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Edición 296

EXAMEN MÉXICO
ÁLVARO ARAGÓN AYALA

El Ejército, la última reserva

 

EL PRESIDENTE ENRIQUE PEÑA NIETO ofreció en las inaugurales líneas del esqueleto de su Plan Nacional de Seguridad, las primeras lecturas de su negativa a no renovar contratos con la muerte, la represión y la violación a los Derechos Humanos, y a usar la inteligencia y los recursos federales contra la pobreza para hacerle frente a la delincuencia y la inseguridad en el país.

Ejecuciones

EL “RESCATE Y RESIGNIFICACIÓN” de las Fuerzas Armadas es tema reservado,  top secret en la agenda presidencial. Asunto de Estado. El “régimen de excepción” o “estado de emergencia” construido y desconstruido por Felipe Calderón Hinojosa (Gobernar entre tumbas, Voces del Periodista 295) es herencia que despide el tufo de la contaminación, pese al deslinde de Peña Nieto con el sexenio de terror y muerte, resumido en el diagnóstico en materia de seguridad presentado por el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, ante los miembros del Consejo Nacional de Seguridad.

La lectura: la Secretaría de la Defensa Nacional es la última reserva del presidente de la República. La carta final.

No hay que echar las campanas al viento: En una primera instancia, la futura Gendarmería Nacional -creación futura anunciada con bombo y platillo-, pudiera generar “conflictos de intereses” en la PGR, la Sedena y la subsecretaría de Seguridad Pública, apéndice ya de la Secretaría de Gobernación.

Sin embargo, durante la Segunda Sesión Extraordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública, en Palacio Nacional, Peña Nieto detalló que la coordinación entre las diferentes dependencias de seguridad, no una competencia entre ellas, es el ingrediente central de la política de Estado por la seguridad y la justicia, coincidiendo así con los análisis que reflejan un sistema policiaco y de seguridad desvertebrado (por cuenta del FBI y la AFI. El Cambio También es Reversa. Voces del Periodista 294). La gracia de la duda es estrecha para la intención presidencial.

Y es que hay dudas razonables: el Escuadrón Anticrimen peñanietista es sui géneris: dos ex gobernadores de Hidalgo, Miguel Osorio Chong, supersecretario de Gobernación, y Jesús Murillo Karam, procurador General de la República; el general de División de mayor antigüedad, Salvador Cienfuegos Cepeda, titular de la Sedena; el secretario de la Marina Armada de México, Almirante Vidal Francisco Soberón. Y dos más: Eugenio Ímaz Gispert, director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) y la titular de la Sedesol, Rosario Robles Berlanga, encargada de “bombardear” la pobreza, caldo de cultivo de la delincuencia.

Pregunta para el presidente Peña Nieto: ¿Fueron todos sus colaboradores del gabinete de Seguridad vacunados contra la epidemia de la ambición sexenal? ¿Ya se armaron los candados para que la  futura Gendarmería no se convierta en grupo paramilitar, y para evitar que los elementos adiestrados para formar el cuerpo de élite deserten para ir a engrosar, como estrategas o sicarios, a los grupos del narco?

Circularon 31 días del nuevo gobierno y los suspicaces olfatean  las clásicas pestilencias del gatopardismo y de la virtual falsificación gubernamental, y los escépticos ya hablan de que no hay que pedirle peras al olmo.

La tarea contra el hampa no será fácil: El hambre campea por el país. La delincuencia organizada, cuyos capos no dan la cara o viven a salto de mata, los narcopolíticos “regionales” y los narcoempresarios, tiene espacios abiertos para reclutar, armar y reciclar a su propio ejército: Más de 52 millones de mexicanos hundidos en la pobreza.

Más: Los ex funcionarios y funcionarios en activo que vendieron sus almas a los cárteles de la droga, la prostitución, la extorsión, el secuestro, el tráfico de personas y el robo de vehículos, mete a la nación en el laberinto de las interrogantes.

