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El largo agonizar de la prensa mexicana
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Edición 361

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El largo agonizar de la prensa mexicana

Feliciano Hernández

LA MUERTE O EL NACIMIENTO DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN,-sobre todo los noticiosos-, son asunto de interés público porque buscan incidir en la vida de una sociedad. La crisis del periódico La Jornada –sacudida en junio por una efímera huelga sindical-, es solamente un síntoma de los graves problemas que padece la prensa mexicana, siempre afectada por el dilema de servir al poder o servir a la gente. Y la sentencia es clara: el que a dos amos sirve, con uno queda mal.

ELLARGO6CHICAGO, ILLINOIS.- El conflicto laboral que estalló en ese diario de la gran Ciudad de México entró en lo que pudiera ser solo una tregua. Bajo las actuales circunstancias y coyuntura, proyectos como el aludido están en riesgo de extinción. Porque siguen latentes las amenazas que lo acorralaron.  

¿Y qué hará La Jornada para resolver su insolvencia financiera? Reducir el costo de la nómina, apenas parece una dudosa medicina para prolongar la difícil subsistencia. ¿Un crédito millonario para un medio “de izquierda”, de quién y a cambio de qué?

Depender de lo extra periodístico

Achicarse y perder respeto de su público es el costo que pagan muchos medios por pretender vivir supeditados a intereses extra periodísticos y haber dejado de lado a su principal sostén, sus lectores, que debieran ser el objeto de su existencia y no los veleidosos patrocinadores.

Por eso, salvo pocas excepciones, las empresas periodísticas nunca han logrado consolidarse como medios al servicio de sus públicos. Cuando logran cierta presencia se convierten pronto en blanco de ataques y en la mayoría de casos en atractivos bienes que los empresarios o influyentes políticos buscan poseer para sus personales fines.

Aquellos medios que han forjado pequeños imperios al ponerse de lado del poder o los que se ilusionan creyendo que pueden afianzarse sirviendo al mejor postor, tarde o temprano desaparecen sin que nadie lo lamente. La lista de estos no es pequeña.ELLARGO

En la ola de opiniones que se levantó al estallar la efímera huelga de trabajadores sindicalizados de La Jornada, lo que faltó fue análisis. Los dimes y diretes a favor y en contra, por los intereses afectados, debieron dar paso a los argumentos. La amenaza de inviabilidad financiera de muchos medios es un tema latente. Queda por ver si ocurre el milagro del relanzamiento del Ave Fénix.

La Jornada dejó de ser el medio innovador, crítico y de vanguardia con que inició sus prometedores días, en 1984

¡El rey va encuerado…!

Desde hace no pocos años La Jornada dejó de ser el medio innovador, crítico y de vanguardia con que inició sus prometedores días, en 1984, apoyada por intelectuales y periodistas dispuestos a correr los riesgos de una aventura editorial declaradamente de izquierda, todos ellos respaldados por un vasto público ansioso de algo nuevo que reflejara sus anhelos y sus exigencias de cambio en un entorno de naciente apertura política, a costa de sombra y sangre para no pocos activistas.

Los fundadores del polémico diario rompieron esquemas y tabúes en diseño gráfico y contenido informativo, ampliaron sus propios horizontes políticos e ideológicos y contribuyeron enormemente a ubicar mejor a las fuerzas de izquierda y en general a la sociedad mexicana, en sus posibilidades reales y en sus alcances potenciales, que vieron en 1989 un momento culminante al quedar tan cerca del anhelado cambio con el frustrado triunfo del candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas.

En los últimos años lo que hemos visto es un impreso atascado en el tiempo, avejentado en su diseño y en su planta directiva y editorial, con un portal de Internet horrendo, con un equipo de editorialistas añejado también, estrecho en número y de horizontes cortos de pensamiento, incapaz de avanzar por su propia fuerza y sobreviviendo como rémora de un claudicante partido de izquierda y de dos liderazgos que con toda su legitimidad siempre avanzaron bajo sus propios cálculos y no sobre los tiempos de la coyuntura nacional.

