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Diez años de la moneda común
El euro en su laberinto
PABLO BILSKY*
Tiene apenas diez años, pero está muy enfermo. Algunos recomiendan eutanasia. Otros insisten con recetas viejas: desangrar a los trabajadores, jubilados, y a aquellos sectores que más necesitan del Estado, cada vez más pequeño y raquítico. A diferencia de su nacimiento, festejado en medio de una fiebre consumista en 2001, su décimo cumpleaños pasó casi inadvertido. El horno no está para bollos en Europa. La democracia se hizo a un lado para dar paso a los banqueros. El sueño neoliberal de un gran mercado con una moneda común y sin el estorbo de los Estados y los políticos se convirtió en una pesadilla para la mayoría de los europeos.
En diciembre de 2001, los festejos por el Año Nuevo se mezclaron en Europa con la bienvenida de la nueva moneda. En medio de la fiebre consumista por las fiestas, un globo azul con estrellas doradas, símbolo de la Eurozona, rebotaba feliz sobre las multitudes que se lanzaron a las plazas y los sitios abiertos donde habitualmente se espera el nuevo año en los países europeos. Pero esa vez fueron dos festejos en uno.
Durante todo diciembre de 2001, mientras la Argentina se desangraba, en la exultante Europa los ciudadanos hacían largas colas frente a los bancos para ser los primeros en tener el juguete nuevo: el euro. Los rostros felices de muchos de ellos mostrando los nuevos billetes poblaron las primeras planas de los medios de entonces.
Pero no todo era celebración. Pequeños productores rurales, pequeños comerciantes y empresarios, y algunos economistas, además de los militantes antisistema, advertían ya que nada había que festejar, porque la nueva moneda hundiría a los países como España, Grecia, Portugal, y dentro de ellos, perjudicaría a los más débiles desde el punto de vista social y económico. Ya por entonces se hablaba de la inflación que produciría la nueva moneda en los países menos industrializados de la Eurozona, y de la pérdida de puestos de trabajo. Ya por entonces se decía que Alemania y Francia terminarían como los mandamases del continente. Sonaban como aguafiestas en medio de los festejos.
A diez años, los peores pronósticos de aquel eufórico 2001 se quedaron un poco cortos. Europa sufre una crisis económica e institucional, y en este marco no hubo festejos por los diez años del euro. La Comisión Europea anunció que no celebrará el décimo aniversario de la puesta en circulación de monedas y billetes del euro, pero recalcó que la moneda única cuenta con la confianza de los mercados y tiene “un largo futuro por delante”.
“No tenemos previsto ninguna celebración particular”, indicó en rueda de prensa el portavoz comunitario Olivier Bailly, quien subrayó: “El euro no está ahí para eso y nosotros tampoco estamos aquí para eso”.
“Eso no quiere decir que no estemos orgullosos de nuestra moneda única. Creemos que sigue siendo uno de los mayores logros de la historia europea”, precisó el funcionario. En las calles de Europa, especialmente en Grecia, España, Portugal, por estos días, muchos son los ciudadanos que no se sienten orgullosos, sino indignados.
Karl Marx se preguntó una vez qué diría el dinero si hablara. ¿Qué diría un euro?, podemos preguntarnos hoy. Acaso, inspirado en Marx, Groucho, diría, cínico y triunfalista: Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.
* Argenpress
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