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Edición 266

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Posición política de la clase trabajadora

de Europa y EE.UU:

Derecha, izquierda y neutral

James Petras

Traducción de Arabia Ramírez Navarro

 

La profundización de la crisis económica en Europa y Estados Unidos está provocando respuestas socio-políticas contrastantes por parte de la clase obrera y de la clase media. En Europa, especialmente en los países mediterráneos (Grecia, España, Portugal e Italia), los jóvenes desempleados, los obreros y los trabajadores de clase media del sector público han organizado una serie de huelgas, ocupando plazas públicas y tomando otras formas de acción directa.

Al mismo tiempo, la clase media, los empleados del sector privado y los pequeños empresarios han recurrido a la extrema derecha, y eligieron, o están a punto de elegir, a los primeros ministros reaccionarios en Portugal, España, Grecia e incluso en Italia. En otras palabras, la profundización de la crisis ha polarizado el sur de Europa: Fortaleciendo el poder institucional de la extrema derecha, mientras que incrementa la fuerza de la izquierda extra parlamentaria en la movilización del poder de la calle.

Por el contrario, en el norte y centro de Europa, la extrema derecha y los movimientos neofascistas han realizado avances significativos entre los trabajadores y la clase media baja a expensas de los partidos tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha. La relativa estabilidad, el bienestar y la estabilidad del trabajo de la clase obrera del norte de Europa han estado acompañados por el aumento del apoyo para los partidos racistas, anti-inmigrantes e islamófobicos.

 

2

La Casa Blanca: Centro de operaciones.

En el caso de los Estados Unidos, con unas pocas y notables excepciones, la clase obrera permanece como un espectador pasivo frente cambio de derecha del Partido Demócrata y la conquista de la extrema derecha del Partido Republicano. En EE.UU., a diferencia del sur de Europa, no hay presencia política de la izquierda en las calles, sólo un pasivo rechazo y el repudio de la política de la extrema derecha del Congreso y de la Casa Blanca.

La crisis económica pone de manifiesto la fragmentación, la desunión y la polarización interna, y no la solidaridad.

 

Las polarizaciones de izquierda-derecha

 

Una de las razones clave para el crecimiento del ala derecha que atrae a los trabajadores del norte de Europa es la desaparición de la ideología de los partidos y de los líderes de la clase obrera. Los partidos Laborista y Social Demócrata han iniciado y administrado programas neoliberales mientras promueven estrategias de exportación lideradas por empresas multinacionales. Han adoptado una “exención” de impuestos retrógradas para las grandes empresas, han participado en las guerras imperialistas de agresión (Afganistán, Irak y Libia), han adoptado la llamada "guerra contra el terrorismo", sobre todo contra los países musulmanes, mientras que toleran el crecimiento de los islamófobos neo-fascistas de extrema derecha que practican la "acción directa" para expulsar a los inmigrantes en Europa.

Los partidos europeos gobernantes de centro-izquierda (social-demócratas y laboristas) y de centro-derecha (Sarkozy, Cameron y Merkle) han sido muy francos en su ataque a la “multiculturalidad”, palabra clave para los derechos de los inmigrantes musulmanes.

La tolerancia y la explotación de la Islamofobia sirve para conseguir votos de forma barata entre su electorado xenofóbico y como una justificación por su participación en las guerras de Estados Unidos e Israel en el Medio Oriente y Asia meridional.

 

El loco de Noruega.

 

Como resultado los “principales” regímenes han debilitado la solidaridad de la clase obrera con trabajadores inmigrantes y han socavado los esfuerzos concertados por el Estado y la sociedad civil para contrarrestar activamente a los racistas neo-fascistas que manejan una versión más Islamofóbica, más agresiva, que abarca la visión de la limpieza étnica de los ideólogos sionistas.

Los sindicatos han perdido miembros, sobre todo debido al crecimiento de los trabajadores eventuales o temporales “que son especialmente susceptibles a las peticiones de la extrema derecha”. De igual importancia, los sindicatos no participan en la educación política para fortalecer la solidaridad gremial entre todos los trabajadores.

Mientras que en el norte de Europa los salarios pueden mejorar, la colaboración de los sindicatos con la élite empresarial ha dejado a los trabajadores más vulnerables a la propaganda antiinmigrante e islamofóbica. En este contexto, una desagradable “lucha de clases” enfrenta a los trabajadores no sindicalizados contra aquellos “por debajo”, los inmigrantes.

Se ha dado el aumento de los neo-fascistas mediante la promoción y explotación de las creencias culturales y chauvinistas a las que los sindicatos y los partidos socialdemócratas ya no se oponen activamente a través de la educación de los trabajadores y la lucha de clases. En otras palabras, la práctica neo-liberal y la ideología los partidos y sindicatos de “centro-izquierda” socavan las identidades políticas de clase y abren la puerta para la penetración e influencia de la derecha.

Esto es especialmente evidente cuando la centro-izquierda y los dirigentes sindicales ya no se molestan en consultar o debatir temas políticos con sus miembros: Ellos imponen las políticas desde arriba, proporcionando a la “extrema derecha” un arma formidable para atacar la “naturaleza elitista” del sistema político de centro izquierda.

