Edición 341 |
SOSTENIDA CON ALFILERES durante varios meses, la gobernabilidad en Morelos se ha derrumbado y evidencia a una autoridad estatal corta de imaginación e inoperante en lo polÃtico, en lo económico y con un actuar despectivo hacia varios sectores de la sociedad morelense.
LOS HECHOS de sangre evidencian, pese al discurso belicoso y triunfalista del venido de Tijuana, el predominio de la mafia organizada en nuestro estado, que impone sus reglas, marca territorios y esparce el miedo lo mismo entre la clase polÃtica que en la sociedad, al asesinar a una autoridad municipal, amenazar e imponer tributo a presidentes municipales, diputados, iglesias, comerciantes, empresarios, transportistas y población en general.
Para el gobierno de Graco RamÃrez, sumar no es posible sin someter, lo mismo que acordar sin escuchar, donde su soberbia ha hecho que el mandato ciudadano expresado en las urnas el pasado 7 de junio que ordenó la cohabitación y la corresponsabilidad polÃtica, sea pasado por el arco del triunfo ante el capricho del tabasqueño, que vuelve enemigo a quien se atreve a disentir, algo muy similar a lo que ocurre con la delincuencia que dice combatir sin tregua, pero que luce desafiante y por momentos se vislumbra su cómplice.
Falta de certeza
Si algo se ha confirmado en Morelos durante los primeros 20 dÃas de este 2016, es la falta de certeza, de saber a dónde vamos y cómo lo vamos a lograr, que en gran parte se proyecta desde el ámbito del Ejecutivo estatal, con un congreso del estado que no ha asumido su papel de ser contrapeso polÃtico, fiscalizador de los recursos públicos y eco de las inquietudes ciudadanas. El llamado gobierno de la Visión Morelos ha sido rebasado (y por mucho) por las necesidades y reclamos de sus dizque gobernados.
La operación polÃtica es tan pobre como las currÃculas, imaginación, sonrisas falsas y transparencia en la actuación de sus responsables, con una secretarÃa de Gobierno a cargo de un médico de profesión que diagnóstica mal, receta peor, que no ata ni desata y que permitió que los espacios burocráticos a su cargo se repartieran como premios de consolación para las diferentes tribus del partido amarillo en el poder.
¿Quién gobierna?
Lamentable es ver a un área de comunicación social y polÃtica estatal que deberÃa construir y procurar consensos, unir partes, pero que desde su inicio se manejó a capricho, fue saqueada y ahora luce completamente desarticulada, con un desaire contra lo local y una absurda preferencia por lo nacional, cuyos espacios en su mayorÃa son pagados con dinero de los morelenses para negar la realidad que padecen y ser la mejor herramienta para condenar, exhibir y criminalizar rivales polÃticos.
Vuelve a aparecer nuevamente la pregunta: ¿con quién gobierna quien deberÃa hacerlo en Morelos? Pues lo mismo somete, asfixia en lo financiero, desacredita, exhibe y amenaza presidentes municipales para imponerles desde fallidas estrategias de seguridad, como proveedores, constructores y todo lo que fortalezca el negocio particular. Ya ni qué decir del sometimiento de los órganos electorales, partidos polÃticos y del propio Poder Judicial completo, a través del condicionamiento de recursos y sus órganos de simulada fiscalización de recursos.
Todo esto parece importarle muy poco a los morelenses que forman parte del pálido grupo gobernante y que se reparten el presupuesto como botÃn de la mano de una voraz legión extranjera con boleto de regreso a sus lugares de origen, que poco o nada han aportado y sà mucho exprimido al estado.
¿A dónde va Morelos con todo esto? A la nada, a un anquilosamiento en muchos de sus ámbitos y a un sexenio perdido más.
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