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Felipe Calderón está “jugando con fuego”
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Edición 213

“A mí no me culpen, yo no voto por el PAN”

* México, el país “más ensangrentado del mundo”
* Entre 152, el sitio 141 “por economía debilitada”

ABRAHAM GARCÍA IBARRA
(Exclusivo para Voces del Periodismo)  

   EN UNA ENTREGA PARA el número 212 de Voces del Periodista, en nuestra sección Instantáneas del Poder –“¿Quién apela al principio de ‘autoridad’?”- retomamos el quid de una colaboración editorial del ministro retirado de la Suprema Corte de Justicia, Juventino V. Castro y Castro, publicada en mayo de 2007 en La Jornada, cuya hipótesis central es que, si para rendir protesta como jefe de Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa se apoyó en el Ejército, con el Ejército trataría de gobernar. El pasado 25 de junio, en una reflexión escrita para el mismo diario, don Juventino suscribió esta expresión: Calderón “esta jugando con fuego”, uno que “está a punto de devorar nuestro federalismo”.

   El ministro retirado de la Suprema se refirió de esa manera a las declaraciones de Calderón Hinojosa, expectoradas en Xochitlepec, Morelos, en el sentido de que “no pide permiso” para combatir el crimen organizado. Haciendo alusión al caso de Michoacán, donde el Presidente ordenó una razzia federal de servidores públicos de esa entidad; y al conflicto en Sonora, como consecuencia del incendio de la guardería ABC que ha cobrado ya la vida de 47 infantes, don Juventino afirmó que el gobierno de Calderón Hinojosa “está dando la espalda a nuestro federalismo. Pareciera que quien ejerce el poder federal ha perdido la ruta del buen gobierno”.

   Casualmente el mismo día, en el foro Diálogos desde la UAM (Universidad Autónoma Metropolitana), un grupo de académicos especialistas en seguridad nacional coincidió en que los elevados niveles de violencia en México “son resultado de un Estado que ha perdido legitimidad social y busca en la delincuencia organizada esa base de apoyo que le permita gobernar, incluso, bajo un régimen de terror”.

La pobreza, matriz del narcotráfico

   Con poca resonancia en México, sobre todo en los medios electrónicos, el pasado 5 de junio, convocado por la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior, se realizó en Madrid un coloquio en el que participaron tres funcionarios de la Oficina de la ONU para la Droga y el Crimen (UNODC, por sus siglas en inglés) para analizar estos temas de su conocimiento y competencia. En esa conferencia, el representante para México y Centroamérica de dicha oficina, José Manuel Martínez, al abordar el estado de violencia que asuela nuestro país, sostuvo que el origen está en parte en la pobreza, las desigualdades sociales y la corrupción.

   De su lado, el director de Operaciones de la propia UNODC, Francis Maertens aseguró en la capital española que la dificultad para tener pleno éxito en el combate al narco radica en su “cartelización” y puso como caso la internacionalización de  las conexiones de las mafias de la droga mexicanas con el ejemplo de su ensamble con la Ndrangheta italiana, equiparable en su estructura y alcances con la Cosa Nostra y La Camorra.

México, el país más ensangrentado del mundo

   La semana pasada se difundió desde Washington, con la voz dominante del zar antinarcóticos de la Casa Blanca, Gil Kerikowske,  el Reporte de Drogas 2009 de la ONU, cuyo eje consiste en el análisis  sobre el mercado mundial de la cocaína, en el que se observa, se afirma, un descenso asombroso de su producción, que en Colombia genera cambios de magnitud sísmica, y en otros países, como México, un horrible recrudecimiento de la violencia. En algunos canales internacionales de televisión vistos en nuestro país hubo conductores que creyeron necesario poner en corchete la tragedia de México.

   En el mismo orden de cosas -sobre “la tragedia de México”-, el director general de la ya citada UNODC, Antonio María Acosta, un día después calificó el de nuestro país como un caso sin igual: México es un país extraordinariamente violento. Esas espeluznantes expresiones fueron suprimidas o matizadas en los reportes de la televisión mexicana, que prefirieron destacar reconocimiento al gobierno de Calderón Hinojosa, pero un locutor del canal 42 de Televisa-Monterrey tradujo una de aquellas expresiones como México, el país más ensangrentado del mundo.