Más acá y más allá del discurso ¿Qué papel van a desempeñar a ciencia cierta en el plan peñanietista las desacralizadas -término para efectos de imagen de las hipotéticas instituciones anticorrupción- secretarías de  Defensa Nacional y  de Marina, la PGR, el Cisen,  y la “desaparecida” Secretaría de Seguridad Pública Federal, en futuras funciones de subsecretaría?

¿Hasta dónde va a llegar el poder de la supersecretaría de Gobernación a cargo de Osorio Chong? ¿Qué límites se impondrá a los cuerpos de seguridad pública federal, estatal y municipal?

Felipe Calderón Hinojosa provocó un daño irreversible a las Fuerzas Armadas. La oposición de algunos generales a ser instrumentos del genocidio dio pauta a la agresión usando a la PGR-SIEDO como patos que le tiran a las escopetas para embadurnar de pestilente lodo al Ejército mexicano y encarcelar generales. No conforme, Calderón auspició el espionaje de la CIA sobre Sedena, Marina, Los Pinos y Palacio Nacional (Herencia Maldita del Panismo. Voces del Periodismo No. 294.)

Para desgracia de la nación, el mando de las Fuerzas Armadas recayó en el genocida proclive al alcohol. Valga el repaso: El libro Calderón de cuerpo entero, de Julio Scherer García da cuenta del gusto del ex mandatario por la bebida. Manuel Espino Barrientos, ex dirigente nacional del PAN, lo describe como un tipo aficionado a empinar el codo. “El gusto por la bebida es viejo en el (ahora ex) presidente. Le ha hecho daño a él en lo personal y al país”, reveló.

El llamado “temperamento explosivo” y la sed por su legitimización, de ese querer hacer y ser “algo” de un Calderón ignorante de la realidad nacional, empujó al ejército de paz a la construcción de escuadrones verdes engarzados en una guerra incierta, sin destino. Esa la verdad para la historia, no para el discurso ramplón.

En las comunidades marginadas, cuya población sobrevive de la siembra, cultivo y cosecha de mariguana y amapola, donde deberían de reforzarse los programas asistenciales, construir escuelas, centros de salud, fábricas, incentivar la producción ganadera, silvícola, piscícola, avícola, apícola, para crear otras alternativas de vida; ahí irrumpió el ejército nacional sumiendo a los habitantes en el infierno.

Fuerzas Armadas como agentes de Paz y para el desarrollo nacional

Vale explorar: A partir de la consolidación del Estado nacional, en cuatro momentos claves la disciplina institucional y el patriotismo del ejército mexicano ha sido determinante en el curso del proceso de democratización de la vida política del país:

1)    La rebelión del general potosino Saturnino Cedillo después de la Expropiación Petrolera en 1938, sofocada en su embrión por las fuerzas leales a las instituciones nacionales.

2)    El tránsito hacia el civilismo en el acceso a y el ejercicio del poder presidencial en 1945-1946.

3)    La contención del conato de sublevación militar en el marco de la derrota del general Miguel Henríquez Guzmán en la elección presidencial de 1952, y

4)    La resistencia del general secretario de la Defensa Nacional Marcelino García Barragán ante la incitación de golpe de Estado, tras los trágicos sucesos de octubre de 1968.

El Ejército, pueblo en armas

Durante ese periodo, que marcó el derrotero de la denominada familia revolucionaria -el más prolongado de estabilidad política y económica-, fue aceptada universalmente la identificación del Ejército mexicano como El pueblo en armas, para diferenciarlo del Ejército de castas que sirvió a la vocación golpista de los intereses creados nacionales e imperiales.

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A partir de la siembra del neoliberalismo en América Latina, en sentido inverso a la dirección observada en los gobiernos de Brasil, Chile y Argentina, por ejemplo, en que las dictaduras uniformadas -proclives hasta entonces a la pretensión de “fronteras ideológicas” y a la doctrina de Seguridad Nacional Made In USA- cedieron el paso a gobiernos civiles emanados de las urnas, en México la tecnoburocracia empezó a instrumentalizar las Fuerzas Armadas para disuadir a los movimientos políticos de oposición de corte nacionalista.

