Edición 261 |
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A LA OPINIÓN PÚBLICA
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En cualquier tarea del quehacer humano, el silencio ante el crimen es el peor cómplice y el mejor aliciente de la impunidad. Es estÃmulo para su incesante repetición. Si se trata particularmente de la amenaza a los derechos cÃvicos y polÃticos, como es el de la Libertad de Expresión, el silencio alcanza el rango de crimen de lesa Constitución.
Por la naturaleza de origen del Club de Periodistas de México, A. C., por los imperativos y fines de nuestras bases constitutivas y su declaración de principios, y por nuestra propia vocación profesional y solidaria, no hemos guardado silencio -jamás lo guardaremos- frente a la cavernaria ofensiva que desde hace años han venido sufriendo mediante la acción directa los periodistas mexicanos, y los agravios abiertos o sesgados a los que han sido sometidas las instituciones y empresas comprometidas con la libre circulación del pensamiento y con el debate público independiente sobre las grandes cuestiones nacionales.
Nuestra ahora peligrosa actividad es, por antonomasia, un servicio social, con independencia del interés de aquellos proyectos editoriales que, con legÃtimo derecho, procuran otro tipo de rendimientos. En última lectura, ante el sanguinario ataque a la Libertad de Expresión y al Derecho a la Información, cada vez más sistemático y más cruel, la defensa propia debe ser un objetivo común al que nadie puede sustraerse, so pena de sufrir las consecuencias que otros colegas ya han pagado con sus vidas y las de sus familias.
En las incesantes jornadas de represión y agresión fÃsica a personal de los medios de comunicación y sus instalaciones, el pasado 20 de junio, en el estado de Veracruz, el jefe de redacción y columnista del periódico Notiver, Miguel Ãngel López Velasco, su esposa Agustina Solana y su hijo, el reportero gráfico Misael López Solana, fueron arteramente acribillados en sus dormitorios domiciliarios. Cuatro generaciones de informadores veracruzanos fueron interrumpidas por manos asesinas.
“En los últimos cuatro meses de 1991, el estado de Veracruz fue escenario de una serie de violentos sucesos provocados por narcotraficantes colombianos que adoptaron la entidad como importante punto de enlace para sus envÃos de droga a Estados Unidosâ€. Asà podrÃa rezar esa especie epitafio anticipado que para su lápida escribió de su puño y letra Miguel Ãngel López Velasco. Lo hizo en 1992, en la reseña que dio el contenido de su libro Todos están adentro, motivado en el enfrentamiento entre militares y policÃas federales en Llano de la VÃbora, municipio de Tlalixcoyan, Veracruz, el 7 de noviembre de 1991. Resulta ilustrativo y significativo ese histórico suceso: Choque entre militares y agentes federales…
El libro de Miguel Ãngel López Velasco, como la mayorÃa de sus escritos periodÃsticos, y la obra editorial de otros oficiantes del periodismo, debió ser tomado como un urgente llamado de alerta a la autoridad para poner orden en casa y, ordenada la misma, desde ahà acometer el combate al crimen organizado. La casa permanece en el caos y por eso han muerto Miguel Ãngel, su esposa y uno de sus hijos. No es este triple crimen producto de una fatalidad inexorable. Es consecuencia de la impunidad que ha prevalecido en otros atentados contra la Libertad de Expresión. La macabra estadÃstica no se cierra.
La directiva nacional del Club de Periodistas de México, A. C. y las de sus delegaciones, deploran y condenan esa acción criminal y exigen al gobierno, en cualesquiera de sus niveles, una investigación seria de verdad y el castigo a los culpables, al margen de su identidad y sus móviles. No queremos un muerto más. Ni periodista, ni padre o hijo de familia mexicanos. En las bárbaras circunstancias por las que transita México, todos somos Miguel Ãngel y todos estamos expuestos a la misma suerte. Es una cuestión de justicia pero, sobre todo, es una cuestión de conciencia: La pública y la privada.
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