La misma sentencia abarca a los reporteros del diario, ilustradores, caricaturistas ELLARGO3y diseñadores, apegados a viejos esquemas y enfoques, sin mayor habilidad ni convicción para ubicarse desde nuevos ángulos sin perder la perspectiva; complacientes frente a los simpatizantes pero críticos frente a los opositores, rezagados también en la persecución y mejor presentación de las exclusivas del día.

La Jornada se volvió muy predecible en su enfoque de contenido editorial, perdió el interés y el chiste, llegó a ser un aburrido compendio de notas, totalmente falto de crítica ante su clientela ideológica, política y empresarial. Desde las portadas los editores mataron un día y otro también el interés de los lectores, con sus ocho columnas oficialistas o denunciando en grandes caracteres las amenazas de fuego en Venezuela y Cuba mientras dejaron de lado las llamas de un México ardiendo.

El mérito para casi todas las exclusivas del día o de la semana quedó para El Universal o El Reforma.

Siempre que el lector se pregunte: ¿qué hace en esta portada un encabezado que parece pirateado del más oficialista de los medios?, siempre será un clavo más en el ataúd de todo periódico que pretendió ser crítico.

La Jornada adoleció en estos años de una indispensable unidad de investigación periodística, consustancial a todo medio que se respete, más por la situación particular del México hundido en la corrupción; dejó de aportar, salvo excepciones, algo nuevo y el mérito para casi todas las exclusivas del día o de la semana quedó para El Universal o El Reforma.

Un medio que nació con banderas democráticas y democratizadoras sólo ha conocido ¡dos directores editoriales en más de 30 años!, sin menoscabo del liderazgo, capacidades o talentos que pudieran tener y que los mantuvo o mantiene en sus cargos. Aunque los números al borde de la quiebra hablen por sí mismos.

¿Por qué se critica desde la prensa la permanencia interminable en sus puestos de funcionarios o líderes partidistas, como si los medios independientes y los que forman parte de corporaciones periodísticas no tuvieran que experimentar tales cambios, muchas veces necesarios por múltiples razones?

Los accionistas y trabajadores de La Jornada tienen que plantearse muchas preguntas, pero ante todo estas dos: si como medio pueden servir a la sociedad o quieren servirse de ella, y si pueden avanzar en paralelo y hacia las mismas metas ideológica y políticamente independientes o como rémoras de liderazgos y grupos de poder que persiguen su propia agenda. Aunque la meta sea la misma, las formas y los tiempos no tienen por qué ir atados.

La Jornada debe convocar a foros abiertos para recuperar el contacto con la sociedad y con sus seguidores; para conocer las preocupaciones y anhelos de los mismos, y sobre todo conseguir sus propuestas y su apoyo.

Los desafíos que vienen

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A México le urge, pensando en el 2018 y lo que siga, no uno sino muchos medios críticos, con visión progresista, de izquierda moderna, con análisis objetivo, supeditado a los intereses de la sociedad antes que a liderazgos, agendas de grupos o coyunturas pasajeras; medios que asuman lo mejor de la globalización y que recuperen lo más valioso de las tradiciones y luchas populares insertadas en las nuevas realidades, muy cercanos a sus lectores o audiencias y comprometidos con ellos antes que con sus patrocinadores.

Los problemas de La Jornada no son exclusivos de ella y en mayor o menor medida los factores afectan a casi la totalidad de los medios. Tarde o temprano algunos sucumbirán ante ciertas amenazas si permanecen impasibles e incapaces de confrontarlas y de intentar cambiar el actual estado de cosas que los mantiene bajo estrechos límites y por lo tanto debilitados para servir mejor a la sociedad mexicana.

Una condición deplorable de los medios nacionales es su incapacidad crónica para articularse ante las amenazas inmediatas que los convierte en blanco de intereses dañinos, como los asesinatos de periodistas, y para combatir la impunidad que cobija a los criminales materiales e intelectuales.

La prensa tiene que explorar alternativas para trasladar los costos y facilitar el acceso a los lectores, mediante descuentos, ofertas a suscriptores o la plena gratuidad, como funciona en otros paísesELLARGO5

El perjuicio mayor es contra la libertad de expresión y la aceptación de la autocensura como algo normal; todo lo cual se lleva por delante a los lectores y al sistema de valores democráticos de la sociedad.