Naufraga el barco de gran calado

  Al iniciarse 2009, el presidente designado Calderón Hinojosa escaló las heladas cumbres suizas para presentarse ante la comunidad de mandones del planeta -el Foro Económico Mundial- como jinete en la tormenta, domeñando bravíamente los broncos corceles de la crisis económica. Desde antes, el propio Calderón Hinojosa la giraba de piloto del barco de gran calado que, según su propio dicho, era el invulnerable sistema económico mexicano. En tratándose del supremo comandante de las Fuerzas Armadas, suponemos que uno de los  grados que le corresponde es el de almirante. Pues bien, este incomparable navegante parece no darse cuenta que las líneas de flotación de la nave nacional están dinamitadas, pero, en vez de fondearse en buen puerto para calafatearla, terquea en su triunfalismo, no obstante que su secretario de Economía, el inefable Gerardo Ruiz Mateos, recomienda a los mexicanos esperar tranquilamente el  2050 en que la crisis sea remontada y México se convierta en la quinta economía del mundo. ¡Qué tal!

   Arriba citamos la afirmación del funcionario de la UNODC, José Manuel Martínez, en España, respecto de que el origen de la violencia en la región, está en la pobreza,  las desigualdades y la corrupción. Mes y medio después, en el entorno de la visita a México de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, al participar en el seminario internacional La nueva presidencia de Obama: Los desafíos de las Américas, el chileno secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Agustín Insulza denunció que América Latina y el Caribe tienen la peor distribución de la riqueza en el mundo y previno que, si los gobiernos porfían en las políticas que condujeron a la actual crisis, en los próximos dos años habrá al menos 12 millones de nuevos pobres en el continente. Si los gobiernos, ante la crisis, no asumen acuerdos hemisféricos y en cambio debilitan o ignoran programas de apoyo colectivo, se generará inestabilidad social y política en la mayor parte de la zona.

   “Para ilustrar nuestro optimismo” (Carlos Monsiváis dixit), nuestro entrañable colega Carlos Fernández-Vega (México SA, La Jornada, 26-VI-09) nos asesta algunos electrizantes datos de recientes reportes del Banco Mundial (BM) sobre la evolución económica planetaria en 2009, divulgados desde Seúl, por los que se sabe que, entre152 países evaluados, México ocupa el sitio 141 como una de las economías más debilitadas “y con el peor comportamiento latinoamericano, a la vez que estará muy por debajo del nada grato promedio mundial, algo que por lo demás no precisamente aporta solidez a la tesis de que ‘ya pasó lo peor’”.

   En 2009. continúa Fernández-Vega, el producto interno por mexicano reportaría, en el mejor de los casos, un desplome cercano a 25 por ciento con respecto al nivel registrado en 2008, y para 2011 el PIB per capita todavía sería 10 por ciento inferior al observado dos años atrás. Además, la tasa promedio anual de “crecimiento” económico del país (2007-2011) a duras penas sería de 0.7 por ciento, el peor comportamiento desde los tiempos de Miguel de la Madrid. Será uno terco, pero ¿en serio ya pasó lo peor?

Camino correcto… hacia el hoyo negro

   Durante la larga negra noche del salinato, la muletilla de los presidentes -obviamente subrayando el estilo desparpajado del demente Vicente Fox- ha sido la de vamos por el camino correcto. Calderón no la usado textualmente o el menos no con la misma machacona frecuencia, lo que no quita que haya seguido las mismas huellas en el rumbo… hacia el hoyo negro. Esto es, los dos gobiernos panistas se han guiado con la misma carta de navegación. Cosa que no sorprende, habida cuenta la alianza estratégica pactada por el PAN con Carlos Salinas de Gortari, Con ese referente, aventuraremos una recapitulación, a partir del último presidente de la Revolución, según se autodenominó José López Portillo al abandonar el cargo al cumplirse la fatalidad sexenal.

