Edición 226 |
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 NOAM CHOMSKY
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BARACK OBAMA ES EL CUARTO PRESIDENTEÂ estadunidense en ganar el Premio Nobel de
Dada la postura del gobierno de Obama hacia las elecciones en Honduras de noviembre último, vale la pena examinar el historial.
Theodore RooseveltÂ
En su segundo mandato como presidente, Theodore Roosevelt dijo que “la expansión de pueblos de sangre blanca o europea durante los pasados cuatro siglos se ha visto amenazada por beneficios duraderos para los pueblos que ya existÃan en las tierras en que ocurrió dicha expansión†(pese a lo que puedan pensar los africanos nativos americanos, filipinos y otros “beneficiados†puedan creer).
Por lo tanto, era “inevitable y en gran medida deseable para la humanidad en general, que el pueblo estadunidense terminara por ser mayorÃa sobre los mexicanos†al conquistar la mitad de Méxicoâ€, además de que “estaba fuera de toda discusión esperar que los (texanos) se sometieran a la supremacÃa de una raza inferiorâ€.
Utilizar la diplomacia de los barcos artillados para robarle Panamá a Colombia y construir un canal también fue un regalo para la humanidad.
Woodrow WilsonÂ
Woodrow Wilson es el más honrado de los presidentes galardonados con el Nobel y posiblemente, el peor para América Latina. Su invasión a Haità en 1915 mató a miles, prácticamente reinstauró la esclavitud y dejó a gran parte del paÃs en ruinas.
Para demostrar su amor a la democracia, Wilson ordenó a sus marines desintegrar el Parlamento haitiano a punta de pistola en represalia por no aprobar una legislación “progresista†que permitÃa a corporaciones estadunidenses comprar el paÃs caribeño. El problema se remedió cuando los haitianos adoptaron una Constitución dictada por Estados Unidos, redactada bajo las armas de los marines. Se trataba de un esfuerzo que resultarÃa “benéfico para HaitÃâ€, aseguró el Departamento de Estado a sus cautivos.
Wilson también invadió República Dominicana para garantizar su bienestar. Esta nación y Haità quedaron bajo el mando de violentos guardias civiles. Décadas de tortura, violencia y miseria en ambos paÃses fueron el legado del “idealismo wilsonianoâ€, que se convirtió en un principio de la polÃtica exterior estadunidense.
Jimmy CarterÂ
Para el presidente Jimmy Carter, los derechos humanos eran “el alma de nuestra polÃtica exteriorâ€. Robert Pastor, asesor de seguridad nacional para temas de América Latina, explicó que habÃa importantes distinciones entre derechos y polÃtica: lamentablemente la administración tuvo que respaldar el régimen del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, y cuando esto resultó imposible, se mantuvo en el paÃs a una Guardia Nacional entrenada en Estados Unidos, aun después de que se habÃan perpetrado matanzas contra la población “de una brutalidad que las naciones reservan para sus enemigosâ€, según señaló el mismo funcionario, y en que murieron unas 40 mil personas.
Para Pastor, la razón es elemental: “Estados Unidos no querÃa controlar Nicaragua ni ningún otro paÃs de la región, pero tampoco que los acontecimientos se salieran de control. QuerÃa que los nicaragüenses actuaran de forma independiente, excepto cuando esto podÃa afectar los intereses de Estados Unidosâ€.
Barack ObamaÂ
El presidente Barack Obama distanció a Estados Unidos de casi toda América Latina y Europa al aceptar el golpe militar que derrocó a la democracia hondureña en junio pasado.
La asonada reflejó “abismales y crecientes divisiones polÃticas y socioeconómicasâ€, según el New York Times. Para la “reducida clase social altaâ€, el presidente hondureño Manuel Zelaya se habÃa convertido en una amenaza para lo que esa clase llama “democraciaâ€, pero que en realidad es el gobierno de “las fuerzas empresariales y polÃticas más fuertes del paÃsâ€.
Zelaya adoptó medidas tan peligrosas como el incremento del salario mÃnimo en un paÃs en que 60 por ciento de la población vive en la pobreza. TenÃa que irse.
Prácticamente solo, Estados Unidos reconoció las elecciones de noviembre (en las que resultó victorioso Pepe Lobo); las que se celebraron bajo un gobierno militar y que fueron “una gran celebración de la democraciaâ€, según el embajador de Obama en Honduras, Hugo Llorens.
El apoyo a los comicios también garantiza para Estados Unidos el uso de la base aérea de Palmerola, en territorio hondureño, cuyo valor para el ejército estadunidense se incrementa medida de que está siendo expulsado de la mayor parte de América Latina.
Después de las elecciones, Lewis Anselem, representante de Obama ante
Obama abrió brecha al apoyar un golpe militar. El gobierno estadunidense financia al Instituto Internacional Republicano (IRI, por sus siglas en inglés) y al Instituto Nacional Democrático (NDI, por sus siglas en inglés) que, se supone, promueven la democracia.
El IRI regularmente apoya golpes militares para derrocar a gobiernos electos como ocurrió en Venezuela, en 2002, y en HaitÃ, en 2004. El NDI se ha contenido. En Honduras, por primera vez, éste instituto acordó observar las elecciones celebradas bajo un gobierno militar de facto, a diferencia de
Debido a la estrecha relación entre el Pentágono y el ejército de Honduras, asà como la enorme influencia económica estadunidense en el paÃs centroamericano, hubiera sido muy sencillo para Obama unirse a los esfuerzos de latinoamericanos y europeos para defender la democracia en Honduras.
Pero Barack Obama optó por la polÃtica tradicional.
En su historia de las relaciones hemisféricas, el académico británico Gordon Connell-Smith escribe: “Mientras se habla de dientes para afuera en favor de una democracia representativa para América Latina, Estados Unidos tiene importantes intereses que van justo en la dirección contrariaâ€, y que requieren de “la democracia como un mero procedimiento, especialmente cuando se celebran elecciones que, con mucha frecuencia, han resultado una farsaâ€.
Una democracia funcional puede responder a las preocupaciones del pueblo, mientras “Estados Unidos está más preocupado en coadyuvar las condiciones más favorables para sus inversiones privadas en el extranjeroâ€.
Se requiere una gran dosis de lo que a veces se conoce como “ignorancia intencional†para no ver estos hechos.
Una ceguera asà debe ser celosamente guardada si es que se desea que la violencia de Estado siga su curso y cumpla su función. Siempre en favor de la humanidad, como nos recordó Obama otra vez en su discurso al recibir el Premio Nobel.
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