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Edición 241 | ||||
Escrito por RAMI SCHWARTZ | ||||
Lunes, 30 de Agosto de 2010 16:58 | ||||
Hazle como quieras
RAMI SCHWARTZ
Atrás quedaron los tiempos que en México se podía hacer buenos negocios, que un empresario con base en su esfuerzo y tenacidad lograba resultados importantes y un mayor bienestar para su empresa, familia, trabajadores y el país. Poco a poco la podredumbre emanada de la clase política todo lo empezó a contaminar y, hoy, no existe país más difícil para progresar que el nuestro, no hay uno solo donde existan más obstáculos al espíritu empresarial.
Luego, la economía por goteo. La concentración del ingreso, el apapacho a los monopolios que ahorcaron a la pequeña y mediana empresa. Los aumentos indiscriminados a los servicios del gobierno, las gasolinas, la luz, los servicios hasta hacer del gobierno de México el más caro e ineficiente del mundo, el peor enemigo de sus empresarios y consumidores. Todo ello mató al mercado interno haciendo virtualmente imposible vender nada. Y todo ello aderezado por políticas públicas que encarecieron el costo del dinero acabando con la liquidez.
Así transitamos a una situación en la que las empresas no vendían, cuando vendían no cobraban, cuando cobraban los cheques no tenían fondos y cuando finalmente entraba el dinero, todo ese ya se debía a terceros.
Las facturas no sirven para cobrar. Si una empresa decide no pagarlas, nuestro sistema jurídico no las toma como documento de curso legal. Se pueden iniciar juicios ordinarios mercantiles, donde quién falta a su palabra siempre lleva las de ganar. Para aspirar a llegar a los tribunales se requieren letras o pagarés, pero toda relación de negocios debe estar basada en la confianza, sin ella no hay nada y no es posible llegar con una empresa, entregarle una factura y tres pagarés que al amparen pues de entrada sería una relación basada en la desconfianza.
Atrás quedaron pues los tiempos en los que los empresarios en su mayoría tenían palabra de honor: Hoy día las circunstancias difíciles por las que pasamos los han llevado a romper esa máxima en los negocios, que es la palabra empeñada y sin ella, simple y sencillamente, no se pueden hacer negocios, crear economía, empleo ni rescatar al país de convertirse en el Haití del futuro.
Lejos de ser los empresarios los que cambiasen al gobierno haciéndolo excelente y recto, fueron los políticos y el gobierno los que torcieron el ambiente de negocios y a los empresarios. Hoy es imposible hacer negocios a menos que uno se apellide Slim y tenga derecho de picaporte a las secretarías de estado.
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