Edición 301 | ||||
Escrito por Abraham García Gárate | ||||
Jueves, 21 de Marzo de 2013 21:56 | ||||
¿DÓNDE ESTÁ EVA?
Mujer de hoy; mujer de mañana
“Los Derechos de la mujer y de la niña son parte inalienable,
EL 8 DE MARZO ES UN DÍA de reconocimiento a las mujeres trabajadoras desde 1977 en que la Organización de las Naciones Unidas, en su Asamblea General, oficializó el Día Internacional de la Mujer. Este año encamina sus esfuerzos contra la violencia contra la mujer bajo el lema: Una promesa es una promesa: Momento de pasar a la acción para acabar con la violencia contra las mujeres.
EXISTEN MUJERES A LAS QUE LA VIDA no ha favorecido. Al contrario, las ha alejado de una existencia plena, las ha llevado al límite de sus fuerzas y esperanzas; las ha mantenido lejos de lo que podemos llamar confort. Les ha deparado esfuerzos grandes, enormes tristezas y una vida que es un periplo permanente, eterno. La has acarreado a una existencia que constantemente raya en la sobrevivencia. Esas mujeres son las jornaleras agrícolas migrantes. Mujeres y niñas que comparten la tristeza, la pobreza, el abandono, el abuso, la explotación, la apatía. Mujeres y niñas que dejan su vida en el campo agrícola. Que dejan en esos surcos su futuro, su presente y su pasado. Estas líneas hablan un poquito de su historia. ¿Quiénes son? ¿Cuántas son? ¿En qué condiciones trabajan? ¿De dónde vienen y a dónde van? ¿Cómo y dónde viven? Muy poco sabemos de ellas. Tan poco, que ni siquiera podemos conocer por medio de los censos y encuestas nacionales cuántas son; solamente aproximaciones. No hay coincidencia entre los datos de las dependencias federales. La Encuesta Nacional de Jornaleros (ENJO 2009) nos acerca más a este fenómeno. La eterna crisis económica ha impulsado a las familias campesinas a incorporarse al trabajo asalariado como una estrategia para apoyar el ingreso familiar que cada vez descansa menos de la parcela campesina. Existen 3.4 millones personas dedicadas a las actividades agrícolas y se dice siete de cada 10 viven exclusivamente de la venta de su mano de obra. La migración se ha convertido en una opcióm para la sobrevivencia derivada de la escasa producción de la parcela familiar y las pocas fuentes de empleo Los Jornaleros Agrícolas Migrantes, son activos participantes de la cadena productiva de la industria agrícola mexicana exitosa. Es uno de los sectores más desprotegidos del país, Enfrentan diariamente una situación de vulnerabilidad y explotación. Falta fortalecer sus Derechos Laborales (no hay figura jurídica que los defiendan como sujeto de Derecho) y sus Derechos Humanos. Las mujeres y niñas jornaleras son las últimas de esta cruel fila. Nadie las ve, nadie las conoce, a nadie parece importarles. La protección de los Derechos Humanos de las mujeres migrantes está plasmada con tinta en los instrumentos internacionales y nacionales que dicen defenderlas y preocuparse por ellas. Entre ellos la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer; y de manera específica, los relacionados con la migración, entre los que se incluyen la Convención Internacional Sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares, el Protocolo contra el Tráfico Ilícito de Migrantes por Tierra, Mar y Aire; el Protocolo para Prevenir, Reprimir, y Sancionar la Trata de personas, especialmente de las mujeres y niños, que complementan la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional y la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas en México (2007), así como el Compromiso de Montevideo sobre Migraciones y Desarrollo de la XVI Cumbre Iberoamericana, Montevideo, Uruguay, 2006, que refiere a consideraciones específicas para la salvaguarda y protección de las mujeres, las niñas, los niños y las y los adolescentes migrantes, así como la eliminación de cualquier forma de discriminación. A nivel nacional se encuentran la Ley Federal del Trabajo, en su Capítulo VIII, Trabajadores del Campo, y en algunas normas oficiales como la NOM-003-STPS-1999 sobre el uso de pesticidas; así como disposiciones para la regulación del trabajo infantil y el derecho a la educación. (Mujeres afectadas por el fenómeno migratorio en México, Instituto Nacional de las Mujeres.) En México hay nueve millones de familias jornaleras. Dos millones 40 mil 414 personas se dedican a actividades agrícolas, quienes sumadas a los miembros de sus familias ascienden a más de nueve millones de