Viernes, 13 de Enero de 2012 11:41 | 
Author: GUILLERMO FÁRBER | 
| Edición 274 |
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“¡Me vale madres!”
Es el título de un libro que comencé a leer porque me pareció adecuado para la temporada. El autor es el siciliano/mexicano Prem Dayal, autor teatral, actor, director, maestro de meditación y terapeuta. De su libro dice Dayal: “Aun si les parece raro, este es un relato acerca de la espiritualidad.” Y si, en efecto, no faltará a quien esto le parezca raro, porque si yo tuviera que opinar (lo cual por fortuna no es el caso), diría que el libro es básicamente inquietante y provocador. Algunas citas:
La existencia es relajada porque cada cosa que la compone se acepta tal cual es, y no trata de cambiarse: tiene confianza en Dios. Pero esto no vale para los humanos. Los humanos son los únicos que tratan constantemente de cambiarse por algo diferente de lo que son. Son los únicos que no tienen confianza en lo que Diosito ha hecho, convirtiéndose, de esta forma, en el único elemento discordante de este planeta.
La verdadera razón (de las guerras) yace en la tierra impía del egoísmo humano de unas pocas personas.
A menos que enfermes la conciencia de los humanos a temprana edad, la guerra y los abusos serían imposibles.
Los niños tienen unos huevos que dan miedo.
Si el amor es a cambio de algo no es amor, es negocio.
Lo que se enseña a los niños no es amor, es prostitución. “Si tú haces esto yo te doy esto.” Y a los niños no les gusta prostituirse. De niños teníamos, todos, una gran dignidad. Todos nacemos como puro amor y nos enseñan a convertirnos en prostitutas.
Dios se manifiesta siempre de forma inocente, nueva, impredecible, original, única: Dios es un gran desmadre. Dios no es alemán. Nunca se vio nadie más desorganizado que Dios.
La vida no es organización. La vida es aventura, la vida es reto, la vida es creatividad, la vida es amor, y ninguna de estas cosas puede ser organizada. (Pero) la sociedad quiere sólo que tú funciones más y más como una máquina y menos como un ser humano.
La estructura social, que ha sido creada para cumplir con el servicio de dar orden a las relaciones entre los humanos, se ha vuelto el patrón, el tirano, el verdugo. Y por paradoja ahora los seres humanos están al servicio de esta estructura que han creado y que, como un monstruo salido de control, brutaliza a sus hijos con sus mil tentáculos.
La escuela descuida completamente la historia e los místicos que han enriquecido con gemas esplendorosas la conciencia y el corazón de la humanidad (Buda, Moisés, Jesús, Lao Tse, Mahoma, Chuang Tsu, Bodhidharma), para poder concentrar toda su atención en enseñarte la historia de los más grandes criminales de la tierra (Alejandro Magno, Napoleón, Mussolini, Julio César, Gengis Khan).
La diferencia entre los grandes criminales de la historia y los grandes maestros y místicos de todos los tiempos es que los criminales son reconocidos por sus contemporáneos, mientras los místicos no sólo no son reconocidos sino que, al contrario, han sido siempre combatidos, ofendidos, amenazados y muchas veces acab mal: la historia del pobre Jesús vale para todas. Y esto sucede porque los grandes criminales son parte de la sociedad. Han aceptado las reglas del egoísmo, del abuso y del atropello, que son las reglas sobre las cuales se fundan todas las sociedades el mundo. Al contrario, los místicos van siempre contra tendencia; son siempre críticos hacia la sociedad. Estos personajes que han sido capaces de toca el corazón del mundo no eran gente obediente. Al contrario, eran grandes rebeldes que exponían las hipocresías que están ante los ojos de todos.
(Por fortuna, y a pesar de las apariencias, la visión de Dayal es optimista.) De hecho, contrariamente a lo que muchos sostienen, la humanidad mejora de generación en generación… El mundo, despacito, despacito, está mejorando.
Hay muchos más conceptos en el libro de Dayal, algunos francamente polémicos y disruptivos, pero ya no tengo espacio (ni ánimos) para bucear en ellos.
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