Nueva imposición
JORGE MELÉNDEZ PRECIADO

SE APROBÓ, como era de esperarse, la nueva ley laboral. También  resultaba previsible que no habrá reformas para que los líderes sindicales continúen haciendo de las suyas, aunque su fuerza, por necesidad, vaya decayendo a medida que pasa el tiempo, máxime que la  inmensidad de los que está en las filas del PRI son sesentones o más.

Encaramados ridículamente en una galería,
los diputados directivos de la Cámara baja
-encabezados por el priista Jesús Murillo Karam-
dieron luz verde a la contrarreforma laboral.

Una prueba de ello se dio en la discusión. El veterano Carlos Aceves del Olmo tuvo que ser llevado al servicio médico no se sabe si por agotamiento físico u otros excesos. Y al final dijo que esperaba  hubiera camaradería entre quienes seguirán discutiendo aunque no fuera un convento. Es decir, no entiende nada de lo que ocurre a su alrededor.

Las patronales, quienes diseñaron e impusieron a Felipe Calderón y el PRI las condiciones para que el trabajador quede más desprotegido de lo que está actualmente, esperan que aumente el empleo, haya más recaudación y se eleve la inversión extranjera al doble.

Se equivocan en todo. El trabajo será más precario, los obreros y patronos no contribuirán con el fisco mayormente y la inversión se irá a las naciones que en realidad son los polos de atracción hoy, los que forman el BRIC. México será, eso sí, uno de los lugares donde el salario continúe a la baja, no obstante que está en los  últimos sitios  de  la OCDE.

Los legisladores aprobaron algo sin reglamento, normas y estilo, lo cual les traerá que la sociedad los desacredite totalmente, algo que se han ganado a pulso ya que están en el escalón más bajo de todos los oficios. No les importa, ellos no sufrirán los embates de la nueva ley, pues seguirán ganando como ricos.

Es hora que la izquierda no sólo se oponga, como lo hace actualmente, sino que organice un proyecto para enfrentar  en serio al neoliberalismo que nos continúa chupando la sangre peor que un vampiro joven e insaciable. ¿Hasta cuándo?

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