Esa tendencia data desde 1988 cuando, como consecuencia del viciado y perverso origen electoral de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, éste, tentado a sustituir el modelo corporativo tradicional priista por uno de tipo empresarial, abrió la ofensiva contra la organización social más combativa, para concentrar el monopolio legítimo de la fuerza, no en el Estado -denostado como obeso e ineficaz-, sino en torno a la jefatura del Poder Ejecutivo, ya dotado de las llamadas y abusadas facultades metaconstitucionales.

Cambio de grado y calidad

Esa sesgada intencionalidad imprimió un cambio de grado y de calidad en la política militar: El Ejército y la Fuerza Aérea, instituidos doctrinal y orgánicamente para defender la integridad, la independencia y la soberanía de la Nación, fueron inducidos a mudar su lealtad hacia la persona del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, una figura no esclarecida suficientemente en la norma constitucional, otorgándole así fuerza mortal al presidente en turno.

Si bien en la crisis electoral de septiembre de 1988 -con la coartada de una supuesta sedición de beligerantes electorales- se trató de sonsacar a militares y navales en retiro -militantes en la Unidad Revolucionaria del PRI- para jalonar con ánimo represivo a la alta oficialidad en activo, no fue sino hasta finales del sexenio salinista cuando, so capa de la sospechosa irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, se movilizó al Ejército en todo el territorio nacional.

Misteriosa y sospechosa esa excusa, porque, desde la primavera de 1993, la sección de Inteligencia del Estado Mayor Presidencial activó alertas en ocasión del mortal ataque a una brigada médico-militar en las selvas chiapanecas, sin que, inexplicablemente, en Los Pinos se asumieran las providencias de la asonada, habida cuenta que se iniciaban los preparativos de la sucesión presidencial.

El general secretario de la Defensa durante el sexenio salinista, Antonio Riviello Bazán, en una recapitulación de los hechos veinte años después -El libro de Chiapas-, asegura que, desde abril de 1971, se tenía conocimiento de la existencia de guerrilla en Ocosingo, referencia con la que se diseñó el llamado Teatro de Operaciones del Sureste (Tose) y se estableció el Centro de Operaciones de la Selva (Cose). Al propio general Riviello Bazán le parece inconcebible que no se actuara con oportunidad cautelar y se aceptara como “súbito” el levantamiento zapatista.

La insurrección del EZLN mandó señales de reencarnación en su propio cuerpo a finales del 2012.

Rendición ante el monroísmo

Esas evidencias conducen a otro enfoque, no precisamente accesorio: Hasta el sexenio de José López Portillo, marcado por el enervamiento de la guerra en Centroamérica, el gobierno mexicano procuró -salvo en casos meramente protocolarios- mantener a las Fuerzas Armadas Mexicanas a distancia de la presión de El Pentágono estadunidense y la doctrina de Seguridad Nacional (léase monroísmo y Destino manifiesto), en el contexto de la Guerra Fría.

Las cosas cambiaron entre finales del sexenio de Salinas de Gortari y el primer bienio del mandato de Ernesto Zedillo Ponce de León. Hacia el primer semestre de 1996, se registran en el sur del país tres mil 90 acciones de conflicto social protagonizadas por fuerzas de la oposición; dos mil en la zona centro. En respuesta, se dan tres mil 10 acciones de las fuerzas de defensa del gobierno.

El escenario no es inocuo ni espontáneo: Detrás de él existe un expediente que viene de lejos: El combate al narcotráfico proclamado durante la presidencia de Richard Nixon en los años 70 para que lo ejecuten gobiernos periféricos, México, principalmente; y un proyecto más cercano: Globalización y militarización.

En pleno hoyo negro del error de diciembre de 1994, Zedillo Ponce de León acepta la participación de México en la conferencia de jefes de Defensa del Hemisferio en Virginia, en julio de 1995. Aunque la convocatoria de El Pentágono se encubre en supuestos técnicos, el operario del encuentro es Dick Cheney, personero de George W. Bush, quien actúa como portavoz del monroísmo recalentado que promueve subrepticiamente el principio de soberanía limitada, que subordina a las Fuerzas Armadas latinoamericanas a la iniciativa de planificación estratégica de la defensa hemisférica, bajo control de los mandos militares de los Estados Unidos. Es la politización del Ejército, en cuyo caso no puede pasarse por alto el hecho de que Salinas de Gortari había comprometido tres años antes, secretamente, los hidrocarburos mexicanos en el Tratado de Libre Comercio.

