Martes, 11 de Enero de 2011 12:36 | 
Author: ROGELIO GÓMEZ MEJÍA | 
| Edición 250 |
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Justicia
con las manos
ensangrentadas
ROGELIO GÓMEZ MEJÍA
“Muchas veces hacemos el bien para poder hacer el mal impunemente”
La Rochefoucauld
Como hace más de dos mil años, la cloaca “empoderada” económica y políticamente, enloqueció trastornada por la soberbia y el despotismo para fustigar sin compasión a subordinados e incondicionales arrastrando en su vorágine a una población indefensa y consecuente por años de dominio y sofisticada represión adocenada por lo indispensable para la sobrevivencia, resignada en la modestia y humildad llevada con estoicismo por el llamado permanente al amor al suelo patrio y el de más allá, hasta que, como entonces el sacrificio se convierte en insoportable tortura que desata en una voz la inconformidad y la rebelión con su lógica consecuencia impredecible… pero no entienden.
Es cíclico, y mucho se ha dicho sobre todo este año cada 100, en que parece cumplirse el fatal destino de un pueblo nacido en la abundancia envidiada por extraños, y ambicionada desatinadamente por los propios, con afanes voraces y avariciosos para lo cual buscan los senderos del engaño vestido de falsedades en adornada retórica, con lo que logran su perverso objetivo que acaba por revertírseles proporcionalmente en odio y desquite contra los que tienen todo, y desafío a los que los despojaron del producto de su trabajo.
Ahora parece estar cerca el tiempo de cobrar los agravios de tantos años, y más todavía por remates inconcebibles que parecen incentivar lo incontenible; asesinatos masivos de inocentes ajenos a la violencia represiva, justificada como persecución al crimen en una “guerra” sin autorización de los fariseicos dizque representantes del pueblo, rematados por viles asesinatos como el de la mártir juarense Marisela Escobedo Ortiz seguido del incendio de la maderería de su esposo Jorge Monje Marroquín, más el secuestro y ejecución de su cuñado Arturo, en opresiva venganza por la imperdonable odisea del reclamo de justicia a las autoridades del indolente gobierno de César Duarte Jaquez por el impune asesinato de su hija Rubi Marisol Frayre Escobedo a manos del prófugo encubierto por tres jueces, Sergio Barraza Bocanegra, como baldón del poderío, que exhibió ante todo el mundo la barbarie que padece el país.
Por si fuera poco, aparece no se sabe si para bien o para mal pero a salvo el “jefe” Diego Fernández de Cevallos, ante el previo mensaje de los “descalzonados” misteriosos con un vigoroso llamado al pueblo de México para recobrar la dignidad perdida, destacadamente por los enumerados agravios padecidos desde hace 25 años a manos de los magnates que saltaron de riquillos voraces a los primeros lugares de los multimillonarios de la revista Forbes, y de esa clase apodada política, encaramada desde entonces en el poder público con salarios insultantes para los pobres trabajadores con aumentos salariales miserables de 2.30 pesos, ante los más de 11 mil pesos diarios del ejecutivo, su gabinete y la cauda de directivos de “primer nivel”, lo cual hizo pasar a segundo lugar la desgracia real del pueblo, todavía inerte por tanta ofensa.
Por eso tal vez valga la pena imbuirse apasionadamente en el recuerdo del esperanzado nacimiento de Jesucristo que marcó una pauta de justicia para el mundo, y que tanta falta nos hace.
Bala perdida
Ahora que la justicia se mece en el entredicho, al parecer tendrá que permanecer escondido el diputado perredista Julio César Godoy Toscano, acuciosamente buscado por todo el mundo por la otrora ineficaz PGR, en miles de casos pendientes, y demostradora de la fuerza de la consigna “haiga sido como haiga sido”; misma que demostró su capacidad de “convencimiento” en la incolora LXI Legislatura donde 384 diputados votaron por su desafuero, después de que la Sección Instructora presidida por el zorro César Augusto Santiago decidió “por unanimidad” su “presunta responsabilidad” destacadamente “por el entorno político de inseguridad en el país por la violencia en Michoacán”, dijo la diputada perredista Mary Thelma Guajardo, sin despeinarse siquiera. ¡Bha!
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