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Edición 270

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Credibilidad por los suelos

 

El avance democrático de un país, así sea relativo, sólo puede sustentarse en el diálogo nacional, plural y participativo, que no sería dable limitar a los partidos políticos.

Asumirlo así, en nuestro caso, supondría que en el PRI, PAN, PRD, PVEM y PT, por citar a los principales, están representados todos los mexicanos lo que, evidentemente, no es real.

En varias ocasiones nos hemos referido a la crisis de credibilidad que se vive en México y a la cual, en obvio, no escapan los partidos mencionados. En ese sentido, hemos dicho que la recuperación de la actoría ciudadana es una tarea que rebasa las expresiones partidarias y que implica responsabilidades de orden general.

Por otra parte, el diálogo democrático, abierto a todas las opiniones ciudadanas, requiere de reglas claras, afinadas hasta el detalle, que hagan confiables las expresiones, que por sí mismas generen la percepción de credibilidad.

El fracaso partidario

 

Para la búsqueda de la indispensable confianza en estos tiempos de crisis, una condición insalvable es hablar con la verdad, reconocer los errores y no pretender disfrazar una realidad que rebasa todo intento discursivo.

Es un hecho que los partidos políticos mexicanos han fallado estrepitosamente a la hora de cumplir su responsabilidad social, ya no digamos los compromisos de campaña que declaran, tanto si van solos como acompañados.

Han hecho de la política asunto tenebroso, impropio de la civilidad democrática y, en el extremo, práctica rufianesca ajena y contraria al interés general.

Lo que se está viendo en el PRD, cancelando procesos internos, y lo que sucede con el partido gobernante en el ámbito federal, que decide suprimir la participación democrática y designar directamente a la mitad de sus candidatos en el próximo proceso electoral, tiene el común denominador de la corrupción y el deterioro político.

¿Y cuál ganancia?

 

Desde que se impusieron las reglas de un igualitarismo obsequioso para organizaciones disímbolas en la forma pero semejantes en lo fundamental ¿qué ha cambiado en México, aparte de la manutención vergonzante de la burocracia política institucional y partidaria?

¿De qué han servido los cuantiosos recursos, miles de millones en la danza, que cada año se llevan?

Fuera de las dirigencias bolseadoras y sus adláteres, los beneficios para la población mexicana no se ven por parte alguna.

La riqueza nacional, perdonando el lugar común, que tanto trabajo cuesta a los asalariados, sigue yendo a la bolsa de los grandes ricos; bancos y financieros han tomado prácticamente por asalto a la nación.

Los “representantes populares”, en la Cámara y en el Senado, de todos colores, no procuran más que su propio beneficio, medran con su estatuto y están al servicio de los amos del capital.

La justicia no existe en este país: No funcionan las instituciones del caso y las violaciones a todo tipo de derechos se reeditan constantemente sin solución de continuidad.

En esas condiciones, que sólo pueden ser negadas por los beneficiarios del desastre político, económico, educativo y cultural, la pregunta resulta lógica y necesaria: ¿Qué ha ganado la población mexicana en su conjunto?

 

4

Instituto Federal Electoral.

El voto cuestionado

 

En la víspera de cada ronda electoral, el IFE y los partidos presionan y tratan de convencer a la población de que votando el país “crece”. De paso, prácticamente colocan a quienes no voten en la incivilidad y al punto de la traición ciudadana.

Pero nadie puede ser obligado a legitimar una kakistocracia. Si se apela a la ética, la verdad relativa no está en las desvaídas declaraciones de los IFES y sus epígonos. Menos en los partidos inmersos en prácticas rufianescas.

La partidocracia tiene sin duda manifestaciones lesivas para el país como conjunto. Sus riesgos, materializados ya en muchos aspectos, son demasiados para tan frágil sustentación ciudadana como la que en México tenemos.

Importamadrismo y monólogos

 

El deterioro social, la incivilidad rampante, el importamadrismo generalizado son los referentes de la evidencia nacional.