personas en hogares jornaleros. En la Encuesta Nacional de Jornaleros (ENJO 2009) se consideró un promedio de 4.5 integrantes por hogar jornalero, tomando en cuenta los más de dos millones de jornaleros a nivel nacional y como máximo la misma cantidad de familias, se logró estimar la población jornalera superior a nueve millones. De ésta, 90 por ciento de los jornaleros agrícolas carece de contrato formal; el 48.3 por ciento tiene un ingreso de tres salarios mínimos y 37 por ciento gana dos salarios mínimos. La Encuesta Nacional de Jornaleros (ENJO 2009) informó que el 54.8 por ciento de los trabajadores está expuesto a productos agroquímicos de forma cotidiana y el 40 por ciento de los jornaleros agrícolas provienen de población indígena. Del total de los jornaleros agrícolas, se notificó que actualmente el 81 por ciento son hombres y 19 por ciento mujeres. En la Encuesta Nacional de Jornaleros (ENJO 2009), se calculó que el 21.3 por ciento de las familias son migrantes; es decir, hay 434 mil 961 familias de jornaleros migrantes a nivel nacional. En relación al rango de edad de la población jornalera migrante, el mayor porcentaje se encuentra entre los 16 y 20 años, con un 7.8 por ciento para los hombres y 6.5 por ciento para las mujeres La incorporación de las mujeres como jornaleras en México es una respuesta de las familias a su progresiva pobreza y ha significado un aumento a la carga femenina de trabajo, la movilidad de las jornaleras agrícolas entre sus localidades de origen y sus destinos migratorios las enfrenta a dificultades que repercuten en su salud, ya que constituyen un sector especialmente vulnerable por su condición étnica, migratoria y educativa. Trabajadoras eventuales del campo, con labores que van desde la preparación del terreno hasta la pizca o cosecha. Las jornaleras y los jornaleros agrícolas son uno de los sectores más empobrecidos del país, sus condiciones de vida, trabajo y salud están por debajo de los niveles de la población general. Muchas mujeres campesinas, sobre todo en las regiones más pobres de México, salen de sus lugares de origen para trabajar, junto con sus maridos y sus hijos, en la cosecha de variados productos. Desventuradamente, los salarios que reciben son tan bajos, que sólo participando toda la familia logran reunir lo indispensable para sobrevivir. La mayoría son indígenas, que se ven obligados a migrar para encontrar trabajo. Las condiciones en las que viven y trabajan estos jornaleros son verdaderamente difíciles. No sólo porque para trasladarse desde sus comunidades de origen a los campos a donde laboran tienen que recorrer, a veces más de mil 500 kilómetros y dependiendo del vehículo en que viajen hasta siete días, transportados en las peores condiciones, sino porque a su arribo no cuentan con una infraestructura mínima para instalarse. Los complicaciones de salud que padecen son múltiples, enfermedades gastrointestinales, provocadas por la contaminación del agua y la falta de condiciones de limpieza al preparar y consumir los alimentos; enfermedades respiratorias provocadas por los cambios climáticos y por los efectos de los agroquímicos. Estos últimos producen también enfermedades de la piel, fatiga y mareos. Aunque todos los jornaleros están sometidos a un severo desgaste físico, desde que salen de sus lugares de origen y durante el tiempo que laboran en los surcos, las mujeres lo sufren con más violencia, porque, además de trabajar en los campos como jornaleras -una jornada laboral que empieza a las 6 de la mañana y termina después de las 18:00 horas- tienen que hacerse cargo de una serie de tareas que sirven de sustento al grupo familiar en circunstancias hondamente precarias. Por eso sus jornadas de trabajo son aún más largas que las de los hombres; se encuentran en una situación aún más difícil que ellos. Sobre todo, si tomamos en cuenta que el número de mujeres solas, con hijos, que trabajan y viven en estas condiciones es relativamente importante. En cualquier caso, la gran mayoría debe cubrir simultáneamente, en el mismo espacio físico, los roles de esposa, madre, empleada doméstica y trabajadora agrícola Las niñas jornalera agrícolas son esclavas modernas del trabajo infantil, un trabajo que las consume desde pequeñas alejándolas de la posibilidad de complementar su vida. La Comisión Nacional de Fomento Educativo (CONAFE) y Programa de Educación Primaria para Niñas y Niños Migrantes (PRONIM) hacen un esfuerzo grande pero limitado, por no contar con los recursos suficientes para enfrentar este fenómeno de una manera digna y eficiente. Hay que reconocer que existen maestras y maestros que hacen hasta lo quimérico por cumplir con este compromiso humano, el problema se encuentra en como se distribuyen los presupuestos federales y las prioridades que se tienen, donde evidentemente las niñas, niños y adolescentes jornaleros no lo son y no lo serán mientras sigan siendo invisibles para la insensible burocracia local, estatal y federal. La ENJO determinó que 57 por ciento del total de jornaleros se emplea en cultivos de café y chile, y que del total de la población de jornaleros 39 por ciento son menores de edad; es decir, 795 mil 761 niños o adolescentes. Las últimas cifras estiman que en el mundo 215 millones de niños son víctimas del trabajo infantil y 115 millones de estos niños están en trabajos peligrosos. Basado en los cultivos, gracias al cual se determinó que del total de la población de jornaleros, el 57 por ciento se emplea en los cultivos de café y chile. La población jornalera agrícola infantil en el país asciende a un total de 711 mil 688 menores de edad, aproximadamente el 39.1 por ciento de la población jornalera. Siendo el chile el cultivo en el que más menores laboran, 55 mil 635 que corresponden al 12.8 por ciento del total de la población jornalera infantil. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Jornaleros (ENJO 2009), un 60 por ciento de estos niños, niñas y adolescentes se dedica al trabajo remunerado como trabajadores agrícolas, un 10 por ciento al trabajo remunerado realizando otros oficios y un 30 por ciento al trabajo doméstico. Destaca también, que el trabajo infantil agrícola en México sigue siendo uno de los grandes desafíos para las instituciones responsables de lograr su erradicación. Miles de niños, que apenas han tenido oportunidad de educarse, son obligados a trabajar en condiciones precarias. Uno de cada seis menores, de entre 5 y 14 años, es obligado a trabajar en el mundo según UNICEF. En México, casi cuatro millones de niñas y niños trabajan en la agricultura, la mayoría de ellos en condiciones de explotación. Este es el panorama desolador que enfrentar las mujeres jornaleras agrícolas migrantes en este país, la soluciones no se ven cerca, los apoyos se encuentran lejanos, la voluntad política apenas se distingue y la labor social con ella llega de gota en gota, de un manantial que cada día se seca más. Déjenme contarles de una mujer y una niña, de esas que se quedan para siempre. De las presentes y futuras mujeres por las que vale la pena arriesgarlo todo para construirles un futuro mejor y digno… Acompáñenme pues, del brazo, a que les platique de ellas. De nombre María Fernanda (ella es una de los 9 millones de personas que se contratan en el campo) y su hija Eva (ella es de las casi cuatro millones de niñas y niños que trabajan en campos agrícolas.) Su casa había quedado a casi una semana de camino, en alguna montaña de algún lugar rodeado de pobreza, miseria, abandono y dolor. Las camionetas en que viajaban serían una pesadilla para quien no ha viajado desde pequeño en ellas. Para madre e hija no significaba más que un poco más de frío, de lluvia, de calor o de polvo. Nada distinto a lo de antes, nada distintos a los de después. Este año les tocaban lo campos chileros de Coahuyana, allá en la Costa Michoacana. María Fernanda -así le había puesto su padre en recuerdo de la Maestra Rural que lo había enseñado a leer y a sumar-, desde muy pequeña en el campo ha vivido, ha padecido y sufrido el hambre con su familia, -primero con sus padres y luego la “suya propia”-, ha trabajado en el campo agrícola ajeno para sobrevivir. Mujer del campo ella es y nunca ha sentido vergüenza de decirlo. Mujer del campo ella ha sido. Cuando creció se convirtió en una mujer amable, de buen corazón para su prójimo, aunque muchos la han despreciado por ser indígena pero nunca su corazón guardó sentimientos malos contra ellos. Es una mujer de mirada triste e incansable; parecería una mujer abnegada, silenciosa luchadora. Se levanta la primera, al momento de atisbar la naciente claridad antes de que los rayos del sol aparezcan y aunque llega al campamento, albergue, galerón, enramada, o a la ceiba grande que les dijo el patrón que llegaran, todavía guarda una sonrisa discreta y reservas de fuerza