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Edición 243

asimatrias

La hora de los masones





Todos los políticos y burócratas y sus
patrones, los megaempresarios, hablan de democracia y de
gobernabilidad.Pero no vemos ni a una ni a otra
”.
Arturo Pérez Real

 

combate


I
En una disertación de éste escribidor en el I Encuentro Masónico
Bicentenario 2010, realizado el fin de semana pasado en Veracruz,
quedó descrita, con fehaciente nutricia estadística y relatoría
documentada, varias vertientes de la realidad circundante:

Uno, que el poder político -el gobierno, pues- del Estado mexicano
no ejerce control soberano real, aunque sí en lo convencional, de
vastas regiones del territorio nacional, elemento constitutivo también
éste último de la noción estadual.

Otro, que al no ejercer control soberano real sobre el territorio
-que comprende a grandes ciudades como Monterrey, Reynosa, entre otras menos populosas aunque con igual trágica marginación económica y social-, no gobierna sobre esas regiones.

Una vertiente adicional -la tercera- es la de que, como secuela de
esa ausencia de control soberano real sobre esos territorios, el
vacío consecuencial ha sido llenado por organizaciones dedicadas al
tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópicos, el narco.

Un cuarto repecho sería -es, a nuestro ver- el de que las
decisiones axiales, las del interés estratégico vero de México, ajeno
al de la narcoguerra y que son del hoy y el futuro del país, no son
tomadas por el poder político del Estado, sino por una élite.

II
Señálese que a esa élite -que el escribidor identificó como mafia
en el poder- no le va ni le viene la narcoguerra, excepto en lo que
concierne a sus negocios, pero han hallado en dicha obsesión del
Presidente de facto muy conveniente distracción de éste.

Volvamos al tema. El paisaje que nos rodea es uno de
ingobernabilidad -secuela, subráyese, de desgobernabilidad- en
gradación variopinta, desde la extrema (como en Monterrey, Ciudad
Juárez y otras urbes fronterizas) hasta la moderada.

Más aun la ingobernabilidad moderada es peligrosísima y, por ese
atributo tan negativo u ominoso, pensaríase que intolerable e
inaceptable para el mexicano. Pero de ello la amplia gama de las
clases medias -hoy proletarizadas al lumpen- no lo saben.

O, por mejor decirlo, no tienen conciencia de ello. Menciónese que
sólo aquellos estratos vanguardistas de las clases medias y
proletarias tienen conciencia de esa realidad y de sus causas y saben
qué hacer al respecto, que sería modificar el statu quo.

Las causales de la ingobernabilidad no sólo delincuencial -como la
descrito-, sino incluso y principalmente la de carácter económico,
político y hasta social devienen de la desgobernabilidad en la que ha
incurrido el poder político desde hace sexenios.

III
La desgobernabilidad -que empezó a gestarse desde el primer
gobierno civil de la Revolución Mexicana, el de Miguel Alemán Valdés
(1946-52)- se alimentó y retroalimentó del desencanto social-popular
que, a su vez, erosionó el contrato social.

Hoy, 64 años más tarde -11 sexenios-, el contrato social no
existe. El poder político del Estado no es resultado ni con mucho ni
obedece a un mandato electoral-societal, como se observa con
científica nitidez, por ejemplo, en el Estado de Veracruz.

El desgobierno -con todas sus características sexenales, propias
del campo de la antropología política- ha devenido en
ingobernabilidad, anarquía, caos, inestabilidad general y en todos
sentidos. El statu quo opresivo desafía a la ciudadanía organizada.

En el pretérito -digamos en las gestas de la Independencia, la
Reforma, la Intervención Francesa, la Revolución Mexicana-, los
masones y las masonas estuvieron allí y modificaron en no pocas
instancias el statu quo opresivo. Juárez los emblematiza.

En la disertación de éste escribidor aquí referida, el meollo
temático fue, precisamente, ese: ha llegado la hora de las masonas y
los masones para modificar, para bien, ese statu quo opresivo que
tiene a la patria de Juárez bajo yugo indigno.

ffponte@gm ail.com


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