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Edición 219

asimetras

¿Es posible el cambio?
¿Es probable?

“¿Qué nos espera a los mexicanos? ¿Más de lo mismo, pero peor?
¿O un cambio revolucionario para mejorar?
La situación nos está matando tanto como la no
tener respuestas a esas preguntas que nos hacemos”
.
Azucena Borja Paredes

I  LA CARA LEYENTE Borja Paredes, quien  escribe desde Mérida, Yucatán, en donde nos lee en el diario “Por Esto”,  formula interrogantes que parecen acuciar a no pocos ciudadanos de éste país tan lejos de Dios, como habría dicho Nemesio García Naranjo.

Don Nemesio, hágase la salvedad, no era creyente en dios alguno aunque su conservadurismo pudiere haberlo acercado al mito religioso, el cual comprendía precisamente la existencia y la dimensión su naturaleza mítica.

Mas la ilustración profunda y transversal de don Nemesio -autor, dícese, de aquella muy celebrada frase atribuida a Porfirio Díaz de “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!”-  le permitía espulgar lo creíble de lo increíble.

Para Este personaje, lo creíble era, sin ser un materialista, lo  que  causaba los males de México y los mexicanos; lo increíble se elucidaba bajo premisas que devienen en el silogismo de la fe. Uno cree en lo que se quiere creer, decía.

Estas elucubraciones nos llevan de sopetón --de porrazo- a las interrogantes planteadas por  doña Azucena, en el epígrafe de la entrega de hoy y que, en su turno, conforman los componentes de una propuesta.

Esa propuesta tiene un condensador que antojaríasele a no pocos una perogrullada que peca de exceso de redundancia:  lo que nos espera a los mexicanos lo que nosotros querramos que nos espere.  Nos espera lo peor si queremos ello.

Y lo peor en la encrucijada ante la cual nos  hallamos es emboscarnos ferozmente, sin misericordia. Pero también los mexicanos esperan que se produzca la emboscada sin que se apresten  a rechazarla.

De hecho, cabría subrayar, la emboscada ya está ocurriendo. Los mexicanos están siendo emboscados desde hace mucho tiempo, diríase sin incurrir en hipérbole que desde hace una decena de generaciones. Desde  hace 489 años exactamente.

II PERO LA COSMOVISIÓN del mexicano ha sido esculpida  en el barro de la psique colectiva acerca del sentido de lo que es ser mexicano.  El mexicano de hoy, no obstante su composición étnico-cultural indígena, no se siente indio.

Si no se siente indio, no es, insoslayablemente indio., aunque el espejo del eurocentrismo y no el de Tezcatlipoca nos  descorra los velos que, en la psique colectiva, ocultan nuestra naturaleza de raza de bronce.

¿Dónde ha quedado nuestra cosmicidad vasconceliana?  Esa condición de hombre (y mujer, sobre todo)  cósmico  trasciende lo broncíneo del mexicano del siglo XXI distinto en todos sentidos al mexicano del siglo XVI, exactamente  al de 1519?

La respuesta no podría hallarse, si se buscare, en  el mapa genómico ni en nuestra psique, sino en el  carácter y la naturaleza de nuestra composición societal y la cosmovisión que de ella deviene.

Esa composición societal es, dicho sea sin tapujos ni sutilezas tartufas y distorsionantes eufemismos, acusadamente clasista.  La fase digamos civilista- subcapitalista de la Revolución Mexicana acentuó desde 1946 esa laya societal.

Así, ese enunciado del problema  lleva consigo la solución de éste, como bien habría preconizado Alfonso Reyes al señalar que toda obra de arte trae aparejada su propia vara de medir.  Toda obra de arte y toda obra humana, añadiríase.

Está, pues, escrita  esa solución con inequívoca nitidez.  Y don Alfonso, sin ser un dialéctico ciertamente ni mucho menos un abrevante en la alfaguara del materialismo histórico, sabía que había que buscar, hasta hallar, el desenlace.

Subrayaríase que así como la definición alfonsina acerca de las obras de arte son hechura y manufactura del individuo humano,  la situación de gravísimo peligro que se cierne sobre los mexicanos es también de nuestra propia autoría.

III  Y DE ESA AUTORÍA no deben los mexicanos sentirse orgullosos, aunque no faltarían aquellos -como los personeros del poder político del Estado generosamente cebados por el pueblo-  que exudan con arrogancia vivir a expensas del sacrificio ajeno.

