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Edición 313

 

México en la Zona cero

 

Al transitar el gobierno de Enrique Peña Nieto el primer tramo de su sexenio, podría describirse el cuadrante de México como Zona cero: El panismo se resiste a morir. Y el neopriismo no logra encontrarle  la cuadratura al círculo. 

Una explicación empírica de ese desconcertante fenómeno, puede aventurarse desde dos hipótesis: 

1) La naturaleza fáctica del Pacto por México -según la tipificó el coordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones Rivera-, al privilegiar a las tres primeras minorías partidistas emanadas de las elecciones generales de 2012 en busca de consenso, excluyó a formaciones políticas con registros electorales aún más precarios, y a las representaciones de fuerzas sociales ausentes en las urnas, pero activas en el espectro político, y

2) Si bien el Pacto por México ha operado exitosamente como correa de trasmisión de la agenda legislativa del Ejecutivo federal, el paquete de reformas constitucionales en las que se fundan las ofertas transformadoras del neopriismo adolece de insuficiencia e ineficiencia, en la medida en que algunos cambios fundamentales a la Constitución carecen aún de leyes secundarias y su respectiva reglamentación para poner a caballo objetivos y metas del catálogo negociado la mesa del propio Pacto, y los enunciados en el Plan Nacional de Desarrollo. 

Si se trata de poner las cosas en su justa dimensión, hay que empezar por reconocer que la segunda alternancia en el poder presidencial en el lapso de doce años, carga como rezagante lastre con los déficits que le endosó el panismo calderoniano, que puso a México en el umbral de Estado fallido. 

En sociología política, suele hablarse de poliarquía, entendida ésta como poder de muchos que, sin embargo, por carecer de construcción orgánica en términos de institucionalidad, debilitan la unidad de mando del poder constitucional. En situación tal, decía el sabio don Jesús Reyes Heroles, quien pretenda gobernar satisfaciendo ideas ajenas, termina por quedarse sin ideas propias. 

Una arrogante pero eficaz convicción del viejo PRI, consistía en la regla de que “el poder no se comparte”. No le faltaba razón. Después de todo, el propio texto constitucional establece que el Poder Ejecutivo se deposita en un solo individuo: El Presidente de la República.  La necesidad de difundir una vocación democratista, ha hecho que el PRI ceda poder ante adversarios que, como el PAN, porfían en un continuismo irracional. 

Si el Pacto por México se diseñó de por sí como una mesa de tres patas, al ser marginado o marginarse el PRD de este mecanismo de concertación y optar de nuevo por el asalto a las tribunas parlamentarias y la movilización en las calles, el pretendido gobierno de coalición -figura inexistente en el formato constitucional- ha quedado en condición de voluntarista sueño guajiro. 

Es evidente, que Peña Nieto está conciente de la inconsistencia de los resultados de la operación política, cuando recientemente ha anunciado que -una vez avanzado en el proceso legislativo y en el acto administrativo- 2014 debe ser el año la eficacia. 

De la prueba en que resultan el acierto y el error, en efecto, se encuentra la fórmula para establecer el equilibrio y alcanzar lo posible de entre lo deseable. 

En orden de prioridades, Peña Nieto postuló en su toma de posesión un México en paz. Conspiran contra este imperativo, dos calamidades heredadas del PAN hecho gobierno: a) el subyacente estado de violencia atribuible al crimen organizado, y b) la falta de crecimiento económico, que prolonga la prevalencia de las estructuras de la desigualdad socioeconómica que incitan al México bronco. 

Hace veinte, el Año Nuevo nos despertó con la irrupción en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Hace unas semanas, apareció en Guerrero la proclama de un nuevo espectro guerrillero. 

Sin hacer concesiones al tremendismo, hacemos votos porque la lucidez política prevalezca sobre falsos triunfalismos, Reconocer los problemas, es el primer paso para resolverlos. No puede haber tranquilidad en las conciencias, si no existe paz en el llano. 

Si la Academia de Ginebra coloca a México entre Siria y Afganistán con el mayor número de muertes violentas en 2012. Si la Comisión Económica (de la ONU) para América Latina y el Caribe, en su evaluación 2013, encuentra que México es el único país del área en el que se incrementó la pobreza, resulta obvio que  algo no se está haciendo bien. Tales debieran ser los dos primeros retos de la Agenda 2014. Vale.  

 



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