El actual modelo de financiamiento de la mayoría de medios periodísticos es muy adverso para las marcas independientes, sobre todo para los diarios impresos o electrónicos como La Jornada. Prevalecen condiciones establecidas sobre arreglos antidemocráticas y cerrados o poco transparentes, así sea con el poder político o la empresa privada.

Los convenios de publicidad acaban en manos de amigos o simpatizantes y excluyen a los medios independientes o críticos. Ninguna prensa ni libertad de expresión puede florecer en tales circunstancias y aquí otra vez resalta la incapacidad de los medios, periodistas y activistas democráticos para articular propuesta al respecto.

Resulta increíble e inadmisible que los directamente afectados no hayan visto en la Ley del libro, aprobada hace unos años y destinada a promover la lectura, la oportunidad para incluir en ella por lo menos a los medios impresos –periódicos, revistas y portales de internet periodísticos-, subrayando todas las razones habidas para otorgar garantías y estímulos a ellos, puesto que son el primer acercamiento a la lectura de la mayoría de la gente, y un gran medio para llevar cultura, conocimiento y sana recreación a quienes luego asumirán los libros como un posgrado en la escala de afición al conocimiento mediante el recurso inmejorable de las letras.ELLARGO8

Nada al respecto, miopemente los legisladores pensaron sólo  en los libros como el medio para la lectura (y México es una de las naciones con el menor rendimiento sobre el tema en Latinoamérica, un libro al año). Este es solo un ejemplo de que tiene que cambiarse la legislación, para favorecer a los periódicos y revistas y portales electrónicos independientes, pero los periodistas y editores nunca alzaron la mano para ofrecer propuestas y reclamar derechos.

Bajo las condiciones antidemocráticas que imponen los patrocinadores oficiales políticos o privados —por ejemplo, para el caso del presupuesto concentrador asignado a la institucionalidad “democrática”, que son el Instituto Nacional Electoral y sus similares en los estados, los partidos políticos, el Tribunal federal y relativos, la promoción de candidatos y sus campañas políticas—, todos apuntan contra el desarrollo de una prensa independiente, como La Jornada. Ante ellos y ante los agentes privados, pronto sucumben los medios más renuentes a supeditarse a intereses extra periodísticos.

El enorme desempleo entre los profesionales del sector y también los bajos sueldos que prevalecen en el ramo no hablan bien de una salud de la prensa mexicana

La credibilidad de los medios

El enorme desempleo entre los profesionales del sector y también los bajos sueldos que prevalecen en el ramo no hablan bien de una salud de la prensa mexicana, sino más de vicios, abusos patronales y corrupción. Esto tampoco abona a la credibilidad de los medios ni a la confianza de los lectores.

ELLARGO9Sin duda, el descrédito de muchos hacia la prensa mexicana es generalizado, no es una percepción de algunos. El desplome en los tirajes y la reducción de secciones, el cierre definitivo de marcas, el desempleo de profesionales del sector y los bajos sueldos, son manifestaciones de algo grave.

En mucho han contribuido los propios medios a su propia debacle. Por ejemplo, los costos de producción cargados al destinatario final, aunque parezcan reducidos para una población en permanente pérdida de poder adquisitivo, son inconvenientes.

La prensa tiene que explorar alternativas para trasladar los costos y facilitar el acceso a los lectores, mediante descuentos, ofertas a suscriptores o la plena gratuidad, como funciona en otros países y hay ejemplos exitosos (en el medio Oeste de Estados Unidos, en Chicago Il., por ejemplo, numerosos periódicos locales sobreviven como medios de lectura y para sus accionistas son viables como negocios).

En estos días La Jornada es el caso más sonado de un medio en crisis de viabilidad financiera, pero no es el único. Si los integrantes de esa marca junto con otros interesados no se aplican en serio a un replanteamiento como el aquí insinuado, ese medio y otros tienen los días contados.

*Periodista mexicano radicado en Chicago, Il., Estados Unidos.

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