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Pues sí, la madre de
todas las batallas
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Detrás de lo anecdótico de los escándalos políticos se localizan los indicios de una disputa sin piedad por el poder. Y si en los casos de Humberto Moreira, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto hay datos vinculados con la coyuntura, en el fondo se acumulan las evidencias de que el verdadero contexto es la elección presidencial del 2012.
El problema de la deuda llevó a la caída de Moreira como presidente nacional del PRI, la denuncia contra Calderón en la Corte Penal Internacional contaminó electoralmente la estrategia de lucha contra los cárteles del crimen organizado y el incidente con los libros y el twitter de su hija pusieron a Peña en un cadalso cibernético, pero el fondo tuvo que ver con el dato de que la verdadera competencia presidencial será entre el PRI y el PAN y que será sin reglas.
Lo de menos es el estallamiento de escándalos; el problema realmente serio es suponer si la estructura electoral será capaz de resistir las formas radicales de lucha política. En el 2000 el sistema político logró la alternancia por el papel activo/pasivo del presidente Zedillo para garantizar elecciones sin favoritismos pero con una “sana distancia” del PRI; en el 2006 no hubo instituciones ni personalidades suficientemente sólidas para encarar la ofensiva del candidato perredista Andrés Manuel López Obrador para apropiarse de la presidencia sin pasar por los trámites legales y luego para orillar al país al abismo de una crisis constitucional por su orden de batalla de impedir la toma de posesión de Felipe Calderón.
La estructura político-electoral vigente se percibe incapaz de garantizar un proceso electoral tenso y competido con respeto a las instituciones, primero porque las instituciones carecen de autoridad moral y segundo porque los protagonistas de la política parecen dispuestos a ganar las elecciones, a pesar de que en el 2010 se pudieron lograr alternancias partidistas sin conflictos en Oaxaca, Puebla y Sinaloa.
En el 2012 se juegan tres escenarios posibles: la permanencia del PAN otro sexenio en la presidencia, el regreso del PRI a Los Pinos y la posibilidad de que el PRD pueda arribar a la jefatura del ejecutivo federal luego del 2006.
Las principales tendencias de las encuestas le dan al PRI una ventaja cómoda, pero en el entendido de que aún no hay candidato del PAN, el precandidato del PRD no levanta las expectativas esperadas y el proceso electoral todavía no comienza. Es en este escenario en que la lucha por la presidencia se ha salido de los cauces institucionales y comienza a avanzar por caminos de terracería llenos de sobresaltos. Los casos Moreira, Calderón y Peña ilustran apenas las formas tangenciales de la competencia electoral.
La lucha política no electoral será la que puede decidir el resultado del primero de julio próximo: los escándalos, las revelaciones, los expedientes de la guerra sucia, las acusaciones legales, la judicialización de la campaña, los escándalos explotados serán los que determinen las posibilidades del triunfo y no las propuestas de gobierno. De ahí que estemos en la etapa previa de la judicialización de la política: la de la escandalización de las campañas electorales. Lo malo es que el problema de esta clase de política dejará un país ingobernable y sin posibilidades de acuerdos políticos para la fase que comienza el lunes 2 de julio del 2012. Pero por lo que se ve desde ahora, nadie está pensando en el país y todos en sus ambiciones personales y de partido.
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