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Edición 215

 

 

 

 

 

¿Cuántos Méxicos hay?
"El México de los ricos es distinto al México de los pobres. Los ricos son sus propietarios de hecho. Los pobres, sólo ocupantes necesarios para aquellos, no más".
Gerardo García González


I  EL AUTOR DEL EPIGRAFE de ésta entrega, el caro leyente García González, enuncia la existencia de una percepción pública de viejo cuño que hoy, en el marco poselectoral, cobra actualidad y pertinencia atañedera.

Y es que, en efecto,  la pregunta que intitula ésta entrega tiene respuesta implícita: existen en el mismo ámbito territorial del Estado mexicano varias versiones de éste; es decir, varios Méxicos.

El mismo desenlace electoral confirma, precisamente, la existencia simultánea y diríase que hasta concurrente de esos varios Méxicos. Existen, y en cierta medida coexisten. Pero no pacíficamente.

¿Guerra de clases?  No. No estamos inmersos en una guerra de clases, pero sí en una lucha de clases, dado que ésta siempre ha existido y nadie la inventó. Que las clases luchan unas con otras es verismo histórico.

Pero no guerrean entre sí.  Coexisten. Ello implica lucha.   Por simplismo taxonómico,  a la lucha de clases suele indentificárselo como conflicto entre ricos y pobres. La definición es epicena y amplia.

La pobreza abarca, en compás, a varios estratos de la sociedad, pues el estatus de depauperación va desde la medianía económico-social (clases medias-medias) hasta el proletario y, sin duda, el de miseria.

Hágase aquí la salvedad de que tratar éste tema conllevaría alguna connotación filosófica, ideológica y políticas de "pobrismo" como bandera de causa dada. No. Es un asunto asaz dramáticamente obvio.

II DÉMOSLE UN VISTAZO a los medios de difusión (que no de comunicación, aclárese, porque son distintos en lo semántico y conceptual) que, sin consignarlo en lo específico y explícito,  exhiben varios Méxicos.

Caso en punto es el de la llamada "nota roja", que el celevbrado literato mexicano José Revueltas describió alguna vez como "notas sociables" y que Marco Lara Khlar calificó de "no tan rojas".

Los medios difusores, por supuesto, sólo consignan hechos y sucedidos de esa laya -la nota roja- aunque, por imperativos de técnicas de géneros informativos,  se descontextualicen su ocurrencia.

En efecto. En las páginas y espacios radiales y televisivos dedicados a la nota roja rara vez aparecen los ricos o los medianamente ricos. Los protagonistas son los pobres en gradación variopinta.

Y siendo la pobreza -como es sociológica y culturalmente-  una expresión de atraso (o subdesarrollo) social, los protagonistas de la nota roja exhiben ciertas peculiaridades morales asociadas a la  precariedad.

Precariedad en todos sentidos, además de la económica: baja escolaridad general y particular cuya secuela es la relajación de paradigmas jurídicos, morales y éticos en la convivencia social.

Así, la nota roja conlleva premisas que, siendo falsas, configuran un silogismo inferido poderoso: los pobres delinquen; los ricos, por inferencia válida, no; éstos no asesinan ni roban ni asaltan, son buenos.

Ese silogismo es falaz.  Y la falacia mal oculta, preciso es subrayarlo, la existencia de percepciones públicas inconscientes, honda  en la psique colectiva.  Ser pobre no es sinónimo de ladrón o asesino.

III   ES MÁS, PODRÍASE decir -también es percepción pública- que el rico para serlo o heredó su riqueza o la amasó a costa de otros y ello, de alguna forma, implica conductas antisociales como robar. O defraudar.

O engañar. O actuar con premeditación, alevosía y ventaja. O asesinar incluso. O bajo guisa corrupta que la procuración y la impartición de justicia no le priven de libertad o de bienes.

Una pesquisa sociológica de expedientes judiciales realizada en cierta urbe mostró, há poco, que el grueso mayoritario de delitos corresponde a ¡a los ricos!  Pero son los pobres los que llenan las prisiones.

Empero, sus nombres no se consignan en la nota roja. ¿Por qué? Porque los procuradores e impartidores de justicia administran esos casos de estilo muy privado, cual transacción comercial particular.

Más no sólo en ese aspecto se describe la existencia de al menos dos Méxicos, sino también en lo político: el México que votó y el que se abstuvo de hacerlo.  Los separa una brecha abisal. Sin puentes.

La brecha es innegable.  No es registrada y por ello ignorada, aunque sus efectos son dramáticos. Éstos tienen causales: la organización económica. Más pobres y menos ricos, pero, eso sí, ricos más ricos.

Esa forma de organización económica, la llamada neoliberal, fue implantada en México en 1982 por el PRI y aplicada grotescamente desde 2000 por el PAN . Continuaremos creando más Méxicos. 

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www.faustofernandezponte.com


Glosario:
Abisal: abismal.
Neoliberal: filosofía que preconiza la reducción de las potestades del estado y su transferencia a particulares, sobre todo ricos. 
Lara Khlar, Marco: periodista y escritor, especializado en la disciplina de la pesquisaq sociológica de la nota roja.
Revueltas, José (1914-1976): escritor, periodista y político. Impartió cátedra universitaria y fue reportero de nota roja del diario  El Popular, ya desaparecido, en los cincuenta.  Entre sus libros, el más conocido es El Apando; entre sus ensayos políticos, el más citado es Dialéctica de la Conciencia.


¿La dictadura (im)perfecta?

“Las instituciones viven momentos difíciles”.
Valentín Rodríguez, general del Ejército Mexicano, director de la Escuela Superior de Guerra.

