solo 8 mil millones de euros, el beneficio representa entonces el 15 por ciento de rentabilidad respecto a los fondos propios. Si luego el banco emplea el efecto de palanca y acude a los mercados para conseguir un préstamo de 200 mil millones, el volumen de activos pasa a 300 mil millones, pero los fondos propios no han aumentado, siguen siendo 8 mil millones, y sin embargo el pasivo ha aumentado con los 200 mil millones de nuevo endeudamiento.

Supongamos que la banca opera con el mismo rendimiento porcentual que antes de aumentar su endeudamiento, digamos un 1,2 por ciento, lo que nos da un valor de tres mil 600 millones de euros. Comparando esta cifra con los fondos propios por valor de 8 mil millones, tenemos un rendimiento del 45 por ciento respecto a los fondos propios. Esta es la razón fundamental para aumentar el efecto de palanca a través del endeudamiento.

En el ejemplo teórico mostrado más arriba, una pérdida de 8 mil millones de los 300 mil millones en activos totales (es decir, una pérdida del 2,66 por ciento) haría desaparecer el capital y provocaría la quiebra. Esto es lo que les sucedió a Lehman Brothers, a Merrill Lynch, al Royal Bank of Scotland, etcétera.

El FMI, en su Informe sobre la estabilidad financiera mundial publicado en octubre de 2012, estima que el efecto de palanca de los bancos europeos era de 23, pero a la vez precisa que esta estimación no tiene en cuenta los derivados. Se trata de una relación entre los activos tangibles (sin los derivados) y los fondos propios. ¡La proporción de 23 a 1 es entonces enormemente elevada! El efecto de palanca real es aún más importante porque los bancos tienen tanto deudas como activos fuera del balance (en particular derivados por una cuantía muy elevada.).

Conclusión: Los grandes bancos siguen jugando con fuego porque están convencidos de que los poderes públicos van a acudir a socorrerlos siempre que lo necesiten. En su camino no encuentran ningún obstáculo serio por parte de las autoridades. Paralelamente, su comportamiento les lleva una y otra vez al borde del abismo. A pesar de su campaña de comunicación para granjearse de nuevo la confianza del público, no muestran ninguna voluntad de adoptar otra lógica que la de la consecución inmediata del máximo beneficio y del máximo poder para poder influir en las decisiones de los gobernantes.

Su fuerza surge de la decisión de los gobernantes actuales de dejarles hacer a voluntad. Para la galería queda el tono de moralina que éstos adoptan al referirse a los bancos para pedirles que sean responsables y menos avariciosos con las bonificaciones y otras formas de remuneración.

Lo que Karl Marx escribía en El Capital en 1867 en relación a los bancos, sigue siendo de aplicación hoy en día: «Desde el momento de su nacimiento, los grandes bancos, acicalados con títulos nacionales, no eran sino sociedades de especuladores privados que cooperaban con los gobiernos y que, gracias a los privilegios que éstos les otorgaban, estaban en condiciones de adelantarles dinero»

La capacidad que tienen los bancos de causar perjuicios es colosal. Es hora ya de que quienes todavía creen sinceramente que es posible que exista una banca capitalista diferente abran los ojos y tomen conciencia de que se trata de una quimera. Es necesario conseguir que el sector bancario en su integridad deje de estar en manos de los capitalistas (sin abonarles indemnización alguna) y convertirlo en un servicio público controlado por los usuarios, por las trabajadoras y los trabajadores del sector y por los movimientos ciudadanos. Es la única forma de garantizar el respeto íntegro de las obligaciones de un servicio público de ahorro y de crédito que vele por el bien común.

*CADTM



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