Ese sacrificio es brutal.  Y su brutalidad se define a sí misma: aumento en la deuda histórica del mexicano, considerada hoy la más alta en el mundo (el pueblo de México es el más endeudado del planeta)  mediante socaliñas grotescas.

Al endeudamiento de hecho y al incremento de la carga fiscal  del mexicano habría que discernir un telón de fondo asaz ofensivo a la sensibilidad colectiva: los personeros del poder político no sacrifican gajes ni tesauros. No han recortado sus propios salarios.

Y más: la exacción crece exponencialmente si tómase en cuenta que los servicios sociales, que debieren ser gratuitos cual derecho constitucional para los más,  son de mala calidad, amén de que su dispensa pública es deficiente, incompleta y de mala gana.

Prosigamos: a ello incorpórese yugos  adicionales: el desempleo y la inflación tanto  en sus manifestaciones abiertas como aquella que se expresan a hurtadillas, disfrazadas e invisibles y encarecen la inasibilidad y el abasto de bienes de consumo vital.

No sólo eso:  el encarecimiento de los bienes de consumo indispensable corre parejo del de servicios de toda naturaleza, desde el bancario hasta los del suministro de combustibles, gas incluido, y el del teléfono; son los más caros en el orbe.

Esa realidad tiene agregadurías ominosas: la inseguridad ciudadana -llamada también pública-, la violación sistémica=sistemática de los derechos humanos por los poderes  públicos y fácticos.

Lo que está ocurriendo en el presente es lo que les espera en el futuro a los mexicanos. Los personeros del poder político no modificarán ese correlato monstruoso; no habrán, pues, cambios -incluso revolucionarios-  por generación espontánea. No. Y no.

Depende de cada uno de los mexicanos.  Realizar cambios a medias deja abierta la posibilidad de que no se resuelvan  los problemas, sino trasmitir éstos  a los hijos y nietos.  Heredarles los problemas. Sería irresponsable de nuestra parte.

Mientras tanto, el país se cae. Nos caemos todos en una vorágine de indecisiones, parálisis, inconsciencia y temor; cayendo al vacío en una espiral sin fin de tragedias individuales y sociales, hasta que ya no tengamos país ni seamos ya mexicanos.

Glosario:

García Naranjo, Nemesio (1883-1963): abogado, humanista,  periodista. Colaboró en diversos medios de difusión impresa. En 1909 fue diputado federal.
Reyes, Alfonso
(1889-1959): escritor y periodista, ensayista, poeta, diplomático. Hijo de Bernardo Reyes.

 


2012: Crisis, cambio y sucesión pactada


“¿Por qué hemos llegado a nuestra triste situación actual? 
Por más que le busco, sólo hallo una respuesta,
la de que estamos así
porque lo hemos permitido”.
Pedro González Pabón

I  EL SENTIR DEL CARO LEYENTE González Pabón, quien lee éstos pergeños en periódicos de varias ciudades de nuestro ancho (y cada día más ajeno) país, que constantemente recorre como ejecutivo de  ventas itinerante de un  consorcio trasnacional español.

Más allá de lo consignado en el epígrafe de la entrega de hoy, el leyente González Pabón cincela su parecer: “Nuestra irresponsabilidad e inconsciencia nos ha llevado a ésta situación; corresponde a nosotros mismos resolverla de una vez por todas.

Nada de medias tintas. Resolver la situación “de una vez por  todas” antójasele a muchos una solución práctica, aunque a otros -no pocos, por cierto- les intimida, si no es que atemoriza e incluso paraliza, tan sólo pensar en cambios profundos, de fondo.

Más las expresiones  “cambios de fondo” y “profundos” parecen hoy desacreditadas, pues el propio Presidente de Facto de México, Felipe Calderón, le ha propuesta a su interlocutor político, el PRI, emprender con él esas transformaciones.

Y si el jefe del Espuriato ocurrente plantea sus propuestas al PRI -de la bancada “pejista” ¡ni pensarlo en Los Pinos!-  es por las evidentes coincidencias filosóficas, ideológicas y políticas y de los intereses de poder con el “tricolor”.

Los jerarcas del partido del tartufismo y la simulación históricas de la otrora dictadura perfecta -nos referimos, una vez más, al PRI-  dejan que don Felipe flirtee con ellos, que use su de por sí burda seducción política. Ello, al PRI lo hace sentirse deseado.

Más no nos engañemos los ciudadanos con esa finta pugilística del señor Calderón de que el PRI le auxilie a realizar esos “cambios profundos” y  “de fondo”. Es  en realidad la invitación a una negociación faccional, sin consulta social,  en torno al poder.

