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Edición 280

RETOBOS EMPLUMADOS
PINO PÁEZ
(
Exclusivo para Voces del Periosita)


No hay borracho que no sea prócer
ni crudo que no sea humilde

 

ENFATIZAN ARISTOTELICOS REPETIDORES que dos negaciones conducen a su afirmación, en una escolástica sentencia de a oiditas, más falsa que una hemorragia de mezcal escurrida de un apretón de champiñones.

¿Por qué será tan abundante
la feligresía de san chinchol?

Algunos eruditos buzos de la introspección ilustran que se bebe en demasía -de gente y de licor- porque el tránsito por los vericuetos del resuello es un constante y pesaroso vendaval, con escasísimas brisas de jolgorio. O peor aún: los ventarrones ni una moronita de dicha permiten hospedar en los lastimados hostales del respiradero.

Tales sabios del zambullimiento existencial, con frecuencia recurren a Schopenhahuer,  extraen una frase de su pensamiento y la resaltan en una especie de magullado aforismo carretero: “La vida transcurre entre el hastío y el dolor”.

Conejo

Y el hastío, aquéllos ejemplifican, no es sinónimo de aburrimiento, ni de dilucidar cómo a diez uñas se podría mejor rascar el alma, en las mañanitas enclaustradas en un bostezo. No se trata de la holganza al múltiplo, sino del terrible cargamento -afirman pensadores del desencanto- de traer a cuestas los equipajes de la vida.

Esa es la causa -reafirman aquéllos- de que muchos sin cura… ni profeta, laicamente, fuera de todo sacrilegio, practiquen consuetudinarios y en oleajes, la inundación de su íntima “eucaristía”; devienen hidratados heraldos del glu-glu, a fin de que las marejadas se lleven aquella carga, aunque luego ésta reviene redoblada en los temporales de la sequía individual, que hieren más que una sed de Narciso, sin lago, espejo ni espejismo.

Citan, recitan y recetan (los sesudos analistas del antivitalismo) a individuos que desde la adolescencia fueron conocidos y reconocidos, obtuvieron fama abarcadora, dinerales y preseas tan constantes que se les tornaron rutinarias: Johann Wolfgang Goethe, es el paradigma que muestran y demuestran, el jovencito escritor alemán admirado en todo Europa, quien ya en la ancianidad, en un entrevista revelara que en su titipuchal de anales consumidos… la felicidad prácticamente no apareció, sólo el sopor solo, sólo la existencia sola, recargada de bultos que joroban una penitencia.

María Félix es el otro ejemplo, la cual, lo mismo que Goethe, después de cumpliditos los 80 abriles, dijo a una reportera que rechazaba la reencarnación para no repetir lo que tuvo que padecer por las andanzas del resolladero. Eso, en esencia, lo expresó quien, a los 17 añitos, fue descubierta en una acera por el productor Miguel Zacarías entre los hallazgos de la chiripa. Para la sonorense jovencita puso y dispuso maestros de dicción, de técnica teatral y cinematográfica, la hizo debutar estelarmente en La monja alférez, un digerible churroscope cuyo guión correspondió a Xavier Villaurrutia… hasta que la juvenil actricita se topó con Doña Bárbara, encartándose en el póquer sin tahúres de la cuarteta más idolatrada junto a Pedro Infante, Jorge Negrete y Cantinflas. En el azar de una defeña banquetita… se inició el libreto de una literal historia de pantalla.

Si eso opinaban de la vida los que gozaron de riqueza en cataratas, admiración tumultuaria y saludable longevidad, ¿qué podrían externar quienes desde siempre sufren las corretizas que impone el abonero, se desplazan más anónimos que un fantasma en el tendedero y, para ganarse la vida, deben realizar labores que hacen perder la vida, en la más cruel de las paradojas?, ¿cómo despojarse del flete aquél contra la existencia?, ¡a gárgaras de incendio diluido!, razonan los sobrios reintérpretes del hastío.

A buches de sotol la heroicidad se almacena

De la Hermandá del Infle se han repartido a granel estereotipos, lo real estriba en que hay borrachos bondadosos, inteligentes y simpáticos, a la par que hay borrachos xenófobos, torpes y antipáticos… en la misma escala de lo que acontece con abstemios. Por supuesto que el gran Perogrullo, el emperador de los lugares comunes, apunta sin error que el alcohol mina, en varios sentidos ataca los ídem, suele endosar un sufrimiento atroz. Todo eso lo tienen sabido y consabido los súbditos de Su Majestá El Pomo, ¿entonces por qué se bebe? y aunque cada maese briagadales posee la exclusividad de una respuesta… los hastiados sabios de arribita, ilustran que, así sea por un ratito más efímero que un estornudo, la reiterada carga del existir en verdad se sacude del respiro y los dorsales, en la hidráulica veracidad de una fábula.