para darle amor a sus hijos, amor que tanto necesitan Ella se junto muy chica con su compañero pues boda no alcanzaron a tener, los campos reclamaron su mano de obra. Al principio la entristeció, luego ya no importó. Seis hijos llegaron de su vientre, sólo uno nació en su casa. Los dos primeros sinaloenses, el tercero nayarita, casi cachanilla el cuarto, el quinto no sabía bien donde pues nació en la camioneta de redilas F-350 en la que viajaban pero tampoco importaba, como no importaba donde habían nacido los otros. Sólo Eva había nació en su casa, solo ella había llegado en ese lugar llamado hogar. Eva se convertiría en la especial para ella, la única mujercita, la más bonita y la que más iba a sufrir en esta vida. Después de Eva, se secó -dijo la partera- y ya no pudo traer más hijos al mundo. Su marido nunca se lo perdonó y cada vez que el vino le ganaba, se lo recordaba con rencor acompañado siempre de algún golpe pa´que no se le olvidara. ¿Cómo se le iba a olvidar si seguido se acordaba él? Le dolía el corazón pues su culpa no era. Hoy sentía un malestar nuevo, ¡Como le dolía el pecho! por las “bolas” que le empezaban a aparecer desde hace poco, el color de los senos era otro, la forma de ellos cambiaba también y se sentía diferente la piel. Al doctor no había podido ir ¿A dónde? ¿Con cuál? En un albergue oficial en lejanas tierras alguna promotora de salud de paso por el lugar -con prisa diría ella- le había dicho que se autoexplorara, ella solo se le quedó mirando, no sabía qué era eso ni como se hacía. La promotora no quería estar mucho tiempo ahí porque rápido se fue. A María Fernanda se le quedo siempre guardada la cara de miedo y asco cuando estaba con ellos, pero más se le quedo, la sonrisa de alivio que llevaba cuando se subió a la camioneta de los “doctores” del Programa “Vete sano y regresa sano”, se quedó pensado siempre quién era el que se iba y regresaba así.
Eva debe andar alrededor de los cinco años y me recuerda a la Eva de la que escribían los zapatistas de Chiapas. Sus ojos negros son grandes, oscuros y alegres, cuando Eva sonríe una cadena de perlas blancas resalta en su boca. Dientes perfectos, sanos. Corre contenta de un lado al otro. Hoy está emocionada por que empieza su nuevo curso en la escuelita del PROMIN y ella la observa con el corazón lleno de alegría y orgullo, una lágrima quiere escapar pero ella la reprime, como lo hace también con la emoción. El que estas pequeñas palabras escribe, andaba por allá, nomás me le quedé viéndola con una sonrisa discreta y los ojos llenos, ella se da cuenta y corriendo sonriente se me va acercando. Se planta enfrente a mí en la mesa -que en realidad son dos tablas largas con un mantel blanco, las sillas son de plástico blanco, de las que se abren de patas rompiéndose y el sentado cae al suelo, digámoslo, sin decoro- y recargando sus brazos apoya la cabeza en ellos cuando los cruza, poniendo su barbilla sobre el más alto a manera de colchón. Me sonríe nuevamente con sus ojos ¿Tu como te llamas? “Pues yo me llamo Abraham pero me dicen el Güero”, ella sonriente y abierta me dice: “Hola Güero” y no me quita su mirada alegre de la mía. Le pregunto cómo se llama y me responde Eva, “Hola Eva”, ella sonríe y abriendo sus ojos negros de niña emocionada me hace parte de su alegría “aquí voy a aprender a leer y luego a contar…Mira allá está mi maestra”. Después de intercambiar sonrisas y antes de salir corriendo grita sonriendo “Adiós Güero”, dándome la espalda echó a correr contenta perdiéndose de vista en la oscuridad del campamento, lo último que alcancé a ver de ella fueron las cintas de colores del traje que lleva puesto. Ese día se inauguró el “Curso para Niños Jornaleros” que el PROMIN promueve en el estado de Michoacán. Eva bailó “El Son de la Negra” con un vestido rosa, lleno de cintas de colores. La gran falda llena de holanes mariposeaba al son que le tocaban. Y su sonrisa flotaba grande y contenta por el aire que nos la acercaba. Eva es una niña indígena amuzgo de la región de Ometepec en Guerrero, hija de Jornaleros Agrícolas Migrantes, nieta de jornaleros, tataranieta de jornaleros y su trepamos a su árbol genealógico seguramente desde hace tiempo su familia se dedica a estas labores del campo. Eva es pobre, Eva es mujer y Eva es una niña. Ella es un ejemplo claro de lo que la alegría de estar aprendiendo hace en los corazones. Eva va a la primaria del PRONIM que se encuentra