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Ediciòn 282

¡Basta de masacres!


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EL BALANCE NO PUEDE SER M{AS TERRIBLE Y ATERRORIZANTE: En el monitoreo internacional realizado cotidianamente por organismos multinacionales, instituciones no gubernamentales y organizaciones gremiales de periodistas, comunicadores y escritores, México ha caído al sitio 139 entre 197 países del mundo, en materia de garantías  a la Libertad de Expresión y al  Derecho a la Información, y de protección a los Derechos Humanos, como resultado del estado de barbarie implantado en el país en los últimos seis años.

El incesante reporte de hoy, sobre víctimas de la violencia que perturba, aniquila y enluta la vida social  de los mexicanos, se presenta más brutal y espeluznante que el del día de ayer. El despiadado exterminio asesino no discrimina nacionalidad, edad, sexo, condición socioeconómica ni actividad laboral o profesional en las ejecuciones cada vez más frecuentes e inhumanas.

No es moral ni políticamente admisible ya, la coartada de que las muertes, individuales o múltiples, son producto exclusivo del ajuste de cuentas entre bandas criminales en pugna, cuando la propia autoridad empieza por criminalizar a priori a las víctimas, y toda exigencia de investigación y castigo a los victimarios pasa por un pésame farisaico y se diluye en el olvido y la impunidad.

Ese escalado proceso de criminalidad sin solución de continuidad, se condensa en una sola convicción: Perdido el sentido del valor de la vida humana, no hay libertad civil ni derecho político que pueda ejercerse sin riesgo de morir en el intento. La Constitución de la República y todo el cuerpo jurídico que consagran el ascenso del hombre, como la vida humana misma, han devenido letra muerta.

El drama colectivo, por supuesto, nos amortaja a todos. Si es preciso decirlo, por todos levantamos la voz. Sin embargo, como asociación civil -título que nos honra y nos compromete- que vela por el libre ejercicio periodístico, acentuamos nuestro énfasis en el cada vez más abultado récor de crímenes que obstruye nuestra actividad y pretende silenciarnos, sí -pretensión vana, porque tenemos conciencia de nuestro compromiso social- y que, en el oscuro fondo, esconde como perverso fin formar una comunidad de mudos y sordos, en la que medren sin ley ni freno tanto los poderes institucionales como los fácticos.

¿Vale hablar de estados federados más auspiciosos que otros en la comisión de esos crímenes? ¿Vale deslindar la naturaleza de un medio sobre otro sujeto a la represión? ¿Vale distinguir una empresa o un género periodístico de otro en el recuento de los daños? No tiene sentido: Para nosotros, la pérdida de un colega por eliminación o intimidación cuenta como cuenta la pérdida de todo miembro de la familia humana. Y no tenemos la menor duda ni reparo en señalar que son el Estado como abstracción teórica y el gobierno como tutelar constitucional de la paz pública, los responsables de cada masacre que un día sí y otro también nos asombra  y nos indigna.

No estamos dispuestos a esperar que sea  el juicio de la historia el que dirima y sancione culpas. Exigimos ley, ¡aquí y ahora! Exigimos justicia ¡aquí y ahora!¡Exigimos tranquilidad social ¡aquí y ahora! Exigimos paz en las calles, pero también en las conciencias ¡aquí y ahora! ¡Ni una muerte más!



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