Kaibiles y contrainsurgencia

Un año después del encuentro en Virginia, el gobierno de Zedillo Ponce de León eleva a niveles sin precedente el entrenamiento de militares mexicanos en planteles castrenses estadunidenses. En 1997, son mil 500 efectivos que pasan a formar el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes); número que supera a los enviados a establecimientos de El Pentágono en 14 años anteriores. Pronto se incorporarán los de la Armada de México en los llamados Grupos Anfibios (Ganfes).

Si el proceso de internacionalización del crimen organizado en las modalidades de tráfico de drogas, armas y personas, explica la necesidad de adiestramiento profesional  de los aparatos de represión del Estado mexicano, no encaja en la misma explicación el hecho de que nuestros efectivos sean indoctrinados en estrategias de contrainsurgencia y menos que de algunos estamentos militares, durante el gobierno de Zedillo Ponce de León, se hayan seleccionado elementos para enviarlos a campamentos selváticos de Guatemala para instruirlos en sanguinarias técnicas kaibiles; cuerpos éstos de élite del Ejército guatemalteco para el exterminio de la resistencia indígena. El dato no es ocioso si se sabe ahora que, del personal de los Grupos de Fuerzas Especiales mexicanas, fueron reclutados los primeros activos de Los Zetas, convertido ahora en cártel independiente.

Calderón Hinojosa actuó a sabiendas

En 1997, cuando Felipe Calderón Hinojosa ya formaba parte del directorio nacional del PAN, el órgano teórico-doctrinario del partido -Propuesta- editado por la Fundación Rafael Preciado Hernández, publicó un exhaustivo ensayo científico en el que se advertían puntualmente las consecuencias políticas, sociales y económicas de involucrar a las Fuerzas Armadas en tareas policiales y, expresamente, en la lucha contra el narcotráfico que debe estar a cargo del aparato civil. No había una sola arista del conflicto que no haya sido abordada en dicho estudio.

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Que ya en funciones de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas Calderón Hinojosa haya desestimado las prevenciones citadas, da la razón a quienes, desde 2007, señalaron que la guerra del michoacano era un medio equívoco para tratar de legitimar su presidencia, dado su origen electoral espurio.

De cara al proceso de desnaturalización de las funciones de las Fuerzas Armadas como salvaguarda de las instituciones y, aleatoriamente, como agente social del desarrollo nacional, la pregunta obligada es si a estas alturas es posible revertir esa perversa tendencia. Al menos la Secretaría de la Defensa Nacional no ha sido omisa en su responsabilidad. Sólo a manera de ilustración, puede citarse su Programa de Desarrollo del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana con vistas al Siglo XXI diseñado hace más de una década:

1)     Organización del Ejército en pequeños comandos altamente sofisticados, con gran movilidad, precisión y eficacia.

2)     Conformación de un verdadero sistema de Inteligencia militar.

3)     Establecimiento de las bases para la creación de un organismo unificado que coordine las acciones de la fuerza aérea, marina y el Ejército.

4)     Realización de operaciones conjuntas con la Armada de México, pues las últimas se llevaron a cabo en 1964.

5)     Desarrollo de la Fuerza Aérea proveyéndolas de nuevo equipo.

6)     Adquisición de armamento y equipo sofisticado.

7)     Revolución tecnológica e informática de las Fuerzas Armadas.

8)     Creación de escuadrones de fuerzas especiales dotadas de equipo y armamento sofisticados en cada región militar, con particular énfasis en Chiapas y Guerrero.

9)     Incorporación de civiles a la nómina del Ejército.

10)   Redefinición radical del concepto de Seguridad Nacional, asumida por la jerarquía castrense.