No hay interlocución social. El discurso oficial es monologante, como la crítica, así sea la mejor sustentada, que se queda en sus espacios de consumo interno.

Acaso, una suerte de colonialismo se hace presente: Si desde la capital de un estado se hace un señalamiento a destinatarios periféricos, algo puede preocupar; igual, de la capital defeña a los estados.

Lo que se diga en su entidad, si más no rebota, a un gobernador le vale, como al Presidente lo que se grite en el país todo. Reacciones puede haber, y las hay, pero no alteran el curso de los acontecimientos al arbitrio del poder.

Los impactos probables se agotan en las fronteras del feudo respectivo.

 

1

Los partidos políticos mexicanos.

¿Los años dorados?

 

El PAN se quejaba de la forma en que, durante el priato, desde Los Pinos el gobierno hacía y deshacía en la política electoral; ahora ellos están peor, lo que no hace buenos a sus antecesores y presumibles sucesores.

La credibilidad de Calderón, de sus comisionados panistas, de César Nava a Madero; del PRI y sus firmadores de convenios, de los cachadores perredianos, por los suelos. Pero nada de qué se alarmen, la actoría ciudadana está igualmente en la calle.

Es penoso, nos comenta en correo un panista de la vieja guardia, “cuando hacer política opositora a pie era digno”, ver “cómo Acción Nacional pasó de la denuncia a la imitación de los vicios y excesos” del institucional “revolucionario”.

El acceso al poder, cuando los principios no son sólidos, o no existen, deriva en la corrupción cuyo combate fue bandera. “Es penoso, pero esa afirmación no puede ser rebatida ante las experiencias conocidas”, señala.

La confusión a sabiendas

 

No sería, siquiera, el recurso del discurso pues éste exigiría, pese a su inutilidad, cierta decencia intelectual y peso razonable.

Lo que sucede con las alianzas impensadas en materia de principios, pero perfectamente comprensibles en la pragmática y el oportunismo político-electorero, sólo se puede plantear desde el ofensivo cinismo que niega el entendimiento y ofende a la inteligencia.

Las alianzas de lo disímbolo en la forma, pero semejante en el fondo, no son, ciertamente, nuevas en este país que ves.

La cuestión elemental es: ¿De qué le han servido al pueblo y a la democracia?

 

2

Cámara de Diputados.

Los consejeros “ciudadanos”

Vivimos una crisis política electoral y más preocupante que los ires y venires del IFE, los despropósitos a que nos tiene acostumbrados, son el alejamiento de la necesaria credibilidad en los procesos.

La forma en que los consejeros “ciudadanos” llegaron a donde están (y por qué no llegan los que faltan), mediante la negociación entre las cúpulas partidarias, es matriz del problema, mucho más serio de lo que se piensa.

Las reformas se llegaron a ver casi como mágicas fórmulas para corregir el atraso democrático, y no se previeron las desviaciones dentro de los partidos y en los propios órganos electorales.

La maldición de la corrupción política (y en general) no iba a ser conjurada por tales consejeros “ciudadanos” y tribunales etiquetados.

Se vio, pronto y puntual, tanto en el plano federal como estatal. De los consejos han pasado a candidaturas, delegaciones, secretarías o dirigencias. La filiación de partido, ocultada en su momento, se expresa sin sobresaltos cuando la tarea ha sido cubierta.

Y así vamos ¿A dónde?

Tamborazos

 

- El PRD, perdido en la inconsecuencia, abona otro escándalo electorero interno a su descrédito.

- El tiempo pasa, vamos sobre el tercer mes, y del cobarde asesinato del periodista Humberto Millán Salazar, en el Sinaloa de la tranquilidad declarada, nada de nada, ningún “avance” en investigaciones prometidas.

- ¿Para qué sirven? ¿Cuál es la función real de las sobre pobladas y onerosas oficinas de prensa gubernamentales, como las de Sinaloa y todos lados? -Una discusión pendiente

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