   En el marco de La revolución conservadora proclamada  hace tres décadas por la dupla Margaret Thatcher-Ronald Reagan, sustanciada para nuestro continente en las bases operativas y orientaciones político-ideológicas del Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otras agencias de la misma ralea, y conceptualizada e instrumentada en bandos estratégicos como los llamados Documentos de Santa Fe o el Consenso de Washington, “la primera generación de estadunidenses nacidos en México” -la desalmada casta tecnoburocrática- se trepó al cabuz de lo que los liberales decimonónicos llamaban la locomotora yankee. Renegó de la soberanía nacional, calificándola de “dogma obsoleto”, y dejó de llamar a México país amigo de los Estados Unidos para declararse, primero, “aliados” y, luego, “socios”, aunque desde el otro lado se nos siguiera considerando “el patio trasero”.

   Al arranque en el camino correcto -la ruta neoliberal emprendida por los tecnoburócratas-, puesto que esos trepadores lograron en universidades norteamericanas  lo que ellos mismos blasonaban como “títulos de excelencia”, en las entidades fronterizas del norte -Nuevo León, Chihuahua y Baja California, particularmente-, con dicho estímulo se reciclaron movimientos pro anexionistas en favor de la Unión Americana, y desde Tijuana, por ejemplo, se lanzaron libros-arenga diseñando la nueva República, con México como un estado-apéndice. Esos movimientos se vieron alentados por las políticas económicas de Salinas de Gortari, quien tomó aquella región  para un ensayo-piloto del modelo industrial de la postmodernidad (hasta humildes e indefensos ejidatarios fueron tomados como conejillo de Indias para “incorporarlos” a la economía a escala), aunque su desarrollo se basara en descomunales privilegios a la inversión extranjera, con capital estadunidense dominante, tendencia que en los noventa  quedó fortificada en las ciudadelas del trilateral Tratado de Libre Comercio (TLC hoy TLCAN.)

   La economía mexicana de la postmodernidad, más que una vacilada, era una malévola coartada. Atrás de bambalinas, de lo que se trataba -viejo sueño de “América”, con el territorio mexicano como botín- era de transformar, a la mexicana, en una economía de servicio y ponerla al servicio de los designios imperiales. ¿Para qué otra cosa iban a racionalizarse las asimetrías? Por eso, y sólo para eso, llevando al límite el absolutismo presidencial, con el TLC como ariete se destruyeron las cadenas productivas, se enajenaron los entes públicos y los recursos naturales más codiciados a manos particulares, se erosionó a la banca de desarrollo, se persiguió a los sindicatos, se legisló para privatizar el ejido y las comunidades agrarias, se disolvió la organización social del trabajo (la cooperativa), se aniquilaron las medianas o pequeñas empresas o fueron expuestas a su absorción por corporativos nacionales extranjerizados o extranjeros, se inició la ofensiva contra la educación pública, especialmente la de grados superiores, en la que se frenó el apoyo a la ciencia y la tecnología, etcétera, con todo lo cual se humilló al trabajador y al empleado, se proletarizó a las clases medias y se formó el ejército de reserva para usufructo de un nuevo corporativismo empresarial, más deficiente, ineficiente, corrupto y rapaz que la burocracia estatal, algunos de cuyos próceres pasaron a medrar en el Poder Legislativo y otros se alquilaron a la IP.

Los fundamentos de la economía criminal

   Veamos una vertiente de ese depredador  proceso (el de la economía criminal) que, no por visible, está suficientemente explorada, aunque aun las agencias multinacionales que impusieron a México las políticas de shock empiezan a denunciar: Con el neoliberalismo, la implantación del darwinismo social. Esto es, fomentar el individualismo salvaje con la divisa de que “cada quien que se rasque con sus propias uñas”. Esto es, la proscripción del principio de justicia social como responsabilidad tutelar del Estado, demonizada con feroz saña por los padres y padrastros del neoliberalismo.

   Todo el entramado de instituciones creadas para planificar y ejecutar las políticas socialmente compensatorias en un sistema de capitalismo tardío, disimulado como Economía Mixta, ha venido siendo desmontado con precisión quirúrgica para hacer nugatorios los derechos sociales consagrados por la Constitución mexicana.

