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Arabia Saudita: la dictadura represiva del nepotismo y la intolerancia
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Edición 266

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Las Estrategias del Diablo

Arabia Saudita:

la dictadura represiva del nepotismo y la intolerancia

 

* El peso político y financiero saudí es el resultado de los movimientos truculentos y de conveniencia de E.U. e Israel, países que tienen entre sus “asesores” a destacados árabes de ese reino de la grosera riqueza.

* Sin embargo, es el verdadero pueblo saudita el que está sufriendo en carne propia la verdadera dictadura islámica impuesta por la familia real que se precia de “defender y luchar  por la democracia en otras parte del mundo”.

JACQUES BOMBARDIER RENAUD

(Exclusivo para Voces del Periodista)

2

Esta es la única verdad sobre los derechos humanos
en el reino saudita: No existen.

 

 

Uno de los temas que están teniendo más repercusión a nivel mundial es el de las operaciones estratégicas realizadas por el Eje Washington-Tel Aviv-El Riyad en Medio Oriente y Noráfrica, operaciones que además de tipo militar, están golpeando las economías del globo con diversas acciones financieras. El ariete de esta contienda es, desde luego, el reino saudí y la enorme familia que la compone. Sin embargo, es al interior de este reino islámico en donde el drama se desarrolla todos los días a manos de un estado policiaco represor e impune gracias a los amplísimos poderes otorgados por el rey. Diariamente cientos de saudíes son detenidos, torturados y encarcelados sin ningún derecho jurídico ni humano, son las víctimas de un holocausto interno de una nación que juega sus mejores bazas a nivel internacional, pero se ensaña al máximo con su propio pueblo.

 

La mayoría de la información que circula por todos los medios internacionales, siguen la línea impuesta por Washington y sus socios, lo que significa que se “informa” lo que a los poderosos les conviene, pero jamás lo que en realidad sucede. Esto ha permitido crear, desde hace décadas, una serie de héroes y villanos desde la perspectiva del Tío Sam y sus socios eternos, así como de sus aliados de conveniencia y temporales. Es por ello que la mayor parte del mundo, por no decir todo el mundo, se guía por lo que le dice, publica o transmite el mundo mediático controlado por el gobierno de Washington.

 

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Este es el modo de justicia del “democráticco” gobierno saudí, socio de Estados Unidos

 

La Verdad Virtual vs. la verdad real

 

Así las cosas, resulta más que evidente que, una cosa es lo que se informa al planeta sobre lo que ocurre, en este caso, en Medio Oriente y el Norte de África a través de las fuentes noticiosas bajo la égida estadounidense, y muy otra lo que hace saber la prensa libre y en la mayoría de los casos calificada de “alternativa”, ala mediática fuera de la esfera de influencia de los gobiernos norteamericanos y sus aliados. Esto no es nada nuevo, sin embargo sigue siendo la lucha diaria a nivel internacional por dominar el campo informativo, que es donde se reafirman los poderes y se sostienen los gobernantes. Por ello, la verdad virtual es aquella que de trasfondo está manipulada, prediseñada y obedece a intereses muy definidos; en tanto que la verdad real es lo que está sucediendo en la cotidianeidad, los combates de verdad, las muertes reales, los hechos concretos, etc.

 

Arabia Saudita y su negra realidad interior

Y si algo delata públicamente la realidad de la Arabia Saudita, la que se ha autonombrado “defensora de las libertades y las democracias en el Medio Oriente”, con el contubernio de Washington y Tel Aviv, son los hechos y las cifras reales que se han obtenido de buenas fuentes fidedignas de diversas ONG, respecto a la situación de los disidentes que sufren detenciones arbitrarias, encarcelamientos, torturas, desaparición y ejecuciones en el reino árabe saudita.

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Las protestas del pueblo saudita no llegan a todos los medios internacionales.

 

Según los cálculos de los observadores y las organizaciones no gubernamentales como la ASDCP (Asociación Saudita de Derechos Civiles y Políticos) y la Human Rights First, entre otros, que vigilan y operan desde dentro de esa nación gobernada por la monarquía absolutista de la familia Al-Saud, encabezada por el rey Abdulá bin Abdelaziz al-Saud, hay entre 12 mil y 30 mil disidentes detenidos por ser considerados enemigos del reino, por financiar al terrorismo en coordinación con el grupo Al-Qaeda y ser conspiradores contra el orden establecido por la monarquía. Toda esta gente ha sido aprendida de manera arbitraria y prepotente a manos de la policía de seguridad nacional, en realidad un enorme grupo policial de carácter religioso, manejada desde el propio Ministerio del Interior encabezado por Manzur Turki, a través del llamado Directorio de Investigaciones Generales, el cual es el aparato estatal encargado de la seguridad nacional, el cual les otorga toda clase de poder e impunidad para las operaciones de aprehensión, reclusión y demás actos derivados de estas.

