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Del “paraíso” al skid row
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Edición 219

Apunte


Del “paraíso” al skid row

LOS ANGELES, CALIFORNIA. A unos cientos de metros del centro cívico, de los edificios de las grandes corporaciones y los espacios de la cultura que se promociona con la justificación urgente, está el llamado skid row de esta ciudad, la segunda más importante de Estados Unidos.

LA FILA DE LOS CAÍDOS, los lumpen, los homeless que, en los tiempos de la globalización galopante, ya ni siquiera se pueden utilizar como recurso didáctico: “si no te  portas bien, así puedes terminar”. Las exigencias del tiempo no dan lugar a su uso en prescripciones que, además, ya no se pueden tomar muy en serio.

En el skid row hay muchos que se portaron bien, que confiaron en las reglas del sistema, mientras en los vecindarios del gran lujo están muchos que se han portado, y se portan, muy mal. Secreto a voces.

Los centros de ayuda en el primer cuadro angelino, las mission abiertas las 24 horas, rayan en la insuficiencia.

No es el viejo callejón Manzanares, ni la Candelaria de otrora, tampoco una salida del metro Tacubaya ni la periferia de Tepito o La Merced, donde la radio bemba primermundista ubica a los desposeídos del mundo debajo de la frontera sur: es el primer cuadro de Los Ángeles.

Ahí, a media banqueta, al punto del mediodía, negros, chicanos y cada vez más blancos, durmiendo la cruda entre miasmas y suciedad. De unos años acá, son parte del paisaje.

Good by, american dream

El trayecto ha sido largo y penoso. El american dream que se empalmó al american way of life ya no es más que, acaso, el regreso al sueño inicial que, ciertamente, tuvo referentes de concreción relativa.

Pero la preeminencia de la lógica de la ganancia a ultranza, el egoísmo consustancial al mundo del capital, la competencia para pasar sobre los demás, hizo efectiva la factura.

La sociología estadounidense que tiende a justificar el sistema en que se mueve, prefiere “explicar” lo que sucede con las reglas de la movilidad y otros “accidentes” insalvables en la lógica capitalista.

Las contradicciones profundas, la inequidad que está en la base del sistema, simplemente se margina.

Al Tercer Mundo

Bienvenidos al tercer mundo, escribimos cuando la primera elección que “ganó” George W. Bush, cuestionada y en la duda, aún, la confiabilidad de aquel resultado.

Tuvo que entrar al quite la suprema corte para que las cosas se apaciguaran, vía fallo inapelable.

El desenlace de aquella elección presidencial en Estados Unidos tuvo al menos dos consecuencias de primera importancia: primero, el modelo democrático de ese país fue puesto, por primera vez de manera tajante y con referentes al canto, en entredicho tanto a nivel nacional como internacional.

Segundo, y no menos importante, que llegó un presidente, Bush, sin la legitimación requerida.

Desde luego, acá ya habíamos pasado, y seguimos pasando, por similar situación.

La confusión, las dudas y la pérdida de credibilidad fueron los signos de ese proceso electoral en el país autocalificado como líder de la democracia mundial.

Arribaron los estadounidenses, acostumbrados a descalificar a nuestros países por diversas razones, unas ciertas y otras no tanto, al Tercer Mundo. Al menos en lo que toca a la forma de resolver sus procesos electorales.

canoLa forma sobre el fondo

Con la llegada de Obama a la Casa Blanca, se generaron expectativas grandes, tanto allá como acá. Pero, en lo que toca a nosotros, sobre el tráfico de armas, la reforma migratoria, la corresponsabilidad efectiva en el combate al narcotráfico, poco o nada en realidad se ha visto.

Y en su reciente discurso para defender su propuesta de plan de salud, Obama dejó claro, ante reclamos de los conservadores republicanos y demócratas,  que no hay lugar para los “ilegales”.

Hace poco envié un comentario al grupo de opinión que por la Internet ha promovido Oscar Mario Mendoza, desde Los Ángeles: la magnificación de Obama es riesgosa, hay límites evidentes, no se puede pedir peras al olmo.

Las expectativas desmesuradas me recuerdan, escribí, el lamentable fenómeno del “voto útil” que llevó a la presidencia de México a Vicente Fox.

Escueto el mensaje, ciertamente dejó sin abordaje la diferencia de proporciones. Y quizás dio pie a una comparación un tanto injusta.

Algunos cibernautas se inconformaron con mi opinión, emitiendo juicios respetables.

Pero lo medular es que Obama está sitiado por los intereses del gran capital.

Sus medidas de “rescate”, en su país, han tenido como principales beneficiarios a banqueros y transnacionales.

Muchos de los responsables de la crisis mundial, la que Estados Unidos ha globalizado, siguen gozando de beneficios indebidos; sus latrocinios, salvo uno o dos casos, siguen impunes.

Enojado ¿y?

No hace mucho, Obama dijo, en referencia a los responsables de la crisis iniciada en su país, que además se embolsaron jugosas “bonificaciones”: “no quiero suprimir el enojo… estoy enojado”. Pero más enojada está la población más pobre de Estados Unidos.

La ira popular va en ascenso y las imágenes del “tercer mundo”, aquel término que utilizó Sauvy como prolongación del “tercer estado” francés, están volviéndose cotidianas en la metrópoli. La declaración era oportuna.

Pero detrás del enojo presidencial, las grandes firmas de todos modos hicieron efectivas las millonarias bonificaciones a sus ejecutivos, con algunas mermas para guardar las apariencias.

Los millones que se embolsaron los bonificados causantes de la crisis son muy poca cosa, comparados con los cientos de miles de millones que el gobierno de Obama les está entregando para “rescatarlos”.

Ese rescate, en estricto, viene a ser un aval, desde luego impropio, a quienes arrastraron a la debacle financiera a casi todo el mundo.

En Estados Unidos la gente cada vez se da más cuenta de que el huevo de la serpiente está en el capitalismo rapaz.

Hay que “humanizarlo”, pues. No vaya a ser.

Pero las imágenes de aquel paraíso, sobre todo en contraste con nuestra realidad, cada vez se difuminan más, sin remedio a la vista.

Tamborazos

-En Sinaloa siguen los asesinatos que dejan chicos a los del Chicago de Capone. Las metralletas rugen de carro a carro y los sicarios de uno y otro lado caen por decenas. También inocentes que pasan por el lugar equivocado en el momento equivocado. La anormal “normalidad” que se acepta incluso desde los gobiernos.

-Si algo falta a los pretensos a gobernar Sinaloa (iniciados los soponcios de  la sucesión) es carisma. Como suele decirse: no hacen uno entre todos, digan lo que digan las encuestas a pedido.

-Como en el país todo, en Sinaloa se acabaron los tiempos de la universidad radical. Y  desde hace mucho. Gobernadores, munícipes y hasta oficialoides segundones, objeto son de aplauso y apapacho. Las bondades de la tolerancia ¿o de otra cosa?  

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