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La guerra de los gansitos
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Edición 253

{vozmestart}

La guerra de los

gansitos

RAMI SCHWARTZ


Si algún caso pinta en toda su crudeza el brutal sistema político que padecemos y la estupidez infinita de aquellos que lo operan, es el caso de Florence Cassez, la presunta secuestradora -y digo presunta porque si la justicia en México sirve de algo es para generar más sospechas de las que de todos modos ya existen. Florence demuestra que la justicia en México está al servicio de las teorías del complot, del mejor postor, de todo menos de la justicia. Todo es opaco, no existe la claridad necesaria en un sistema de justicia; todo puede ser tergiversado, la regla es que no hay reglas y las que hay, se aplican discrecionalmente.

Y pinta también a la autoridad. Igual que el Estado de derecho, es inexistente, incapaz, ineficiente, corrupta y, cuando la hay, actúa selectivamente. Las leyes que la rigen no son claras, no hay órganos de fiscalización, no hay rendición de cuentas. El poder está pulverizado y no hay orden, los poderes fácticos hacen lo que les viene en gana sin límites que los acoten. Y como resultado de todo lo anterior, una sola palabra, impunidad.

 

2PARARAMI

 

Los abogados de Florence, expertos en los miles de pasillos del laberinto jurídico-administrativo que nos caracterizan, han logrado crear una duda razonable de la culpabilidad de Florence ¡en Francia! Y desde allá, un presidente mediático, casado con una actriz y modelo, en la cúspide de su impopularidad y en busca de su reelección, ha lanzado una ofensiva contra la cual, nuestros débiles y corruptos gobierno y sistema de justicia, nada pueden hacer.

Florence era novia y vivía con un secuestrador. Un buen día, les cayeron agentes de la AFI, comandados por su entonces director Genaro García Luna, y los atraparon con las manos en la masa. Pero no los presentaron ante el MP, ahí se los guardaron. Con los presuntos secuestradores secuestrados, convocaron a los medios, a las televisoras y entonces hicieron un segundo operativo, bien peinados y maquillados, ante las cámaras de TV. Entonces sí, presentaron a Florence Cassez ante el MP y comenzó el juicio en su contra.

Aparentemente existe mucha evidencia que incrimina a Florence en la banda de secuestradores: testigos, fotografías, testimonios, firmas, todo. No es de sorprender, en un sistema jurídico más preocupado por el procedimiento que por la justicia. Y el expediente de Cassez ya debe rondar en las 10 mil hojas, por lo menos. Tras armar el grueso expediente fue condenada a 60 años de prisión.

 

Miles de franceses deben cometer crímenes en todo el mundo todos los días y miles más deben estar purgando sus penas en países de todo el mundo. Y sin embargo el gobierno francés no se preocupa por ellos como lo hace con Cassez y ¿Cuál es la diferencia entre ella y el resto de los criminales franceses en el mundo? La diferencia es el fotomontaje de su captura para que un político se hiciese publicidad; el uso de su imagen sin permiso para que funcionarios suban escalafones en la burocracia.

 

México es signatario de varios acuerdos internacionales de intercambio de criminales o repatriación de los mismos a cumplir condenas en otros países. Felipe Calderón se ha reunido infinidad de veces con Sarkozi, han coincidido en muchísimas reuniones y tenido mucha oportunidad de platicar sobre el tema. Todo lo que Calderón necesita para soltar a Florence Cassez a la justicia francesa y que purgue su condena en las mazmorras de Paris; es la garantía de Sarkozi que va a cumplir allá su sentencia. Pero seguramente el Presidente galo no le quiso garantizar eso a Calderón, pues el antecedente del videomontaje es lo suficientemente serio para asumir muchas cosas, entre otras, que el sistema de justicia mexicano y las autoridades judiciales nuevamente incurrieron, como es su costumbre, en violación a derechos humanos, a los procedimientos, corrupción, aplicación selectiva y discrecional de la autoridad y la justicia, etcétera.

 

Hoy ya todo se complicó. En lugar de entregar a Cassez y que los franceses se hagan bolas, exigir las mínimas garantías para trasladarla a su país, en lugar de llamar a cuentas a los responsables del videomontaje que vició de origen el caso, se llevó esto hasta una crisis diplomática con Francia que no se había visto desde la Guerra de los Pasteles. Y hoy, tienen que pagar los platos rotos hasta los pobres voladores de Papantla, que ya tenían agendadas presentaciones en Francia en el marco de las celebraciones del año de México en aquél país y que ahora ya no se van a poder llevar a cabo.

Claro, los voladores de Papantla, o los artistas mexicanos, o los literatos o analistas, la gente común y corriente que iba a engrandecer la imagen de México en Francia durante este 2011, es lo último que preocupa a nuestros dirigentes y jueces. Ellos están en la rebatinga por el poder y el dinero, que es lo único que les interesa. Y en esa rebatinga, ya hicieron de una presunta secuestradora una heroína en su país. Ya pusieron nuevamente en entredicho a las instituciones en México, ya provocaron la peor crisis diplomática con Francia en los últimos 150 años y ya nos demostraron nuevamente a los mexicanos en manos de quiénes estamos y lo desamparados e indefensos que en verdad somos. Y como pilón, ya le aseguraron la reelección a Sarkozi.

 

Florence no se debe preocupar. Lo primero que va a hacer el próximo presidente es soltarla. Así funciona nuestro sistema político, así fue con Raúl Salinas, con Cabal Peniche y muchos poderosos y notables más. Su caso ya es político, no jurídico y en México política mata justicia. Las víctimas de la banda de su novio que están del lado de la justicia seguramente van a quedar como el resto de nosotros, desamparados y a ella le van a quedar buenos años de vida después de los ocho que ya haber purgado en cárceles mexicanas y probablemente un par más por allá. Va a escribir un libro, va a salir en noticieros, va a rehacer su vida y nunca va a poder regresar a México. Va a morir sin ver nunca a los voladores surcar los cielos en Papantla, Veracruz. Por ello es que el caso de Florence Cassez los pinta de pies a cabeza.
¡Touche!

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