Dos de esos aspectos valen el diagnóstico: El colapsado entendimiento entre el Ejército y la Armada, colocados maquiavélicamente por Calderón Hinojosa en carriles distantes como competidores autónomos; y un concepto propio -no extralógico- de Seguridad Nacional. A la perversidad se multiplicó el poder plenipotenciario otorgado al entonces titular de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Poiré, y al otrora titular del CISEN, Jaime Domingo López Buitrón, y a la fugaz procuradora General de la República, Marisela La Colorina Morales Ibáñez, fiscal de consigna con indicaciones de calumniar e incriminar  a los “generales incómodos”.

El desastre de Calderón fue más allá: el libro Los Generales, la militarización del país en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, coordinado por el director general de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, ofrece la radiografía de la barbarie y testimonios de ciudadanos inermes ante los abusos y el fuego cruzado de narcos y militares, y la sumisión del ejército ante El Pentágono. Todo con el sello de la casa calderonista.

Etapa discursiva y de desmantelamiento

Como etapa preliminar -30 días de sermones cronometrados- el Escuadrón Anticrimen peñanietista le entró a la desmitificación del sistema de Seguridad Pública calderonista, cuidando las reglas no escritas de la política mexicana: Garantizar la impunidad del ex presidente Felipe Calderón, quien goza además de la “protección silenciosa” del no tan Honorable Congreso de la Unión.

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Todos satanizan sin ánimo de someter a juicio al ex presidente Calderón ni al ex titular de la Segob, Alejandro Poiré. Hasta ahora están a salvo también el ex director del CISEN, Jaime Domingo Buitrón, el ex titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Genaro García Luna, la ex procuradora General de la República Morales Ibáñez  y Luis Cárdenas Palomino, de la Policía Judicial Federal, quien acaba de renunciar, no para volver al servicio civil, sino para incorporarse a la Iniciativa Privada. Debe de haber acumulado sus ahorritos para obtener el derecho de admisión en el sector empresarial.

En el cosmos y el colmo de la impunidad, el secretario de Gobernación Osorio Chong,  reveló que, con todo y que los recursos destinados a la seguridad crecieron más del doble en el sexenio de Calderón, los delitos se dispararon. El secuestro creció en 83 por ciento. El robo con violencia 65 por ciento. La extorsión 40 por ciento. Los delitos sexuales, 16 por ciento. El robo en carretera, más de 100 por ciento, y el hurto de vehículos asegurados se duplicó. “La tasa de crecimiento de homicidios se ubica en una de las mayores del mundo”, dijo.

¿De donde sacó las cifras? el clima de impunidad es alarmante: el 87 por ciento de los delitos no se denuncian y sólo el 1 por ciento de los denunciados se resuelve.

El procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, estimó que durante los últimos años se gestaron en México entre 60 y 80 cárteles del narcotráfico. “Están en varias partes del país; estamos identificando exactamente, geográficamente, por eso es que la estrategia se modifica, se hace una estrategia regional”, explicó. Murillo Karman se mueve en terreno fangoso: en la PGR hacen “cola”, dólares en mano, abogados o emisarios del narcotráfico o bien, directamente, los interesados en comprar plazas de delegados y subdelegados de la PGR y otros cargos menores incluyendo agencias del Ministerio Público y comandancias.

Rosario Robles Berlanga, quien lubrica el condón priista -Pino Páez: “no anda en Pena, sino en Peña”-, calza también carrillera discursiva intentando engordar e hipnotizar con sus peroratas al hambriento pueblo que reclama tortillas y frijoles, pero que  mastica bala y pólvora y “tacos de aire” cuando bien le va.

Y no se mide en sus peroratas. La nueva Adelita del gabinete, ávida de reflectores -Carlos Ahumada es historia- se aventó la puntada de mover a México a “una nueva independencia” y a “romper las cadenas que aún nos sujetan”, en un discurso encajonado en el viejo PRI, al que tanto criticó en funciones de jefa de gobierno del Distrito Federal. Es pues la danza de los discursos.

¿Gendarmes o militares con disfraz de policías?