* La Educación básica ha sido privatizada a favor de una banda de forajidos sindicales, y sus programas  fueron mutilados para segregarle materias “subversivas”; parte de ese segmento y la Superior quedaron como rico filón de empresas particulares, algunas confesionales cuyos rectores, en no pocos casos, se gratifican con la pedofilia y la pederastia.

* El Trabajo se ha convertido en la mercancía más barata, cuya remuneración se diluye en aras de las ventajas comparativas que exige la competencia internacional, y su degradación lleva a millones de mujeres y niños laborantes a su prostitución.
 
* La Salud fue dejada a expensas de los intereses de la industria farmacéutica, mayoritariamente extranjera, y la red hospitalaria deteriorada deliberadamente para abrir espacios a contratistas de la construcción y a traficantes con el humano dolor.
 
* La Seguridad Social fue expropiada sólo para dejar su gestión en manos de los especuladores, saqueadores de los fondos pensionarios para el retiro de los trabajadores.
 
* La Alimentación se entregó a grandes cadenas, de preferencia trasnacionales, que hacen del salario mínimo de los consumidores fuente de riqueza incuantificable.

* La Vivienda de interés social -cuya construcción fue contratada a líderes sindicales sin escrúpulo o a burócratas fatigados del servicio público- terminó convertida en esclavitud crediticia-usurera, ahora transferida a filibusteros extranjeros.

* La Cultura, abatida para hacerla presa fácil de la transculturización prostibularia.

* El Deporte, que era divisa de cultura física desde la infancia (“mente sana en cuerpo sano”, solía proponerse), acabó en mero espectáculo mercantilizado y trata de carne joven en los mercados de unos cuantos Creso. En fin.

El asesinato del cuerpo y del alma

   La terrible ecuación de ese inhumano abandono de la política social, se sintetiza en esta fórmula: Cientos de miles de parejas, por limitaciones económicas, eluden el matrimonio y prefieren la unión libre para liberarse “del yugo” a la primera oportunidad; madres desnutridas tienen productos descerebrados o en fatal raquitismo; niños mal alimentados desarrollan taras genéticas o enfermedades prevenibles que les dificultan el aprendizaje y los convierten en una indeseable carga doméstica; los supervivientes que ingresan a las escuelas, las abandonan para dedicarse a tareas que contribuyan al ingreso familiar; su exposición temprana al mercado “laboral” los conduce a la vagancia, al pandillerismo, al pillaje, a la drogadicción y, a la larga, a su condición de “mulas” al servicio de los narcos, y su paso por los reformatorios infantiles y juveniles termina en los penales de alta seguridad o en carne de cementerio.

   Algo perverso se percibe en ese tránsito del mexicano de la cuna a la tumba: Cuando hablamos del fenómeno de la transculturización, aupada por el gobierno con una fuerte dosis de permisividad asociada a la erosión de la calidad educativa, se nos antoja un crimen calificado en etapas varias: La transculturización, favorecida sobre todo por los medios audiovisuales, atenta, por ejemplo, contra la cultura alimenticia de la familia mexicana. Cuando ésta, inducida compulsivamente por la publicidad sin regulación, suple su dieta tradicional con la comida chatarra como hábito importado, se expone a los mismos riesgos para la salud que el consumidor en su rentable, rentabilísimo, mercado de origen o de patente. Verbigracia: Por ignorancia o a sabiendas, el consumidor de comida-basura caerá, ahora prematuramente, en problema de obesidad (en la que México disputa el liderato), cuyo siguiente paso será la cada vez más generalizada diabetes, Para entonces, ¿quién duda que las trasnacionales de la comida chatarra y la industria refresquera se hayan hecho de un buen paquete de acciones de la industria farmacéutica que produce los medicamentos contra esa pandemia;  invierta en la clandestina producción de medicamentos milagro o, incluso, en las industrias hospitalarias y funerarias? Piensa mal y acertarás.