en el Rancho “La Leonarda” del ingeniero Gildardo Ruiz Velázquez -de los pocos patrones que tiene corazón solidario con los jornaleros- en el Ejido de San Vicente, en Coahuayana, Michoacán; en sus ojos se ve la alegría del que está aprendiendo. Al que le gusta que le enseñen cosas nuevas. Eva lo disfruta, la hace feliz y su sonrisa surge como el mejor testigo. Eva -dice la maestra Eutimia Laurel León, directora de la primaria del PRONIM, acompañada de la sonrisa aprobatoria de la maestra Leticia Castro, en ese momento directora estatal del PRONIM- es de las que más ganas le echan a esto de aprender. Tiene mucho interés en escribir y en leer y en sumar y en restar y en contar. Eva es una niña que vivirá en un mundo duro, cruel. Su madre, su padre son jornaleros y trabajan eternamente en campo ajeno por un jornal, el cual no siempre es bueno, La vida de Eva empieza todos los días muy temprano cuando la levantan para irse a trabajar al campo agrícola. Antes del amanecer ella ya abandono los plásticos que les sirve para tener un lugar donde dormir, que generalmente es en el suelo, sobre cartones. El frío mañanero y el rocío en el campo la abrazan provocándole temblores inconscientes. El amanecer los encuentra ya en el surco, no importa si es de jitomate, de pepino, de chile, de limón, de guayaba, la historia es la misma. Eva tristemente terminará recorriendo el mismo camino que sus antepasados Hoy es el primer día de clases que ha tenido en su vida y la alegría la desbordaba, su sonrisa nos iluminaba, su emoción nos contagiaba a todo. Pero una duda sombría recorre a los presentes… ¿Terminará algún día la primaria?, Se cree que sí… ¿la secundaria? Puede que sí... ¿Y luego, qué? Eva saldrá de la secundaría y ¿qué alternativa educativa tendrá?, ¿Qué expectativas puede obtener para seguir avanzando académicamente? ¿Qué posibilidades tiene ella de continuar al bachillerato? Y con Eva, ¿cómo hacerle para evitar que esas ganas de aprender no se colapsen y estas puedan ser las bases fuertes de una educación y de una academia mejor? Eva crecerá en un mundo violento. Y más violento para ella, por ser mujer, más violento por ser una menor en estado vulnerable, violento por ser indígena y violento por ser una niña migrante. Violento por la pobreza que la rodea. Porque ser pobre en este país es lo peor que te puede pasar, todas estas son palabras que reflejan el total abandono de resto de la sociedad para con ellos. La vida de Eva será difícil, viajara toda su vida en camionetas desvencijadas, sucias o en camiones de ínfima categoría que más bien son carros alegóricos del desastre en este cruel carnaval del periplo jornalero. Vivirá de surco en surco, viajará de campo agrícola en campo agrícola, cruzara eternamente frontera entre estado y estado. Viajará primero con la familia, yendo al campo y cuidando hermanos y a los primos y a los hijos de muchos jornaleros que se los van dejando “pa´que los cuide”, y luego, no pasarán muchos años -a lo mucho nueve máximo diez- para que empiece a hacer este eterno periplo con su propia familia. Confirmando con tristeza eterna esa condena perpetua a la pobreza, al abandono. Vivirá Eva una vida llena de limitaciones, será una vida dura y difícil, a sembrar y cosechar ha aprendido desde pequeña. Hoy sabe escribir y mañana sabrá contar. Su sonrisa crecerá con ella y esos ojos serán ventanas de esperanza de un mundo mejor donde una niña de cinco años pueda ser feliz. Eva se perdió con sus ojos negros y su sonrisa blanca en la oscuridad del campamento su madre María Fernanda iba detrás de ella sonriendo también, siempre quedará en el corazón su recuerdo, iluminado por esa sonrisa que compartió y ese vestido multicolor. Aunque nunca las volveré a ver nuevamente, en ningún tiempo las voy a olvidar. No quiero olvidarlas. La sonrisa grande de Eva y la tristeza de María Fernanda, confirman el compromiso que debemos tener para que caminemos juntos con ellas, para evitar que el futuro de millones de Evas sea la esclavitud moderna de los campos agrícolas. Que se abran puertas de futuros dignos, de vidas menos duras. Para que su sonrisa sea eso, la sonrisa de una niña de cinco años Mientras siga existiendo una María Fernanda y una Eva en los campos de cultivo, sin derechos, sin cuidados, sin respeto, sin dignidad, sin paz, sin tranquilidad, sin orgullo, sin futuro. Estamos muy lejos de un México decoroso. More articles by this author
|