En los sorbos primigenios de tanguarniz en la velada, las pesarosas inhibiciones son arrumbadas con su ropaje de ataduras. Los borrachos comparten a plenitud lo sacramental de la palabra, los héroes van amontonando la vastedad de su testimonio, todos son más inmaculados que la fugacidad de una centella; los abrazos durante la ebriedad del éxtasis… realmente son caserones que abrigan el espíritu, no se miente, no se actúa, los pesarosos trebejos que asfixiaban la vida se hallan dispersos, derrotados, como una maldición desterrada a empujones de conjuro.

El problema es que lo extasiado dura poquísimo; a continuación del gozo llegan las polémicas, los héroes desconocen la proeza del otro prócer pedernal que acababan de abrazar, los Prometeos extraviaron el fuego, Zeus ya no se deja birlar los rayos… y la esperanza cae tan abatida, como la catarsis que un semidiós derruido viene de guacarear.

En el Corán hay al respecto una referencia-inferencia redactada con nitidez: Ham señala que el diablo, contra una vid, roció primero sangre de pavorreal, posteriormente de mono, luego de león y al final de cerdo. Lo que podría inferirse que en los iniciales fogonazos, el briago es un prócer esponjado, parlamenta proezas presuntuoso. En el gorgoreo subsiguiente un monísimo júbilo se le aposenta. Sorbos más adelante se transforma en un ser agresivo, ruge para evocar orígenes amargos a sus heroicos pares contertulios, a quienes baja de sus pedestales en expresivas lapidaciones de mentol. Y en el corolario de sus zoológicas mutaciones… literal y descomido gruñe una oceánica marranada.

Y ya que de inferir fue la anterior parrafada… En el Antiguo Testamento, en el meritito Génesis, se apunta que Noé, una vez transcurrido el navegar y el diluvio en cuarentena… con sus pies desnudos deambulaba sobre una carretera de racimos de uva, involuntariamente apisonándolos, hasta que se formó la dulzura del mosto y -sitibundo el elegido de la barca- con ambas manos a guisa de jícaras, bebía lo que ya era un brandy torrencial. Así surgió la primerísima y fortuita borrachera.

El patriarca, catártico y balbuciente, sentóse sobre un tronco elevadísimo, con las comisuras de su boca escurriendo arroyitos de monólogos ininteligibles. En tal circunstancia y posición, lo vieron sus hijos. Cam no pudo evitar una risa sonora por la imagen paternal discurseando la liquidez de una entelequia. Sem se indignó ante el reír sin perversidad pero sonoro del carnalísimo. Don Noé, despertó de su sabroso desmayito, con el dorso de la zurda se aseó los diluidos soliloquios de sus labios. Bendijo a Sem por reclamar aquellas risotadas, y maldijo a Cam por su sonoridad tan risueña… y con toda su futura descendencia lo exilió a inhóspitos parajes. Así nacieron los camitas, negros, no por abusos de una bronceadita, oscurísimos a consecuencias de un anatema de donde se agarrarían descoloridos todos los racistas.

No los ama Solón

El palíndromo del subcabezal arribeño va dirigido a los embriagadores tiburones de bombín, que plagian a Solón su prudente sentencia “Nada con exceso, todo con medida”, cuando excederse es lo que en realidad promueven los plutócratas del alipús, puesto que los ejércitos de líquidos infladores, de oro les inflan los arcones. Por eso palindrómico no los ama Solón, pese a que este integrante de los siete sabios de Grecia haya recomendado que nada más los muy adinerados gobernaran desde su metálico caudal.

Emilio Bacardí, fue independentista cubano, autor de varias novelas, político asaz conservador, amante del cuento, no de la mentira, sino del género literario, ensayista… y magnate embriagador. Fundó un emporio gracias a la sed colectiva que consumía su lumbrita. Sus descendientes ya no fueron amantes del cuento, pero sí del recuento en las máquinas registradoras que le han proporcionado legiones y legiones de sedientos. Entre los sucesores del mariscal del ron, están los Chertorivski, mismo apellido del actual secretario de Salud. ¡Salú!

Culinarios terapeutas contra el alcoholismo recomiendan generosas raciones de omelets en desayuno, comida y cena; dieta  que al unísono  del colesterol… dota -según aquéllos- una portería magnífica para retirarle al brindis la boquiabierta hostería.

Empero, tal guiso es un desaguisado. Dejar la bebida resulta tan complicado como a los aviadores no aterrizar más en su amadísimo aeropuerto de nómina quincenal. La enorme aportación de los fundadores de Alcohólicos Anónimos estribó en que sólo seres con la misma tragedia e idéntica dolencia, entre sí, mutuamente respaldados por la catártica revelación de su tortura… podrían juntos salir de la intimidad de cada purgatorio.

No se trata aquí de apologéticas a Doble A, a la cual por cierto Hugo Hiriart (polígrafo mexicano autor de Galaor) y el francés Joseph Kessel (creador de Bella de Día, novela que Buñuel llevaría al cine) han escrito ensayos laudatorios, pese a ello, hay insuficiencias en la institución y una crueldad expoliadora en suplantadores… Lo resaltante no es la falsa aridez de la “ley seca”, sino el descubrimiento aquél: la conjunción oral y humana de los dolientes, para despojarse sin quimeras ni sotol… el cargamento que abruma en penitencia.

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