   Todo eso, y más, son las mojoneras que señalizan el camino correcto trazado y recorrido por los malditos tecnoburócratas neoliberales priistas. De éstos, todo se podía esperar, pero ¿era de esperarse lo mismo de los postulantes del humanismo político? No era de esperarse, pero dice la sentencia que “a la tierra que fueres, haz lo que vieres”. El PAN cumple, con creces, esa rentable recomendación, a fin de cuentas ésta no viene ni de Amnistía Internacional ni de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Por eso, los observadores que nos califican sostienen que México es el país más ensangrentado del mundo.


Estampida de funcionarios nombrados por el IFE

   El INSTITUTO FEDERAL ELECTORAL (IFE) cerró uno de los capítulos de su agenda preparatoria de los comicios federales del 5 de julio con una serie de simulacros para -igual que lo hizo en 2006- tratar de acreditar la confiabilidad del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), no inmune a los traviesos y sectarios algoritmos. “Simulacro” (apariencia sin realidad), fue el santo y seña de esos ensayos. El Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF) pareció más realista cuando pintó sus promocionales (“Vota el 5 de julio”, sin más, nada de hacer crecer “nuestra democracia”)) con los colores más fúnebres.

   El IFE, como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, arriba al 5 de julio bajo sombras de sospecha de la mayoría de los protagonistas electorales, enervada -esa sospecha- especialmente por Televisa.  Que partidos y candidatos sometan a consejeros y órganos operativos de ese organismo a la duda, es una práctica que se da por descontada, sobre todo cuando los litigantes tienen pocas posibilidades de triunfo. El dato grave es que, de un millón de ciudadanos reclutados para recibir y contar los votos, más de 204 mil (más de 20 por ciento) han rechazado esa responsabilidad; unos, porque, se excusaron, estarán de viaje el día de la jornada electoral; otros, porque, simple y sencillamente, no aceptaron el nombramiento. Faltan los que deserten a la hora de instalar las casillas, para que “los primeros en la fila” (los que coloquen los partidos madrugadores y con más talega) ocupen su lugar, según la tarifa que se fije para ese día. A esos ciudadanos mexicanos no les convence que el IFE los use como coartada para tratar de legalizar y legitimar resultados procesados de antemano, como ocurrió en 2006.


PAN: Dos locos andan sueltos

Muy mal debe andar el PAN, para verse precisado a habilitar a su jefe nacional Germán Martínez Cázares con muletas tan sólidas como las que personifican el ex presidente Vicente Fox y el ex candidato presidencial de mentirijillas, por lo mismo derrotado en 1994, Diego Fernández de Cevallos, lanzados en las campañas electorales a vociferar contra todo lo que se mueve. Sacado de su dorada bartolina del rancho San Cristóbal, Fox  no fue ni siquiera informado de que la contienda en el Estado de México no es por la gobernación, sino para otros puestos de elección popular. Diego, de su lado, confirmando las recientes relevaciones que lo señalan entre los conspicuos maquinadores del complot contra Andrés Manuel López Obrador en 2006, se olvidó que la consigna que le dio su partido fue para golpear al gobernador Enrique Peña Nieto y enfocó sus baterías contra el tabasqueño; mientras el mexiquense hizo alarde de seguridad viajando el pasado fin a Monterrey para apoyar la campaña de su correligionario Rodrigo Medina al gobierno de Nuevo León, y a los candidatos a las presidencias municipales del área metropolitana de Guadalajara, donde se gratificó con la porra de ¡Presidente! ¡Presidente! con la que le alegraron el domingo los tapatíos.



Juventud, divino tesoro, puesta a uso dictatorial

Parece incontestable que el creciente e insoluble problema de las deserciones en las Fuerzas Armadas está menguando la capacidad del gobierno de Felipe Calderón para continuar el combate el crimen organizado. El reconocimiento no expreso de esa crisis, está implícito en la determinación del comandante supremo Felipe Calderón, de enviar al campo de guerra a los cadetes de diversos planteles castrenses para que refuercen o suplan su tarea a los activos del Ejército. Peor aún, esa medida se hace extensiva a los conscriptos del Servicio Militar, que todavía hace unas semanas pagaban su asistencia a sus ejercicios formados en brigadas para, al menos en el Distrito Federal, ir casa por casa pidiendo un kilo de alimentos para campañas “altruistas” patrocinadas por corporativos particulares.

 

 


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