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Edición 279

EDITORIAL

La conjura
de los bellacos


AUNQUE NO ES CUESTIÓN de poca monta afirmar que, literalmente, los candidatos presidenciales -con registro formal o sin él-, se juegan la vida en el actual proceso de sucesión, con independencia de la suerte individual que esos protagonistas ponen voluntariamente en riesgo, debe de subrayarse que lo que verdaderamente está en juego en esa apuesta constitucional, es el destino de una sociedad asustada, de una República desvertebrada, de una Patria con su soberanía secuestrada y, vistos los imperativos en su escala superior: Un México que entra acéfalo a la segunda década del Tercer Milenio.

Editorial

Desde hace varios sexenios, el mayor déficit del país radica en la falta de un liderazgo político auténtico, catalizador de las variadas parcialidades que concurren a la formación de la Nación.  Los otrora llamados “depositarios y conductores de las instituciones republicanas” desaparecieron para ceder su lugar a burócratas que se sirvieron del escalafón y de las siglas de los partidos para hacerse con el poder presidencial, convirtiendo no sólo en abstracción, sino en burla, su juramento constitucional en la hora de su toma de posesión.

Frente al cínico secuestro de la jefatura del gobierno y del Estado, la “sociedad” -ese ambiguo placebo de lo que antes se reconocía como pueblo- se exhibe como un convidado de piedra al banquete de las ambiciones personales desenfrenadas. Inútil resulta su resistencia a la suplantación, la usurpación y los abusos del poder, pues es a la única parte del sistema a la que se le exige cumplir con las normas constitucionales y legales, y si hasta la primera alternancia  en el poder ni se le veía ni se le oía, y se le sometía a una represión selectiva, ahora es víctima en su conjunto de la opresión armada en forma indiscriminada.

Los poderes de la Unión, al margen de su origen electoral o administrativo, existen como mero formulismo sólo para operar perversos pactos no escritos, pero evidentes, entre sí, que aseguren su dominación sobre el conglomerado social. Los poderes fácticos comparten con los teóricamente constitucionales la corrupción y el saqueo del patrimonio nacional. Los órganos de Estado, eufemísticamente llamados autónomos, aparecidos como hongos para participar en el diseño y la aplicación de las políticas económica y social, son envilecidos al día siguiente de su presentación; los de antigua data, se han podrido en los secretos entresijos de su larga gestión, y aquellos concebidos en la letra para garantizar el ejercicio democrático, pronto se identifican como coyotes de la misma loma.

La decadencia de la sociedad es el resultado odioso, pero natural, de la deliberada descomposición a la que se llevó al Estado por una casta apátrida que, dispuesta a servir a los intereses extranjeros, se dio como patente propia el derecho a la depredación interna más inverecunda y violenta. Y cómo no: Tiene bajo su mando las armas nacionales que, un día sí y otro también, se cubren de oprobio, manteniendo a la comunidad nacional arrinconada y aterrada.

Cueste lo que cueste, el llamado combate al crimen organizado ha resultado la coartada más inmoral para paralizar a la sociedad mexicana en sus vocaciones y afanes de participación política. Y el costo no es menor: Recientemente, en comparecencia ante comisiones del Senado norteamericano, los jefes de los comandos norte y sur dieron un dato espeluznante. De 37 “líderes” de la droga más buscados, informaron, se ha capturado a 24. No interpretaron más el dato. Pero si la ecuación es correcta, esas 24 capturas costaron cada una un promedio de dos mil 500 vidas de personas ejecutadas, sin incluir en esta cifra los denominados daños colaterales, que es el casillero donde se computa a víctimas inocentes. Y todavía viene la señora Napolitano a decirnos que no nos sorprendamos si un día de éstos sabemos que los Estados Unidos aplican en México el método Osama.

¿Quién, con un R-15 o un cuerno de chivo en la sien, está dispuesto a transitar por las carreteras de México o ambular por las calles de las grandes ciudades? Sólo un operado del cerebro. El general secretario de la Defensa Nacional ha reconocido que hay territorios donde las instituciones han sido atrapadas por la delincuencia organizada. Al mismo papa Benedicto XVI, el pastor de la mayoría de los mexicanos, se le brindó un aparato y logística de seguridad -coordinado por el Estado Mayor Presidencial- que involucró a más de 70 mil individuos, sólo de las nóminas públicas, según repetidas informaciones que destacaron como principal en sus potadas medios del estado de Guanajuato.

Con qué cara un IFE implicado -convicto y confeso- en la transgresión al código respectivo, por lo que bien se le puede llamar Instituto Federal de Exoneraciones (IFE) presidenciales, pide al ciudadano del llano, desde su amurallado y pertrechado bunker metropolitano, que se comprometa a hacerle gratuitamente las elecciones -cuyo resultante es el fraude-, sin más blindaje que su propia buena fe. A descarados nadie nos gana.



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