I  LOS "MOMENTOS DIFÍCILES" a los que alude don Valentín en un discurso dicho en la graduación de 151 mandos castrenses en la Escuela Superior de Guerra no son los mismos que el grueso de la ciudadanía vive y que ésta no siempre verbaliza. No. La ciudadanía, piénsase, registraría el aserto del general Rodríguez de otro estilo: la descomposición del Estado mexicano en una etapa incipiente, pero clara e inequívoca, de desintegración. Las instituciones de éste viven, sin duda, días de dificultades.

Los momentos difíciles ya han arribado al umbral de la institución militar, como bien confirma el general Rodríguez. Pero su dificultad es estratégica y logística, de magritud táctica y filosófica-estructural. La filosofía de simular es causal inherente de crisis.
Simular que se sirve al pueblo para mal ocultar que en realidad se sirve al interés político de un civil que representa, a su vez, intereses ajenos a los populares es, preciso sería subrayarlo, el vector central de los momentos difíciles de la nstitución castrense.

Y, así, obvio presumiríase que desintegrarse es la dificultad extrema. Empero, es de advertirse que ni el general aquí citado ni otros mílites de su jerarquía y muchos otros jefes y oficiales y hasta los soldados rasos coincidirían en el diagnóstico
vero del caso.

Algunos militares -generales, coroneles, mayores, capitanes y tenientes, entre otros- discreparían, sabido es, del director de la ESG. El Ejército Mexicano y la Armada de México libran una guerra contra un enemigo elusivo y fantasmal.

¿Por qué es elusivo ese enemigo? Porque no ha sido identificado objetivamente, sino subjetivamente, como un pretexto.
El narcotráfico es el pretexto y, como tal, una ambigüedad. El enemigo es, paradójicamente, el mismo pueblo.

II EL PUEBLO SE SIENTE aterrorizado porque se ve agredido. Y naturalmente, ese sentir deviene en parecer, lo cual es el blindaje verdadero del enemigo pretextado de las Fuerzas Armadas: Ese blindaje es el apoyo social del narcotráfico.

¿Apoyo social? ¡Por supuesto! Hasta el propio Felipe Calderón lo reconoció así, insólitamente, en público, en un discurso, hace días.

Un enemigo que tiene apoyo popular -reconocido por el jefe mismo de sus adversarios- es en teoría imbatible. Ante ese reto, los momentos difíciles de las Fuerzas Armadas su comandante supremo, el señor Calderón, quiere ampliar su fuero, darle un alcance al suporte jurídico de la violencia legal, adicional y simultánea a otros medidas al parecer desesperadas.

Esas medidas desesperadas son las de que las Fuerzas Armadas contemplan echar mano de los cadetes de las escuelas militares (las navales incluidas) y hasta de los conscriptos -los de 18 años- y endeudar más al pueblo adquiriendo nuevo “matèriel”.
Como sabríase, el titular de facto del Poder Ejecutivo, el ya mencionado señor Calderón, ejerce esa investidura -que para millones de sus compatriotas es ejercida espuriamente- bajo guisas de excepcionalidad recursiva. Y brutal.

Así, ejerce esa investidura por decreto, invocando, paradójicamente, a la mismísima Constitución Política, cuya letra y espíritu interpreta con arreglo a una cosmovisión peculiar de vena fascistoide, no distinta de la de Hitler, Mussolini,
Franco y Pinochet.

Empero, esa recursividad de la que hace gala don Felipe es ajena a filigranerías y virtuosismos políticos. Es grotesco su estilo personal de ejercer el poder al que accedió en 2006, soslayando el imperativo democrático de recuento de votos.

III  DESDE EL PRIMER DÍA de ejercicio de su investidura, hace 30 meses, don Felipe ordenó como comandante supremo de las Fuerzas Armadas que los soldados saliesen de cuarteles -donde debieren estar- y los lanzó a las calles, a invadir y ocupar al país.

Y a aterrorizar a la población. Ese fue el mensaje a la ciudadanía: ejercer el poder -que no gobernar- con las Fuerzas Armadas. Y, así avisada, esa ciudadanía sabría, ya sabe, a qué atenerse. Soldados y marinos están en guerra.

Y en la guerra todo es válido. Desmanes, atropellos, violaciones de garantías individuales y derechos humanos y potestades
colectivas.

La violencia pseudolegal tiene un tufillo hediondo a ilegal: usar a la Constitución para violarla; pedirle permiso a la víctima para ultrajarla.

De ello escribió prolíficamente Emilio Krieger. Ese mensaje epiceno tiene, sin embargo, destinatarios particulares y concretos: no sólo el narco, sino también los descontentos, disidentes y discrepantes organizados. Y, acusadamente, a las dirigencias locales, desde gobernadores hasta alcaldes.

Tal acción, bajo la suerte de combatir a la “delincuencia organizada” –eufemismo referido exclusivamente al narcotráfico-- tiene efecto corrosivo que, en tanto vector activo, contribuye al proceso de desintegración del Estado mexicano.

Esa desintegración es dramática, por espectacular; deviene de la acción de catalizadores concurrentes al de ejercer el poder con las Fuerzas Armadas, mediante decretos que facultan a don Felipe a allanar moradas y ampliar el fuero militar.

Otro agente de catálisis es la crisis económica, política, social y hasta cultural. Crece el desempleo y decrece el subempleo atenuante.

Aumenta la pobreza y la miseria. Se intensifica el quehacer delincuencial. La barbarie asoma. Signos de desintegración.
En ese decurso, don Felipe ha incurrido en acciones orientadas a crear un andamiaje jurídico- sofista de conculcación legaloide -más no legal en sentido moral- de garantías individuales y derechos humanos. En éste sexenio, lo antisocial es legal.
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