En la reunión del Consejo Nacional de Seguridad quedaron dudas sobre los 10 mil gendarmes que cuidarán al país y combatirán el crimen. ¿De dónde los van a sacar? ¿Hasta dónde van a llegar sus atribuciones? ¿Quién o quiénes serán quienes lideren la futura corporación? No se sabe si la gendarmería será o no un cuerpo de policía militarizada. A la Policía Federal Preventiva, la Sedena le prestó sus tropas. Para el 2007, casi el 60 por ciento del personal de la PFP era de origen militar. No son pocos los que se preguntan: ¿Cuáles serán las funciones de la Policía Federal y cuáles las de la Gendarmería? ¿Y el ejército nacional?

La Gendarmería es un cuerpo militarizado que cumple las funciones de policía o, en sus orígenes, como cuerpo de seguridad en las pequeñas poblaciones. Etimológicamente deriva de la palabra francesa gendarmería, que a su vez viene de la expresión en francés antiguo gens d'armes (gente de armas o armados). Hay multitud de cuerpos de seguridad de distintos estados que conservan el nombre de gendarmes por tradición, puesto que ya no se corresponden con una fuerza militar propiamente dicha. Aunque en algunos casos mantiene su estructura como policía militar.

Fuerzas que tuvieron su origen en este concepto, en algunos casos con otro nombre: la Gendarmería Nacional de Francia, Guardia Civil española, Gendarmería Nacional Argentina, la Policía Militar de Brasil, Carabinieri de Italia, los Carabineros de Chile, la Guardia Nacional de Venezuela, la Policía Montada del Canadá (Royal Canadian Mounted Police en inglés y Gendarmerie royale du Canadá en francés), la Guarda Nacional Republicana de Portugal, etcétera.

Las fuerzas armadas continuarán en las calles

El plan anticrimen de Peña Nieto contempla la permanencia de las Fuerzas Armadas en apoyo a la seguridad ciudadana, mientras concluye el proceso de reestructuración de las policías. Los gobiernos locales deben establecer los plazos para cumplir con esa tarea.

La estrategia se sintetiza en varias líneas de acción:

1.- La creación de una Gendarmería Nacional integrada por 10 mil efectivos, la división del territorio nacional en cinco regiones operativas -para mejorar la coordinación entre los organismos nacionales, estatales y municipales.

2.- Recuperar la tranquilidad de las familias mexicanas, por lo que se trabajará de manera particular en la reducción de los indicadores de los delitos de homicidio, secuestro, extorsión.

3.-Prevención del delito. En ese punto el gobierno federal se propone disminuir los factores de riesgo y establecer una política que combata adicciones, rescate espacios públicos y amplíe las escuelas de tiempo completo.

4.- Protección y respeto a los derechos humanos. Contempla la activación de un Programa Nacional de Derechos Humanos, así como la creación de una dependencia que dé seguimiento a la puesta en marcha de la reforma de derechos humanos.

5.- Fortalecer la coordinación entre los estados, el Distrito Federal y los municipios, y la creación de un Sistema de Coordinación y Cooperación conducido por Gobernación.

6.- Evaluación y Retroalimentación. Los mecanismos de tasación de las acciones de seguridad “será permanente, con indicadores clave, medibles y transparentes”.

El ejército, aunque se quedará en las calles, no será el eje central en el combate a la delincuencia: Es fatal el costo de la injerencia de las Fuerzas Armadas en las tareas anticrimen: la ciudadanía las instala como los villanos del cortometraje del sexenio del genocidio. La Sedena es la última reserva del presidente de la República en su combate al narcotráfico de acuerdo al diagnóstico de su plan de seguridad.

Bien. Van 30 días de gobierno y el Escuadrón Anticrimen  desayuna, come, cena y duerme con el enemigo: todos los cuerpos de seguridad son corroídos por la corrupción y la impunidad: es latente el riesgo de la cópula, el embarazo y el parto de un engendro de alto riesgo para la República.

¿Y el ejército mexicano? El general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, acaba de encabezar el XXX Ciclo de la Conferencia de Ejércitos Americanos, integrada por los comandantes de 15 países. En breve, soldados de los ejércitos miembros de la conferencia participaran en ejercicios por la paz en Canadá y Brasil. El General Cienfuegos deshoja una margarita.



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