 

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Abdullah bin Abdul-Aziz, la cabeza real de un imperio
del nepotismo y la intolerancia.

Hasta la fecha, de ese número de detenidos, apenas la mitad han comparecido, según las propias cifras del ministro Turku, quien además ha tenido la desfachatez de declarar públicamente que “no hay prisioneros políticos en el reino”. Contradicciones típicas de una dictadura que no obstante las evidencias, utilizan un discurso demagógico y falso a todas luces. A mayor abundamiento, ha habido una serie de protestas públicas callejeras en las principales ciudades del reino, a lo que los voceros del reino han contestado que la mayoría de los detenidos, además de los cargos antes mencionados, también están por proferir ofensas al libro sagrado del Corán, insultos al profeta Mahoma y por “sospechas de practicar la brujería”.

 

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Una realidad que no puede ocultarse

 

Así las cosas, la Arabia Saudita defensora de la democracia mundial, aliada de la campeona de las libertades, la Unión Americana, y de los israelíes, el enclave nodal para mover al Medio Oriente en contubernio con Turquía, resulta ser, de manera evidente e irrefutable, un país bajo una cruel dictadura familiar apalancada en el poderoso sector religioso islámico. Allí se aplica la shariá o ley musulmana y no hay leyes civiles, una constitución política y ni siquiera el ejercicio derechos humanos básicos. El reinado es monolítico y por ende poderoso, absoluto e inamovible, por lo que resulta absurdo, a todas luces, que Arabia Saudita no puede erigirse en paladín de las democracias del resto de las naciones de su región.

 

Pero no obstante estas razones y pruebas, hasta hoy el reino de Abdulá bin Abdelaziz al-Saud sigue participando como ariete y cabeza de playa de las estrategias mancomunadas que se elaboran en Washington y Tel-Aviv, con la supervisión de los asesores saudíes adscritos a E.U. e Israel. Prueba de su accionar son los acontecimientos en Egipto, Libia, Irak y ahora Siria. Resulta a todas luces muy criticable que un país bajo una dictadura fundada sobre cimientos del nepotismo más rancio y una religión intolerante, estén manejándose como adalides del Medio Oriente para “establecer la democracia y la libertad” en países bajo el yugo de dictaduras muy similares, cuando en su propio suelo no puede haber democracia ni libertades.

 

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Uno de los miles de sauditas encarcelados y
torturados por disidencia.

La realidad detrás de todo esto

 

Como es fácil deducir, estas estrategias del diablo para echar abajo los diferentes gobiernos del Medio Oriente, tienen su verdadero quid en una cuestión clave y evidente: el control del petróleo en la región, en donde Arabia Saudita, después de la Venezuela de Hugo Chávez, tiene el segundo lugar mundial en reservas probadas a nivel mundial, con 267 mil millones de barriles del oro negro. Es por esta razón real, que los Estados Unidos consideran y han convertido al reino saudita en su socio más importante de la región del Golfo Pérsico. El interés norteamericano, como siempre, estriba en el potencial financiero y militarmente estratégico que tiene una nación para poder considerarla aliada, socia y amiga.

 

Por todo esto podemos resumir que tras la fachada de socio por la democracia que se ha adjudicado el reino saudita, está la realidad de una asociación en pos del dominio total de una región clave para el mundo de los energéticos, pues sabido de sobra es que Estados Unidos tiene bien cimentado su poderío en el manejo de los hidrocarburos y tiene la enfermiza obsesión de controlarlos todos para poder acrecentar y resguardar sus ámbitos financiero, militar y político en el orbe. Arabia Saudita es otra pieza más del ajedrez norteamericano por el predominio del mundo, una pieza clave mientras le sea útil, un enemigo más, cuando se convierta en un estorbo, así ha sido con otros antiguos aliados.

 

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La tortura, el encarcelamiento y la ejecución
para acallar a su propio pueblo.

 

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