II   INCLUSO, ESA INVITACIÓN del Presidente de facto -no olvide el leyente que don Felipe  fue impuesto por un tribunal electoral que desestimó flagrantemente el mecanismo del recuento de voto por voto de la elección de 2006- ha sido reiterada. En público.

En público,  al día siguiente de haber enviado con su secretario de despacho de Gobernación, Felipe Gómez Mont,  su III Informe de Gobierno, el señor Calderón dijo un discurso en Palacio Nacional proponiendo sus cambios “profundos” y “de fondo”.

Y, a partir de entonces,  ha reiterado su propuesta en foros diversos, simultáneamente a acciones privadas de la bancada panista en la LXI Legislatura para hacerle la oferta a  Manlio Fabio Beltrones,  Beatriz Paredes, Francisco Rojas y Enrique Peña Nieto.

Del ofrecimiento estaría enterado, a no dudarse, el  ex Presidente Salinas, quien ejerce una variante de maximato político en el PRI que se extiende mediante tentáculos de influencia a ciertos cenáculos copulares del PAN y el PRD.

Cierto.  Don Felipe, sabido ya de que en 2012 su partido, el PAN,  tiene una caballada de aspirantes muy flaca y sin untos -parafraseando a Rubén Figueroa, el viejo y más inteligente que su vástago del mismo patronímico-  parece querer negociar la sucesión.

En el lenguaje codificado que usan las facciones de los personeros del poder político del Estado cuando hablan de arreglos en lo oscurito,  don Felipe parece haberle dicho al PRI: “No interferiré en tu retorno a Los Pinos, pero sácame ya de éste atolladero!”

Quid pro quo.  Por supuesto, don Felipe no está en condiciones de interferir, pero él cree que sí o, al menos, sueña  que puede engañar a los priístas, duchos como han sido y continúan siendo en el engaño, la perfidia, el fariseismo  y el uso de espejos de humo.

III ES PROBABLE QUE LOS Beltrones-Paredes-Rojas-Peñanietos y, sobre todo, Carlos Salinas, hayan registrado la falsa oferta del señor Calderón, quien, en realidad, no tiene nada qué ofrecer. Una vez más, los arreglos se están signando en la cúpula. Sin el pueblo.

¿Qué nos indicaría ello? Que al leyente González Pabón y a muchos otros como él  -tal vez unos 15 ó 20 millones-  les asiste la razón: estamos permitiendo esos transvestismos de los personeros del poder político a espaldas del pueblo.

Y si eso el pueblo -al través de su ciudadanía, la que vota- lo permite por las razones que se quieran identificar y esgrimir, objetivas y/o subjetivas,  pues  que pague el precio de nuestra indiferencia y pasividad con la pérdida de México.

Esa pérdida no es un peligro futuro ni amenaza potencial, sino presente, que transcurre rápidamente a una condición pretérita porque los personeros panistas y priístas, han vendido México a unos cuantos particulares y a consorcios trasnacionales extranjeros.

Perder al país pudiere ser aceptable a los mexicanos apáticos e indiferentes, los de alfeñique espíritu, los medrosos, los cobardes, los insensibles,  los irresponsables, los ignorantes de la historia. Pero pudiere no ser herencia aceptable a nuestros hijos.

A éstos -nuestros descendientes- les estamos ya, de hecho, heredando la opresión de los más por los menos; éstos esgrimen valores que son, por definición, antivalores, como la simulación, la componenda, la corrupción, el abuso del poder.

Mas no sólo les heredamos ese legado gravoso  -nuestra triste, por trágica, situación-, sino otro adicional, tal vez más pesado: el de aceptar pasivamente, de conformidad,  la opresión.  Les heredamos nuestro temor al cambio.

Quizá, en la parte más abisal de nuestra psique e idiosincrasia, optamos ya por la comodidad de saber, tres años antes, quién será el próximo Presidente de la República, pensando que de allí surgirá la tricolor panacea -más de lo mismo-  a nuestros males.

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www.faustofernandezponte.com

Glosario:
Abisal:
del abismo.
Quid pro quo
: una cosa por otra.
Maximato
: estado de cosas en la que un ex mandatario o gobernante manda sobre sus sucesores o influye en uso de los instrumentos del poder del Estado.
Panacea
: cúralototodo.
Lecturas recomendadas
:
La política, de Nicolás Tenzer. Edición en castellano de Presses universitaires de France.
Estado, gobierno y sociedad, de Norberto Bobbio. Fondo de Cultura Económica.



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