Por el contrario, en el sur de Europa, la profunda crisis económica, debida en gran parte a las duras condiciones impuestas por los banqueros del norte de Europa y Occidente, y a sus políticos locales de centro-izquierda y de derecha, ha reforzado y agudizado la conciencia de clase y los asuntos políticos.

La política de derecha que interesa a la política antiinmigrante y antimusulmana tiene poca resonancia entre los trabajadores del sur de Europa frente al aumento incontrolable del desempleo y a los brutales recortes salariales y de pensión.

Los trabajadores del norte de Europa se han aliado con la derecha, y con sus propios políticos y banqueros para exigir la imposición de medidas de mayor austeridad en los países europeos del sur, adquiriendo la ideología racista de que los trabajadores del Mediterráneo son perezosos, irresponsables y siempre están de vacaciones. De hecho, los trabajadores griegos, portugueses y españoles trabajan más días al año, disfrutan de menos días de vacaciones y sus jubilaciones no son seguras.

Los mismos sentimientos racistas que enfrentan a los trabajadores del norte contra los inmigrantes también promueven estereotipos chauvinistas contra los obreros militantes del sur de Europa y avivan las tendencias de derecha.

Los banqueros acreedores del norte y los líderes políticos exprimen sus propias condiciones de trabajo y de los contribuyentes de clase media con el fin de rescatar a sus homólogos de las élites deudoras del sur de Europa que, a su vez, están de acuerdo en exprimir a sus trabajadores y empleados públicos para satisfacer las demandas de pago de la deuda del norte.

Los trabajadores del norte en los países imperiales se han convencido de que su nivel de vida se ve amenazado por la irresponsabilidad y las deudas del sur, y no por la actividad especulativa y los préstamos irresponsables de sus propios banqueros. En el sur, los trabajadores tienen que asumir la doble explotación de los acreedores del norte de Europa, así como de sus propias élites locales, por lo que tienen una mayor conciencia de clase de la injusticia del sistema capitalista imperial y local.

En la medida en que los trabajadores del norte se vuelven vulnerables a las peticiones de derecha hacen causa común con su propia clase gobernante acreedora y orienten sus resentimientos hacia los trabajadores en el extranjero y a los inmigrantes. Ellos expresan abiertamente su resentimiento contra los trabajadores griegos, españoles o portugueses en huelga, cuyas luchas militantes podrían interrumpir sus vacaciones planeadas para las islas del Mediterráneo y los centros vacacionales de la costa. La batalla ideológica que debería enfrentar a los trabajadores del norte de Europa contra sus propios estados acreedores y la élite financiera especuladora se ha transformado en hostilidad hacia los trabajadores del sur de Europa y los inmigrantes.

Rescates ultramarinos, guerras imperiales y recortes en los programas sociales condujeron a una mayor competencia sobre la reducción de los gastos y del conflicto entre empleados y desempleados, de los trabajadores “nativos” e “inmigrantes”.

La solidaridad internacional de los trabajadores ha sido gravemente debilitada y sustituida, en algunos casos, por la proliferación de las redes internacionales de extrema derecha que difunden una propaganda agresiva contra los inmigrantes (y antisocialista), como en el caso de la masacre de casi 70 jóvenes de izquierda, principalmente adolescentes, los activistas del Partido Laborista noruego, representan una amenaza asesina directa a sus partidarios progresivos de los derechos de los inmigrantes.

La extrema derecha comenzó atacando a los inmigrantes y a los musulmanes, y ahora se ha enfocado en atacar a la izquierda y a los movimientos progresistas locales que los apoyan. Esto ha adquirido una dimensión aún más compleja por la vinculación de los rábidos ideólogos sionistas pro-israelitas (mayoritariamente radicados en EE.UU.) y los neo-fascistas islamofóbicos que agreden a los defensores de los derechos de los palestinos, un asunto repetido en varias ocasiones por el asesino en serie fascista de Noruega, Anders Behring Breivik. El problema es que los partidos liberales, social demócratas y conservadores de apariencia “respetables” en sus campañas electorales han condescendido con la postura antiinmigrante y antiislámica de la extrema derecha en el afán de atraer a los trabajadores, en lugar de proponer reformas de gran alcance de clase que disminuyan las desigualdades, financiadas mediante impuestos progresistas, y un mayor incremento de aportaciones públicas para unir a todos los trabajadores (locales e inmigrantes) contra el capital.

La falta de solidaridad de clase, los hijos e hijas de inmigrantes, en especial la desproporcionada cantidad de jóvenes desempleados hace que participen en formas de acción directa como el saqueo de negocios, confrontaciones contra la policía y en situaciones de desorden violentas, como se vio en los disturbios en Inglaterra del "agosto ardiente" de 2011, son la constante.

La desaparición de políticas de la clase obrera produjo entonces un extremismo de derecha violento, y saqueos y disturbios de inmigrantes. La élite laborista es una espectadora, confinada a condenar el extremismo y la violencia, que clama a investigar, pero sin ninguna apariencia auto-crítica o cualquier programa para cambiar las estructuras socio-económicas que producen el cambio de derecha y la violencia entre los trabajadores y los desempleados.

 

3

Una de muchas protestas.

 

Estados Unidos: El avance de la derecha

 

A diferencia de Europa, la extrema derecha se siente como en casa dentro del orden establecido en EE.UU. Las brutales políticas antiinmigrante condujeron a la expulsión de casi un millón de trabajadores indocumentados y sus familiares en los primeros tres años del régimen de Obama (tres veces mayor con respecto a los años de George W. Bush). El Tea Party ha promovido como miembros de Congreso a políticos del Partido Republicano que están a favor de recortes masivos de la red de seguridad social en colaboración con la Casa Blanca. Los medios de comunicación, el Congreso, la Casa Blanca, los políticos fundamentalistas cristianos, y personalidades y organizaciones sionistas promueven activamente la islamofobia y dirigen campañas agresivas contra los musulmanes manipulando la inseguridad pública. La “clase dirigente” de EE.UU. se ha apropiado del proyecto racista de la extrema derecha de Europa. La extrema derecha está apuntando directamente al programa social de los pobres, de la clase obrera y de los empleados públicos (especialmente de los maestros y profesores). Más aún, el asalto de la financiación de la deuda y del gasto público condujo a conflictos entre sectores de la clase capitalista, que dependen del Estado. En el transcurso del “debate” reciente en el Congreso sobre si se levantaba o no el techo de la deuda, Wall Street se unió en una lucha selectiva contra la extrema derecha; llamando a un “compromiso” respecto a recortes sociales y reforma impositiva y por otra parte, apoyando la ofensiva de la extrema derecha contra los sindicatos de empleados públicos.

A diferencia de Europa, en EE.UU. el gran número personas de clase baja y obrera es pasivo. Han sido neutrales: Nunca participan en disturbios callejeros como los de Inglaterra, tampoco forman parte de cambios drásticos de derecha como los de la clase obrera del norte de Europa, ni participa en huelgas como las del sur de Europa. Los sindicatos de EE.UU., a excepción del Sindicato de Empleados Públicos de Wisconsin, se han abstenido de cualquier confrontación importante. Los jefes de los sindicatos estadounidenses están concentrados en hacer presión al corporativizado Partido Demócrata y son incapaces de movilizar a los decrecientes afiliados.

 

TeaParty

La derecha cabalga libremente en EEUU.

 

El Tea Party, a diferencia de sus colegas del norte de Europa, no logra atraer a muchos trabajadores por sus agresivos ataques a los programas públicos populares, como Medicare, Medicaid, seguro de desempleo, y especialmente al Social Security (Seguro Social); todos estos programas benefician principalmente a los trabajadores y a sus familias. Por otra parte, la crisis económica en EE.UU. no ha conllevado a una acción masiva estilo Mediterráneo porque los sindicatos de EE.UU. o tampoco existen (93 por ciento de empleados del sector privado no están sindicalizados) o están comprometidos hasta el punto estar paralizados.

Hasta ahora, la clase obrera de EE.UU. es un espectador del avance de la extrema derecha porque sus líderes han atado su suerte a la del Partido Demócrata el cual, a su vez, ha adoptado partes significativas del programa de la extrema derecha.

 

Conclusión

 

Estados Unidos, a diferencia de Europa, está haciendo una transición pacífica del neo-liberalismo a la extrema derecha, donde la clase obrera y la clase media son víctimas pasivas en lugar de combatientes activos de izquierda o de derecha. En Europa, la crisis actual revela una profunda polarización entre el cambio de izquierda de los trabajadores en el Sur y el creciente movimiento hacia la extrema derecha entre los trabajadores del Norte de Europa. La idea de una solidaridad internacional de los trabajadores está siendo reemplazada, en el mejor de los casos, por una solidaridad regional entre los trabajadores del sur de Europa y, en el peor de los casos, por una red de partidos de derecha en los países del norte de Europa.

Con la caída de la solidaridad internacional, las tendencias chauvinistas y racistas son incontrolables en el Norte, mientras que en el sur, los movimientos de trabajadores se han unido a una amplia gama de movimientos sociales, incluyendo desempleados, estudiantes, pequeños comerciantes y jubilados.

Mientras que los partidos políticos de derecha están capitalizando el descontento con la centro-izquierda en el sur de Europa, todavía enfrentan una formidable resistencia por parte de obreros extraparlamentarios y otros movimientos sociales. Por otro lado, en el norte de Europa y en EE.UU. la extrema derecha enfrenta una oposición consciente contra la extrema derecha, ni en las calles ni en los sitios de trabajo. En estas regiones sólo el colapso del sistema económico o una grave recesión económica prolongada combinada con recortes devastadores de programas sociales y protecciones básicos podrían reactivar los movimientos de la clase obrera y, con un poco de suerte, será desde la conciencia de clase izquierdista y no desde la extrema derecha.

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